Un d¨ªa en el metaverso: decorados desiertos, avatares ligando y ni?os hablando con desconocidos
Unas cuantas horas en la realidad virtual de Meta, accesible desde agosto en Espa?a, muestran que su gran apuesta est¨¢ a¨²n en pa?ales
Estoy en una piscina del metaverso y no puedo salir. No hay escalerilla. Tampoco s¨¦ nadar. Bajo la mirada y veo el fondo, sigo a flote aunque no tengo piernas ni toco el suelo. Es una sensaci¨®n inc¨®moda, pero no angustiosa porque en realidad no est¨¢ pasando nada. O s¨ª.
El propietario de este gimnasio en el metaverso nos ha ense?ado c¨®mo coger unas tablas y moverlas para nadar. ?l se tir¨® a la piscina y nad¨® muy r¨¢pido. Yo cog¨ª el ¨²ltimo par de tablas, me tir¨¦ y se me escaparon de las manos. Quise avanzar y no pude. La gente me miraba, yo les miraba y les ped¨ªa ayuda, pero me ignoraban. Tuve que salir del metaverso para salvarme, o salvar a mi avatar. Esta escena que va de la curiosidad a la incomprensi¨®n y la soledad resume mi largo paseo por la realidad virtual de Meta.
El metaverso es un concepto que ha pasado a significar muchas cosas. Quiz¨¢ la idea m¨¢s com¨²n es el espacio generado por ordenador al que se accede con gafas de realidad virtual. Meta, antes conocida como Facebook, es la empresa que m¨¢s ha apostado por este nuevo lugar: miles de millones invertidos en tecnolog¨ªas y recursos a lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada. Para este paseo me he centrado en el metaverso m¨¢s conocido, los Horizon Worlds, que son el estandarte social de la oferta de Meta para su metaverso. Los Worlds son cientos de escenarios donde charlar, jugar, ver espect¨¢culos o simplemente estar y mostrar que tomas algo. He visitado plazas, poblados del oeste, islas donde te disparan, teatros, calles de ciudades vac¨ªas, apartamentos y muchos otros decorados de un cart¨®n piedra futurista donde, en realidad, ocurren pocas cosas. Este metaverso social de Worlds donde encontrarse con gente es solo una opci¨®n: tambi¨¦n hay videojuegos tradicionales, otros juegos para hacer ejercicio e incluso puedes reunirte en salas virtuales para trabajar con otros avatares.
Para entrar, todo lo que se necesita son unas gafas de realidad virtual y una cuenta de Meta. En este experimento he usado unas Meta Quest 2, que en Espa?a cuestan 450 euros, prestadas por la compa?¨ªa. Antes de acceder, hay que crear un avatar: escoges los ojos, el pelo, las gafas, la ropa y todo lo que quieras llevar en el metaverso. Todo menos pantalones, porque de momento los avatares siguen sin tener piernas. Luego te hacen un pase¨ªllo para ense?arte c¨®mo coger objetos y moverte, gracias a un mando. La primera cosa que descubr¨ª es que si me deslizo por el metaverso me mareo; tengo que saltar. Meta da las dos opciones.
?D¨®nde est¨¢ la gente?
Una vez tienes avatar, Worlds te ofrece una lista de mundos a los que entrar: los escogidos, los preferidos del d¨ªa, los que son para jugar, para mirar. En esas listas pone cu¨¢ntas personas hay en cada mundo en ese momento: nunca vi ninguno con m¨¢s de 100 visitantes y la mayor¨ªa ten¨ªa solo un pu?ado. El d¨ªa m¨¢s sorprendente fue una ma?ana, hacia las 10.00 (hora peninsular espa?ola), que es madrugada en EE UU: no hab¨ªa nadie, absolutamente nadie, en ninguno de los mundos que visit¨¦. Era f¨¢cil sentirse como el meme de John Travolta que mira a los lados: ?D¨®nde est¨¢ la gente?
