La informalidad, un agujero laboral que se acerca al 60% en Colombia
La tasa de desempleo baj¨® ligeramente en mayo hasta llegar a 10,5%. Los recientes debates para la reforma del mercado de trabajo, sin embargo, no han abordado la desprotecci¨®n del 58,2% de sus asalariados que subsisten sin contribuir al sistema
En Colombia la tasa de desempleo anual baj¨® ligeramente en mayo a 10,5% tras estar en 10,6% en el mismo per¨ªodo del a?o pasado. Y, sin embargo, el n¨²mero de trabajadores informales se ubic¨® en un brutal 58,2% en abril. Quiz¨¢ se trata de la gran disfunci¨®n del mercado laboral, lo dicen casi todos los expertos, pero tambi¨¦n el terreno m¨¢s espinoso. Con todo, casi ninguno de los marcos legales y pol¨ªticas p¨²blicas dise?adas en las ¨²ltimas d¨¦cadas han explorado si quiera un m¨¦todo cierto para atenuar la situaci¨®n de un colectivo que hoy llega a 12,9 millones trabajadores que no cuentan con protecci¨®n social (de un total de algo m¨¢s de 22 millones).
Si durante d¨¦cadas la carta de navegaci¨®n dise?ada por sectores conservadores estableci¨® un modelo de contrataci¨®n y despido flexible, la m¨¢s reciente y fallida reforma del oficialismo progresista pon¨ªa todas las fichas en una serie de leyes para asegurar la estabilidad laboral. El primer modelo daba prebendas al empleador a sabiendas del impacto en el alto n¨²mero de informales. La hundida propuesta del Gobierno, por su parte, buscaba blindar la estabilidad de los empleados con repercusiones inciertas sobre los costos para las empresas.
El economista Mauricio Salazar, de la Universidad Javeriana, asegura que desde los a?os noventa la tendencia en las cifras de informalidad ven¨ªa en un proceso de descenso a paso de tortuga. Pero la pandemia desbarat¨® el comportamiento de todos los datos y las peores falencias de un modelo que durante al menos medio siglo ha relegado a 7 de cada 10 colombianos al desempleo, la precariedad o la informalidad quedaron expuestas. A pesar de que se trata de una crisis condicionada por debates ideol¨®gicos, todos los analistas coinciden en que hay v¨ªas alternas para mejorar las condiciones de asalariados y empresas en un mundo en el que los j¨®venes ya no tienen las preocupaciones vitales de la vieja izquierda sindicalista, ni se ajustan a las preocupaciones del esp¨ªritu liberalizador y ultra competitivo de los noventa.
Para empezar, Juliana Morad, directora del departamento de Derecho Laboral de la Universidad Javeriana, sugiere acotar la definici¨®n de ¡°informalidad¡±: ¡°En Colombia no lo tenemos muy claro. Hay al menos tres definiciones. Una, atada a la seguridad social; otra, a los derechos laborales; y una ¨²ltima a la capacidad empresarial¡±. Sin tener claras las l¨ªneas de frontera conceptual, agrega, es muy dif¨ªcil hallar pol¨ªticas para atacar el problema. Mauricio Salazar recuerda que, a grandes rasgos, el m¨¦todo utilizado por las encuestas del Departamento Administrativo Nacional de Estad¨ªstica (DANE) tienen en cuenta aspectos b¨¢sicos como los aportes individuales a pensi¨®n o a salud, pero se deja de lado otra serie de medidores para establecer los niveles de v¨ªnculo laboral que, probablemente, har¨ªan a¨²n m¨¢s vidrioso el panorama. ¡°Una vez que alguien est¨¢ afiliado a salud y pensi¨®n, casi se sobreentiende que hay un contrato firmado y que por ende es un trabajo con una serie de protecciones de riesgos laborales y profesionales asegurados¡±.
A su juicio, el gran nudo de esta discusi¨®n radica en que para las caracter¨ªsticas de un pa¨ªs emergente como Colombia el costo de formalizar el empleo es muy alto. Nadie, por lo pronto, ha dado con una receta para atajar una espiral poco virtuosa: ¡°La estructura empresarial, la capacidad de empleo y productividad no da para asumir la informalidad tan alta. Adem¨¢s, por las caracter¨ªsticas del tejido empresarial, compuesto en un 90% por peque?as y medianas empresas, el proceso de formalizaci¨®n resulta muy costoso¡±. Los sobrecostos de formalizar un contrato, agrega, suponen un 56% contrastados frente a uno informal. De vuelta a la casilla de inicio: ?se trata, entonces, de un acertijo sin soluci¨®n?
Para Juliana Morad no hay una respuesta clara, pero subraya, en cambio, que todos los actores coinciden en que hay que ¡°ampliar la formalidad laboral en seguridad social¡±. Y en principio su lectura pasa, por ejemplo, por una simplificaci¨®n de los tr¨¢mites. ¡°La afiliaci¨®n a veces es muy dif¨ªcil. Cada entidad tiene un formulario diferente. En cada una hay que diligenciar varios formularios, radicarlos. El sistema de pago no solo es costoso sino tambi¨¦n muy dif¨ªcil¡±. Y remata: ¡°Calcular la seguridad social sobre el salario m¨ªnimo resulta muy oneroso en un pa¨ªs pobre como Colombia. Si pagas ganas un sueldo de 500.000 pesos, y con eso pagas 16% para pensiones, 8,5% para salud, 3% para riesgos laborales y 1% para las cajas de compensaci¨®n familiar, te quedas con 100.000 pesos al mes. ?As¨ª como vas a afiliarte?¡±.
Se trata en realidad de un fen¨®meno que permea a toda la regi¨®n por igual, y que se agudiza, especialmente, en Centroam¨¦rica. Pero el caso de Uruguay puede servir como ejemplo: ¡°Es el ¨²nico pa¨ªs que ha logrado solventarlo¡±, explica Salazar, ¡°tienen una tasa del 22% de informalidad y lograron revertir la curva con una reforma laboral en 2008 que inclu¨ªa, por ejemplo, salarios m¨ªnimos referenciales por regi¨®n o un seguro de desempleo general con unas condiciones que han funcionado¡±. Sabemos por los datos para Colombia que el problema se agudiza en el campo, donde el 86% trabaja en el mercado informal. De igual manera, que las mujeres est¨¢n m¨¢s desprotegidas que los hombres. Y en las ciudades, recuerda Juliana Morad, hay ¡°una poblaci¨®n alarmante de adultos mayores que trabajan en las esquinas como vendedores informales¡±.
Los expertos son conscientes, en todo caso, de que si el Gobierno del izquierdista Gustavo Petro vuelve a presentar el proyecto de reforma en la pr¨®xima legislatura, como ya lo ha anunciado, deber¨¢ tener en cuenta que hoy a los j¨®venes lo que les interesa, m¨¢s que los empleos a largo plazo, es la estabilidad en sus ingresos. Para las nuevas generaciones ya no es imprescindible amarrarse a una empresa. Por eso m¨¢s de uno percibe que el Gobierno est¨¢ empu?ando viejas reivindicaciones sindicales para acometer una reforma laboral para una econom¨ªa con aspiraciones industriales que ya no existe: ¡°Tenemos n¨®madas digitales que trabajan en simult¨¢nea para dos y tres compa?¨ªas. En ese sentido tiene m¨¢s peso pensar en un seguro de desempleo que la propuesta del Gobierno de subir los costos de contrataci¨®n¡±, concluye Mauricio Salazar.
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