La retorcida vida de Chuck Berry
Una biograf¨ªa se enfrenta con las muchas m¨¢scaras usadas por el padre fundador del rock
A veces, urge recordar lo obvio. Por ejemplo, que Chuck Berry (1926-2017) es la piedra angular del rock guitarrero. Su sonido, met¨¢lico y expresivo, est¨¢, por ejemplo, en la obra de los Beatles y los Rolling Stones, que registraron muchas de sus composiciones. M¨¢s all¨¢ de la m¨²sica, est¨¢ su aportaci¨®n a los mitos fundacionales. Sus letras hablan de la velocidad y el movimiento, de la geograf¨ªa y la noche, de las frustraciones y la urgencia del deseo. Coloc¨® al rock and roll ante el espejo y esboz¨® el car¨¢cter arrogante de aquella revoluci¨®n, el ardor de sus seguidoras y hasta el arquetipo del rockero de origen humilde, en aquel ciclo de canciones que parti¨® de Johnny B. Goode. Todo narrado con dicci¨®n n¨ªtida e impulso imparable.
Luego est¨¢ la cara B del personaje. Superconsciente de sus poderes pero, ay, grab¨® casi toda su discograf¨ªa para un sello, Chess Records, que le robaba y le maltrataba: no hay artista que tenga tantas portadas feas en sus LPs originales. Cierto que no necesitaba palos en las ruedas: el mismo se saboteaba con conciertos ca¨®ticos, frecuentemente acompa?ado por grupos a los que no conoc¨ªa, con los que se negaba a ensayar. Aparte, ten¨ªa una libido desatada: si los Moonglows cantaban a los Diez mandamientos del amor, el grababa el M¨¦todo de las trece preguntas, un prontuario para seducir.
Se publica Chuck Berry. La biograf¨ªa definitiva (Neo Person), de R. J. Smith, que despeja algunos enigmas. Nacido en San Luis, Chuck creci¨® en un entorno de clase media, lo que no le impidi¨® sufrir absurdos bofetones de la segregaci¨®n racial. Oyente voraz, se empap¨® de jazz, blues, boogie-woogie, country y lo que all¨ª pasaba por m¨²sica latina. Su padre era muy religioso y castigaba con sa?a cualquier desv¨ªo de las normas; el chico se rebel¨® y en 1944 ya estaba encerrado en un reformatorio. All¨ª aprovechar¨ªa para estudiar, igual que en posteriores estancias carcelarias.
Chuck presum¨ªa de manitas, capaz de arreglar cualquier aparato. Tal vez eso explique su actitud hacia la m¨²sica: funcionaba m¨¢s como un artesano que como un artista. Se copiaba a s¨ª mismo y se deleitaba en putear a otros instrumentistas, para evidenciar su torpeza y demostrar que solo ¨¦l dominaba sus trucos: en la pel¨ªcula Hail! Hail! Rock ¡®n¡¯ Roll le vemos discutir con Keith Richards sobre la forma correcta de tocar Carol.
Se mostraba inflexible: si el contrato le exig¨ªa tocar 45 o 60 minutos, es lo que hac¨ªa; si le ped¨ªan un bis, esa concesi¨®n se cobraba aparte (por adelantado y en met¨¢lico, como exig¨ªa siempre). Como empresario, era cortoplacista. No le impresionaban los famosos. Humill¨® a admiradores como la Steve Miller Band, el Sir Douglas Quintet o las agrupaciones estelares brit¨¢nicas que quisieron grabar con ¨¦l. No concedi¨® ni una palabra amable a los Beatles, que facilitaron su resurrecci¨®n comercial en los sesenta.
Chuck era alto, guapo y carism¨¢tico. Tuvo obsesi¨®n por las mujeres blancas y, cosas de tecn¨®filo, gustaba de documentar sus encuentros sexuales. No hab¨ªa entonces redes sociales pero aquellas fotos, aquellos videos (no siempre consentidos) terminaron circulando. Como explica el libro de R. J. Smith, le dieron donde m¨¢s dol¨ªa: debi¨® pagar numerosas indemnizaciones.
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