De Colin Kaepernick a Vinicius: contra el cuento del ¡°aqu¨ª no hay racismo¡±
El jugador de f¨²tbol americano pag¨® con el fin de su carrera su decisi¨®n de hincar la rodilla cuando sonaba el himno, pero su protesta dio la vuelta al mundo. Algunos gestos hacen despertar a la sociedad
La primera vez que Colin Kaepernick, el quarterback de los San Francisco 49ers, quiso protestar por las reiteradas muertes de ciudadanos negros inocentes a manos de la polic¨ªa, en 2016, se qued¨® sentado en el banquillo mientras sonaba el himno de Estados Unidos. Kaepernick, que ya era un tipo pol¨¦mico por su fuerte car¨¢cter y su trato arisco con la prensa, y que ya recib¨ªa insultos de algunos aficionados, se puso en la diana de los conservadores. Recibi¨® un buen consejo de su compa?ero Nate Boyer, un exmilitar blanco: arrod¨ªllate, as¨ª nadie podr¨¢ decir que no eres respetuoso.
Las siguientes veces que sonaba el himno antes de cada partido de la NFL, Kaerpernick hincaba la rodilla. Donald Trump, que estaba a punto de ganar la presidencia de EE UU, enfureci¨® y dijo: ¡°Saquen a ese hijo de perra del campo¡±. Kaepernick se acogi¨® a una cl¨¢usula para rescindir su contrato (millonario) y convertirse en agente libre: ning¨²n otro club quiso incorporarlo. No volvi¨® a jugar en la NFL. Ten¨ªa 29 a?os.
La historia la recupera, muy oportunamente, el canal #Vamos de Movistar+, que repone el documental El precio de la dignidad. La historia de Colin Kaepernick, de 2019. Es una producci¨®n alemana dirigida por Annebeth Jacobsen que pone bien el foco en el activista antes que en el jugador, y que explica bien el contexto social de ese racismo sist¨¦mico contra el que se sublev¨®. Tambi¨¦n vemos la reacci¨®n de sus enemigos: los reaccionarios se grababan en v¨ªdeo quemando su camiseta con el 7 de los 49ers, y luego hicieron arder zapatillas de Nike, marca que hab¨ªa asociado su imagen a la del deportista convertido en un s¨ªmbolo.
Nadie le iba a contar a Kaepernick el cuento de ¡°aqu¨ª no hay racismo¡±: desde su infancia hab¨ªa percibido c¨®mo le trataban diferente en todo tipo de contextos por su piel, algo m¨¢s oscura que la de sus padres adoptivos, un matrimonio de blancos. Fue adquiriendo conciencia y se implic¨® con el movimiento Black Lives Matter seg¨²n mor¨ªan v¨ªctimas de la brutalidad policial, tantas veces impune. Le impresionaron casos como el de Eric Garner, que muri¨® asfixiado en 2014 diciendo ¡°no puedo respirar¡± algunos a?os antes de que George Floyd repitiera esas mismas ¨²ltimas palabras.
Su gesto de la rodilla en el suelo se consagr¨® cuando ¨¦l ya no pisaba los estadios: fue repetido por otros jugadores de la NFL, no solo los afroamericanos; se extendi¨® al baloncesto, impulsado por su m¨¢xima estrella, LeBron James, y a las Ligas de f¨²tbol inglesa o alemana; se vio en el Mundial de Qatar. Se extendi¨® a universidades, manifestaciones, entregas de premios. Hoy es un icono para la historia de la lucha por los derechos humanos, como en 1968 lo hab¨ªan sido los pu?os en alto de los atletas Tommie Smith y John Carlos al recoger sus medallas de oro y bronce por la carrera de 200 metros, en el podio de los Juegos Ol¨ªmpicos de M¨¦xico.
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Espa?a no es un pa¨ªs racista, dijo un se?or blanco sentado en su despacho mientras escrib¨ªa un mensaje para re?ir a la v¨ªctima. Aqu¨ª no hay racismo, han repetido l¨ªderes pol¨ªticos blanqu¨ªsimos, incluso los que demonizan a los ni?os y adolescentes inmigrantes sin familia; han insistido en ello comentaristas muy cauc¨¢sicos sin preguntar a los afectados potenciales y reales. Si acaso, dicen, hay alg¨²n racista, un caso aislado. Pero no fue hasta que Vinicius explot¨®, y el mundo entero mir¨® a Espa?a, cuando nos fijamos en que no solo hay racismo, sino una tolerancia muy extendida al racismo. Ni nos hab¨ªa llamado demasiado la atenci¨®n que lo llamaban mono o que colgaran de un puente un mu?eco con su camiseta.
Hay miles de casos cotidianos de discriminaci¨®n que no estar¨¢n en los titulares porque no ocurren en el estadio sino en las calles, en el empleo, al alquilar una vivienda, al pararte la polic¨ªa, de las vallas en las fronteras ni hablamos. Dicen algunos: ojo, no se insulta a todos los jugadores negros. Solo al m¨¢s desequilibrante, al que va provocando porque hace muchos regates y por eso se lleva tantas patadas. Ning¨²n forofo insulta a los negros de su propio equipo: ?ves como no somos racistas?
Si crees que no hay racismo, quiz¨¢s sea que no te importa que haya racismo. Igual que, si crees que no hay machismo, quiz¨¢s sea porque no te parece que eso vaya contigo. Quienes no ven el problema son parte del problema, nunca de la soluci¨®n. A veces el gesto de un valiente hace despertar a una sociedad. Eso es solo el principio del camino. Hemos tardado.
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