Miles de mayores son inmovilizados con sujeciones en residencias
Como en los viejos manicomios, muchas personas son inmovilizadas a diario en residencias. Espa?a es considerado el pa¨ªs desarrollado n¨²mero uno en sujeciones, pero gana fuerza un movimiento para reducir o eliminar su uso
Durante tiempo inmemorial, los viejos manicomios y los asilos sujetaron a los internos con lo primero que ten¨ªan a mano. Utilizaban s¨¢banas, cuerdas o correas de cuero para atar a sus pacientes a la cama o alrededor de una silla por los tobillos o las mu?ecas. Era un tormento que nadie cuestionaba: si los retenidos hac¨ªan fuerza para liberarse y acababan sangrando, se entend¨ªa como un efecto secundario de un tratamiento. Fue en los a?os ochenta cuando empezaron a usarse las sujeciones actuales. Las introdujo una empresa alemana, Segufix, y eran seg¨²n su lema un sistema ¡°m¨¢s humano, m¨¢s ¨¦tico y m¨¢s pr¨¢ctico¡±. Consist¨ªan en unas cintas m¨¢s anchas de algod¨®n que hac¨ªan menos da?o. Una ley cerr¨® en 1986 los psiqui¨¢tricos, pero el negocio de las sujeciones sobrevivi¨® porque encontr¨® su nicho en el creciente sector de las residencias de mayores. Hoy son usadas en cientos de centros junto con sedantes, pero la sensibilidad ha cambiado y cada vez son m¨¢s quienes las ven como una forma de tortura. M¨¦dicos, empresarios y familias est¨¢n tomando conciencia de la necesidad de acabar con la ¡°cultura de atar¡± y encontrar opciones m¨¢s dignas. A diario, unas 55.000 personas son atadas o sedadas para reducir su agitaci¨®n en las residencias espa?olas, el 17% de la poblaci¨®n en estos hogares, seg¨²n una estimaci¨®n de la confederaci¨®n de asociaciones de mayores Ceoma, que asegura que Espa?a es el pa¨ªs desarrollado n¨²mero uno en el uso de sujeciones. A esa cifra habr¨ªa que sumar un n¨²mero considerable ¨Dpero dif¨ªcil de determinar¨D de mayores que viven atados en sus domicilios particulares.
Las residencias que usan sujeciones defienden que son necesarias para evitar ca¨ªdas de los mayores, pero los cr¨ªticos denuncian que son una forma de maltrato a la que recurren por conveniencia o como castigo. El campo de la medicina lleva d¨¦cadas produciendo estudios sobre los efectos adversos de las sujeciones. Cada vez hay m¨¢s evidencia cient¨ªfica de los da?os f¨ªsicos y psicol¨®gicos (¨²lceras, atrofia muscular, traumas, aumento de la incontinencia, mayor probabilidad de infecciones urinarias, mayor agitaci¨®n en personas con trastornos cognitivos). Cuando una persona con alzh¨¦imer se ve atada a una silla puede sentir verg¨¹enza, vulnerabilidad, angustia y terror. El presidente de la Sociedad Espa?ola de Geriatr¨ªa, Jos¨¦ Augusto Garc¨ªa Navarro, afirma tajantemente su oposici¨®n a estos m¨¦todos: ¡°Las sujeciones, tanto f¨ªsicas como qu¨ªmicas, no son un m¨¦todo que deba emplearse en personas mayores¡±.
A veces, tratando de liberarse, las personas se caen de la silla o se estrangulan involuntariamente en la cama. EL PA?S ha informado de dos fallecimientos recientes en residencias de Madrid, en 2019 y 2021. La Fiscal¨ªa General del Estado no dispone de datos oficiales de prevalencia de estos sucesos ¡°porque en las estad¨ªsticas no se reflejan las circunstancias de las muertes¡±.
Voces m¨¢s permisivas recomiendan que el uso de las sujeciones sea muy puntual, por ejemplo en casos de agitaci¨®n de residentes que presentan riesgo de autolesi¨®n. El problema reside en las residencias que abusan de las ataduras para compensar sus plantillas reducidas, seg¨²n m¨²ltiples fuentes consultadas. Como las leyes estatales y auton¨®micas exigen prescripci¨®n m¨¦dica y consentimiento informado para atar a una persona, las residencias recurren a veces al ¡°chantaje emocional¡± para que los familiares les den autorizaci¨®n, seg¨²n denuncian asociaciones de defensa de la dignidad en residencias.
