La gran evasi¨®n al bar
Media Espa?a estar¨¢ espiritualmente este lunes con la otra mitad, en el momento de tomarse la primera cerveza en una terraza, al menos hasta que empiece a mandar fotos y la mande a la porra
Creo que fue en los noventa cuando regres¨® una especie de prestigio de la alegr¨ªa, se evapor¨® lo siniestro ochentero, la tele era m¨¢s cachonda, ten¨ªamos m¨¢s dinero, pero antes de eso lo de ser pesimista daba puntos para pasar por inteligente, funcionaba para ligar. Se le¨ªa m¨¢s a Cioran, que ahora parece muy olvidado, y es normal, te dejaba hecho polvo, ahora mejor ni acercarse. Hace a?os que no me lo cita nadie, lo intelectual ya es ver series, antes hasta el m¨¢s tonto lo dejaba caer tomando ca?as. Pero hojearlo siempre es inquietante, acierta el t¨ªo, hasta que se pone pesado y dan ganas de ponerle a los Beatles para que se relaje, como a Abascal. Por ejemplo: ¡°26 de marzo de 1959. ?Segunda gripe en tres meses! Agotamiento total, opresi¨®n, imposibilidad casi total de respirar. (¡) Si algo he comprendido alguna vez en mi vida, se lo debo a mis enfermedades¡±. Y en La ca¨ªda en el tiempo, de 1964, dice: ¡°Mientras gozamos de buena salud no existimos. M¨¢s exactamente: no sabemos que existimos¡±. Algo de esto nos ha pasado. Hemos ca¨ªdo en el tiempo, que antes pasaba volando. Menos mal que vuelve a correr el reloj.
Me hallo geogr¨¢ficamente en esa mitad de Espa?a que este lunes no se va a poder tomar una cerveza en una terraza, pero espiritualmente estar¨¦ con la otra mitad, en el momento en que se lleve a los labios la espuma de una copa helada y rubia donde se te pega la yema de los dedos. Mi compa?¨ªa espiritual durar¨¢ al menos hasta que me empiecen a mandar fotos y yo les mande a la porra. El lunes anterior un amigo me dijo como de pasada que iba a hacer surf y casi me estalla la cabeza. Esa imagen a¨²n no hab¨ªa sido concebida por mi mente como algo posible. Lo posible que no puedes hacer es lo que te desespera. Basta que no te dejen salir para que entren ganas, y ya afinas m¨¢s: te entran ganas de salir justo a las horas que no se puede. En casa de un vecino son cuatro adultos y adolescentes y un menor de 14 a?os, y hay tortas para sacarlo. Pero tambi¨¦n a los ni?os a veces no les apetece salir.
Lo curioso es que este tiempo no he dejado de tomar cervezas, pero es hacerlo fuera lo que es una experiencia distinta: ves el tiempo que pasa, y lo disfrutas. El lunes anterior, cuando solo cuatro islas fueron la avanzadilla al bar, vi en la tele a un se?or de El Hierro tom¨¢ndose una cerveza, solo, pero sin especial satisfacci¨®n (deb¨ªa de ser la segunda o la tercera), y fue la imagen de la normalidad. Y otro se?or igual, pero con un caf¨¦ con leche, en vaso. Que lo hicieran como si fuera normal era dif¨ªcil de soportar.
Esta ruptura de la comunidad nacional por fin crea diferencias, envidias y ya volvemos a lo de siempre. Es mucho m¨¢s ¨²til para regresar a la normalidad que si lo hici¨¦ramos todos a la vez, discutir hace todo m¨¢s familiar. En este sentido, nunca se agradecer¨¢ lo suficiente a Isabel D¨ªaz Ayuso su labor estos meses, con esa est¨¦tica de geisha fatal, atenta a la puesta en escena y a verter gotitas de veneno o pops de pollo ultraprocesado. Ha ayudado mucho a poner los pies en el suelo, a recordar que la vida seguir¨¢ como antes y no hacerse ilusiones.
