El presidente habla del aborto
La verdad es que el derecho al aborto s¨ª existe, aunque Duque, por sus convicciones personales, preferir¨ªa que no fuera as¨ª
El presidente Duque, decidido a demostrar que cuatro a?os de mandato no le han ense?ado a ser presidente, dio hace poco su opini¨®n sobre el aborto en un foro p¨²blico. ¡°El aborto no es un m¨¦todo anticonceptivo¡±, dijo. ¡°Si la vida empieza desde la concepci¨®n, interrumpirla es atentar contra la vida misma, porque no existe un derecho al aborto. No existe un derecho a arrebatarle la vida a un ser con expectativa de entrar a la sociedad¡±. Despu¨¦s de leer el reporte en la prensa colombiana he querido buscar el video del discurso, porque me parec¨ªa dif¨ªcil imaginar m¨¢s equivocaciones cometidas en el mismo n¨²mero de palabras. Y ah¨ª est¨¢ el video: con todas las palabras, con todas las equivocaciones. En estas cuarenta palabras mal contadas hay fallas de l¨®gica, de sind¨¦resis, de cultura democr¨¢tica, de conocimiento jur¨ªdico y de simple empat¨ªa, y a m¨ª me recordaron de golpe todas las razones por las que me alegra y me tranquiliza que este gobierno est¨¦ llegando a su fin.
Comencemos por la primera frase, una de las agresiones m¨¢s usuales que deben soportar las mujeres que defienden su derecho soberano a decidir sobre su cuerpo y su futuro. Habr¨ªa que decirle al presidente que no, el aborto no es un m¨¦todo anticonceptivo: es un m¨¦todo abortivo. Y sugerir que las mujeres toman una decisi¨®n tan dif¨ªcil con la misma actitud con que se toma una pastilla es de una frivolidad intolerable, incluso en alguien tan fr¨ªvolo como Duque. Parte del problema de la discusi¨®n sobre el aborto es esta ligereza con la que muchos (por lo general hombres, aunque no siempre) se toman una decisi¨®n que es terriblemente seria, que hace da?o con frecuencia y causa sufrimiento, y que se lleva a cabo siempre, sin excepci¨®n, para evitar da?os mayores: desde da?os f¨ªsicos y tangibles como la muerte hasta da?os intangibles y emocionales como ¨Cpor poner un ejemplo que cualquiera puede entender¨C la obligaci¨®n de tener el hijo de un violador.
Pero leo mis palabras y me pregunto si es cierto: si cualquiera puede entender que una mujer no quiera tener el hijo de quien la ha violado. Y la verdad es que no: para Duque o los l¨ªderes religiosos, que no s¨®lo quisieran anular la ¨²ltima sentencia de la Corte Constitucional sino penalizar cualquier aborto, el Estado tiene el derecho de exigirle a la mujer violada (o a la ni?a: de doce, de once, de diez a?os) que le hipoteque su vida entera a un embarazo que no ha decidido, y que adem¨¢s es fruto de un acto de violencia. No se me ocurre una manera m¨¢s clara de decirles a las mujeres (o a las ni?as) que en realidad no son libres: pues en la sociedad que querr¨ªan Duque y los l¨ªderes religiosos, cualquier hombre puede definir su existencia futura. En filosof¨ªa se habla de ¡°agencia¡± como la capacidad de una persona para actuar en el mundo: un componente esencial de la libertad. Eso es lo que se les roba a las mujeres (o a las ni?as) cuando se les dice que el hecho de otro puede marcar su vida para siempre y que no tienen derecho a impedirlo. ?Qu¨¦ hombre querr¨ªa vivir en una sociedad semejante?
