El dramaturgo que puso letra al resurgir de Disney
Howard Ashman cambi¨® la animaci¨®n con sus canciones para ¡®La sirenita¡¯ y ¡®La bella y la bestia¡¯ antes de morir de sida a los 40 a?os. Un documental cuenta su historia
Con seis a?os, Howard Ashman (1950-1991) ya amaba los musicales. A los 14, inventaba canciones a partir de cualquier cosa, como la lista de la compra. A los 27 hab¨ªa fundado su propio teatro en Nueva York para no depender de nadie. Con 32 tuvo su primer gran ¨¦xito como dramaturgo en el off-Broadway y con 34 vivi¨® su mayor fracaso, ya en la gran escena de Manhattan. Una decepci¨®n que le llev¨® a Hollywood, donde dedic¨® sus ¨²ltimos seis a?os de vida a poner letra al resurgir de Disney con canciones para La sirenita, La bella y la bestia y Aladdin. Falleci¨® a los 40, por complicaciones por el sida, antes de constatar c¨®mo hab¨ªa ayudado a cambiar el cine de animaci¨®n.
El documental Howard repasa de la mano del productor Don Hahn (La bella y la bestia, El rey le¨®n) la vida de una de las leyendas de la compa?¨ªa del rat¨®n Mickey m¨¢s desconocidas para el gran p¨²blico. ¡°Hice la pel¨ªcula de forma independiente, porque quer¨ªa hacer una historia muy personal, y no estaba seguro de que alg¨²n estudio diera luz verde a una historia sobre un tipo jud¨ªo gay de Baltimore que escrib¨ªa canciones para dibujos animados¡±, explica por videoconferencia Hahn a EL PAIS. Al final fue en la propia Disney + donde le compraron el proyecto. ¡°Bob Iger [consejero delegado de Disney] en concreto dijo que era una historia que hab¨ªa que contar, que es parte de nuestra audiencia y de nuestra cultura y vital para entender qui¨¦nes somos como una comunidad creativa¡±, explica el productor.
Ashman, que montaba obras a su hermana con los juguetes que ten¨ªan, siempre quiso contar historias. Tras graduarse en la universidad, lleg¨® a Nueva York a mediados de los setenta y despu¨¦s de poner en marcha varias obras, decidi¨® que necesitaba manejar su propia compa?¨ªa y escenario y recuper¨® el WPA Theatre junto al que era su pareja entonces, el director teatral Stuart White. Pocos a?os m¨¢s tarde, y cuando ya estaban separados, White muri¨® tras contraer el sida, un hecho que marc¨® la forma con la que Ashman afront¨® la enfermedad a?os despu¨¦s, con urgencia por llevar a buen puerto todos sus proyectos con por si no le daba tiempo a cerrar lo que estaba haciendo.
En 1979 convirti¨® en musical la novela de un autor complicado de adaptar, Dios le bendiga, Mr. Rosewater, de Kurt Vonnegut. Ashman cre¨ªa que si era capaz de contar con ¨¦xito esa historia, nada le parar¨ªa. Vonnegut incluso visit¨® el montaje de la producci¨®n y dio su visto bueno. Esta obra le dio a Ashman la oportunidad de trabajar con el m¨²sico Alan Menken, del que nunca se separar¨ªa y con el que triunfar¨ªa en Disney como lo hicieron los hermanos Robert y Richard Sherman en los sesenta con El libro de la selva y Mary Poppins o la canci¨®n It¡¯s a small world (after all), himno del parque tem¨¢tico de Disneylandia.
