La tierra que espera sin prisas al coronavirus
La meseta mexicana de los pur¨¦pechas, en el Estado de Michoac¨¢n, se prepara descre¨ªda contra una crisis sanitaria que perciben ajena a la vida diaria
De buena ma?ana y hasta bien entrada la tarde, mujeres y hombres de Angahuan se esmeran limpiando la iglesia del pueblo, consagrada al ap¨®stol Santiago. No se entiende muy bien este esfuerzo porque este a?o, quiz¨¢ el primero en sus vidas, la Semana Santa no se va a celebrar en el templo. Si el cura no miente, ¨¦l se pondr¨¢ frente al micr¨®fono en la emisora de radio local y el oficio llegar¨¢ a todos los hogares. As¨ª lo ha ordenado el obispo y as¨ª lo anuncian los carteles, pero muchos de los que aqu¨ª creen fervientemente en Dios se r¨ªen del coronavirus. En estas comunidades ind¨ªgenas de la meseta de Michoac¨¢n (M¨¦xico), el agua corriente falta en muchas casas, la malnutrici¨®n es un cl¨¢sico de la consulta m¨¦dica, padres e hijos comparten habitaci¨®n, la diabetes est¨¢ infradiagnosticada y el alcoholismo campa a sus anchas, pero lo m¨¢s grave es la ignorancia y el desd¨¦n con que se enfrentan a un lobo al que a¨²n no han visto las orejas. Es como combatir una guerra qu¨ªmica con el yelmo de Don Quijote.
Las Administraciones llegan tarde a la tierra de los pur¨¦pechas, un pueblo originario de M¨¦xico con tradiciones ancestrales. El 17 de marzo se reun¨ªan las autoridades del Estado con los representantes municipales y desde entonces estos pelean con unas comunidades que se autogobiernan con usos y costumbres. Apenas esta semana se pegaban en los muros los primeros carteles en lengua ind¨ªgena, la misma en la que se dan consejos de higiene por la megafon¨ªa local; en algunos pueblos ha habido requerimientos por escrito a los comerciantes y mercaderes para que cierren sus negocios, pero varios se han quejado de las restricciones y los m¨¢s han hecho caso omiso. Pretender que a?os de abandono y de paternalismo se desvanezcan en unos d¨ªas para atender las instrucciones locales es pura ilusi¨®n. Aseguran que ya no hay celebraciones patronales ni familiares, ni bailes ni misas, pero no es del todo cierto. Los mercados est¨¢n tan llenos como el metro de Jap¨®n en hora punta y cientos de ni?os siguen de vacaciones por las calles. Por si fuera poco, muchas de estas aldeas tienen un buen porcentaje de su poblaci¨®n trabajando en Estados Unidos. Si les da por volver, va a hacer falta m¨¢s que un ap¨®stol para que les salve de la peste.
A las 11 de la ma?ana del mi¨¦rcoles, varias camionetas esperan con las cajas de fruta a la entrada de Santa Ana Zirosto y tres polic¨ªas con mascarillas impiden a los forasteros la entrada al pueblo. Como cada uno hace la guerra como Dios le da a entender, aqu¨ª han decidido cerrar el paso a los que llegan, sin embargo, los paisanos van y vienen a la ciudad. Parece que el virus, que ya ha matado a miles de personas en todo el mundo, fuera cosa de extranjeros. El acento espa?ol estos d¨ªas no hace ninguna gracia.
- ?A cu¨¢nto venden el kilo de aguacate? El marchante se inquieta: ¡°El acento de la do?a es como de esas personas que dicen que nos van a contagiar el virus¡±, suelta entre dientes y quiz¨¢ media sonrisa debajo del bigote. Cobra los aguacates y sigue a lo suyo.
Cinco d¨ªas antes de acabar marzo, el alcalde reuni¨® a los 548 jefes de familia de la localidad y decidieron cerrar el pueblo a las visitas. ¡°Solo pueden entrar los que venden alimentos y cosas b¨¢sicas y se les ha dicho a los de aqu¨ª que si salen vayan de uno en uno¡±, dice Ulises Humberto, el mun¨ªcipe, que aqu¨ª les llaman jefes de tenencia. Reconoce que hay gente con p¨¢nico y otros que no creen en la enfermedad. ¡°Un doctor privado nos ha acusado de tomar una medida que no es m¨¢s que pol¨ªtica, pero otros vecinos me dicen que si no cierro el pueblo a los extranjeros los corren¡±. Asegura Humberto que han avisado a los familiares que est¨¢n fuera de que no vengan, y la polic¨ªa asegura que algunas familias no han tomado muy bien que sus hijos no puedan regresar por vacaciones. A los obreros contratados para la cosecha del aguacate les hacen rodear el pueblo para acceder a las fincas.
