Una infiltrada en ¡®The Crown¡¯: Diana en lancha, sombrillas vac¨ªas y horas de rulos, as¨ª se rod¨® la quinta temporada de la serie en Palma
Una periodista de EL PA?S pasa dos d¨ªas en Mallorca en la grabaci¨®n de la ficci¨®n estrella de Netflix. El despliegue de medios es abrumador. El equipo t¨¦cnico alucina con el parecido de Debicki y la princesa de Gales
Es un jueves de mediados de octubre de 2021, estoy en un avi¨®n que vuelve a Madrid desde Palma y hace tres horas estaba grit¨¢ndole ¡°?Principessa, bell¨ªiiiissima, una foto per favore!¡± a Lady Di desde el muelle de una playa italiana. Escrito as¨ª, no tiene mucho sentido; lo cierto es que en mi cabeza tampoco. En mi cabeza por dentro; por fuera, el tup¨¦, las horquillas y la laca que fijan mi peinado en 1991 le da un poco m¨¢s de forma a todo.
Vengo de pasar dos jornadas infiltrada en el rodaje en Mallorca de la quinta temporada de The Crown, la megaproducci¨®n de Netflix sobre la familia real brit¨¢nica. Es la ¨²ltima parada de su etapa espa?ola tras pasar por Jerez (que ha sido Egipto), las playas de Bolonia (unas ruinas romanas), los palacetes de Sevilla (donde se ha recreado 1946 con pompa y boato) y los muelles de Marbella (en los que ha estado atracado el barco de Dodi Al Fayed). Ha sido la plataforma la que ha dado acceso a EL PA?S para comprobar de primera mano c¨®mo es un d¨ªa de rodaje de una producci¨®n mastod¨®ntica como esta. Y a hacerlo con todas las consecuencias, porque la periodista real se ha convertido en una periodista de ficci¨®n que espera la llegada y la pose de Diana, Carlos y los peque?os Guillermo y Enrique en una playa italiana para sacarles una foto. Sencillo, ?verdad? Pues la toma en cuesti¨®n requiri¨® m¨¢s de 110 figurantes (entre ellos una docena de carabinieri), una jornada de entre 13 y 14 horas, 40 conductores, el alquiler de habitaciones en al menos un par de hoteles y un equipo t¨¦cnico en marcha desde las cinco de la ma?ana. Y todo para una escena que, cuando todo se estrene 13 meses despu¨¦s, durar¨¢ apenas 30 segundos.
En realidad, la experiencia arranca un d¨ªa antes, el mi¨¦rcoles. Adem¨¢s de la correspondiente PCR (que se hizo tambi¨¦n el martes, d¨ªa anterior al vuelo, y que se repetir¨ªa el jueves; la seguridad prima en todo el proceso y para todos los participantes), hay que acudir a lo que llaman crowd base, una serie de carpas blancas inmensas unidas entre s¨ª en un pol¨ªgono a la salida de Palma, donde hay miles de prendas dispuestas para todos los extras (para los protagonistas estar¨¢n en la main base). A partir de ah¨ª, confidencialidad absoluta. Ni una sola foto.
Marc Vela y Ariadna de Armas se dedican a vestir a toda la figuraci¨®n, escogiendo colores, cortes y texturas, chaquetas, bolsos, zapatos... Las prendas bullen, las hay por miles, del suelo al techo, pero todas est¨¢n perfectamente ordenadas. Hay mesas enteras de cinturones dorados, o cajones transparentes llenos de zapatos de hombre y mujer del 38, 39, 40, 41... Faldas de segunda mano con pantalones de marcas como Zara o H&M con la etiqueta a¨²n puesta se mezclan con americanas incre¨ªbles de Lagerfeld o Lanvin, bolsas llenas de pendientes, collares, relojes. Esta periodista sugiere usar un Casio antiguo que ha tra¨ªdo; ni locos, responden ellos amablemente. ?Y si ese reloj no exist¨ªa en 1991? Por supuesto, adi¨®s a piercings y tatuajes, por diminutos que sean y alejados del posible tiro de c¨¢mara que est¨¦n. Nunca se sabe, sonr¨ªen, hay espectadores dedicados a encontrar cada gazapo.
