La vida en las residencias tras la vacuna: ¡°Ahora, si me tocan, ya no tengo miedo. He vuelto a relacionarme¡±
Los mayores recuperan sus planes a corto plazo tras recibir la inmunizaci¨®n, que ha rebajado la tensi¨®n en los centros
A veces se le olvidan las cosas, los nombres, pero no esa fecha: imposible. ¡°Era el viernes 13 de marzo, yo estaba en la puerta del comedor y me dijeron que volviera inmediatamente a mi habitaci¨®n¡±. De all¨ª no sali¨® en meses. Antonia Ram¨ªrez, 92 a?os, tiene marcado en el calendario el primer d¨ªa de encierro en la residencia privada donde vive desde hace casi nueve a?os. Es la m¨¢s veterana en el centro Ballesol 60, en Pozuelo de Alarc¨®n, en Madrid. Est¨¢ sentada al lado del carrito que porta una bombona de ox¨ªgeno a la que est¨¢ conectada a causa de su enfermedad respiratoria. No us¨® las instalaciones comunes todo este tiempo por miedo. Ay, si ella, con lo que tiene, pillaba la covid. Y as¨ª estuvo hasta que se vacun¨®. ¡°Se conoce que el cuerpo cogi¨® un poco m¨¢s de fuerza. Por la ma?ana no responde, pero por la tarde me voy atreviendo a bajar¡±, cuenta frente a un pa?uelo que ha adornado ella misma en el taller de pintura.
En este centro viven 30 mayores, todos aut¨®nomos, cada uno en su apartamento. Pero la vida se hac¨ªa en com¨²n, al menos hasta que el coronavirus par¨® todo en seco. Desde entonces han pasado 11 meses que parecen 1.000. ¡°No se ve¨ªa un fin¡±, dice el director, Pablo Moreira. El pinchazo que recibieron el 4 de febrero inyect¨® algo m¨¢s que una segunda dosis de la vacuna. ¡°Ahora hay esperanza, veo un horizonte. Con la desescalada empezamos a poner en marcha actividades, pero muy limitadas, estos d¨ªas estamos retom¨¢ndolas con m¨¢s participantes, aunque siempre con prudencia¡±, a?ade. ¡°Y ellos vuelven a hacer planes, antes no los hab¨ªa¡±.
Once se?oras y un se?or reciben a la visita de punta en blanco, que no todos los d¨ªas viene una periodista, y corroboran las palabras del director. Sus voces suenan animadas, se mezclan sus deseos, por fin tienen planes a corto plazo: quieren ir a un restaurante, a una terraza, pasear sin restricciones, ir de compras. Espa?a es un pa¨ªs de bares, no cabe duda. ¡°Un calamar a la plancha quiero comer yo¡±, dice risue?a Ana G¨®mez. Esta mujer de 84 a?os se expresa con la soltura de quien fue maestra. ¡°Solo de pensar que de verdad la semana que viene podr¨¦ salir¡¡±, suelta emocionada, ¡°me tengo que comprar unos zapatos, que eso a mis hijos no se lo puedo encargar¡±.
El a?o ha sido m¨¢s que duro para Ana. Enviud¨® un mes antes de que estallara la pandemia y la mujer, que sal¨ªa cada d¨ªa, se vio encerrada. En este centro se han librado del virus, pero en la residencia vecina, m¨¢s grande y tambi¨¦n de Ballesol, s¨ª entr¨® y se llev¨® a 38 personas, seg¨²n los datos de la Comunidad. ¡°Ahora con la vacuna ya no tengo miedo¡±, afirma. Quiere volver a las andadas, pasear m¨¢s all¨¢ de los alrededores de la residencia. ¡°Echo de menos la calle, y que mis hijos puedan venir con tranquilidad, porque ahora la visita es abajo, y eso ni es intimidad ni es familia ni es nada¡±, se lamenta. ¡°Comprendo que todas las familias han sufrido. Pero desde el punto de vista de la soledad, en las residencias hemos sido los m¨¢s sufridores¡±.
Las restricciones han parado el reloj de una poblaci¨®n que ya no tiene tanto tiempo. Ahora, cuando termina la vacunaci¨®n en estos centros, las comunidades est¨¢n relajando las medidas, cada una a un ritmo diferente. En Murcia, visitas y salidas siguen suspendidas. En Andaluc¨ªa se han recuperado ambas, prohibidas cuando comenzaron a inyectarse las dosis en residencias. En Galicia las salidas est¨¢n prohibidas, aunque puede haber tres visitas a la semana de hasta dos familiares. La disparidad es manifiesta. Pero Ana est¨¢ de enhorabuena, podr¨¢ ir a comprar sus zapatos la pr¨®xima semana, cuando entren en vigor las nuevas medidas en Madrid: los residentes vacunados podr¨¢n salir sin limitaciones, siempre que cumplan las normas de prevenci¨®n. Y en los centros se podr¨¢n recibir hasta tres visitas semanales.
