Los cimientos del buen periodismo
El diario inicia una etapa clave con la implementaci¨®n de un modelo de suscripci¨®n digital. Los lectores podr¨¢n acceder a 10 art¨ªculos mensuales; despu¨¦s necesitar¨¢n suscribirse. El precio es de 10 euros al mes, con una oferta del primero por un euro. Este art¨ªculo pertenece a una serie sobre los pilares de EL PA?S
Una ma?ana cualquiera en EL PA?S, cae en manos de Reyes Rinc¨®n un auto judicial sobre el proc¨¦s que requiere leerse detenidamente y ponerse en su contexto, y que tiene derivadas pol¨ªticas que est¨¢n explorando Anabel D¨ªez, en el Congreso, y Natalia Junquera, quien hace llamadas sin parar, y que abre un nuevo foco de conflicto en el independentismo, a cuyos dirigentes persigue Camilo S. Baquero en los pasillos del Parlament. Entretanto, Daniele Grasso, Kiko Llaneras, Borja Andrino y Manuel Ansede manejan una enorme base de datos sobre mortalidad en Espa?a, que revela grandes desigualdades y que resultar¨¢ en un amplio reportaje y en una herramienta interactiva para conocer la situaci¨®n en cada rinc¨®n del pa¨ªs. Jaime Santirso ha vuelto de Wuhan, y cumplido cuarentena en un hospital de Madrid, as¨ª que es recibido con bromas (Free Santirso, se lee en un cartel). La crisis del coronavirus mantiene conectadas a Macarena Vidal Liy en Pek¨ªn y a Paloma Almoguera en Singapur, mientras Pablo Linde, desde Madrid, est¨¢ en contacto diario con Sanidad y la OMS, y Oriol G¨¹ell, en Barcelona, recaba la opini¨®n de los mejores expertos. Cada una de estas noticias deriva en varias piezas, en alertas en el m¨®vil, viaja por redes sociales, es completada seg¨²n hay nuevos datos, se enriquece con v¨ªdeos, forma parte de un especial, ser¨¢ objeto de an¨¢lisis.
A cualquier persona que no est¨¦ familiarizada con este oficio, una Redacci¨®n como la de EL PA?S le parecer¨¢ una maquinaria ca¨®tica. No es as¨ª: hay una cultura arraigada, con normas establecidas y sistemas de control que aseguran que el relato de la actualidad que se ofrece cada d¨ªa es fiable, tiene sentido y responde a la exigencia del lector. Esa informaci¨®n que surge, a menudo, de forma imprevisible y desordenada est¨¢ fluyendo en todas direcciones: de abajo arriba y entre departamentos. La Redacci¨®n es una orquesta obligada a improvisar cada d¨ªa una partitura distinta. Pero que no desafina.
La profesionalidad del periodista forma parte de una cultura, la que ha impregnado la Redacci¨®n de EL PA?S desde su fundaci¨®n en 1976. El periodismo ha cambiado mucho en estos 44 a?os ¡ªse ha vuelto multimedia, interactivo, se distribuye en nuevos formatos para todo tipo de dispositivos¡ª, porque ha cambiado la forma de acceder a la informaci¨®n. Pero los principios del buen periodismo son id¨¦nticos, y este diario cuenta con mecanismos para garantizarlos. El primero, el Libro de Estilo, ¡°nuestra Constituci¨®n¡±, como lo denomina su responsable, ?lex Grijelmo. El manual impone reglas ¨¦ticas y de uso del lenguaje que gu¨ªan a la Redacci¨®n. Sus principios: ofrecer una informaci¨®n veraz, actual y de alta calidad; poner el inter¨¦s del lector por encima de cualquier otro, y la correcci¨®n inmediata ¡°y sin tapujos¡± de los errores cometidos.
Ay, los errores. Nadie est¨¢ libre de ellos, pero la confianza del lector obliga a admitirlos abiertamente. ¡°Fe de errores: en una versi¨®n anterior de este art¨ªculo...¡±, se lee al final de tantas piezas web. Ante alg¨²n error de bulto, el peri¨®dico ha abierto investigaciones internas... y ha publicado sus resultados. Otro ejemplo: el Libro de Estilo obliga al redactor a aclarar c¨®mo se ha obtenido una informaci¨®n: porque est¨¢ presente, se lo han contado, a partir de documentos¡ ¡°El lector tiene derecho a saber qu¨¦ contacto ha tenido el periodista con la realidad y qu¨¦ medios se han empleado para verificarla¡±, resume Grijelmo.
Existen otros dos mecanismos de vigilancia de la calidad del peri¨®dico. Uno es la figura del Defensor del Lector, que ocupa hoy Carlos Y¨¢rnoz, y cuyos cimientos fueron creados por dos enormes periodistas: Ismael L¨®pez Mu?oz y Jes¨²s de la Serna. Ellos blindaron su independencia y su capacidad para tirar de las orejas, en p¨²blico, a cualquier miembro de este colectivo. La otra es el Estatuto de la Redacci¨®n, del que emana el Comit¨¦ de Redacci¨®n, grupo de cinco profesionales que dialogan con la direcci¨®n y a los que puede recurrir un periodista ante, pongamos, intromisiones indebidas en su labor.
Los becarios trabajan sus reportajes bajo la presi¨®n de colocar su firma por primera vez bajo la cabecera de EL PA?S, algo que impone incluso a los que se han incorporado siendo ya veteranos. Estos chicos y chicas sienten en el cogote el aliento de sus jefes, que les someter¨¢n a mil preguntas. Es bueno hacerse preguntas en voz alta, todas las posibles, tambi¨¦n las que desaf¨ªan nuestros prejuicios. Las mejores pr¨¢cticas profesionales de esta casa se han ido transmitiendo entre generaciones y se siguen inculcando en los m¨¢s j¨®venes.
La Redacci¨®n puede parecer ca¨®tica pero, se comprueba cada d¨ªa, est¨¢ bregada para lograr la armon¨ªa en medio del frenes¨ª. Del m¨¢s joven al mayor, los que hacen EL PA?S tienen asumidas las reglas de oro del periodismo de calidad: verificar, lograr toda la informaci¨®n disponible y buscar la que se oculta, dar voz a todos los protagonistas. Contextualizar, explicar. Profundizar, no quedarse nunca en la superficie. Nuestra obligaci¨®n de contar buenas historias pasa por un despliegue de medios, humanos y materiales, considerable.
En tiempos de ruido, cuando tanta propaganda o bulos se hacen pasar por informaci¨®n, cuando cualquier ciudadano est¨¢ sometido a un bombardeo de est¨ªmulos, el lector exigente sabe d¨®nde encontrar el periodismo que le aporta valor. El que le ayuda a entender el mundo, a conocer lo que se le esconde, a tener los elementos que necesita para formar su propia opini¨®n, tomar sus decisiones y participar en el debate p¨²blico.
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