La comunidad LGTBI dice basta
El asesinato de Samuel Luiz en A Coru?a ha servido de detonante para que el movimiento LGTBI d¨¦ un paso al frente. Miembros de este colectivo aseguran que habr¨¢ un antes y un despu¨¦s tras del crimen
Vanessa Gonz¨¢lez tiene 25 a?os y era la destinataria del mensaje que sus amigos Samuel Luiz y Lina enviaron por videollamada a las tres menos cuarto de la madrugada del s¨¢bado 3 de julio en unas escalinatas del paseo mar¨ªtimo de A Coru?a. Le contaron que se lo estaban pasando bien, que a la pr¨®xima ella tambi¨¦n ten¨ªa que sumarse. Despu¨¦s, a pedazos inconexos, a trozos, seg¨²n Lina la llamaba y le iba contando, Vanessa se fue enterando de la agresi¨®n a Samuel mientras suced¨ªa, del pu?etazo que le dieron al principio, de la persecuci¨®n, de la paliza salvaje a golpes y a patadas cuando ya estaba en el suelo que acab¨® matando a su amigo. El jueves, con la voz tomada por el cansancio y la falta de sue?o, un d¨ªa despu¨¦s de declarar ante la polic¨ªa, contaba por tel¨¦fono: ¡°Yo no me explico, nadie se lo explica. ?l era muy delgadito, nunca se met¨ªa con nadie. Nunca hab¨ªa sido agredido por nadie. Yo solo o¨ªa ¡®por favor, por favor?, pero ellos siguieron, y siguieron y siguieron¡¡±.
Ella est¨¢ convencida del m¨®vil hom¨®fobo que alimenta el crimen. Tambi¨¦n las organizaciones de defensa de los derechos LGTBI de A Coru?a y de Galicia. Y de toda Espa?a. En cualquier caso, el asesinato de Luiz (a¨²n investigado por la polic¨ªa, con tres personas ya enviadas a prisi¨®n y dos a un centro de menores) se ha convertido ya en un s¨ªmbolo de la lucha por los derechos de gais, lesbianas y transexuales, por el elemental derecho a pasear por la calle sin que nadie te agreda. Ni a golpes ni por medio de insultos o miradas o comentarios ultrajantes. El asesinato, seg¨²n varios dirigentes de este tipo de asociaciones, ha servido de detonante y marcar¨¢ un antes y un despu¨¦s. Como el Black Lives Matter en Estados Unidos o, ya m¨¢s cerca, como se?ala Jos¨¦ Mar¨ªa N¨²?ez presidente de la asociaci¨®n Tri¨¢ngulo, como el caso Ana Orantes. N¨²?ez se refiere al asesinato de esa mujer por su marido en 1997, d¨ªas despu¨¦s de que ella denunciara en una programa de televisi¨®n el infierno que supon¨ªa convivir con ¨¦l. Su crimen sac¨® a millares de mujeres a las calles y comenz¨® a cambiar la visi¨®n que la sociedad ten¨ªa sobre la violencia machista.
¡°Esto ha removido algo, ha sido una especie de sacudida colectiva en la que participa gente muy joven que asegura que no va a consentir ni una m¨¢s, que no va a tolerar otra agresi¨®n a ning¨²n otro. Ha sido una suerte de catarsis de nuestro mundo. No va a haber una marcha atr¨¢s. Esto, a mi modo de ver, es la gota que colma el vaso¡±, a?ade N¨²?ez, de 49 a?os.
