El Eugenio ¡®deepfake¡¯ no bebe ni fuma, y viste de blanco
El especial ¡®Eugenio solo hay uno¡¯, de Movistar+, resucita al humorista perdido en 2001 mediante inteligencia artificial y lo pone a dialogar con su hijo mientras otros c¨®micos interpretan sus chistes absurdos, amargos e inmortales
Eugenio nunca se re¨ªa y siempre hac¨ªa re¨ªr. Si tienes cierta edad te sabes todos los chistes, y eran muchos, de Eugeni Jofra Bafalluy, simplemente Eugenio para aquella Espa?a de los ochenta. Chistes cortos, muy cortos, de una o dos frases que caen como un mazazo, o algo m¨¢s largos. Practicaba un humor absurdo y con un poso de amargura. Dominaba las pausas: el silencio tambi¨¦n hace gracia. Siempre serio, de negro y con gafas oscuras, fumando y bebiendo whisky, intercalando palabras catalanas en su peculiar castellano. Cuenta su hijo Gerard Jofra que nunca se vio como un c¨®mico, que solo recopilaba y escrib¨ªa chistes por afici¨®n. Cre¨® un personaje irrepetible, un retrato de una masculinidad de otro tiempo que ha quedado en la memoria colectiva.
Un programa especial de Movistar+, Eugenio solo hay uno, re¨²ne en un teatro a distintos c¨®micos a interpretar sus chistes, pero lo que m¨¢s llama la atenci¨®n es que hayan resucitado al humorista, fallecido en 2001, mediante la inteligencia artificial. Es m¨¢s: el Eugenio deepfake, o ultrafalso como recomienda decir la RAE, presenta el programa, proyectado en una pantalla tras el escenario. Vestido de blanco, sin fumar ni beber, porque est¨¢ en el cielo, es un h¨ªbrido entre su r¨¦plica sint¨¦tica y el imitador Ra¨²l P¨¦rez, no sabemos bien en qu¨¦ proporciones. Ese Eugenio va presentando a Joaqu¨ªn Reyes, a Eva Soriano, a Ernesto Sevilla, a Anabel Alonso, a Pablo Chiapella, a Arturo Valls y hasta a su hijo Gerard, que pasar¨¢ detr¨¢s de la pantalla para charlar con su padre. Cada c¨®mico cuenta los chistes de Eugenio a su propio estilo, nada de imitar lo inimitable de ¨¦l, y demuestran que siguen funcionando.
Para poner en contexto al homenajeado, la misma plataforma ofrece el documental Eugenio, de 2018. El c¨®mico que nunca se crey¨® tal era un hombre con una acusada tendencia a la tristeza. Primero dise?ador de joyas, y aficionado a la pintura, subi¨® al escenario a la guitarra haciendo d¨²o (Els Dos) con su primera esposa, Conchita Alcaide. Ella era la artista, pero los chistes entre las canciones que le animaban a contar a ¨¦l en los pubs funcionaban tan bien que Conchita se apart¨® y le cedi¨® el protagonismo. Vest¨ªa de negro desde antes de enviudar: su mujer muri¨® de c¨¢ncer a los 37 a?os, cuando ¨¦l ten¨ªa 38 y apenas empezaba a salir en televisi¨®n y a vender miles de casetes en tiendas y gasolineras. Sus dos hijos ten¨ªan entonces 11 y 8 a?os: siempre mantuvo con ellos demasiada distancia. Tuvo otras dos parejas (otra Conchita, Ruiz, con la que tuvo otro hijo, e Isabel Soto) pero fue cayendo en los infiernos (la coca¨ªna, un c¨¢ncer, una embolia, dos infartos, una depresi¨®n, la obsesi¨®n por el esoterismo, el autoabandono) hasta su muerte, con 59 a?os. La ¨²ltima aproximaci¨®n al personaje es la de la pel¨ªcula Saben aquell, de David Trueba, estrenada en cines en noviembre y aplaudida por la cr¨ªtica.
Este regreso a la actualidad de Eugenio y su tr¨¢gica historia encaja en la oleada de nostalgia boomer que explota la industria audiovisual con programas del tipo Viaje al centro de la tele. No todo el deepfake te quiere enga?ar: este no es el caso. En un futuro pr¨®ximo veremos programas enteros generados por la IA, pero la chispa del humor se enciende en genios tan humanos, demasiado humanos, como Eugenio. A menudo, lo c¨®mico nace de un dolor que nunca sentir¨¢ una m¨¢quina.
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