Adi¨®s a Ellen Pompeo, la funcionaria de la tele

Si nos pusi¨¦ramos seguidos todos los cap¨ªtulos de Anatom¨ªa de Grey en los que ha actuado Ellen Pompeo pasar¨ªamos ante la tele once d¨ªas y seis horas seguidas. O lo que es lo mismo, 270 horas. Pocas actrices han envejecido al mismo ritmo que su personaje. Conocimos a Meredith Grey en noviembre de 2005, cuando se dispon¨ªa a hacer el equivalente al MIR en el mundo drama-sanitario de Shonda Rhimes, y la hemos seguido hasta hace unos d¨ªas, cuando empezaba a hacer planes para la jubilaci¨®n. De Meredith sabemos que es una doctora excepcional, una revolucionaria de la medicina. Del talento de Ellen Pompeo tambi¨¦n tenemos sobrada noticia: ha sostenido una de las carreras m¨¢s longevas y lucrativas de la historia de la televisi¨®n sin llegar a aprender los rudimentos de su oficio. Tiene m¨¦rito.

Por la serie han pasado grandes int¨¦rpretes, pero, con la salvedad de la fabulosa Sandra Oh, casi todos en papeles secundarios. Anatom¨ªa de Grey es la met¨¢fora del mundo empresarial o de los partidos pol¨ªticos: la gente brillante vuela en cuanto olfatea una ocasi¨®n, y casi siempre cae en sitios menos populares y peor pagados ¡ªaunque llenos de esa cosa tan ansiada que casi nunca da de comer, el prestigio¡ª, mientras los mediocres chupan c¨¢mara y persisten en ese hospital de Seattle, repitiendo tramas y amodorrados en un bucle melodram¨¢tico, a veces un poco gore y a veces un poco Mr. Wonderful.

Se va Ellen Pompeo y su marcha es tan sosa como su actuaci¨®n. En una de las series con la tasa de mortalidad de personajes m¨¢s alta de la historia, a Meredith Grey no le conceden el privilegio de morir. Se va como el funcionario que ha cumplido sus trienios, con un ¨¢gape de despedida y un ya nos veremos por ah¨ª. Como la vida, vaya, pero como la vida aburrida.

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