El arque¨®logo que se adentra en las ruinas de los videojuegos para salvarnos de otra edad oscura
Andrew Reinhard investiga y preserva el contenido generado por los usuarios en entornos digitales como ¡®Fortnite¡¯ o ¡®No Man¡¯s Sky¡¯
Andrew Reinhard (Carolina del Norte, 48 a?os) ha mirado con los mismos ojos los restos de vasijas de antiguas civilizaciones en Grecia y las construcciones abandonadas en los mundos alien¨ªgenas del videojuego No Man¡¯s Sky. Para este arque¨®logo estadounidense, autor del libro Archaeogaming, la investigaci¨®n y conservaci¨®n de las andanzas de la humanidad por el reino digital es una tarea a la que llegamos tarde. ¡°En mil a?os no se podr¨¢n ver las fotos de mi tel¨¦fono. La nube no existir¨¢. Y toda esta suma de la creatividad humana que incluso para los ¨²ltimos diez a?os es masiva va a desaparecer¡±, vaticina en una entrevista por videollamada. ¡°Preservar eso y encontrar la manera de mantener el acceso a ese contenido es tremendamente importante para tener un registro de la experiencia humana moderna que se pueda entender desde el futuro¡±.
La alternativa, advierte, es inaugurar una nueva ¡°edad oscura¡± como la que sucedi¨® al colapso del mundo mic¨¦nico y de la que la escasez de fuentes impide construir un relato completo. Quienes estudien nuestros restos sabr¨¢n que us¨¢bamos ordenadores y que hac¨ªamos algo en su interior, pero no podr¨¢n asomarse a las vidas que construimos al otro lado de aquellas pantallas.
Para adelantarse al olvido, Reinhard se ha adentrado en los mundos de videojuegos como No Man¡¯s Sky, Fortnite o Fallout 76, cuyas inmensas comunidades de jugadores pueden interactuar entre s¨ª y dejan a su paso una cantidad de informaci¨®n igualmente masiva. Investiga modo en que han habitado sus espacios virtuales, por qu¨¦ se han marchado y qu¨¦ han dejado atr¨¢s al abandonar sus asentamientos. ¡°Son las mismas preguntas que te har¨ªas si estuvieras en un sitio arqueol¨®gico en Espa?a. Los romanos ya no est¨¢n, pero est¨¢n sus ruinas¡±, comenta. La diferencia es que la Edad Antigua de este arqueogamer se remonta a los no tan lejanos a?os setenta y se deteriora a velocidades muy superiores a las de un ¨¢nfora griega.
Su proyecto empez¨® a tomar forma hace algo m¨¢s de una d¨¦cada, mientras jugaba al World of Warcraft. ¡°All¨ª me encontr¨¦ con los templos en ruinas en Azzshara y me pregunt¨¦ por qu¨¦ los desarrolladores introducen arqueolog¨ªa y arquitectura en los juegos?¡±, recuerda. Su explicaci¨®n es que, con c¨®digo en lugar de ladrillo, edificamos estos espacios para que otros los habiten. ¡°Y porque millones y millones de personas utilizan esos lugares e interact¨²an con ellos, podemos considerar que son herencia cultural¡±, contin¨²a.
El legado de esos universos sint¨¦ticos se derrama en el mundo f¨ªsico y se extiende a trav¨¦s de la experiencia vital de diferentes generaciones. Reinhard jug¨® al Legend of Zelda en 1986. Treinta a?os m¨¢s tarde, su hija juega a uno de los t¨ªtulos m¨¢s recientes de la saga Breath of the Wild. ¡°Tenemos una conexi¨®n compartida. Esa tradici¨®n oral y esa nostalgia se convierte en algo que la arqueolog¨ªa debe estudiar. Hay mucho tiempo, creatividad y emociones invertidas en estos espacios. Por supuesto que son arqueol¨®gicos¡±.
Cat¨¢strofe digital
No Man¡¯s Sky es un juego de exploraci¨®n y supervivencia en el que los usuarios se adentran en una galaxia formada por un n¨²mero infinito de planetas donde pueden construir hogares, estaciones espaciales o terminales de investigaci¨®n, comerciar y cartografiar cuanto encuentren. En 2017, Hello Games, desarrolladora del videojuego, introdujo una actualizaci¨®n que dej¨® inhabitable un ¨¢rea en la que hab¨ªa varios asentamientos de jugadores que se vieron forzados a huir. ¡°Nadie esperaba esto. B¨¢sicamente se produjo un cambio clim¨¢tico catastr¨®fico¡±, precisa Reinhard. ¡°Mi pensamiento fue: ¡®Tengo que ir a fotografiar y grabar todos esos lugares o tantos como sea posible para preservarlos. Porque van a ser destruidos¡¯¡±. Y as¨ª fue. Las siguientes actualizaciones acabaron por borrar cualquier resto de actividad en la zona. ¡°Puedes visitar el planeta, pero no tiene el mismo aspecto. No hay construcciones. No hay nada¡±.