Y aqu¨ª entra uno de los aspectos m¨¢s incomprensibles de este debate sobre el aborto. Volvamos al discurso de Duque y a la revelaci¨®n de que interrumpir la vida es atentar contra la vida, y recordemos que ¨¦ste suele ser el primer alegato de quienes se oponen al derecho que ha consagrado el fallo de la Corte: dicen que lo hacen porque est¨¢n a favor de la vida. Y el resto de nosotros nos vemos en la obligaci¨®n de se?alar que la decisi¨®n de abortar es dif¨ªcil porque en ella no hay una vida involucrada, sino dos, y est¨¢n en conflicto. ?C¨®mo se resuelve este conflicto? Es una conversaci¨®n muy compleja, y lo primero que hay que hacer es respetar esa complejidad (cosa que no hacen las banalidades proferidas por el presidente); lo siguiente es reconocer que, si tener un hijo implica sacrificar la vida de la madre, la ¨²nica persona que puede decidir si est¨¢ dispuesta al sacrificio es la madre misma. ¡°Vivimos en una sociedad donde muchos desprecian la vida¡±, dijo tambi¨¦n Duque. Pero no dijo a cu¨¢l vida se refer¨ªa.
Lo que s¨ª dijo, en cambio, es que no hay derecho al aborto. Y uno podr¨ªa ponerse literal y denunciar a Duque, presidente de Colombia, por desconocer un fallo de la Corte Constitucional de Colombia; o podr¨ªa ponerse sarc¨¢stico y decir que Duque, evidentemente, no lee los peri¨®dicos; o podr¨ªa ponerse c¨ªnico y recordar que el gobierno de Duque pidi¨® hace poco a la Corte anular el fallo, aun a sabiendas de que esa posibilidad jur¨ªdica es casi inexistente (igual que hizo al principio de su mandato con las objeciones a la JEP: pero no mezclemos las cosas). La verdad es que el derecho al aborto s¨ª existe, aunque el presidente, por sus convicciones personales, preferir¨ªa que no fuera as¨ª, y aunque le parezca mal, como dijo despu¨¦s del fallo de febrero, que cinco personas decidan sobre el orden de una sociedad. Parece que no fue a la clase de Derecho donde se explica c¨®mo funciona una democracia: s¨ª, pocas personas toman decisiones que nos afectan a todos. En todo caso, no veo que a Duque le haya parecido mal que otras nueve personas, las de la Corte Suprema de Estados Unidos, hayan decidido recientemente sobre el orden de otra sociedad. Sobre la anulaci¨®n de Roe vs. Wade no le he o¨ªdo queja alguna.
Hay mucho m¨¢s que comentar sobre las palabras del presidente. Habr¨ªa que decir algo, por ejemplo, sobre el hecho de que las haya pronunciado durante un foro de conmemoraci¨®n de la libertad religiosa, lo cual parece confirmar algo que vengo sospechando desde hace rato: para buena parte de los que se llenan la boca con esas palabras, la libertad religiosa consiste en imponer su religi¨®n propia a las libertades ajenas. Colombia siempre ha tenido un serio problema para entender que las convicciones religiosas, por m¨¢s respetables que sean, no son fuente de derecho. Es decir, la religi¨®n de unos no puede ser el fundamento de la ley de todos. Si no nos ponemos de acuerdo en esto, por lo menos, hay que preocuparse seriamente por el futuro de nuestra rep¨²blica laica.
Y habr¨ªa que decir algo tambi¨¦n sobre esa ¨²ltima de las frases que he citado: ¡°No existe un derecho a arrebatarle la vida a un ser con expectativa de entrar a la sociedad¡±. Un nonato no tiene expectativas de nada, por supuesto; la que s¨ª las tiene, y las ver¨¢ truncadas (a veces con mucho sufrimiento) si se le obliga a tener un hijo que no quiere, es la madre. Pero si el nonato tuviera expectativas, y sobre todo si fuera mujer, seguramente echar¨ªa un vistazo a esta sociedad que no la defiende convenientemente de las agresiones sexuales, que la culpa de ellas cuando le ocurren y no le cree cuando las denuncia. Y se preguntar¨ªa si es preferible vivir en una sociedad como la que quiere Duque o en una como la que permite el fallo de la Corte. Yo, en su lugar, tendr¨ªa clar¨ªsima la respuesta.
Juan Gabriel V¨¢squez es escritor. Su ¨²ltimo libro es Los desacuerdos de paz.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S sobre Colombia y reciba todas las claves informativas de la actualidad del pa¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.