Huir del infierno talib¨¢n y empezar de cero en Espa?a: ¡°Ten¨ªa mi vida y me la rompieron¡±
Siete mujeres afganas, de entre 20 y 53 a?os, cuentan c¨®mo han tenido que reinventarse en trabajos que poco tienen que ver con las tareas que desarrollaban en su pa¨ªs
La m¨¢s joven tiene 20 a?os, lleg¨® a Espa?a con 17 y habla como si hubiera nacido en Madrid. Hizo la EVAU en el IES Francisco Giner de los R¨ªos de Alcobendas y ha empezado un grado en educaci¨®n infantil. La mayor tiene 53, era jueza en Afganist¨¢n y aqu¨ª se ha apuntado a un taller de costura con la esperanza de encontrar pronto un trabajo; tambi¨¦n asisti¨® a un curso de ayudante de cocina. Viven en Madrid, Pamplona, Colmenar Viejo, Alcal¨¢ de Henares. Algunas est¨¢n solas, otras con su pareja e hijos, y otras con toda la familia. Huyeron de Afganist¨¢n a partir de agosto de 2021, cuando el r¨¦gimen talib¨¢n se hizo con el poder e impuso el terror a trav¨¦s de sus leyes.
Con la ayuda de varias voluntarias de la red de Netwomening, estas mujeres afganas han rehecho su vida empezando de cero en un pa¨ªs del que desconoc¨ªan todo. Empezar de cero, en la mayor¨ªa de los casos, ha significado buscarse la vida trabajando en cosas que poco tienen que ver con sus ocupaciones en Afganist¨¢n. Hasina Ersad, por ejemplo, de 32 a?os, trabajaba como cirujana pl¨¢stica en la planta de quemados del hospital regional de Herat; aqu¨ª lleva cinco meses en uno de los centros log¨ªsticos de Inditex. Arzoo Mulavizada era fiscal en la delegaci¨®n de la Fiscal¨ªa General del Estado en Herat; aqu¨ª, a sus 36 a?os, est¨¢ terminando un m¨¢ster en la UPNA (Universidad P¨²blica de Navarra) de asesor¨ªa fiscal, laboral y contable, y lo compagina con un empleo a media jornada en una tienda. Por las noches, hace unos meses, trabaj¨® de ayudante de cocina en un restaurante de comida r¨¢pida.
Dicen sentirse afortunadas por poder ¡°vivir¡± y ¡°respirar¡±. Dicen que esos trabajos, cursos, talleres, son una forma de empezar y de terminar de perfeccionar el idioma a la espera de que sus t¨ªtulos universitarios sean homologados. Aseguran, orgullosas, que disponen de un NIE, que son contribuyentes y felices de serlo y de ayudar al pa¨ªs que las ha acogido. ¡°Desde Netwomening hemos ayudado a pedir asilo a unas 60 mujeres y sus familias. Por el estatuto de asilo pol¨ªtico son residentes legales y con permiso de trabajo. Despu¨¦s de 5 a?os de permanencia en Espa?a podr¨ªan obtener la nacionalidad espa?ola¡±, explica Mar¨ªa Jos¨¦ Rodr¨ªguez, presidenta de Netwomening.
Desde 2021, seg¨²n datos del CEAR (Comisi¨®n Espa?ola Ayuda al Refugiado), 5.100 afganos han solicitado asilo en Espa?a. No es f¨¢cil saber cu¨¢ntas de ellos son mujeres, porque en algunos a?os no hay datos segregados por g¨¦nero. ¡°Los refugiados no queremos ser ciudadanos pasivos, queremos aportar al pa¨ªs que nos acoge y en el que vivimos¡±, reivindican todas. Con sus historias de superaci¨®n quieren aupar a las dem¨¢s compatriotas que est¨¢n en Espa?a y que se han desanimado en la b¨²squeda de trabajo; por el idioma o por las dificultades para conciliar.
Hasina Ersad lleg¨® sola en 2022. Sus padres y hermanos est¨¢n en Alemania. Pas¨® dos a?os en un centro de refugiados en Madrid y hace cinco meses se instal¨® en Alcal¨¢ de Henares, donde comparte piso y trabaja en Inditex (gracias a SALTA, un programa de inserci¨®n laboral de la empresa que, en colaboraci¨®n con distintas ONG, ACNUR en este caso, ayuda a determinados colectivos en riesgo de exclusi¨®n).