Denuncias en las redes
Los que sintieron las primeras ondas de esta sacudida fueron las asociaciones LGTBI gallegas. Tanto la asociaci¨®n ALAS como AVANTE LGTBI + comenzaron a recibir un aluvi¨®n de mensajes de apoyo en cuanto el asesinato se hizo p¨²blico. Xandre Garrido, de 29 a?os, coordinador de esta segunda asociaci¨®n, supo desde el principio que la muerte del joven significaba algo distinto, un escal¨®n m¨¢s arriba, en la lucha por sus derechos. Lo supo porque su Twitter se llen¨® de mensajes en los que sus contactos homosexuales rompieron a denunciar casos de acoso: ¡°Yo quiero pedir perd¨®n por no alzar la voz en su momento, fui un cobarde y me lo call¨¦ por miedo. Desgraciadamente yo fui v¨ªctima de una agresi¨®n hom¨®foba, fui rodeado por cinco personas, tres chicos y dos chicas¡ me vinieron de espaldas, me empujaron, me rodearon y los chicos al verse animados por las chicas me pegaron dos pu?etazos en la boca. Dec¨ªan ¡®Destr¨®zale la cara al maric¨®n¡±. ¡°Las veces que me han pegado en el colegio o el instituto lo han hecho entonando el ¡®?Bollera!¡±. ¡°La persona que me persigui¨® y me acos¨® durante a?os consideraba mi orientaci¨®n sexual una confusi¨®n y no le temblaba la voz al se?alarlo¡±. ¡°A m¨ª cuando me pegaron una paliza por ir con mi ex de la mano, la polic¨ªa me dijo que agarrados de la mano ¨ªbamos provocando. Y en la ambulancia (yo en shock, que no pod¨ªa ni hablar con toda la cara llena de sangre) el se?or dici¨¦ndome que me apuntara a cursos de defensa personal PORQUE LA CULPA ERA M?A. Estuve en shock dos semanas y lo ¨²nico que pensaba es que hab¨ªa sido culpa m¨ªa por ser quien soy¡±. ¡°Quiero transmitir mi infinito agradecimiento a la chica que anoche se puso de por medio e implic¨® a su familia para protegerme del ni?ato que me lanz¨® un pu?etazo y no par¨® de llamarme maric¨®n en la l¨ªnea 5 de metro¡±.
Algunos de los mensajes se refieren a historias antiguas, ocurridas hace varios a?os. Otros aluden a casos m¨¢s recientes. El ¨²ltimo mensaje cuenta lo que pas¨® hace unos d¨ªas en Madrid. Lo significativo para Garrido es que se decidieran a colgarlos en la red. ¡°El asesinato de Samuel ha sido muy traum¨¢tico para todo el colectivo. Se ha roto la sensaci¨®n de seguridad. No significa necesariamente un paso atr¨¢s, pero podr¨ªa darse. Depende de nosotros, y cuando digo nosotros me refiero a toda la sociedad¡±.
Las ¨²ltimas estad¨ªsticas que recoge el informe del Ministerio del Interior reflejan que los delitos e incidentes de odio registrados por la polic¨ªa y la Guardia Civil en 2019 aumentaron un 6,8% con respecto a los de 2018. Se contabilizaron 1.706. Los cometidos por ideolog¨ªa, 596, y por xenofobia, 515, superaron a los 278 por orientaci¨®n sexual, que se mantuvo en el mismo porcentaje del a?o anterior.
La Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo maneja datos m¨¢s recientes, aunque no determinantes: en 2018, tramit¨® 15 expedientes de agresi¨®n. En 2019 fueron 22. En 2020 ascendieron a 29 y, con fecha de 30 de junio, este a?o ya va por 28. ¡°El problema no es solo que aumenten las agresiones¡±, sostiene Ra¨²l Gonz¨¢lez, vicepresidente de esta organizaci¨®n, que a?ade: ¡°Es que estas son m¨¢s graves. Ese sector, minoritario, que est¨¢ en contra de nosotros, ese 5% o 10% de la sociedad, se ha envalentonado debido a Vox¡±. Y a?ade: ¡°Antes era pol¨ªticamente incorrecto insultarnos. Les daba verg¨¹enza. Ahora ya no. Est¨¢s discutiendo de algo, como el problema catal¨¢n, por ejemplo, en las redes sociales, y de repente uno salta ¡®t¨² calla, maric¨®n¡¯. Y as¨ª¡±.
Un ambiente m¨¢s agresivo
Todos los activistas preguntados responden que notan un ambiente m¨¢s agresivo y violento. Eugeni Rodr¨ªguez, presidente del Observatorio contra la Homofobia en Catalu?a asegura: ¡°Hay grupos de j¨®venes que van en manada, como en el caso de Samuel. Por eso el caso de este chico ha significado un cambio de paradigma, un antes y un despu¨¦s¡±.