Miguel Fern¨¢ndez Arias, que trabaj¨® hasta 2019 en varias residencias infradotadas de Torrej¨®n de Ardoz (Madrid), recuerda que nunca ten¨ªan manos suficientes. En su ¨²ltimo trabajo, otro compa?ero y ¨¦l estaban a cargo de 20 personas en una planta. Para facilitarles las cosas, la direcci¨®n se encargaba de llamar a las familias para aconsejarles que les dejasen atar a sus padres, afirma ¨¦l: ¡°Les dec¨ªan que lo hac¨ªan por su seguridad y tal, pero lo que pasaba detr¨¢s es que nunca hab¨ªa personal para atenderlos como Dios manda¡±. Sobre esta facilidad para prescribir sujeciones, Garc¨ªa Navarro opina que muchas residencias no se han cuestionado su uso por desconocimiento: ¡°Falta formaci¨®n sobre m¨¦todos alternativos y concienciaci¨®n¡±.
Los familiares que han dado su autorizaci¨®n a veces se arrepienten cuando sospechan que las residencias abusan de las ataduras. Es el caso de Mar¨ªa Josefa S¨¢nchez, hija de una mujer que vive en una residencia p¨²blica de Madrid. Ha pasado m¨¢s de un mes sin verla a causa de las restricciones de entrada para contener la sexta ola. Teme que su madre se haya pasado las 24 horas atada. ¡°Me dec¨ªan que la pon¨ªan de pie para que anduviera y yo s¨¦ que es mentira. No hay trabajadores. Si ni siquiera han sido capaces de mostr¨¢rmela por videoconferencia en todo este mes¡±, protesta ella, que pide omitir el nombre del centro por temor a represalias. Cuando la semana pasada se reanudaron las visitas, descubri¨® que su madre hab¨ªa perdido unos cuatro kilos y le hab¨ªa salido una escara en el tobillo por falta de movimiento.
Negocio vigoroso
El hombre que introdujo los productos de Segufix en Espa?a es Juan Ignacio Alcaraz, que cuenta al tel¨¦fono desde Barcelona que en 1981 era un distribuidor de productos m¨¦dicos cuando conoci¨® la innovaci¨®n que ven¨ªa de Alemania. Alcaraz tiene 71 a?os y ha cedido recientemente su negocio de distribuci¨®n m¨¦dica a su hijo para dedicarse en exclusiva a la abogac¨ªa. Al tel¨¦fono opina que hay algo de ut¨®pico en este creciente movimiento contra las sujeciones. Alude al problema end¨¦mico de las residencias en Espa?a: la escasez de personal. Lo m¨¢s barato y c¨®modo para una residencia es atar a decenas de mayores, lamenta, consciente del abuso de los mecanismos que ha vendido durante d¨¦cadas.
A su modo de ver, las ataduras son un mal necesario. ¡°Cuando un paciente se agita, ?puedes permitirte el lujo de tener a un auxiliar 24 horas a su lado? ?Eso lo permite nuestro bolsillo? Queda muy bonito decir que una residencia es sujeciones cero, pero en la pr¨¢ctica el que conoce lo costoso que es contratar a m¨¢s personal sabe que no es posible¡±.