Sus turnos son de 15.00 a 23.00. Trabaja en una de las plantas en las que se preparan los productos que se distribuyen a las tiendas de la empresa. En un domingo soleado de octubre, en el que camina por las calles con la ayuda de Google Maps, reconoce que en este proceso ha sido fundamental la ayuda de una psic¨®loga, Luc¨ªa. ¡°Vivir en un centro de refugiados me cost¨® mucho, yo no quer¨ªa serlo, ten¨ªa mi vida y me la rompieron, me vi obligada a salir. No pod¨ªa aceptarlo¡±. Dice que echa de menos a sus pacientes, su labor en el hospital de Herat, en la unidad de quemados, donde ayudaba a ni?os, ni?as, mujeres y hombres a reconstruir sus cicatrices f¨ªsicas, pero tambi¨¦n emocionales. ¡°Nunca olvidar¨¦, ni perdonar¨¦ a los talibanes que nos lo han quitado todo¡±. Ella ha empezado de cero a la espera de que se le convalide su titulaci¨®n universitaria para poder volver a ponerse la bata de m¨¦dico (es cirujana pl¨¢stica con diez a?os de formaci¨®n).
¡°Si tengo que definirme soy una afgana refugiada, hija, hermana, amiga. Pero si quiero identificarme, soy m¨¦dico. Y tengo ganas de ayudar a la gente. No me veo a m¨ª misma como una pobre refugiada, ni quiero que se me considere como una pobre refugiada que est¨¢ trabajando en algo que no se corresponde con su formaci¨®n¡±, explica en un ¨®ptimo castellano (tiene un B2). ¡°Me veo como una mujer fuerte que, aunque fuera cirujana pl¨¢stica, ahora trabaja en un almac¨¦n con m¨¢quinas y est¨¢ igual de comprometida que lo estaba con sus pacientes del hospital. Me lo tomo como un aprendizaje mientras trato de empezar una nueva vida¡±.
Safia Jan Mohamed lleg¨® a Espa?a con su marido (que tambi¨¦n era juez en Afganist¨¢n) y sus dos hijos que ahora tienen 16 y 14 a?os. Se instal¨® en Madrid primero, luego en Guadalajara y desde hace dos a?os vive en Pamplona, donde hizo un curso de ayudante de cocina ¡ªno encontr¨® trabajo¡ª y donde tambi¨¦n se ha apuntado ahora a un taller de costura en el centro de la ciudad al que acude tres veces a la semana. Cuenta que de las 240 jueza que hab¨ªa en Afganist¨¢n, solo se han quedado all¨ª 40.
Safia trabaj¨®, entre otros lugares, en un juzgado de violencia contra la mujer, estuvo tratando casos de agresi¨®n sexual, asesinatos, prostituci¨®n forzada, etc. ¡°Lo que m¨¢s me duele es no poder seguir ayudando a esas mujeres¡±, afirma. Tanto ella como su marido recib¨ªan amenazas y se desplazaban al trabajo con escolta. ¡°He dejado varios CV en la oficina de empleo, pero de momento no he recibido respuesta. Espero poder encontrar algo con este taller. Hay ocupaciones, como coser, por ejemplo, que no requieren un nivel alto de castellano¡±.
Hamida Andisha tiene 27 a?os, en Afganist¨¢n estudi¨® administraci¨®n p¨²blica y era analista bancaria en Kabul. ¡°Cuando aterric¨¦ en Espa?a no ten¨ªa un nivel de castellano para analista bancaria, as¨ª que me pas¨¦ al sector tecnol¨®gico en una empresa internacional¡±, detalla. Tiene un contrato fijo discontinuo que va en funci¨®n de los proyectos. ¡°Me sent¨ª perdida cuando llegu¨¦, claro. Pero en Afganist¨¢n, pese a tener muy buen trabajo, hubiera sido imposible mantenerlo. Aqu¨ª tengo muchas m¨¢s oportunidades de las que tienen las mujeres que no han podido salir. Forma parte de la junta directiva de la Asociaci¨®n Mujeres Afganas en Espa?a. Todas las que vinimos nos sentimos perdidas y entiendo a las que est¨¢n trabajando en ocupaciones que est¨¢n por debajo de su formaci¨®n, no es lo mejor, pero s¨ª lo es comparado con las que se han quedado all¨ª. Tenemos permiso de trabajo, disfrutamos de nuevas oportunidades y podemos aprender m¨¢s cosas¡±, dice. Hamida, adem¨¢s de analista bancaria era voluntaria en Kabul y organizaba seminarios sobre derechos e igualdad.
Waheda Ahmadi, un torbellino de energ¨ªa de 20 a?os con un castellano que parece nacida en Madrid, tambi¨¦n ayudaba a las mujeres en Afganist¨¢n, desde donde huy¨® con toda su familia (padre, madre y tres hermanos) en 2021. Pese a su juventud era profesora para mujeres analfabetas en Kabul y de ingl¨¦s para ni?os (en 2021, seg¨²n los datos m¨¢s recientes de la UNESCO, la tasa de alfabetizaci¨®n femenina era del 22,6% frente al 52% de la masculina).