Con Menken escribi¨® (y dirigi¨®) lo que entonces parec¨ªa una locura para un musical, la adaptaci¨®n de la pel¨ªcula de Roger Corman La peque?a tienda de los horrores, que termin¨® convirti¨¦ndose a su vez en un peque?o cl¨¢sico de culto del cine con su versi¨®n cinematogr¨¢fica de 1986 con nuevas canciones de Ashman (una fue finalista en su categor¨ªa en los Oscar). ¡°La relaci¨®n con Menken era complicada, pero buena, de amistad. Howard estaba al mando, y le gustaba Alan porque tiene un don para la melod¨ªa y un conocimiento incre¨ªble de g¨¦neros musicales y estilos. Una de las cosas m¨¢s incre¨ªbles que Howard siempre hac¨ªa con Alan era cambiar las cosas, como tomar este cuento dan¨¦s precioso de La sirenita y ambientarlo en el Caribe¡±, cuenta Hahn.
La influencia de Ashman en Disney no fue solo a trav¨¦s de sus canciones, tambi¨¦n a trav¨¦s de sus propuestas a los guionistas y productores. Fue idea suya convertir al cangrejo Sebasti¨¢n en jamaicano y de ah¨ª a los sonidos caribe?os de la canci¨®n Bajo el mar, que termin¨® d¨¢ndoles el premio Oscar. O de hacer de La bella y la bestia un musical con una canci¨®n de introducci¨®n de seis minutos que revolucion¨® la forma de trabajar del estudio cuando la idea original de la pel¨ªcula no contaba con incluir canciones. La bella y la bestia termin¨® convirti¨¦ndose en la primera pel¨ªcula de animaci¨®n en optar a Mejor pel¨ªcula en los Oscar (en aquella ceremonia Ashman gan¨® su segunda estatuilla a t¨ªtulo p¨®stumo, tres de las cinco canciones candidatas ese a?o eran suyas, y a¨²n un a?o despu¨¦s fue candidato por uno de los temas de Aladdin). ¡°No creo que nunca tengas esa sensaci¨®n de que est¨¢s haciendo algo grande. Howard junto al piano con Alan eran pura energ¨ªa, porque esas canciones te golpeaban, eran puro entretenimiento y pasi¨®n. El d¨ªa que nos mandaron el cassete con la propuesta de apertura para La bella y la bestia pensamos, esto es como una opereta, es algo que ver¨ªas en Broadway. Las canciones eran tan buenas que nos subi¨® a todos un pelda?o a un nivel en el que nos hizo contar mejores historias. Nos ayud¨® a hacer mejores pel¨ªculas¡±, cuenta el productor.
El letrista y Menken llegaron a Disney por recomendaci¨®n del productor musical David Geffen. ¡°Disney ten¨ªa un largo legado de hacer musicales. Busc¨¢bamos a escritores interesantes, porque de pronto hac¨ªamos una pel¨ªcula al a?o. Nosotros no ¨¦ramos escritores de canciones, ¨¦ramos animadores, cineastas. Miramos a un grupo de gente, y ¨¦l estaba en el lugar adecuado en el momento adecuado, porque quer¨ªa salir de Nueva York porque hab¨ªa tenido un fracaso dif¨ªcil en Broadway con Smile¡±, dice Hahn. Por entonces, la divisi¨®n de animaci¨®n de Disney era secundaria para la compa?¨ªa y hab¨ªa sido relegada a unas peque?as oficinas lejos de la sede principal. Ashman fue asignado a un antiguo tr¨¢iler. ¡°Encajaba muy bien en la animaci¨®n, un lugar donde no hab¨ªa mucho ego, donde tend¨ªamos a ser m¨¢s cercanos y familiares, era como una compa?¨ªa de actores en un teatro de Broadway¡±, a?ade.
¡°Lo intent¨¢bamos hasta entonces con pel¨ªculas como Tod y Toby, que estaba bien El caldero m¨¢gico o Basil, el rat¨®n superdetective. Hab¨ªa un buen trabajo y otro que no tanto, intent¨¢bamos poner a prueba nuestras habilidades y ver si ¨¦ramos capaces de hacer pel¨ªculas a la altura de lo que hab¨ªan hecho Walt Disney y sus colaboradores. Si al final llegamos ah¨ª, lo tienen que decidir otras personas, pero era un estudio joven y ambicioso, casi todos est¨¢bamos en la veintena o treintena, est¨¢bamos hambrientos. Howard encaj¨®. Sab¨ªamos animar, crear personajes, dibujar, pero la habilidad de usar la m¨²sica, que es algo tan ¨²nico de Disney para contar historias, es algo que no ten¨ªamos y Howard se convirti¨® en nuestro profesor y mentor¡±, narra el productor.
