Las lecciones del sida
El tratamiento p¨²blico de la viruela del mono repite, 40 a?os despu¨¦s, errores que se dieron cuando comenz¨® la del VIH
Dos virus que llegan a los humanos desde los simios y que ¡ªen Occidente, hay que recalcarlo¡ª afectan primero a hombres que tienen sexo con hombres muestran unos paralelismos demasiado tentadores para no reparar en ellos. Pero los 40 a?os que han transcurrido desde que los europeos y norteamericanos detectamos el VIH (en ?frica pululaba desde mucho antes sin que le hici¨¦ramos caso) dan para que hubieran calado ciertos aprendizajes.
Es cierto que ning¨²n medio medianamente serio ¡ªel resto no s¨¦ lo que han hecho¡ª ha intentado ni siquiera titular las informaciones hablando de viruela rosa o expresiones similares. Sin embargo, las primeras autoridades que alertaron del problema ¡ªen Espa?a las de la Comunidad de Madrid¡ª anduvieron cerca. Que el primer brote se dio en una sauna gay es un hecho. Y mencionarlo, una obligaci¨®n ¡ªuna de las famosas W del periodismo, la del where, d¨®nde¡ª. Pero ni que el local fuera una sauna ni su p¨²blico, hombres gais, eran factores determinantes para la propagaci¨®n de la enfermedad: que se sepa, que el ambiente sea m¨¢s o menos h¨²medo no aumenta la propagaci¨®n del virus, ni que las epidermis que se pongan en contacto estrecho sean de dos, tres o cuatro hombres agrava el riesgo m¨¢s que si fueran las pieles de hombres y mujeres, mujeres solas, amigos o padres e hijos, por ejemplo.
Coincidieron esas primeras informaciones con un taller que iba a dar sobre comunicaci¨®n y sida a un grupo de autoapoyo del Colectivo LGTBIQ+ de Madrid (Cogam). Los asistentes estaban indignados, y con raz¨®n. Me pareci¨® m¨¢s enriquecedor para el debate primar mi faceta de periodista sobre la de gay con VIH que tambi¨¦n soy. Pero reconozco que me cost¨® defender ciertos titulares y enfoques.
Si aquellos primeros contagios se hubieran dado en un partido de f¨²tbol, en un mitin de un partido pol¨ªtico o en una manifestaci¨®n feminista ¡ª?les suena?¡ª se habr¨ªan tratado de otra manera. Y me encant¨® ver que la mayor¨ªa de mis colegas reporteros ¡ªlo siguen siendo¡ª cay¨® enseguida, por su cuenta o por la insistencia de las organizaciones LGTBQI+, en que ese enfoque era parcial, injusto y estigmatizador. Siempre habr¨¢ quien aproveche el caso para destilar su homofobia, pero ahora lo habitual en las informaciones es mencionar que el sexo, en cualquiera de sus variantes, es solo una de las v¨ªas de transmisi¨®n de este virus y que hay otras tan extendidas que no hay posibilidad de que alguien se considere fuera de peligro.
Tampoco hay que ser oficialmente hom¨®fobo para meter la pata. Ah¨ª est¨¢ la OMS, con su advertencia a los gais promiscuos para que limiten su actividad sexual. Pod¨ªa haberla extendido a los heteros promiscuos, a los bisexuales promiscuos y a las personas fluidas promiscuas. Tambi¨¦n a los que besan y abrazan con pasi¨®n de abuelos, a quienes dan apretones de manos de minutos (o que lo parecen) y a quienes comparten cama o toallas. Insistir en todas esas v¨ªas de contagio habr¨ªa sido m¨¢s eficaz. Parece que no han aprendido que si el VIH se ha frenado no ha sido por la insistencia en los mensajes sobre la abstinencia y la castidad, sino por el acceso ¡ªtodav¨ªa no generalizado¡ª a los tratamientos. Por cierto, lo mismo que sucede ahora con las vacunas contra la viruela del mono.
La mala noticia es que situaciones as¨ª se repetir¨¢n. Habr¨¢ m¨¢s pat¨®genos que saltar¨¢n desde los animales a los humanos. Quiz¨¢ alguno vuelva a detectarse primero en los gais. A ver si entonces nos acordamos de las lecciones que el VIH, primero, y la viruela del mono, despu¨¦s, nos han dado, que llevamos 40 a?os bordeando los mismos prejuicios.
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