Silvia Tostado, de 39 a?os, presidenta de la Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo en Extremadura coincide en acusar a Vox. ¡°A los que no quiero ni nombrar. Ese partido de extrema derecha ha conseguido que en cada instituto, en cada colegio, haya siempre un chaval o una chica que llevan la banderita de Espa?a en la pulsera, que tienen determinada actitud y que te cuestionan siempre, con el discurso repetido, aprendido de memoria. Eso no exist¨ªa antes¡±. E incide en la importancia de atajar el problema en las aulas. ¡°Esa es la clave¡±.
A este respecto, Carmen Ad¨¢n, profesora de Filosof¨ªa en un centro p¨²blico de Vigo y ponente para la ley LGTBI en Galicia, a?ade: ¡°Es vital que la educaci¨®n para la diversidad entre en el programa de las materias troncales, que deje de estar al albur de la voluntariedad de los profesores. Es muy importante que los alumnos adquieran competencias en matem¨¢ticas o en idiomas. Pero lo es m¨¢s que adquieran competencias morales¡±.
El anteproyecto de ley para la igualdad de las personas trans y para la garant¨ªa de los derechos LGTBI, pas¨® el pasado 29 de junio su primera vuelta en el Consejo de Ministros. A¨²n le queda un largo recorrido antes de convertirse en ley. Entre otras medidas para prevenir las agresiones hom¨®fobas, incluye, precisamente, la obligatoriedad de que en las clases se hable de la diversidad sexual y el que se vigile que el material did¨¢ctico sea respetuoso con estos colectivos. Asimismo, impone multas, que pueden llegar a 2.000 euros, por proferir insultos hom¨®fobos. La sanci¨®n puede llegar a 10.000 euros si no se retira un insulto de este tipo de las redes sociales, informa Pilar ?lvarez.
Arantxa Miranda es polic¨ªa municipal de Madrid, integrante de una unidad especializada en perseguir la discriminaci¨®n y las agresiones hom¨®fobas o racistas. Adem¨¢s es vocal de la Federaci¨®n Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB). ¡°Actualmente, el odio es un agravante en los delitos¡±, explica. ¡°Un asesinato, con ese agravante, tiene m¨¢s pena. Pero para las infracciones leves, como un insulto, la sanci¨®n depende de las comunidades aut¨®nomas. En Madrid y en Catalu?a, entre otras, ya se multa. Pero en Galicia, por ejemplo, no. Y que esas infracciones acarreen sanciones es importante para erradicar el problema desde el principio, para que no se tolere nada¡±. La nueva ley, si es aprobada tal y como est¨¢ redactada ahora, homogeneizar¨¢ este aspecto en toda Espa?a, incluyendo las sanciones. Miranda a?ade que, desde su punto de vista, el asesinato de Samuel Luiz deber¨ªa ser considerado un crimen de odio. ¡°Es un caso evidente. El ensa?amiento con la v¨ªctima es sintom¨¢tico desde un punto de vista criminal. La bronca se desencadena por una cosa menor, una grabaci¨®n de v¨ªdeo, algo que no deber¨ªa ir m¨¢s all¨¢. Pero los asesinos de Samuel, a mi juicio, no ven en ¨¦l a Samuel, a una persona. Ven a un gay. Lo cosifican y por eso le atacan¡±, concluye.
Mientras, la marea de rabia sigue creciendo. Silvia Tostado, de la Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo en Extremadura lo nota cuando ve el n¨²mero de adhesiones que recibe cada d¨ªa, por el texto de los mensajes que llenan continuamente su m¨®vil: ¡°Hola. Despu¨¦s de lo de Samuel quisiera aportar algo a la asociaci¨®n¡±. ¡°Me mudo a Salamanca y quisiera hacer activismo. Ahora m¨¢s que nunca. ?Qu¨¦ puedo hacer?¡±. ¡°He escrito por insta, gracias por la concentraci¨®n, c¨®mo puedo apuntarme?¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.