Lo del aguacate merece un p¨¢rrafo aparte, porque el oro verde, como le llaman, aporta algunas claves en este asunto. Estados Unidos ha cancelado un 70% la importaci¨®n de este fruto, un golpe que est¨¢ dejando miles de empleos en la incertidumbre. En esta meseta, frondosos aguacatales escalan monta?as arriba y permiten hablar de una zona rural, quiz¨¢ algo atrasada, pero no de pobreza extrema. Potentes camionetas circulan de un lado a otro con la cosecha o con material de construcci¨®n, lo que denota cierto progreso. Pero esa es una palabra que en algunos lugares est¨¢, lamentablemente, asociada al narcotr¨¢fico. El aguacate tambi¨¦n tiene sus tintes de sangre. Uruapan, la capital de esta zona, ha visto cad¨¢veres colgados de un puente, cabezas cortadas lanzadas en una discoteca como balones. Eso fue hace a?os, pero el terror se hace notar de tarde en tarde. Esta misma semana, la polic¨ªa se lio a tiros en un altercado con los comuneros que protestaban por la falta de empleo y hubo dos heridos, uno de ellos una periodista local que cubr¨ªa la protesta. El Estado de Michoac¨¢n, en el centro de M¨¦xico, tiene una historia reciente muy manchada de sangre.
El coronavirus ha matado en marzo a 37 personas (hoy suman 60). La violencia, sin embargo, ha convertido este mes en hist¨®rico, con 2.585 v¨ªctimas en todo el pa¨ªs. Acostumbrados a estas cifras casi parece l¨®gico que la poblaci¨®n no se espante de la letalidad del SARS-Cov-2. El propio virus huir¨ªa del pa¨ªs si supiera.
En su trayecto por esta regi¨®n, el coche se detiene ahora en la carretera de Nurio, flanqueado por dos garitas de fuerzas locales de autodefensa. Los hombres, con pantal¨®n de camuflaje y la cara oculta hasta los ojos dan el alto al veh¨ªculo. Van armados con un rifle de asalto AR-15 y preguntan por radio a sus colegas del pueblo si permiten el paso a unos periodistas que vienen a hablar del virus. Es una localidad neozapatista donde no se mueve una hoja sin que los encapuchados lo autoricen. El jefe de tenencia aguarda la llegada con tres de sus regidores y recibe a la visita en un cuarto municipal min¨²sculo, desastrado y pobre. En la mesa una botella de pl¨¢stico contiene gel antibacteriano casero. El alcalde apenas habla y se encarga de las quejas su segundo, Marcos Morena: ¡°?Qui¨¦n se va a ocupar de nosotros, el Gobierno? Si apenas nos dan lo poquito que pedimos. No tenemos paracetamol y aqu¨ª hay mucha gente de la tercera edad. El gel nos ha costado 60 pesos [unos tres euros], est¨¢ muy caro. ?Qu¨¦ nos recomiendan ustedes?¡±. Se informan por las conferencias diarias en televisi¨®n del subsecretario de Salud, Hugo L¨®pez-Gatell, y est¨¢n inquietos porque ¡°en cada casa hay un norte?o¡±, es decir, un emigrante en Estados Unidos. ¡°Plant¨¦enle ustedes al gobernador, estamos abandonados¡±, ruegan.
Pero kil¨®metros m¨¢s all¨¢, la versi¨®n es distinta. Nurio y otras siete comunidades similares dependen org¨¢nicamente de Paracho, el Ayuntamiento principal, donde este jueves es d¨ªa de mercado y el pueblo bulle como si no hubiera enemigo. Las mujeres alegran las calles con sus naguas de colores, una falda plisada sobre otra que llaman fondo. Se cubren con el mismo rebozo que envuelve a sus criaturas como un cacahuete pegado al cuerpo. Negras trenzas se enlazan en su espalda y el polvo de muchas calles sin asfaltar se deposita en las piernas y en los zapatos de pl¨¢stico. Todo est¨¢ plagado de puestos con cachivaches, artesan¨ªa, pan, dulces, fruta, jugos, sombreros, bolsos y guitarras de todos los precios. Estos tianguis son comunes en todo el pa¨ªs y Paracho lleva a gala que el de los domingos en uno de los m¨¢s grandes. Miles de personas comen gracias a las ventas de su mercader¨ªa. Del virus solo hablan los carteles del Ayuntamiento.
