Desahuciados por la pandemia
Carentes de medios para pagar el alquiler o expulsados por los propietarios, la crisis ampl¨ªa el perfil de las personas y familias sin hogar
Cuando Sonia explica d¨®nde viv¨ªa hasta hace unos d¨ªas utiliza la palabra habitaci¨®n. Luego especifica. ¡°Bueno, era una terraza acristalada¡±. Situada en Arganda del Rey, a 30 kil¨®metros de Madrid, pagaba por ella 140 euros al mes y la compart¨ªa con sus tres hijos, Carolina, de 17 a?os, Elizabet, de 13 y Manuel, de 9. Los cuatro conviv¨ªan no solo apretados, tambi¨¦n en silencio. ¡°Las dos habitaciones del piso las ocupaban dos hombres que trabajaban de noche y dorm¨ªan por el d¨ªa. As¨ª que ten¨ªamos que estar en silencio siempre¡±. Cuando lleg¨® el confinamiento, Sonia, de 41 a?os, se qued¨® sin trabajo. Sin dinero, llam¨® a los servicios sociales. ¡°Cuando vieron la situaci¨®n en la que est¨¢bamos, nos sacaron y nos trajeron aqu¨ª¡±.
Aqu¨ª es uno de los dispositivos de emergencia que la Comunidad de Madrid ha habilitado para personas expulsadas de sus hogares debido a la crisis del coronavirus, y que gestiona Cruz Roja Madrid. ¡°No estamos hablando de personas en situaci¨®n de calle o sin techo. Lo que est¨¢ ocurriendo por culpa de este confinamiento es que gente que pagaba sus alquileres diaria o semanalmente se han quedado sin trabajo y han sido expulsados por sus caseros¡±. Lo explica Laura Ballesteros, coordinadora del dispositivo de la calle Atocha de Madrid. Mientras sube las escaleras del lugar, protegida con una mascarilla, a?ade: ¡°Tenemos tambi¨¦n casos de gente que no hab¨ªa dejado de pagar, pero viv¨ªan en pisos compartidos, muy llenos de gente y el casero los ech¨® porque no quer¨ªa que pasasen ah¨ª el confinamiento. Esta gente nunca se hab¨ªa visto en una situaci¨®n as¨ª. Familias enteras se han quedado en la calle de forma repentina y por primera vez en su vida¡±.
El dispositivo de Atocha es, en realidad, un hostal obligado a cerrar durante el estado de alarma. Sonia y sus hijos viven ahora en la habitaci¨®n 111, una estancia mucho m¨¢s amplia que la terraza y con una cama para cada uno. Nos invitan a pasar y nos muestran la peque?a televisi¨®n, las s¨¢banas blancas y una mesita donde Manuel deja algunos juguetes. ¡°Ni yo ni mis hijos hab¨ªamos estado nunca en un hotel, as¨ª que intentamos estar contentos. Yo les digo, para animarlos, que es como si estuvi¨¦ramos viviendo unas vacaciones¡±. Sonia intenta sonre¨ªr.
En el hostal convertido en centro de acogida viven 33 personas. Tienen sitio para 45, m¨¢s dos habitaciones de aislamiento por si alguien se infecta. Nadie puede salir si no es por algo esencial. La recepci¨®n es ahora el sitio donde un trabajador de Cruz Roja controla las entradas y salidas, la habitaci¨®n 105 es un despacho y la 106 se ha convertido en un almac¨¦n donde se puede ver papel higi¨¦nico, kits de higiene y alimentos suministrados por el Grupo VIPS. ¡°Las familias llegan con sus maletas, inquietas. Han sido expulsadas de sus casas y la mayor¨ªa cree que las vamos a alojar en albergues o sitios para personas sin techo. Y eso asusta sobre todo a las madres con hijos. Una vez aqu¨ª, se tranquilizan¡±, explica Ballesteros.
