Cuando todo falla vuelvo a ¡®The Office¡¯
Podr¨ªamos ponernos sociol¨®gicamente estupendos y decir que la serie es la cr¨®nica de la ca¨ªda del imperio romano del oficinismo
Las plataformas saben que te tira la nostalgia y que volver¨¢s cien veces al lugar donde has sido feliz. Cuando te lo encuentras, casi siempre buscando otra cosa (qui¨¦n sabe qu¨¦, tampoco te apetece ver nada en especial), sonr¨ªes y pasas el cursor por la car¨¢tula de esa serie que has visto no s¨¦ cu¨¢ntas veces y cuyos chistes has recreado con tus amigos friquis hasta que han perdido su gracia. Te dices: venga, uno nada m¨¢s. Pinchas en cualquier episodio al azar y te vas a la cama. Ingenuo de ti. Como si alguna vez hubieras visto solo una escena de El Padrino o de V¨¦rtigo. Da igual por donde empieces: una vez dentro, no puedes salir hasta los cr¨¦ditos.
Y no estoy diciendo que esta serie sea lo mismo que El Padrino o V¨¦rtigo. Por favor, cin¨¦filos, no se me sofoquen, guarden las sales, vuelvan a enfundar los comentarios pidiendo la cabeza del columnista. No pongo nada a la altura de nada, tan solo comparo el arte may¨²sculo con mis peque?as obsesiones en lo que tienen de sensaci¨®n de hogar, de reconocimiento y de reencuentro con uno mismo.
No s¨¦ si The Office es digna de la gloria de la filmoteca o del museo, pero es indudablemente una obra maestra. Me refiero a la versi¨®n americana, la larga, la de Steve Carell, que se convirti¨® en cl¨¢sico sobre la marcha, antes de que su protagonista la abandonase para echar a volar alto. Hay en ella una perfecci¨®n de lo imperfecto, una sublimaci¨®n elegante de lo cutre que nadie ha igualado.
Podr¨ªamos ponernos sociol¨®gicamente estupendos y decir que The Office es la cr¨®nica de la ca¨ªda del imperio romano del oficinismo. Entre 2005 y 2013, los a?os de emisi¨®n de la serie, la cultura de calentar sillas y cotillear en la m¨¢quina de caf¨¦ se fue desmoronando hasta la actual crisis de fe en el trabajo que sufre la generaci¨®n m¨¢s joven. Puede que tambi¨¦n veamos en ella el fin de un mundo que habitamos y cuya miseria nos parece hoy encantadora, pero sobre todo vemos una comedia soberbia, destilada de la bodega de Saturday Night Live y madre de todo el humor de hoy.
Yo me vuelvo a quedar en Scranton porque quiero a esos personajes, tan llenos de verdad y de vida, tan reconocibles. Otros tendr¨¢n otras razones y otras series a las que volver. Yo, cuando todo lo dem¨¢s se me cae de los ojos, regreso al despacho de Michael Scott y recuerdo por qu¨¦ me gustaba tanto esto de la tele.
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