La informaci¨®n que mira a la gente
El diario inicia una etapa clave con la implementaci¨®n de un modelo de suscripci¨®n digital. Los lectores podr¨¢n acceder a 10 art¨ªculos mensuales; despu¨¦s necesitar¨¢n suscribirse. El precio es de 10 euros al mes, con una oferta del primero por un euro. Este art¨ªculo pertenece a una serie sobre los pilares de EL PA?S
Durante el temporal Gloria, la crecida de un r¨ªo de Girona escupi¨® un bote de detergente de principios de los a?os ochenta. Hace d¨¦cadas que Mistol cambi¨® su dise?o, pero la naturaleza lo regurgit¨® en enero casi intacto. Es una imagen rid¨ªcula, una nader¨ªa en un drama que se cobr¨® una docena de vidas y m¨¢s de 50 millones de euros en destrozos solo en la costa. Pero tiene la fuerza metaf¨®rica de la punta del iceberg. Del iceberg que se derrite.
La emergencia clim¨¢tica es ¡°el gran reto de nuestro tiempo¡±. Sus titulares son tan apabullantes como la frase. ¡°M¨¢ximo hist¨®rico de los gases de efecto invernadero¡±. ¡°El a?o m¨¢s caluroso en Europa y el segundo en el planeta¡±. El problema de retratar un mundo que desaparece, descongel¨¢ndose por los polos, ardiendo por los tr¨®picos e intoxicado por todas partes, es conseguir que el desastre no suene inmenso y lejano. El cambio clim¨¢tico es adem¨¢s una emergencia lenta. Ya en 1976 EL PA?S titulaba una de sus primeras piezas sobre el tema: ¡°El clima mundial va a cambiar¡±. Requiere por ello un contendiente meticuloso, y, sobre todo, inasequible al desaliento, como todas las peleas que buscan transformar el mundo.
Tambi¨¦n en 1976, el 5 de mayo, el segundo d¨ªa de vida del diario, aparec¨ªa por primera vez en EL PA?S la palabra feminismo, bajo el titular: ¡°La mujer ha pasado de revoluci¨®n pendiente a revoluci¨®n en marcha¡±. En ella seguimos. La defensa de otro derecho clave, el de decidir sobre el propio cuerpo, nos llev¨® a acompa?ar hace casi 44 a?os a Mari Carmen a abortar en Londres cuando todav¨ªa no hab¨ªa ley de interrupci¨®n del embarazo. Hace apenas un a?o, estuvimos en el hogar de Mar¨ªa Jos¨¦ Carrasco y ?ngel Hern¨¢ndez donde este cumpli¨® el deseo de su esposa (¡°no quiero dormirme, quiero morirme¡±) como ¨²ltimo acto de amor tras tres d¨¦cadas de cuidados a la espera de una ley de eutanasia que parece que ahora s¨ª llegar¨¢. A principios de febrero, una noticia que podr¨ªa cambiar sustancialmente nuestras vidas se abr¨ªa paso: el mayor estudio gen¨®mico del c¨¢ncer abre la posibilidad de detectarlo antes de que aparezca.
Para apuntalar el tratamiento de los temas que forjan nuestra visi¨®n del mundo desde la fundaci¨®n de EL PA?S, el diario ha reforzado la secci¨®n de Sociedad con periodistas especializados y una corresponsal¨ªa de g¨¦nero, prepara dos secciones online sobre educaci¨®n y medio ambiente, mantiene la secci¨®n especializada de ciencia m¨¢s le¨ªda en espa?ol y explora nuevos formatos para no dejar de hablar, de nuevas maneras (interactivas, transversales y multimedia), de lo que importa.
El gran reto de contar la expansi¨®n del coronavirus, la destrucci¨®n del planeta, el feminismo, la pobreza, la educaci¨®n, la investigaci¨®n o la soledad es acercar lo global a lo emocional, lo inasible a la vida cotidiana. Ponerle cara al pescador del mar Menor que ve peligrar su faena y a la madre que trata de sacar adelante sola a cuatro hijos con 900 euros en Legan¨¦s. La mirada ciudadana cuestiona al poderoso, pero tambi¨¦n entiende que la emergencia clim¨¢tica est¨¢ en los pl¨¢sticos del s¨²per, en c¨®mo nos movemos para ir al trabajo. Ponernos en la piel del otro y alimentar el esp¨ªritu cr¨ªtico resulta m¨¢s necesario que nunca frente a la espiral de desinformaci¨®n que llena las redes. Agujeros negros que buscan retroceder d¨¦cadas en lo avanzado.
Los problemas del mundo son los de la gente. Pero no hay un bot¨®n m¨¢gico. La desigualdad o la brecha de g¨¦nero no tienen soluciones r¨¢pidas ni f¨¢ciles, pero s¨ª deben ser inaplazables. Y para buscarlas lo primero es asomarse a ellas, porque el precio de esconder la cabeza es mucho m¨¢s alto. La informaci¨®n sirve para eso. Mira al mundo a la cara. Podr¨ªa quiz¨¢s cambiarlo para mejor y evitar que nuestro legado sea un bote viejo y absurdo que escupe un d¨ªa una tormenta.
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