Los fantasmas tambi¨¦n se heredan
Una serie brit¨¢nica relata la convivencia de varios esp¨ªritus con la propietaria de la mansi¨®n donde residen
Cuando una flecha atraves¨® el cuello de Pat, un encantador monitor de campamento en plena clase de tiro con arco, no sab¨ªa que aquello iba a convertirle en el en¨¦simo fantasma de la Mansi¨®n Button. Ni siquiera pod¨ªa sospechar, claro, que la muerte a veces no es m¨¢s que una eternidad compartiendo piso ¡ªo enorme caser¨®n¡ª con un pu?ado de fantasmas de todas las ¨¦pocas posibles ¡ªcavern¨ªcolas, campesinas tenidas por presuntas brujas, poetas que nunca llegaron a publicar un verso y odiaban profundamente a Lord Byron, capitanes del ej¨¦rcito, arist¨®cratas y hasta pol¨ªticos con esc¨¢ndalos sexuales a cuestas¡ª. Pero no tard¨® en descubrirlo, y en empezar, claro, a organizar todo tipo de actividades en la vieja mansi¨®n. Hasta que su apacible no vida se convirti¨® en una descacharrante pesadilla tras la ¨²ltima muerte en la familia Button.
?Que por qu¨¦? Porque la finada no era la ¨²ltima Button. La ¨²ltima Button es Alison Cooper ¡ªCharlotte Ritchie, como descuidada medium¡ª, una joven sin empleo fijo, reci¨¦n casada que precisamente est¨¢ viendo un piso horrendo que tal vez ni siquiera pueda permitirse cuando recibe la llamada. No ha heredado una casa sino algo tan enorme que si tuviera calles en vez de pasillos podr¨ªa ser un peque?o pueblo. As¨ª que, ?por qu¨¦ no convertirla en un hotel y acabar de una vez con todos sus problemas? He aqu¨ª el punto de partida de Fantasmas (Movistar +), suerte de teatral ¡ªlos actores interpretan al menos a dos personajes por cabeza, sin que a veces el ojo del espectador sea consciente de ello¡ª comedia de situaci¨®n tan noventera que puede resultar familiar y que resucita las infinitas posibilidades c¨®micas del espectro.
Se dir¨ªa que la serie ¡ªcomparable a los mejores cap¨ªtulos del mejor Doctor Who o cualquier buen sketch de Monty Python¡ª del ganador de m¨¢s de un Bafta Tom Kingsley no inventa nada, pero tampoco esconde ninguna de sus cartas. En cada uno de los primeros cap¨ªtulos de la primera temporada hay al menos un gui?o directo a un cl¨¢sico fantasma. Est¨¢ la famosa frase ¡°?A qui¨¦n vas a llamar?¡±, de Los Cazafantasmas, hasta el martillear a la medium con canciones horrendas, como ocurre en Ghost entre Patrick Swayze y la maravillosa Oda-Mae, Whoopi Goldberg. Pero Kingsley y los suyos, aunque limitados por el espacio ¡ªlos muertos est¨¢n atrapados en la casa pero los vivos tambi¨¦n, porque no tienen a d¨®nde ir¡ª se las ingenian para hacer de la relaci¨®n entre vivos y muertos una tierna poscomedia.
Por un lado est¨¢ el asunto de que los fantasmas no saben c¨®mo encantar la casa. ?C¨®mo se encanta una casa? Necesitan hacerlo para hundir la idea del hotel. No quieren tener que compartir la mansi¨®n con tanto vivo. Pero, ?acaso el fantasma todo lo puede? No, los fantasmas de Kingsley son poderosamente humanos, en el m¨¢s humano de los sentidos: tienen infinitas debilidades. Unos son ingenuos ¡ªcomo Pat y, sobre todo, Kitty, casi un beb¨¦ enorme con vestido de ¨¦poca, obsesionada con saber c¨®mo se hacen, precisamente, los beb¨¦s¡ª, otros son vanidosos ¡ªel momento en el que el pol¨ªtico, el ¨²nico capaz de tocar cosas rid¨ªculamente, haciendo un esfuerzo ¨ªmprobo, se busca en Google, es oro fantasmag¨®rico televisivo¡ª, otros son simplemente inseguros pero mandones ¡ªcomo el capit¨¢n del ej¨¦rcito que teme no ser nada si deja de dar ¨®rdenes.
Por un lado est¨¢ la idea de no poder dejar de ser quien eras por m¨¢s que ya no importe lo que hayas sido, y que ante una situaci¨®n social forzada, como la que viv¨ªas en el instituto, ocupes exactamente el mismo lugar que ocupabas ¡ªser el repelente, el iluso, el aprovechado, la que manda¡ª. Por otro, la idea del olvido que esquivan en el momento en el que Alison ¡ªpor culpa de un aparatoso no accidente¡ª empieza a poder comunicarse con ellos. Los ve por todas partes. Y al principio es horrible, pero luego, cuando se acostumbra, tiene la sensaci¨®n de que ya no podr¨ªa estar sin ellos, por m¨¢s que su cuidado sea similar al de unos ni?os que siempre quieren m¨¢s. ?Y qu¨¦ quieren? Saber cosas. La velada reflexi¨®n sobre lo necesario de no dar la espalda al pasado, y a la vez, tener presente el orgullo que ese pasado sentir¨ªa del futuro que le esperaba es uno de los aspectos m¨¢s fascinantes de la serie, cuya segunda temporada a¨²n est¨¢ por concluir.
No es que ¨²nicamente Alison pueda descubrir cosas de la familia de los que a¨²n tienen familia, y de alguna forma, volver a hacer sentir vivos a los muertos, sino que cada uno de ellos fue un mundo que desapareci¨® pero no lo hizo en realidad y, como los vampiros que dan clases sobre c¨®mo era vivir en el siglo XVIII en la m¨ªtica True Blood, de Alan Ball, aqu¨ª los fantasmas del s¨®tano, un pueblo al completo aniquilado por la peste, podr¨ªan permitirle a un arque¨®logo saber exactamente c¨®mo fue la cosa. Y por supuesto est¨¢ la enorm¨ªsima brecha generacional ¡ªde las cavernas a 2021¡ª que, con una dosis de humor necesaria y evasivamente terap¨¦utica hoy en d¨ªa, se salva una y otra vez de la ¨²nica manera en que puede hacerlo: tratando de entender al otro. Porque de eso va, tambi¨¦n y sobre todo, Fantasmas, de entender y aceptar al otro, o ?c¨®mo iba a poder convivirse con alguien durante cientos de a?os si no?
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