Aprovechemos todav¨ªa para apreciar estas cositas tan especiales, que se acaba el tiempo y luego ya no sentiremos nada. El primer trago de cerveza (y otros peque?os placeres de la vida) era precisamente el t¨ªtulo de un libro de 1997 de Phillipe Delern, que fue un ¨¦xito. Simplemente enumeraba momentos cotidianos bonitos, yo qu¨¦ s¨¦, conducir de noche por la autopista vac¨ªa mientras oyes la radio. Es una veta literaria que viene de lejos. Joe Brainard public¨® en 1970 Me acuerdo, una mera lista de recuerdos: ¡°Me acuerdo de llenar la cubitera hasta arriba y de intentar llevarla hasta el congelador sin que se me derramara nada¡±, ¡°Me acuerdo de la dulzura de Marilyn Monroe en Vidas rebeldes¡±. George Perec lo repiti¨® en 1978, con el mismo t¨ªtulo, mientras trabajaba en un hospital, por cierto, de bibliotecario: ¡°Me acuerdo qu¨¦ agradable era en el colegio ponerse enfermo e ir a la enfermer¨ªa", "Me acuerdo lo que me cost¨® entender la expresi¨®n ¡®sin soluci¨®n de continuidad¡¯¡±. Francesco Piccolo, en 2010, hizo algo parecido con un repaso de vivencias, como cuando en el supermercado miras el carro de los dem¨¢s y te imaginas c¨®mo ser¨¢ su vida; o cuando alguien llama por tel¨¦fono de noche y te pregunta si estabas durmiendo, y dices que no, aunque no es verdad, pero no sabes por qu¨¦. Este peri¨®dico ha invitado a sus lectores a enviar historias de su cuarentena y seguro que saldr¨¢n algunas buen¨ªsimas.
Lo que nos pasa camino de la libertad sigue siendo ¨²nico. En las primeras salidas de esta semana hay algo antiguo e inocente en c¨®mo pasea la gente, porque no va a ning¨²n sitio. En realidad es algo que no ve¨ªamos hace mucho: es como si no tuviera dinero. No tener donde gastarlo es como no tenerlo. Esta igualaci¨®n social desde luego se hace inaguantable despu¨¦s de un rato. Pero seguir¨¢ as¨ª para mucha gente cuando abran las tiendas: ya no tiene dinero ni para tomarse una cerveza. Para ellos ser¨¢ un lujo no el primer d¨ªa, cualquiera.
Estos d¨ªas es entra?able vivir Madrid como era hace a?os, con pocos turistas, o lo normal, y la gente del barrio hasta en la plaza de Oriente. En las plazas asoma la hierba entre los adoquines, le da un aspecto menos urbano. Te vienen a ver los amigos para darte una sorpresa. Llaman y te dicen que te asomes, y est¨¢n ah¨ª abajo, qu¨¦ alegr¨ªa, hace cu¨¢nto que no nos ve¨ªamos. Ves su rostro sonriente mirando hacia arriba, por todo saludo. No vas a ponerte a gritar y adem¨¢s no sabes qu¨¦ decir. Los adultos vistos as¨ª parecen ni?os, solo sonr¨ªen. Una amiga fue a ver a su madre para que saliera a la ventana pero coincidi¨® que llegaba de la compra, justo lo que no quer¨ªa, porque sab¨ªa lo que pasar¨ªa: ¡°T¨ªo, no pude no abrazarla, no tocarla¡±.
Es gracioso c¨®mo lo m¨¢s espec¨ªficamente humano es mezclar el rigor cient¨ªfico con lo irracional total, cosas como la obsesi¨®n por ir a la peluquer¨ªa contra toda regla l¨®gica de distancia social. Impulsos populares que desbordan a la pol¨ªtica y hala, que sea lo que Dios quiera. Es lo mismo que ir al bar, considerado un¨¢nimemente como actividad esencial, y desde luego lo es. Fogonazos de absurdo que hacen todo, no s¨¦ si m¨¢s coherente, pero s¨ª m¨¢s completo, mejor acabado, normal.
Una de las grandes pel¨ªculas de fugas de c¨¢rceles es Le trou, el agujero, que aqu¨ª se llam¨® La evasi¨®n (Becker, 1960). Unos reclusos se pasan toda la pel¨ªcula preparando la huida, que acaba siendo una obra maestra de ingenio y precisi¨®n, y al mismo tiempo un canto a la amistad y a la compenetraci¨®n humana, a lo que somos capaces de hacer juntos. Pero hay un traidor, y cuando los arrestan, uno de ellos lo mira con l¨¢stima y solo dice: ¡°Pobre Gaspard¡±. Como diciendo: macho, no has entendido nada de qu¨¦ iba todo esto.
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