Qu¨¦ nos divide con Venezuela
Colombia y el pa¨ªs vecino deben recuperar la seguridad en la frontera sin olvidar la necesidad de resolver el conflicto por la delimitaci¨®n de ¨¢reas marinas y submarinas
La apertura de la frontera con Venezuela revive la conveniencia de convocar la Comisi¨®n Negociadora para la delimitaci¨®n de ?reas Marinas y Submarinas. Siempre hemos sostenido la necesidad de mantener buenas relaciones entre los dos pa¨ªses para manejar la complejidad de una frontera de m¨¢s de 2.200 kil¨®metros y la Comisi¨®n es el veh¨ªculo para facilitar la recuperaci¨®n del entendimiento entre los dos pa¨ªses.
Nuestra historia est¨¢ llena de per¨ªodos sucesivos de colaboraci¨®n y discordia. Con la llegada de Hugo Ch¨¢vez al poder en 1999 vinieron las complicaciones y el desbordamiento de la copa se reboz¨® con el reconocimiento del Gobierno de Colombia de don Juan Guaid¨® como presidente interino. A partir de ese momento dejamos de tener contacto con el poder real en Venezuela y depend¨ªamos de un gobierno fantasma. Una situaci¨®n de guerra no declarada en la que muchos colombianos sufren el rigor carcelario sin respeto por los derechos humanos y sin ninguna representaci¨®n oficial para apoyarlos, aunque sea de manera exigua, por cuenta de la carencia de nexos diplom¨¢ticos.
Regresamos de esta manera al peligroso ambiente diplom¨¢tico de 1987 en el que el presidente venezolano Jaime Lusinchi se atrevi¨® a acoger la tesis de ¡°Si Colombia quiere el Golfo que lo tome peleando¡±. Estuvimos a cinco minutos de un enfrentamiento b¨¦lico en agosto de 1987 por el incidente de la nave colombiana ARC Caldas en aguas del Golfo en disputa.
El cambio de presidente en Venezuela vino a aliviar la situaci¨®n. El presidente venezolano Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, desde el d¨ªa de su posesi¨®n, acord¨® con el presidente Virgilio Barco establecer permanente y activa coordinaci¨®n de los Gobiernos y designar a los miembros de las comisiones para tratar las cuestiones pendientes entre los dos pa¨ªses.
Ese es el camino que debe seguir a la reanudaci¨®n de relaciones diplom¨¢ticas y a la designaci¨®n de embajadores en Caracas y en Bogot¨¢.
El presidente Gusavo Petro dijo en el puente Sim¨®n Bol¨ªvar, durante el acto de reapertura de este lunes, que era un momento hist¨®rico, al tiempo que se entonaron los himnos de ambos pa¨ªses. Habr¨ªa que decir que Colombia y Venezuela estamos llenos de coyunturas hist¨®ricas desde la creaci¨®n de la Gran Colombia en 1819. Como bien dijo el exministro Alfredo V¨¢zquez Carrizosa, esa fraternidad supone el conocimiento de las situaciones que nos dividen al lado de las que nos unen.
Lo que nos une en el corto plazo, la necesidad de recuperar la seguridad en la frontera que el cierre de las v¨ªas legales entreg¨®, en bandeja de plata, a la mafia internacional. Empresas criminales controlan el tr¨¢fico de droga, el contrabando de gasolina y la expedici¨®n de documentos falsos. De la misma manera, el crecimiento del comercio con miras a beneficiar de preferencia a la gente de los municipios vecinos a las dos naciones.
Lo que nos divide es la delimitaci¨®n de ¨¢reas marinas y submarinas. Llevamos muchos a?os buscando una f¨®rmula equitativa para ambas naciones y la receta salvadora no aparece. Luis Carlos Gal¨¢n propuso la creaci¨®n de una zona com¨²n para su explotaci¨®n y el bienestar ambiental.
El hecho grave es que Venezuela le niega a Colombia el derecho al patrullaje naval cuando la prolongaci¨®n de las l¨ªneas de la demarcaci¨®n se?ala un mar jurisdiccional de nuestro pa¨ªs. Por eso es que varios tratadistas colombianos han se?alado la necesidad de aplicar el Tratado de 1939, pero a Venezuela esa alternativa le parece inaceptable. Otros pensamos que es menos peor seguir de negociaci¨®n en negociaci¨®n hasta que aparezca una salida que convenga a ambas partes.
El fracaso de la hip¨®tesis de Caraballeda (1980), aceptada por los negociadores colombianos y venezolanos y rechazada en consulta plebiscitaria, deja muchas ense?anzas. La m¨¢s inmediata: que el Acuerdo, si se consiguiera, debe someterse a los Congresos y no a un refer¨¦ndum.
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