De ah¨ª que repitan una m¨¢xima: nada de m¨®viles en el rodaje. Ni siquiera en el bolsillo. Su forma rectangular podr¨ªa intuirse y ya la hemos liado. Todo se mide al detalle. De hecho, en esa zona de la base, con cabinas muy parecidas a los probadores de las tiendas de ropa, no hay espejos. No est¨¢ pensado para clientes que vienen a ponerse guapos. Aqu¨ª se busca la excelencia, encajar con el estilo de la serie, con el resto de personajes, con los colores. Otro ejemplo: Marc y Ari optan por uno de las decenas de bolsos disponibles. Y le atan un pa?uelo. Pero a la ma?ana siguiente deciden quit¨¢rselo: ¡°Nuestra jefa de Londres lo ha visto en la foto y ha dicho que no¡±, sonr¨ªe la canaria mientras lo desata y lo vuelve a guardar. Fin del pa?uelo.
Porque, al final, el de Espa?a es un equipo (grande) que depende del de Reino Unido (enorme). Aunque hay profesionales brit¨¢nicos, buena parte del crew (como se llama al equipo t¨¦cnico) se busca y contrata en Espa?a, con las generosas tarifas de una producci¨®n internacional y con sus propios jefes de equipo. De hecho, con las perlas ya colocadas sobre las orejas, el siguiente paso es pasar por peluquer¨ªa y maquillaje. Una tarea que ejecutar¨¢ Carmen Fraile, la coordinadora espa?ola de maquipelu, ese palabro tan popular en la grabaci¨®n que engloba a los equipos de ambas disciplinas. Fraile empieza a sacar rulos calientes hasta colocar 18 (m¨¢s unas 100 pulverizaciones de laca y dos peinetas para subir a¨²n m¨¢s la cosa) sobre el lacio cabello de la periodista, lo que al equipo le parecer¨¢ fabuloso y a ella le recordar¨¢ a las im¨¢genes casi sepias de su madre en su propio bautizo. Todo se completar¨¢ con un maquillaje noventero rematado por un pintalabios en brillante marr¨®n. Ah, y p¨ªntenle las u?as en dorado tambi¨¦n, un rosa cl¨¢sico no vale en 1991. Todo sea por estar un paso m¨¢s cerca de Su Graciosa Majestad.
Con todo listo y despu¨¦s de unas cuantas horas, llegan las fotos. Todo queda registrado; como si de un preso se tratara, hay que posar con un cartel con nombre, fecha y papel a interpretar (¡±International Press, 1991¡å) de frente, de lado y por detr¨¢s; por deferencia, nosotros somos los ¨²ltimos, pero hay figuraci¨®n que ha hecho este proceso hace ya dos semanas y ning¨²n detalle puede caer en el olvido. Esa ficha se imprime y se coloca alfab¨¦ticamente para que todo est¨¦ preparado al d¨ªa siguiente.
Porque a las 5.30 de la ma?ana del jueves hay que estar en esas carpas, con el palito metido por la nariz, el pelo reci¨¦n lavado (que el cardado suba a¨²n m¨¢s) y sin gota de maquillaje. Media docena de personas se afanan con las PCR mientras que dentro de las carpas se viste a los 60 miembros de la prensa, los 30 de gente del pueblo y los 15 polic¨ªas italianos. No son ni las seis de la ma?ana y todo fluye como si nadie tuviera sue?o (tambi¨¦n fluye el caf¨¦, a litros). El proceso del d¨ªa anterior, con todo perfectamente perchado y preparado, ayuda. Un par de horas despu¨¦s, rozando las 8.30, ha amanecido y toda la figuraci¨®n, ya lista, posa en fila para la revisi¨®n general. Parece la fila del cole, solo que con adultos que observan, colocan y retocan. Autobuses y coches parten hacia San Telmo, cerca de Andratx (donde, curiosamente, lleg¨® a veranear la propia Diana de Gales).
Yates y drones
All¨ª, en la distancia, est¨¢ atracado el Christina O., el aut¨¦ntico barco de Arist¨®teles Onassis, ese que las malas lenguas del rodaje dejan caer que se alquila por 400.000 euros a la semana. All¨ª es donde Elizabeth Debicki y Dominic West ruedan parte de la quinta temporada; de hecho, como el d¨ªa anterior hubo marejada y todo se complic¨®, hay que grabar m¨¢s escenas de las previstas y la jornada se retrasa. Los parones son frecuentes; los caf¨¦s, muchos. Hay que tener paciencia. No ser¨¢ hasta mediod¨ªa cuando el centenar de figurantes nos coloquemos a la orilla de la playa para ser grabados desde el mar (por la tarde llegar¨¢ un plano desde tierra y varios con un dron). Ocupamos una terraza de hormig¨®n que da a una especie de sobreplaya que pertenece a un hotel, y donde antes hab¨ªa un pu?ado de sombrillas; una docena de trabajadores carga sacos de arena para tapar los huecos que dejan las sombrillas. Aqu¨ª si algo sobra, se quita; si algo molesta, se arregla; da igual a cu¨¢nta gente implique o cu¨¢nto esfuerzo o dinero cueste.
