La homosexualidad no es una fantas¨ªa y los campos de concentraci¨®n franquistas tampoco
¡®Las noches de Tef¨ªa¡¯ emerge en el ecosistema de series espa?olas hist¨®ricas como una rareza por su huida del costumbrismo y su apuesta por la imaginaci¨®n
La fantas¨ªa es un ¡°grado superior de la imaginaci¨®n¡±, sentencia la RAE. No solo inventa, sino que recrea lo inventado como una vivencia aut¨¦ntica. Por eso nos hace felices. Es una transgresi¨®n de la realidad. El germen de la literatura, el arte, el teatro, el cine. De ah¨ª la popularidad del cabaret o el vodevil en tiempos de guerras o crisis. O el histrionismo burl¨®n de la cultura drag frente a la represi¨®n de la homosexualidad.
De eso va Las noches de Tef¨ªa, ficci¨®n de seis cap¨ªtulos estrenada recientemente en Atresplayer, una cuidad¨ªsima producci¨®n que emerge como una rareza en el ecosistema de series espa?olas. Tanto por su estructura como por su argumento: cuenta la estancia de un grupo de presos en 1962 en el campo de concentraci¨®n franquista de Tef¨ªa, en la isla de Fuerteventura, donde se encerraba sobre todo a detenidos por la llamada Ley de Vagos y Maleantes de 1933, ampliada a los homosexuales en 1954. Y tambi¨¦n porque huye con alevos¨ªa del costumbrismo imperante en la ficci¨®n hist¨®rica nacional. Apela a la imaginaci¨®n, la fantas¨ªa, la sensibilidad y la poes¨ªa.
Puede que eso tenga mucho que ver con el hecho de que su director y guionista, Miguel del Arco, sea un hombre forjado en el teatro. Fundador de la compa?¨ªa Kamikaze (Premio Nacional de Teatro 2017) y creador de espect¨¢culos capitales en la reciente historia de las artes esc¨¦nicas espa?olas como La funci¨®n por hacer (2009) o Jaur¨ªa (2019). El realismo audiovisual no es posible en el teatro y hay que tirar de otros recursos: elipsis, superposici¨®n de planos y espacios, iluminaci¨®n, sonidos¡ Son herramientas que Miguel del Arco tiene integradas en su ADN art¨ªstico. Y eso se nota en Las noches de Tef¨ªa. Se atreve a formular su propia apuesta est¨¦tica: blanco y negro claustrof¨®bico en el campo de concentraci¨®n, luz naturalista cuando la trama se traslada al presente, color extremo para recrear las fantas¨ªas de los presos. Porque la serie va de eso: de c¨®mo los reclusos, muchos de ellos homosexuales, se evaden de su cruda vida en Tef¨ªa inventando una realidad paralela llamada Tindaya, que es el nombre del music hall que inventan entre todos y donde cada uno construye su alter ego.
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Miguel del Arco articula esos tres planos con audacia de dramaturgo. Tanto en el guion como visualmente. Esto es lo mejor de la serie. Tambi¨¦n los int¨¦rpretes: todos sin excepci¨®n. Pero es un ejercicio ambicioso y no es f¨¢cil ensamblar todas las piezas. El arranque se hace lento y a veces se rompe el equilibrio entre la fantas¨ªa y la verosimilitud. Las fantas¨ªas son juego y licencia art¨ªstica, pero el campo de concentraci¨®n no y ah¨ª chocan algunas cosas. Es raro el ambiente de continua fraternidad entre los presos, por ejemplo. Sin conflictos entre ellos.
M¨¢s all¨¢ de eso, Las noches de Tef¨ªa irrumpe en la ficci¨®n espa?ola como una apuesta valiente que mira m¨¢s all¨¢ de lo comercial. Muy oportuna ahora que se est¨¢n arriando banderas arco¨ªris en un pa¨ªs en el que por suerte la homosexualidad ya no se vive como fantas¨ªa. Porque no lo es. Y en el que, en cambio, todav¨ªa hay quien niega que existieran los campos de concentraci¨®n franquistas.
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