Yogur o berrinche
Ya es incomprensible un programa en el que no haya, al menos, una persona llorando en directo. La emotividad ha sustituido a la aventura
Hace veinti¨²n a?os que Ismael Beiro abandonaba el piso compartido m¨¢s famoso de Espa?a convertido en una estrella con fecha de caducidad (es decir, en una enana marr¨®n). En Gran Hermano no hab¨ªa gran cosa que hacer; sin televisi¨®n y sin lectura los concursantes se dedicaban a esa condena terrenal que es convivir. Una casa con unas personas haciendo nada. Pero un d¨ªa alguien rob¨® un yogur. Nada del otro mundo. El yogur cremoso que uno guarda con celo para comerlo despu¨¦s de una tarde agotadora. Ese yogur. El latrocinio final. Se mont¨® la de Dios es Cristo. Y todo el mundo conect¨® con Gran Hermano. ?Por qu¨¦? Porque a todos alguna vez nos han robado ese delicioso ¨²ltimo yogur.
Pero veinti¨²n a?os despu¨¦s, los realities son algo muy distinto. Lejos de la pureza del J¡¯accuse del postre l¨¢cteo, se diluyen en tramas complejas que arrancan todas con la intensidad del ¡°maldita lisiada¡± de la telenovela Mar¨ªa la del barrio. Lo importante es que odies a uno de ellos lo bastante como para sintonizar el programa. Ya es incomprensible un programa en el que no haya, al menos, una persona llorando en directo. La emotividad ha sustituido a la aventura.
En la transici¨®n entre los programas de an¨®nimos y los de famosos hubo un concursante (famoso presentador de televisi¨®n) que se plant¨® en ?frica ?a sobrevivir! Pescar peces con las manos, recoger agua con hojas de palma, encender fuego con dos palos, hacer una radio con dos cocos¡ El presentador coge un avi¨®n para protagonizar El libro de las tierras v¨ªrgenes y acaba de secundario en Que usted lo mate bien. Peripecias sin anagn¨®risis o, lo que es lo mismo, chorradas sin cuento. Y esto es lo que hemos perdido: las ganas de maravillarnos. O volvemos a las tierras v¨ªrgenes o quedaremos condenados a escuchar a Olga Moreno desmentir que tiene piojos.
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