Reinhard est¨¢ convencido de que ver las barbas de nuestros vecinos digitales quemarse puede ayudarnos a entender las implicaciones que tendr¨ªa una cat¨¢strofe parecida en el mundo natural. ¡°Me result¨® muy interesante ver c¨®mo esta comunidad de refugiados digitales lidi¨® con lo ocurrido. Y podemos obtener lecciones de ese suceso y traducirlas a los desastres naturales que ocurren pr¨¢cticamente cada d¨ªa en nuestro planeta¡±, asegura. ¡°Los espacios digitales y los juegos nos brindan una manera de poner a prueba y modelar el comportamiento humano sin repercusiones permanentes¡±.
Cu¨¢nto guardar
A Reinhard no se le escapa que la suya es una tarea imposible. Si a duras penas conservamos de las civilizaciones antiguas del mundo f¨ªsico, dif¨ªcilmente vamos a ser capaces de dar cuenta de cuanto se genera en una larga y siempre creciente lista de universos virtuales. Su soluci¨®n tambi¨¦n procede de la arqueolog¨ªa tradicional. ¡°No se ha excavado toda Pompeya. Lo que hacen es centrarse en un ¨¢rea particular y sacar toda la informaci¨®n posible¡±, explica. En lugar de recopilar toda la informaci¨®n de los miles de mapas que t¨ªtulos como Fallout 76 generan para cada treintena de jugadores conectados, el experto propone tomar muestras representativas de cada juego.
Lo bueno es que cada vez hay m¨¢s manos desenterrando lo que dejamos en esos lugares. ¡°Lo que empez¨® como un pu?ado de gente que pensaba que estaba por su cuenta se ha convertido en una comunidad de cientos¡±, asegura el arque¨®logo. De sus trabajos en paralelo han ido emergiendo est¨¢ndares en cuanto al modo en que debe desarrollarse este tipo de investigaciones. ¡°Hablamos entre nosotros. Si algo no funciona, descubrimos por qu¨¦ y buscamos la manera de mejorarlo¡±.
?Y qu¨¦ hay de la parte digital de nuestras vidas que va m¨¢s all¨¢ de los videojuegos? ¡°A estas alturas, cualquier programa inform¨¢tico es arqueol¨®gico¡±, sentencia Reinhard. Pasamos horas en los mundos de procesadores de texto como Microsoft Word u Open Office y los hemos visto cambiar y evolucionar durante d¨¦cadas. Algunos vivimos en Android, otros habitan iOS. ¡°Yo soy un ciudadano americano, pero tambi¨¦n soy un ciudadano de Microsoft. Soy un ciudadano de Apple. Y un ciudadano de Zelda¡±.
La relaci¨®n que construimos con esos entornos digitales, cuya habitabilidad es menos evidente que la de los mundos simulados de un videojuego, no dista tanto de la que establecemos con los espacios f¨ªsicos. ¡°Yo me muevo por el paisaje de mi Macintosh y s¨¦ donde est¨¢n las cosas. Las coloco donde me gusta porque es un entorno con el que interact¨²o y que manipulo como ser humano, igual que hemos manipulado los r¨ªos durante miles de a?os. La gente piensa que es distinto. Pero es lo mismo, solo que en un medio diferente¡±.
Entrenamiento singular
Las expediciones arqueol¨®gicas al plano digital exigen habilidades que no est¨¢n en el curr¨ªculo del profesional anal¨®gico. Reinhard ha ido aprendiendo por su cuenta y recomienda a quienes quieran seguir sus pasos hacer buenas migas con un cient¨ªfico de datos. ¡°El uso de herramientas digitales es como aprender otro idioma. Pero eso tampoco es inusual para los arque¨®logos¡±. Para quienes llegan desde el otro extremo, prescribe algo de experiencia en el trabajo de campo propio de las campa?as cl¨¢sicas. ¡°Ens¨²ciate las manos y aprende los m¨¦todos de excavaci¨®n, conservaci¨®n e interpretaci¨®n de los datos¡±.
Adem¨¢s, los videojuegos no siempre ofrecen una acogedora a los reci¨¦n llegados. ¡°Tienes que tener buenas armas y alcanzar los niveles m¨¢s altos para poder protegerte si alguien te ataca mientras est¨¢s investigando¡±, explica Reinhard, que admite que no le desagrada tener esta excusa para invertir una parte de su tiempo en, simple y llanamente, jugar. ¡°Adem¨¢s, conoces las mec¨¢nicas del juego, los mapas, el entorno. Los otros arque¨®logos no llevan armaduras pero tambi¨¦n tienen que tener esa experiencia y prepararse antes de clavar una pala en la tierra. Eso es lo que estoy haciendo¡ digitalmente¡±.
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