Cuando el centenar largo de noventeros nos colocamos en la playa, tras el correspondiente retoque (llevamos m¨¢s de seis horas maquillados), la expectaci¨®n es m¨¢xima. Cada uno de nosotros tiene un sitio concreto: llevamos c¨¢maras y micr¨®fonos, y al lado a compa?eros que ya no se mover¨¢n del lugar. Los equipos de producci¨®n y direcci¨®n est¨¢n pendientes de cada detalle: de d¨®nde situarnos, de si ese bot¨®n siempre ha estado cerrado, de que la peluca del figurante est¨¦ en su sitio sin que se aprecie el pegamento, de quitar a esa gente sentada en la terraza... De hecho, han cerrado una parte de una playa cercana y colocado sombrillas y tumbonas (estilo a?os noventa, claro) por si, en la lejan¨ªa, algo llegara a verse.
Y por fin llega el rodaje y, con ello, lo m¨¢s divertido. Y eso que solo se trata de llamar la atenci¨®n de los pr¨ªncipes y de sus hijos, que se acercan desde el Christina O. en lancha. Esto es Italia, as¨ª que todos gritamos ¡°Bella principessa, per favore, guarda qui¡± (Hermosa princesa, por favor, mire aqu¨ª). Pero nos desga?itamos como si la Diana de carne y hueso estuviera ah¨ª. Y lo cierto es que, en parte, lo est¨¢. Debicki pone los pelos de punta al ser clavada, igualita, a la difunta princesa de Gales. Sus gestos, c¨®mo se toca el pelo, la forma de besar a los ni?os (tambi¨¦n muy parecidos a los peque?os Guillermo y Enrique) ponen los pelos de punta a la figuraci¨®n y hasta al equipo t¨¦cnico, confiesan.
Las horas van pasando entre gritos hacia la princesa. Parada, corte para comer, mesas plegables y catering para la figuraci¨®n en un gran parking entre los camiones del equipo. M¨¢s esperas, otra toma, igual, pero trasera. El avi¨®n est¨¢ a punto de salir, ?c¨®mo puede ser tan larga una escena que apenas durar¨¢ segundos en la serie? Sonia Mart¨ªnez, la ayudante de direcci¨®n, se confesaba optimista por la ma?ana: ¡°Para las cuatro estamos listos¡±. Son las seis y nada, pero ella y su compa?ero, Jairo, avisan: ¡°Ya no te puedes ir. Sales en el plano, no puedes estar en uno s¨ª y uno no¡±. Un vuelo de una hora de duraci¨®n no puede romper los esquemas de un d¨ªa de rodaje de una superproducci¨®n de Netflix. Todo sea eso. Lo cambiamos, para salir dos horas m¨¢s tarde, listo. Recursos no faltan.
Al final, la escena acaba puntual. Por primera vez en dos jornadas, nos sentimos algo m¨¢s libres para sacarnos fotos todos juntos, con el equipo y los figurantes solos, que ¨²nicamente compartiremos entre nosotros hasta dentro de un a?o (de hecho 400 d¨ªas despu¨¦s, cuando este texto puede leerse), cuando caduquen los rigurosos contratos de confidencialidad que hemos firmado. Hay demasiado trabajo, demasiados recursos detr¨¢s como para desvelar algo con un desliz as¨ª, aunque algunos medios locales filtren im¨¢genes, lejanas, del rodaje. Como cuenta el conductor que nos devuelve al aeropuerto, en el rodaje en Marbella sobre el supuesto Jonikal, el barco de Al Fayed, los due?os no permitieron que el equipo pisara el yate con sus propios zapatos. Hubo que correr y comprar calzado especial para todos. 3.000 euros. Comparado con este despliegue, casi parece una minucia. Todo sea por la corona brit¨¢nica. Y por que el espect¨¢culo pueda continuar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.