Con pan y sin circo

Cada ma?ana laboral abro la ventana del ba?o para ventilar, voy a la cocina canturreando y s¨¦ que, al poco, abriendo tambi¨¦n la puerta de la galer¨ªa, se establecer¨¢ una amable corriente, un regalo en est¨¦reo destinado al olfato.

Es el olor a pan. Decidme de alguien que no recuerde el olor a pan de su infancia, cuando no era artificioso sino necesario. Tengo la suerte de vivir al lado de una de las mejores panader¨ªas de Madrid. No os doy el nombre, pero ellos saben, ellas tambi¨¦n, que estoy hablando de su lugar, en donde una pierde el p¨¢nico viendo moverse a los trabajadores. Me gusta hacer cola (vienen hasta de otros barrios, porque el suyo es un pan honesto y sabroso, sin chuminadas a la moda), pero ahora no puedo salir, y he encargado por tel¨¦fono mi hogaza de corteza crujiente, con semillas.

El pan es como la verdad. En jornadas dif¨ªciles, la flatulencia de la demagogia o de los quejicas es tan innecesaria como el circo. S¨¦ ¡ªtodos sabemos, lo estamos viviendo¡ª de hijas que callan muertes cercanas para que su madre delicada no sufra. De hijos que, por primera vez, celebran que su madre sufra de alzh¨¦imer, porque as¨ª no se dan cuenta de que no van a ir a verlas. Sabemos todos, o intuimos, tanta y tanta verdad de poner nudo en la garganta¡­ Masa madre. ¡°No estamos haciendo hojaldre. Estos d¨ªas, solo pan¡±, he o¨ªdo decir a la dependienta, mientras esperaba a que me atendiera al tel¨¦fono.

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