¡°Cuando le conoc¨ª, estaba terminando La sirenita, y yo estaba ya con La bella y la bestia. Conocimos a Howard en Nueva York, en una reuni¨®n en la que tambi¨¦n estaba Alan Menken, y hablamos sobre qu¨¦ era la pel¨ªcula, cu¨¢les eran sus temas... lo entendi¨® a la primera, referenci¨® antiguas pel¨ªculas como El jorobado de Notre Dame o El rey y yo, dos personas de dos mundos diferentes enamor¨¢ndose. Realmente era muy listo, muy din¨¢mico, muy divertido, daba gusto trabajar con ¨¦l, pero de verdad que ten¨ªas que dar lo mejor de ti mismo todos los d¨ªas, porque nos pon¨ªa a prueba mucho.
Cuando comenz¨® a trabajar en La sirenita, Ashman ya hab¨ªa sido diagnosticado con el sida y recib¨ªa medicaci¨®n. Despu¨¦s de esta pel¨ªcula, trabaj¨® a la vez en los temas de La bella y la bestia y Aladdin. Sab¨ªa que su final se iba a ir acercando cada vez m¨¢s r¨¢pido y quer¨ªa tenerlo todo atado. Como era habitual entonces, con el VIH estigmatizado, y con el peligro de perder su seguro m¨¦dico, en un principio no comunic¨® a nadie, excepto a su marido, la lucha por su salud. A Menken se lo cont¨® dos d¨ªas despu¨¦s de recibir el Oscar por La sirenita. ¡°En los ochenta y noventa los tiempos eran diferentes. Salir del armario entonces estaba lleno de riesgos. Me gusta pensar que ahora es diferente. Disney es una compa?¨ªa que era abierta, fue de las primeras en dar seguros m¨¦dicos a parejas del mismo sexo y estuvieron abiertos a ayudar a Howard con sus complicaciones de salud y de organizaci¨®n del trabajo [trasladaron las grabaciones de La bella y la bestia de Los ?ngeles a Nueva York]¡±, apunta Hahn.
El documental se basa en im¨¢genes y grabaciones de audio de Ashman y prescinde de la presencia f¨ªsica de las personas que hablan (familiares y colaboradores del artista). ¡°Cuando est¨¢s inmerso en una historia y ves a Howard en 1989 trabajando en una pel¨ªcula, no hay necesidad de cortar a una toma en alta definici¨®n de Alan Menken o quien sea, eso te saca de la pel¨ªcula. Quer¨ªa que el espectador estuviese ah¨ª, en los ochenta y en los noventa con Howard, quer¨ªa que ¨¦l contara su propia historia. Realmente no hay un narrador, no hay bustos parlantes. La otra raz¨®n es que, cuando me encontr¨¦ con la gente, solo grab¨¢bamos audio, no hab¨ªa c¨¢maras, focos, peluquer¨ªa, maquillaje, nada de eso, de manera que la gente estaba m¨¢s relajada, m¨¢s desarmada, y m¨¢s capaces de hablar libremente sin estar intimidados por un equipo de grabaci¨®n ni nada, solo yo, otro productor y una grabadora, as¨ª que hab¨ªa una intimidad que me encant¨® y nos dirigimos por ese camino¡±. Contar grandes historias con mejores canciones fue el legado de Ashman, y lo tuvo claro en el momento preciso: ¡°El ¨²ltimo gran sitio para hacer musicales de Broadway es la animaci¨®n¡±.
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