La culpa de estar a gusto en casa
¡°Estoy mal¡±, te dices, porque la culpa no te deja admitir que, en el fondo, est¨¢s mejor. En casa, en pijama, tocando a cualquier hora a los que amas
Al principio, da verg¨¹enza admitirlo. Pareciera que te alegras del apocalipsis, que hay algo en la tragedia que te rodea, que a ti, bicho raro, mala persona, te ha venido bien, de alguna manera, por dom¨¦stica y banal que sea. ¡°Enti¨¦ndeme, si me abstraigo de todo lo dem¨¢s, estoy a gusto confinada¡±, susurras por WhatsApp. Si se grita con may¨²sculas, ?c¨®mo se susurra en WhatsApp?, deber¨ªan inventarlo. Es una de las cosas que me gusta: se acabaron las charlas de pasillo y ascensor. Hablar con quien quieres. El resto, por Whatsapp, gracias.
Luego, empiezas a soltarte, dejas miguillas en conversaciones. Cu¨¢ndo te preguntan ?c¨®mo llevas el estr¨¦s del curro?, ?qu¨¦ mogoll¨®n con dos ni?os peque?os en casa? Dices que s¨ª, que un infierno... ¡°Pero igual, aun con todo, mejor que antes¡±. Bum. Lo has dicho. Eres el Unabomber. La loca que fundar¨ªa una secta con su familia. Todo sucio, todos en pelotas. La pirada que no echa de menos la algarab¨ªa de las calles, la paleta que no quiere ir al teatro, la vaga a la que no le pone el bulle bulle de la redacci¨®n. Qu¨¦ insolidaria con los bares, con lo que t¨² has sido, nena. La cerda, y esto duele, que prefiere no arreglarse. Lo peor, eres la fr¨ªvola ¡ªtu familia se lleva bien y est¨¢ sana¡ª que habla sin pensar en los que sufren. Y, claro, la privilegiada que lo hace desde la holgura de su sueldo y su piso luminoso. Como si el privilegio y la brecha fuesen culpa de la pandemia y no del capitalismo, amigo, tambi¨¦n te digo.
Crees que est¨¢s recayendo, que te ha podido la baba negra depresiva, siempre al acecho. Que no tener ganas de salir no es normal. Ni tampoco c¨®mo te bajas las botellas de vino sola, o por Zoom que es lo mismo, con la excusa de no poder hacerlo. ¡°Estoy mal¡±, te dices, porque la culpa no te deja admitir que, en el fondo, est¨¢s mejor. En casa, en pijama, tocando a cualquier hora a los que amas. Pero no es solo eso. Est¨¢s m¨¢s concentrada, menos dispersa. Hasta teletrabajas con m¨¢s filo. A pesar del caos. Esto con ni?os es otra dimensi¨®n. Aun as¨ª, prefiero esta locura a la de antes.
Van pasando las semanas, y la gente va saliendo del armario. ¡°Solo echo de menos a mi madre¡±. ¡°Ya no quiero escribir novelas¡±. ¡°Me gusta limpiar¡±. Algunos amigos se confiesan ap¨¢ticos, m¨¢s austeros, eremitas. No est¨¢s tan sola. Y te atreves a pensar qu¨¦ mierda la nueva normalidad (tan necesaria, por otra parte) y sobre todo la normalidad antigua. Vaya filfa. Inventa un plan b. Piensa. No quieres volver a ser increpada por el titular ese que cada vez que revive es un pincha pincha: ¡°La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el s¨¢bado al supermercado¡±. Era de una entrevista con Arsuaga, el de Atapuerca. ¡°Esa vida no es humana¡±, dec¨ªa el paleoantrop¨®logo, buscad la naturaleza, el arte, la belleza... Como cualquier madre trabajadora que cargue ahora con la educaci¨®n, y el mero apaciguamiento de las criaturas, el arte lo he buscado poco en el confinamiento. No da tiempo con dos jornadas full time. Nos hemos gritado, claro, dando golpes en la mesa. He tenido que calmar cachorros hist¨¦ricos que no entend¨ªan nada. Pero tambi¨¦n he jugado, bailado, comido, cocinado, cuidado y follado m¨¢s que en meses. Todo, vivir, lo hac¨ªa poco, en la rueda del h¨¢mster. Produce, consume. M¨¢s, mejor. Haz cosas, ve a sitios. Todo el rato. El encierro ha evaporado de un plumazo la sensaci¨®n aquella de estar siempre llegando tarde, tarde. Sin aire. Desde los escaparates, los maniqu¨ªs te miran por fin con ropa sensata que se corresponde al tiempo que hace. El mundo se ha parado y t¨² has dejado de ir dos temporadas por detr¨¢s.
Ya no me inquietan las calles vac¨ªas. Las prefiero as¨ª, sin despedidas de solteras, sin guiris, sin esquivar terrazas. No tengo nostalgia de todo ese ruido que hace la vida. Los que hemos descubierto que preferimos no salir existimos. A pesar nuestro y de nuestra culpa, hemos disfrutado del terrible par¨¦ntesis. No es grave, la rutina y el qu¨¦ dir¨¢n siempre son m¨¢s fuertes. Volveremos al redil. Por eso siempre gana el sistema.
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