En un cuartito desangelado donde apenas caben tres sillas y una mesa, la regidora de Salud explica la dificultad para que los lugare?os asuman la gravedad del asunto; los obst¨¢culos administrativos para gobernar a una comunidad dispersa que suma m¨¢s de 40.000 almas, el pozo del agua que lleva una semana descompuesto y que est¨¢n reparando mientras las casas se abastecen con camiones cisterna. Estefani Barriga Vargas, una joven enfermera metida a pol¨ªtica que ha ganado la concejal¨ªa de Salud por los Verdes, se desespera por momentos y defiende su trabajo, instancias administrativas que no calan en la poblaci¨®n. El jefe de tenencia de Nurio, que se queja de abandono, no asiste a las reuniones que ella convoca. Y no es el ¨²nico. ¡°Es una mujer quien los cita, son muy machistas¡±. A pesar de todo, asegura, tratan de llegar a ellos y avisarles del riesgo. ¡°Pero son comunidades que se autogestionan, no podemos imponerles nada. Les hemos pedido un inventario con su poblaci¨®n m¨¢s vulnerable, pero no nos lo entregan. Para mayor dificultad, los jefes de tenencia son elegidos cada a?o¡±, lo que quiere decir que cuando ha comenzado a trabajar fluidamente con alguno de ellos es revocado y vuelta a empezar. ¡°Tampoco aqu¨ª en Paracho podemos cerrar los negocios con la intervenci¨®n de la polic¨ªa, pero los agentes s¨ª han salido con la megafon¨ªa a informar, eso nos cost¨® 3.000 pesos [120 d¨®lares]¡±. Desde la capital del Estado, apenas han recibido 12 carteles, que ellos han multiplicado por 25 en la impresora. Uno de los folletos recomienda lavar los cacharros de cocina en el lavaplatos si es posible. Pobres, a saber de d¨®nde lo han copiado. Es m¨¢s dif¨ªcil encontrar un lavaplatos en M¨¦xico que un elefante en el polo norte.
El hospital de la zona est¨¢ aqu¨ª en Paracho, es el que atiende a las 40.000 personas y ¡°no llega a 50 camas y solo hay dos respiradores¡±, informa la concejala de Salud. ¡°Si se da alg¨²n caso de coronavirus esto se va a poner muy dif¨ªcil¡±, asegura. Al hospital, si as¨ª puede llamarse, han enviado esta semana una unidad m¨®vil que ha aparcado en la puerta para que los sanitarios pasen un primer filtro a quienes presenten un diagn¨®stico sospechoso. Pero pocos tienen siquiera tos seca, afortunadamente. Hay muchas embarazadas, cada d¨ªa nacen ni?os en estas familias numerosas y los centros de salud est¨¢n llenos de indicaciones para amamantar correctamente y cuidar la salud de los beb¨¦s y las parturientas.
Antes de volver a Angahuan, en Zac¨¢n hay dos enfermeras por la calle. Sus uniformes blancos detienen el coche de los periodistas. Cuentan que estudian en un centro t¨¦cnico de la zona y que estos d¨ªas les han enviado para que vayan casa por casa explicando lo que puedan. ¡°Mucha gente no se lo cree¡±. Es el lamento cl¨¢sico. El mismo de Amparo Lucas, una de las doctoras de Angahuan, una pasante de 24 a?os que quiere acabar su especialidad de Traumatolog¨ªa. Pinta un panorama desolador: ¡°Lo m¨¢s corriente aqu¨ª son las neumon¨ªas, la tuberculosis, las bronquitis, porque las casas apenas tienen puertas y las ventanas no est¨¢n cerradas, los ni?os recaen una y otra vez. La poblaci¨®n toma antibi¨®ticos por su cuenta y hay mucha diabetes sin diagnosticar. Yo informo por la radio local un d¨ªa a la semana, porque aqu¨ª la televisi¨®n es m¨¢s bien para los ni?os. Los adultos no la ven mucho, o no la entienden. Por la noche, las mujeres cocinan, cosen o rezan. Y los hombres salen a la calle a beber unos cuantos litros de cerveza. Desde los 11 a?os ya beben¡±, explica. El alcalde, Agust¨ªn Sosa, lo corrobora: todos los fines de semana duerme alguno en el calabozo. Si llega consciente, porque no es dif¨ªcil ver a cualquier hora del d¨ªa a alg¨²n paisano tirado en la calle como un mu?eco de trapo en la postura en que le despidi¨® la botella.
Cae la tarde y los que limpian la iglesia dan los ¨²ltimos retoques. Las mujeres con sus naguas de colores y un chupach¨²s en la boca hacen arreglos a los floreros; los hombres meten los bancos ya limpios en el templo. ?Y de esto del coronavirus qu¨¦ opinan? Bajan la vista, se miran unos a otros, se dirigen palabras en pur¨¦pecha que el periodista no va a entender. Y si alguno contesta no le da mucha importancia. ¡°Dios ser¨¢ el que decida¡±. La Iglesia es quiz¨¢ la instituci¨®n en la que m¨¢s conf¨ªan, por eso el alcalde y los m¨¦dicos buscan el concurso del cura para que las medidas que recomiendan sean atendidas. Pero si el virus se enreda en estas comunidades, se van a necesitar m¨¢s que rezos.
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