Sin embargo, su empresa familiar ya nota las se?ales del cambio. Hace cinco o seis a?os algunas residencias del Pa¨ªs Vasco dejaron de comprarles. ¡°Se les hab¨ªa metido en la cabeza esta idea de cero sujeciones¡±, cuenta Alcaraz. En este ¨¢mbito, varias asociaciones promueven desde hace casi 20 a?os la tolerancia cero con estos m¨¦todos. La confederaci¨®n de asociaciones Ceoma inici¨® en 2004 su campa?a Desatar gracias a la experiencia en Estados Unidos del doctor Antonio Burgue?o Torijano; en 2006, la residencia Torrezuri, en Guernica (Vizcaya), suprimi¨® ataduras y se proclam¨® como la primera de toda Espa?a en dar ese paso. Su directora, Ana Urrutia, fund¨® m¨¢s tarde la Fundaci¨®n Cuidados Dignos para difundir el modelo. M¨¢s de 300 residencias de toda Espa?a se han sumado a los programas de erradicaci¨®n de Ceoma y Fundaci¨®n Cuidados Dignos. Otras asociaciones m¨¢s moderadas proponen reducir el uso de ataduras al m¨ªnimo, por ejemplo en casos en que la agresividad de la persona puede suponer un riesgo para s¨ª mismo o para los dem¨¢s. A pesar de esto, Alcaraz asegura que la demanda de sujeciones es vigorosa: la poblaci¨®n envejece, abren nuevas residencias y siguen comprando Segufix o suced¨¢neos.
En Espa?a, donde hab¨ªa 5.556 hogares de mayores en 2020, el rechazo a las sujeciones ha cobrado fuerza durante la pandemia a causa de la atenci¨®n que ha recibido el drama de los mayores en las residencias. Hay varias iniciativas en marcha para reformar las leyes. Una proposici¨®n de ley de salud mental de Unidas Podemos presentada en septiembre propone formar al personal de los centros y crear un registro de sujeciones. Por otro lado, el Imserso, organismo estatal dedicado a los mayores, promueve una reforma que obligar¨ªa a las residencias a redactar un plan de reducci¨®n/supresi¨®n de ataduras. Para que esa iniciativa llegue a buen t¨¦rmino deber¨ªa ser adoptada por las comunidades aut¨®nomas, las competentes para regular la dependencia.
Un reto para suprimir las sujeciones es que prohibirlas por ley puede dejar sin margen a un m¨¦dico que las pueda requerir en estado de necesidad, seg¨²n el doctor Burgue?o Torijano. Por eso ning¨²n pa¨ªs ha adoptado esa medida y por eso quiz¨¢s la mejor estrategia es fomentar una cultura antisujeciones, como han hecho los pa¨ªses escandinavos, anglosajones o Jap¨®n. EE UU informa en una base de datos gubernamental de qu¨¦ residencias son libres de ataduras. ¡°Lo razonable es poner l¨ªmites claros, controlar y estimular a que se prescinda de ellas¡±, propone ¨¦l.
En el frente judicial, hay se?ales de menor permisividad. La Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, distribuy¨® hace dos semanas una instrucci¨®n que pide a los fiscales mayor celo durante sus inspecciones en residencias. El documento prescribe la ¡°excepcionalidad, proporcionalidad, provisionalidad y prohibici¨®n de exceso, debiendo aplicarse las contenciones con la m¨ªnima intensidad posible y por el tiempo estrictamente necesario¡±. Delgado pide una actuaci¨®n proactiva para retirar sujeciones cuando se compruebe que las residencias las usan por conveniencia o como castigo.
Algunas patronales ya hablan abiertamente contra las sujeciones. ¡°Sin duda, el futuro de los cuidados debe pasar por la eliminaci¨®n de las sujeciones¡±, dice Jes¨²s Cubero, secretario general de la patronal Aeste, que representa a los mayores grupos del sector. ¡°Tan solo deber¨ªa tener cabida aquella sujeci¨®n que fuera pautada temporalmente por un m¨¦dico ante la ausencia de alternativas viables por las caracter¨ªsticas de la persona mayor¡±. Pero otras asociaciones empresariales creen que no es realista imponer unos l¨ªmites tan cercanos a la supresi¨®n total. Pilar Ramos, portavoz de las pymes madrile?as en Amade, afirma que algunas propuestas no consideran el d¨ªa a d¨ªa de una residencia: ¡°A veces un se?or o una se?ora se mete en la cama de otro. Son situaciones extremas que suceden¡±.
Cuidados amigables
?Es realmente posible organizar una residencia sin ataduras? Los hogares de mayores que se han sumado a este experimento aseguran que s¨ª, pero no es un proceso f¨¢cil ni r¨¢pido. Hace falta formar al personal, introducir cambios organizativos y hacer inversiones que a veces son costosas. Nuestra Se?ora de la Oliva, un centro de 200 plazas en Pantoja (Toledo), invirti¨® 100.000 euros para reformar en 2018 un ala de su complejo de edificios a la que ha rebautizado como Unidad Amigable. Perdieron 20 habitaciones, pero ganaron calidad.