Los Horizon Worlds solo est¨¢n disponibles en siete pa¨ªses, entre ellos Espa?a. Los otros territorios europeos son Irlanda y Francia. En mis paseos por Worlds he o¨ªdo franc¨¦s un par de veces, pero nunca espa?ol. Intent¨¦ hablar con un avatar que se llamaba Ramiro, pero se escap¨®, y con otros dos que ten¨ªan ¡°Spanish¡± o ¡°Spain¡± en el nombre, pero no respondieron. En el metaverso todos llevamos el nombre escrito sobre la cabeza; yo me puse el m¨ªo real.
El metaverso fue una de las innovaciones principales de 2020. Con el confinamiento, un mundo virtual donde trabajar, reunirse o divertirse parec¨ªa indispensable. Desde entonces su peso ha menguado. Apenas hab¨ªa 280.000 usuarios activos en el metaverso para el ocio de Meta, seg¨²n documentos revisados por el Wall Street Journal en octubre. El objetivo de la compa?¨ªa era medio mill¨®n. Meta tiene otros dos problemas igual de graves. Por un lado, que la bater¨ªa dura entre una y dos horas, seg¨²n el uso. Por otro, que la gente se cansa de las gafas y vuelve poco tras probar la experiencia, incluso los propios empleados de Meta parecen poco entusiastas. Su uso continuado provoca cansancio y cierto mareo. Mis paseos por el metaverso han sido en ratos aislados porque me pesaba la cabeza. Hay quien se sienta y conecta las gafas a la corriente para estar m¨¢s horas. No he sido capaz.
Voces de ni?os peque?os
Cuando uno entra en un mundo donde hay unas docenas de personas se ven avatares que circulan r¨¢pido, como minions. En algunos mundos, hay moderadores que saludan al llegar: ¡°Hi, Jordi¡± (hola, en ingl¨¦s). La gran distinci¨®n por ahora con otros entornos de internet es que la voz es real. Escuchas voces reales. Es una distinci¨®n clave. Por eso es f¨¢cil identificar, por ejemplo, a ni?os peque?os. Pregunt¨¦ a uno su edad y me dijo: ¡°Mi madre me ha dicho que no conteste a esa pregunta ni d¨¦ informaci¨®n personal¡±. La edad recomendada es a partir de 13 a?os, pero hay montones de ni?os m¨¢s peque?os deambulando por el metaverso. Y se comportan como ni?os. Una mujer ten¨ªa unas alas y un ni?o quer¨ªa quit¨¢rselas. La mujer le dec¨ªa: ¡°Un poco de modales¡±. Y el ni?o respond¨ªa: ¡°?Los modales son aburridos!¡±.
El avatar es poco personal, pero la voz da una realidad distinta a las relaciones. No es la misma irrealidad con la que se escribe un mensaje de texto. Se parece m¨¢s a hablar por tel¨¦fono. Como periodista, cuando abordaba a alguien, la sensaci¨®n se acercaba m¨¢s a la tensi¨®n de una llamada telef¨®nica: no era yo, mi cara no ten¨ªa ninguna expresi¨®n, pod¨ªa girarme e irme o desaparecer sin que pasara nada, pero era mi voz real la que se escuchaba y en el tono de la respuesta intu¨ªa desprecio, comodidad o tensi¨®n.
La mayor¨ªa de las interacciones que he visto o tenido eran banales o puros troleos. En uno de los teatros hay una barra con donuts, y un avatar se com¨ªa uno tras otro, docenas de donuts, mientras otro personaje, que hac¨ªa ver que era camarera, miraba con una presunta cara de sorpresa. En un mundo llamado ¡°Very British Pub¡± (pub muy brit¨¢nico), dos avatares discut¨ªan si las patatas se llamaban ¡°crisps¡± o ¡°chips¡±.