¡°El aislamiento tuvo repercusiones a nivel cognitivo, emocional, psicol¨®gico y f¨ªsico¡±, apunta Mar¨ªa Isabel Galv¨¢, vocal de la Sociedad Espa?ola de Geriatr¨ªa y Gerontolog¨ªa. ¡°El nivel de sacrificio en las residencias ha sido muy alto. Se deben permitir visitas y salidas, tomando las precauciones necesarias, los residentes lo necesitan¡±, reclama.
Un salvavidas para los cuidadores
Andr¨¦s Rueda, portavoz de la Asociaci¨®n de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales, sostiene que est¨¢n deseando ¡°recuperar peque?as cosas cotidianas, como que un hijo pueda agarrar a su padre del brazo para ayudarlo a caminar¡±. ?l mismo dirige una residencia en Catalu?a e indica que los centros siguen sectorizados y que la vida ha mejorado tras la vacuna no tanto porque hayan cambiado las actividades en el interior, sino por el clima que se respira dentro: ¡°Ha sido un aut¨¦ntico salvavidas para los cuidadores¡±. ¡°Se nota en el ambiente, en detalles que al final hacen la convivencia m¨¢s normal, menos ortop¨¦dica. Sin tanta tensi¨®n, la vacuna est¨¢ bajando a plomo ese miedo¡±, celebra.
Algo as¨ª cuenta tambi¨¦n M¨®nica Romero, directora de la residencia privada Vitalia San Rafael, en C¨®rdoba. ¡°Esto ha sido como una burbuja de tristeza, de desesperanza. No pod¨ªan relacionarse entre ellos, ni tener contacto directo con la familia. Durante un tiempo fue comer, dormir y poco m¨¢s. Eso es sobrevivir, m¨¢s que vivir. Cuando nos dijeron que tras la vacuna podr¨ªan salir, se respir¨® alegr¨ªa, es como si hubiera llegado la luz al centro¡±. El martes, tras casi un a?o sin salir, y un brote que en noviembre se llev¨® a 10 residentes y contagi¨® al 90% de los 110 internos, un grupo de mayores pis¨®, por fin, la calle. ¡°Algo tan natural como dar tres pasos detr¨¢s de una puerta fue como una batalla ganada, la sensaci¨®n de superar una barrera¡±, explica.
A su modo lo cuenta, en esa residencia cordobesa, Estrella Guzm¨¢n, de 70 a?os. Ella, que pas¨® la covid, estuvo un mes y medio en su habitaci¨®n: ¡°Sin relacionarnos con nadie, sin ver la tele¡ Yo me le¨ª un libro, hice crucigramas y ten¨ªa mi radio para o¨ªr las noticias, pero solo pod¨ªa caminar de un lado a otro del cuarto. Fue dur¨ªsimo¡±. Quiz¨¢s por eso, tras este a?o de sinsabores, fue esc¨¦ptica cuando le dieron la noticia del primer paseo. ¡°Preparamos la ropa el d¨ªa anterior. Pero hasta que no nos vimos en el patio ya para salir, no las tuve todas conmigo. Todas emocionadas alzamos las manos y nos echaron una foto. Dimos un paseo, estuvimos sentadas al sol en el parque. La salida fue triunfal¡±, recuerda.
Como seguramente ser¨¢ triunfal el d¨ªa que los residentes de Pozuelo hagan una salida en toda regla. Mientras llega ese momento, el de comerse unos calamares en un restaurante, o el de comprarse unos zapatos, han recuperado algunas rutinas de antes de todo este embrollo. En la residencia suena de fondo Algo peque?ito, la canci¨®n que represent¨® a Espa?a en Eurovisi¨®n en 2010. Carmen Hern¨¢ndez asiste junto a sus compa?eras a un curso sobre la historia del concurso que imparte el animador del centro y que llega a su punto ¨¢lgido cuando se escucha a Mocedades y m¨¢s de una se arranca a cantar. Carmen muestra sus cuadros, la pintura la ha salvado estos meses. A sus 93 a?os, es viuda. Tiene depresi¨®n y este a?o lo lleva ¡°peor todav¨ªa¡±. Echa de menos a sus hijos y a sus nietos. ¡°Tras la vacuna siento m¨¢s alegr¨ªa¡±, dice. ¡°Ahora, si me tocan, me da lo mismo, ya no tengo miedo. He podido volver a relacionarme con m¨¢s tranquilidad¡±.
Despu¨¦s del taller, prepara la mesa junto a otras cuatro compa?eras. Se disponen a jugar al rummy, su pasatiempo antes de cenar. La sala comienza a vaciarse. Mar¨ªa ?ngeles Mu?oz, de 90 a?os, se apoya en su bast¨®n al caminar. Ella, que presume de hijo y sobrino, dice que la tarde ha sido estupenda. Odia estar encerrada. ¡°Ahora podr¨¦ dar alg¨²n paseo¡±. Y se despide con una sonrisa y una afirmaci¨®n que es una se?al de triunfo: ¡°La vida sigue¡±. Y es que la vida, como ella quiere dar a entender, estuvo demasiado tiempo interrumpida.
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