Aqu¨ª sale de su casa de Colmenar Viejo a las 7 de la ma?ana y vuelve a ¨²ltima hora de la la tarde. Est¨¢ haciendo un grado superior de educaci¨®n infantil (est¨¢ de pr¨¢cticas en una escuela infantil de Madrid) y trabaja de dependienta en una tienda de cosm¨¦tica 20 horas a la semana. ¡°Sal¨ª de Afganist¨¢n con el objetivo de estudiar. Y eso hago. Vengo de un pa¨ªs donde las mujeres tenemos prohibido estudiar y trabajar y s¨¦ la importancia que tiene la educaci¨®n en una sociedad. Mi madre ha estudiado hasta cierto punto... no pudo terminar el colegio y ahora ve que estudio, trabajo, que he conseguido una beca y se le saltan las l¨¢grimas. Hace todo por nosotros, para que podamos aprovechar la oportunidad que tenemos. Por eso finalmente eleg¨ª educaci¨®n infantil, porque creo que la educaci¨®n empieza desde que nacimos¡±.
Los estudios, un m¨¢ster en este caso, han conseguido que Arzoo Mulazavida tambi¨¦n vuelva a empezar. Lleg¨® a Espa?a en febrero de 2022 y desde mayo vive en Pamplona junto a sus padres y a su hermano. En la Fiscal¨ªa de Herat investig¨® casos de violencia de g¨¦nero y corrupci¨®n, unos meses antes de la llegada de los talibanes la nombraron jefa de un departamento de delitos contra la salud p¨²blica. Aqu¨ª ha estado de pr¨¢cticas en Eroski como repartidora. ¡°Mi primer a?o en Espa?a lo pas¨¦ llorando. Ahora sonr¨ªo al recordarlo, pero no paraba de llorar cada vez que pensaba en el trabajo que desempe?aba en Afganist¨¢n. Y f¨ªjate que all¨ª trabajaba tanto que ten¨ªa la sensaci¨®n de que no disfrutaba de la vida, pero me he dado cuenta ahora de que el disfrute era mi trabajo¡±, cuenta paseando por el casco hist¨®rico de Pamplona.
Le gusta andar a todos los sitios porque es algo que en su pa¨ªs apenas pod¨ªa hacer. ¡°No quer¨ªa volver a estudiar otra vez¡ hac¨ªa 10 a?os que lo hab¨ªa dejado, pero con el m¨¢ster mi vida volvi¨® a empezar porque reconect¨¦ con el derecho y volv¨ª a creer en m¨ª¡±. Le falta saber la nota del ¨²ltimo examen, que hizo a finales de noviembre, para terminar el m¨¢ster de asesor¨ªa fiscal, laboral y contable y conf¨ªa en tener luego una salida laboral.
Es la que tuvo Atefah Hassani, que tiene 31 a?os y vive en Madrid, adonde lleg¨® en agosto de 2021. En Afganist¨¢n era project manager para proyectos sociales y humanitarios. Aqu¨ª trabaja de administrativa en una empresa espa?ola de textil tras cursar un m¨¢ster de desarrollo internacional en el IE. Lo hizo becada con la ayuda de Netwomening y la fundaci¨®n IE. ¡°El m¨¢ster me ha ayudado: me ha dado confianza, autoestima, satisfacci¨®n y una esperanza para construir mi vida en Espa?a. Me ha cambiado la perspectiva sobre los refugiados, sobre lo que es empezar de cero, cuando llegas te come la incertidumbre. Ahora soy una contribuyente orgullosa de este pa¨ªs¡±.
Atefah explica que para sobrellevar la incertidumbre y el trauma que le supuso huir de su pa¨ªs y ver la situaci¨®n que dejaba atr¨¢s, hac¨ªa deporte. ¡°Me ayud¨® much¨ªsimo correr, lo hac¨ªa por Madrid R¨ªo¡±, cuenta a la vez que a?ade que es usuaria habitual del servicio de bici el¨¦ctricas de la capital.
Fatema Mohammadi, por su parte, tiene 30 a?os y cuando tuvo que huir de Afganist¨¢n, esperaba a su segundo hijo. El mayor tiene ahora 8 a?os y el peque?o 2. Viven en Colmenar Viejo y tras terminar un curso de enfermer¨ªa en el SEPE (estudi¨® medicina en Afganist¨¢n y tuvo que abandonar el pa¨ªs sin terminar la especializaci¨®n en medicina de familia) y hace algunas semanas empez¨® las pr¨¢cticas en un centro para personas con autismo en Alcobendas y ense?a feliz sus fotos con la bata blanca. ¡°Somos extranjeros, s¨ª; no tenemos otra opci¨®n. Hay personas que emigran para encontrar una vida mejor, nosotros ten¨ªamos todo en Herat hasta que llegaron los talibanes. No tuvimos otra opci¨®n que salir, si estoy aqu¨ª es por el futuro de mis hijos¡±, dice mientras espera que le homologuen el t¨ªtulo. ¡°No pasa nada por empezar de cero, pero estudi¨¦ durante siete a?os una carrera muy dif¨ªcil all¨ª y siendo, adem¨¢s, mujer. No quiero que ese t¨ªtulo se convierta en cero¡±.
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