Vigilar a los vigilantes

¡°Si ya es dif¨ªcil atrapar a criminales, cuando los criminales son polic¨ªas, es imposible¡±. Lo repite mucho el superintendente Hastings, jefe de la unidad AC-12 de la polic¨ªa metropolitana en Line of Duty, la mejor serie de polis que hay en cartel, cuya sexta temporada en la BBC est¨¢ desatando m¨¢s pasiones que lo de Meghan, con 10 millones de espectadores (en Espa?a la emite Movistar). Sin quitarle ni un poco de m¨¦rito a su creador, Jed Mercurio, creo que nos gusta porque vigila a los vigilantes.

Ignoro c¨®mo estar¨¢ la cosa en el Reino Unido, pero un a?o de peste no ha servido en Espa?a para acabar con la arbitrariedad, la ambig¨¹edad y la culpabilizaci¨®n del ciudadano. Faltan enfermeros, pero nunca han faltado polic¨ªas, como si el virus se pudiera atajar a palos. En los momentos m¨¢s duros del encierro, el mero hecho de recordar que segu¨ªamos viviendo en un Estado de Derecho bastaba para ser acusado de negacionista o de cayetano o de vaya usted a saber qu¨¦. Un a?o despu¨¦s, la polic¨ªa irrumpe en apartamentos tur¨ªsticos que no se consideran moradas y se aprueba una ley que obliga a llevar mascarilla hasta en la cima de un monte solitario (pero no en una tasca cerrada y sin ventilar).

?C¨®mo no vamos a enamorarnos de los polis de la AC-12? Son los ¨²nicos que anteponen el Estado de Derecho a la camarader¨ªa, el tribalismo y el esp¨ªritu justiciero. Al inspector Steve Arnott no le puedes venir con trampas: si te pasas de la raya, por mucho que invoques el bien com¨²n, te la cargas. Line of Duty recuerda que, en una democracia, ni el fin justifica los medios ni se pueden cambiar las normas a mitad de partida sin una buena explicaci¨®n. Desde marzo de 2020, ambas cosas se han olvidado con demasiada frecuencia.

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