En esa unidad se encuentran las habitaciones de 16 mayores que suelen ser de los m¨¢s agitados por tener alzh¨¦imer y en algunos casos esquizofrenia. Las cuidadoras pueden hacer que las camas bajen a ras de suelo pulsando un bot¨®n. Junto a las camas han tendido colchonetas que amortiguan las ca¨ªdas en caso de que rueden fuera de la cama.
La Unidad Amigable dispone de comedor, sal¨®n de fisioterapia, gimnasio y una sala a la que conocen como taller de reminiscencia. Cuando alg¨²n residente sufre un episodio de alteraci¨®n, las cuidadoras lo llevan al taller de reminiscencia para tranquilizarlo. La sala parece una minidiscoteca, con una bola de espejos, cortina de luces, un sill¨®n que vibra al comp¨¢s de la m¨²sica. Con la ayuda de un proyector, las cuidadoras pueden mostrarle al mayor fotos de su infancia, juventud, hijos y nietos. Cuando la conducta remite, el residente vuelve al sal¨®n o a su habitaci¨®n. ¡°Es mano de santo¡±, dice el director, ?ngel del Oro.
El director, que lleva media vida en residencias, recalca que el cambio de modelo ha sido posible sin contratar m¨¢s personal ni subir precios, que oscilan entre los 1.600 y 1.800 euros.
Del Oro explica que su manera de ver las sujeciones ha cambiado radicalmente gracias a descubrir una alternativa. Experiment¨® en sus propias carnes lo que supone estar atado cuando se unieron al programa de Ceoma. Le ataron a una silla y no aguant¨® m¨¢s de 20 minutos. Se le dorm¨ªan los m¨²sculos, se angusti¨® y pidi¨® que le liberaran. No necesitaba m¨¢s. ¡°Es muy sencillo comprobar lo que se siente. Prueba a sentarte 10 minutos sobre tus manos y ver¨¢s¡±. E incide: ¡°Durante muchos a?os cre¨ª que las sujeciones eran imprescindibles por seguridad. Hoy pienso que son un maltrato¡±.
Nuestra Se?ora de la Oliva, que est¨¢ gestionada por la asociaci¨®n religiosa Mensajeros de la Paz, decidi¨® eliminar las sujeciones al conocer el programa de asesoramiento y formaci¨®n de Ceoma, la federaci¨®n de asociaciones que ha hecho el c¨¢lculo de 55.000 personas atadas.
Ceoma ha hecho ese c¨¢lculo a partir de una muestra de 900 residencias que conocen tras casi dos d¨¦cadas de experiencia. Su director general, Javier Garc¨ªa, recuerda que algunos pol¨ªticos les llamaban locos all¨¢ por 2004, cuando empezaron esta lucha. Espa?a no estaba madura. ¡°Imagina que en el siglo XIX alguien hubiese propuesto eliminar las camisas de fuerza de los psiqui¨¢tricos. Pues igual nos pas¨®¡±, dice Garc¨ªa. Hoy se sienten reivindicados por la creciente demanda social.
Una ma?ana reciente en el sal¨®n principal de la Unidad Amigable, las cuidadoras acompa?aban de la mano a varios mayores mientras daban paseos. Otros escuchaban sentados las viejas coplas espa?olas que sonaban por los altavoces. Las puertas de la Unidad Amigable han sido camufladas con pinturas murales para que los residentes no sientan el impulso de abrirlas. Entra un torrente de luz por el ventanal del sal¨®n y m¨¢s all¨¢ se ven los campos de Toledo.
En una pared de la Unidad Amigable, las trabajadoras de la residencia han colgado un cartel con un mensaje de amor a los mayores con alzh¨¦imer: ¡°La esencia de las personas va m¨¢s all¨¢ de su memoria¡±.
?Tienes informaci¨®n sobre este tema que deber¨ªa conocerse? Contacta con el autor de este art¨ªculo fpeinado@elpais.es
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