Ligoteo virtual
Pero tambi¨¦n he o¨ªdo conversaciones m¨¢s adaptadas al lugar. Elle y Stephen flirteaban en la explanada ante el club de comedia Soapstone. ¡°Puedes hacer una foto de algo como era hace 2.500 millones de a?os¡±, dec¨ªa ¨¦l presumiendo de algo que no o¨ª. ¡°?A ti qu¨¦ te gusta? ?Qu¨¦ te apasiona? Aparte de m¨ª, claro¡±, segu¨ªa Stephen. Una ventaja del metaverso para periodistas es que te puedes quedar quieto a unos metros virtuales y nadie cree que est¨¢s escuchando todo lo que dicen. Y se oye perfecto. Entonces Elle respondi¨®: ¡°Me dedico al cine y a la fotograf¨ªa, pero hay muchas cosas que me gustan, sin dominar ninguna¡±. Sus manos virtuales parec¨ªan entrelazadas. Los avatares tienen modos de seguridad donde puedes alejar a otros avatares, silenciarles o silenciarte t¨² mismo. Un problema similar al del mundo real para Elle y Stephen es que al cabo de un rato se a?adi¨® un tipo con la t¨ªpica excusa de ¡°dejadme que os presente a un amigo m¨ªo¡±. Otro d¨ªa vi a Stephen en otro bar persiguiendo a otro avatar femenino: ¡°Aqu¨ª est¨¢ tu papi, nena¡±, le dijo.
Una conversaci¨®n entra?able fue la de un ni?o o adolescente con un se?or mayor que pasaba ratos en un banco. El chaval le pregunt¨® si se acordaba de ¨¦l, que hac¨ªa un a?o y medio se hab¨ªan saludado y que ahora estaba en casa sin poder ir al cole por una enfermedad. ¡°He salido a ver gente¡±, a?adi¨®. El se?or, con una voz cari?osa, respondi¨® que no le recordaba en ese momento. ¡°Quiero ir a este concierto. ?Me acompa?as?¡±, le dijo el ni?o. Se celebraba all¨ª el concierto de un rapero: un teatro virtual con una especie de pantalla enorme en la que aparece Notorius BIG. El adulto le respondi¨® que ¡°quiz¨¢ a Jordi le apetec¨ªa¡±. Yo estaba mir¨¢ndoles, pero el ni?o se fue sin decir m¨¢s. En situaciones dif¨ªciles en la vida real, como problemas de salud, la sensaci¨®n de compa?¨ªa en el metaverso puede ser de gran ayuda.
En el metaverso hay tours, como en cualquier mundo. Llegu¨¦ hasta la piscina donde me ahogu¨¦ porque el creador del gimnasio nos invit¨® a un tour. Algunos mundos los ha creado Meta, pero la mayor¨ªa est¨¢n desarrollados por dise?adores individuales. Por ejemplo, visit¨¦ una estaci¨®n de tren con el logo del Metro de Madrid. El tipo del gimnasio nos ense?¨® sacos de boxeo, la sala de yoga (¡°venid a hacer una clase cuando quer¨¢is¡±), el juice bar, la sala de squash y el gran gimnasio: voleibol con pelota de playa, escalada y una canasta. All¨ª met¨ª mi primera canasta del metaverso (lo normal era ser incapaz de darle ni al tablero). Antes de lanzarme a la piscina, nos pidi¨® un like para promocionar su gimnasio.
Es imposible saber hoy si en los pr¨®ximos a?os habr¨¢ suficientes interesados en la realidad virtual como para convertirlo en un negocio. Los videojuegos parecen un candidato claro de propuesta atractiva para las gafas virtuales. Pero hay menos gente jugando a videojuegos que en redes sociales, que es el objetivo de los Horizon Worlds: un lugar donde encontrarse. En un paseo por unas calles secundarias de una ciudad, entr¨¦ en un teatro vac¨ªo, ve¨ªa rascacielos y coches a lo lejos. Hab¨ªa tiendas vac¨ªas que alquilaban sus escaparates por 79 d¨®lares (72,6 euros) al mes. ?Ser¨¢ posible que pase suficiente gente por esta acera como para que alquilar esa tienda sea un negocio viable? Hoy parece imposible, pero qui¨¦n sabe.
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