¡°Jam¨¢s me imagin¨¦ estar as¨ª¡±
En la zona com¨²n y el comedor del hostal descansa sentado Manuel Gil, de 61 a?os. Hasta hace una semana viv¨ªa en la habitaci¨®n de una pensi¨®n. ¡°Llevaba un tiempo viviendo ah¨ª. Soy jubilado, no tengo relaci¨®n con mi familia as¨ª que prefer¨ªa vivir en un hostal que alquilar un apartamento¡±, explica pausado. Pero la pensi¨®n cerr¨® y cuando Manuel empez¨® a buscar un piso o una habitaci¨®n para alquilar se dio cuenta de que no hab¨ªa nada. ¡°Nadie est¨¢ alquilando, no hubo manera. Nadie se f¨ªa, nadie admite nuevos inquilinos. As¨ª que he acabado aqu¨ª. Y menos mal. Por un momento me vi en la calle o durmiendo en el aeropuerto. Si me ocurre eso duro cuatro d¨ªas¡±.
Con un hilo de voz, cuenta: ¡°Jam¨¢s me imagin¨¦ estar en esta situaci¨®n. Ha sido todo muy r¨¢pido¡±. Manuel comparte habitaci¨®n con otras cinco personas. ¡°No es lo mejor del mundo, porque cada uno es de su padre y de su madre, pero por lo menos aqu¨ª estoy seguro¡ F¨ªjate que yo muchas veces pensaba qu¨¦ har¨ªa o c¨®mo estar¨ªa si viniese una guerra. Y mira, esto no es una guerra, pero estamos bloqueados. Yo me siento inm¨®vil. No puedo tomar decisiones. Es asfixiante¡±.
En C¨¢ritas han dejado de rotar. Sus centros para personas sin hogar tienen un l¨ªmite de estancia de 21 d¨ªas, pero debido a la prevenci¨®n sanitaria por el coronavirus no pueden desalojar espacio. Lo explica por tel¨¦fono Susana Hern¨¢ndez, responsable de Obras Sociales Diocesanas de C¨¢ritas Madrid. ¡°Entre las organizaciones y las instituciones p¨²blicas no est¨¢ siendo suficiente. Seg¨²n los datos que tenemos, solo en Madrid, unas 300 personas est¨¢n ahora mismo a la espera de que les admitan en alg¨²n centro. Y entre esas personas hay mujeres¡±, explica. Y a?ade, como un giro macabro: ¡°Y nos consta que, a algunos de ellos, en otras provincias, les ha llegado a multar la polic¨ªa por no estar confinados¡±.
La crisis de la covid-19 ha cambiado el perfil de las personas sin hogar. Ha trascendido a la figura del sin techo que est¨¢ instalada en el imaginario. ¡°Con esta crisis nos encontramos muchas mujeres y familias¡±, dice la portavoz de C¨¢ritas. ¡°Por ejemplo, nos estamos encontrando gente a la que han dado de alta por coronavirus y a la que no les dejan volver a sus casas. Otros que, mientras estuvieron ingresados, no pudieron pagar y los echaron. O simplemente familias que se han quedado sin trabajo y las han expulsado¡±.
A todos ellos se suma gente que viv¨ªa en pensiones y hostales que han cerrado y que, como Manuel, se han quedado sin un sitio donde vivir. ¡°Estamos al 100% de capacidad y esto se acent¨²a cada d¨ªa¡±, advierte Hern¨¢ndez. ¡°Igual que se ha activado una emergencia sanitaria tambi¨¦n debe activarse una social. Y de la misma forma que se levantan hospitales de campa?a tambi¨¦n deben proporcionarse centros de acogida. La gente sin hogar ya no son lo que todos tenemos en la cabeza¡±, dice Susana.
El futuro no parece claro. La gente que organizaciones como C¨¢ritas o Cruz Roja atiende no tienen medios para volver a su vida de antes. ¡°Con la econom¨ªa parada es imposible que puedan regresar a su anterior escenario¡±, explica la portavoz de C¨¢ritas. ¡°Si no se recupera la econom¨ªa, esta gente no va a poder reincorporarse a la vida normal. Y ni nosotros ni nadie tiene la capacidad para acogerlos indefinidamente¡±.
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