¡®El quinto mandamiento¡¯: todo por un abrazo
La serie pone el foco en la credulidad de unos ancianos que parecen haber olvidado todo lo que ense?aron a los dem¨¢s. Y nos recuerda que los mayores pueden volverse tan ingenuos como beb¨¦s
Hay fealdades que son un tesoro. Y bellezas que son un basural.
Hemos visto a Timothy Spall en el papel de un genio obsesionado y loco en Mr. Turner, de mort¨ªfago en Harry Potter, de ingl¨¦s despistado en Nieva en Benidorm y en un sinf¨ªn de papeles en los que ha sido cre¨ªble, potente y capaz de explotar su f¨ªsico nada agraciado a mayor gloria de sus personajes. La naturalidad de su rostro, tan feo y normal como podemos ser cualquiera ajeno a los c¨¢nones que triunfan, es una arcilla que ha sabido convertirse en m¨¢rmol en manos de buenos directores. Contemplar ahora su actuaci¨®n en la serie El quinto mandamiento (en Filmin) es otro regalo para los sentidos. Tambi¨¦n la interpretaci¨®n de su contraparte, ?anna Hardwicke, un atractivo psic¨®pata con el que nadie quisi¨¦ramos cruzarnos.
Pero no son las ¨²nicas razones para ver esta serie.
El quinto mandamiento, un producto de la BBC, recoge un tema que, en mayor o menor grado, nos afecta a todos: la vulnerabilidad de las personas mayores. En este caso, Peter Farquhar, un profesor de letras que dio clase en M¨¢nchester y autor de tres novelas, es seducido por un alumno carism¨¢tico que sabe manipular, enga?ar y provocar que cambie el testamento entre violines y mimos. Cuando muere, supuestamente por un coma et¨ªlico, el joven empieza a encari?arse con otra anciana, una vecina del profesor. No contar¨¦ m¨¢s. El caso ocurri¨®, es real.
Encontraremos aqu¨ª familiares desconcertados y agentes que investigan; y encontraremos cr¨ªmenes. Pero no es un thriller al uso, es mucho m¨¢s, porque, m¨¢s all¨¢ de la investigaci¨®n minuciosa y compleja que no vamos a desvelar, el m¨¦rito de la serie est¨¢ en situar el foco sobre esa situaci¨®n de debilidad y credulidad que tienen dos ancianos inteligentes, formados y cabales ante una persona que, aparentemente, solo los quiere amar. Ninguno de los dos son adolescentes, pero se comportan como tal.
El personaje interpretado por Spall es cristiano, es gay y no quiere sexo, como queda claro desde el inicio de la relaci¨®n, pero se muere por los abrazos que el joven que ha metido en su casa le sabe dar. Abrazos grandes, seguros, prolongados, capaces de hacerle olvidar la soledad que ha arrastrado en una vida complicada para un profesor creyente y homosexual.
Tanto ¨¦l como la anciana maestra interpretada por Anne Reid son personas con relaciones, con v¨ªnculos con su familia y la sociedad. No son marginales. Pero eso no impide que caigan en las garras de un encantador de serpientes que les convence de que, simplemente, se ha enamorado.
Cada uno cree lo que est¨¢ dispuesto a creer. Pero, ?qui¨¦n es inmune al halago, a la empat¨ªa, al cari?o, al cuidado y la entrega? Usando el mismo lenguaje b¨ªblico que da t¨ªtulo a la obra, quien est¨¦ libre de sospecha que tire la primera piedra. Y es ah¨ª donde la serie dirigida por Saul Dibb borda lo m¨¢s fr¨¢gil de la condici¨®n humana: la vulnerabilidad de unos mayores que parecen olvidar lo que, sin ninguna duda, ellos ense?aron a quienes tuvieron a su cargo. Que hay que desconfiar de los extra?os. El quinto mandamiento nos recuerda que los mayores pueden convertirse, sin que nos demos cuenta, en nuevos beb¨¦s. Todo por un abrazo.
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