La era de las tinieblas

Contaban los supervivientes y los historiadores la imposibilidad de que existiera una ¨¦poca m¨¢s tenebrosa en la siempre lamentable historia de la humanidad que lo que ocurri¨® en las dos guerras mundiales. Pero los tiempos actuales y lo que puede venir le hacen una competencia seria a aquellas largas tinieblas. En el siglo XIX, Dickens escribi¨® en el arranque de Historia de dos ciudades que su ¨¦poca tuvo anverso y reverso: ¡°Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabidur¨ªa y tambi¨¦n de la locura, la ¨¦poca de las creencias y de la incredulidad, la era de la luz y de las tinieblas, la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperaci¨®n¡±. Si tuviera que hablar del presente, tal vez reducir¨ªa aquella descripci¨®n a la mitad. Podr¨ªa a?adir: ¡°Era el imperio desp¨®tico y embrutecedor de la tecnolog¨ªa¡±.

Y debemos de ser bastantes los que compartimos la desolada queja de Neruda: ¡°Sucede que me canso de ser hombre¡°. Tampoco es desde?able su continuaci¨®n: ¡°Sucede que entro en las sastrer¨ªas y en los cines marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro, navegando en un agua de origen y ceniza. No quiero para m¨ª tantas desgracias, muri¨¦ndome de pena¡±. Pues da igual que te canses. Te seguir¨¢n jodiendo. Es el orden natural de las cosas.

Veo el cutre y horrendo teatro que han montado los que mandan para legitimar lo indefendible, con int¨¦rpretes lamentables recitando un texto cansino y bochornoso. Qu¨¦ labor tan s¨®rdida para ganarse el sueldo. Y recuerdo el deseo, siempre ut¨®pico, de Borges: ¡±Creo que con el tiempo mereceremos no tener gobiernos¡±. Vota el 70% del personal. Es lo democr¨¢tico, lo c¨ªvico. E in¨²til el voto en blanco. La mentira y el abuso est¨¢n legitimados.

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