Los verdaderos revolucionarios
En Am¨¦rica Latina debemos desestimar de una vez por todas a quienes secuestran y asesinan a sus prisioneros. En vez, tenemos que ponerle atenci¨®n a las mujeres en su gesta diaria y a los cient¨ªficos, los tecn¨®logos y los empresarios
?Los verdaderos revolucionarios secuestran a los padres de las estrellas del f¨²tbol? ?Se visten de camuflado? ?Andan por el monte? ?Llevan barba? ?Arrancan ni?os de los brazos de sus padres para esclavizarlos y ense?arles a malear y matar? ?Encadenan por d¨¦cadas a soldados inermes en prisiones abyectas? ?Asesinan de forma desalmada a sus prisioneros? ?Le cambian el nombre al secuestro y lo llaman retenci¨®n? ?Se sienten con el derecho de decidir qui¨¦n vive y qui¨¦n muere? ?Son jueces autoproclamados de una justicia inventada y arbitraria? ?Tienen la prerrogativa de chantajear, pero sin sentirse ladrones? ?Trafican con coca¨ªna? ?Asesinan campesinos y militares a mansalva? ?Se toman pueblos y palacios de justicia a balazo limpio?
Me temo que no. Voy a mostrar qui¨¦nes, para m¨ª, son verdaderos revolucionarios, y al final el lector podr¨¢ juzgar. Los verdaderos revolucionarios, los que merecen el nombre, no han hecho jam¨¢s ninguna de esas barbaridades. Han cambiado el mundo de manera dram¨¢tica con base en su esfuerzo honesto y cotidiano.
Voy a mencionar dos grupos de genuinos revolucionarios. El primero, siguiendo a la ganadora del premio Nobel de Econom¨ªa de 2023, Claudia Goldin, en un libro iluminador, Carrera y Familia, la saga de un siglo de las mujeres en busca de la equidad.
Es una historia que le sonar¨¢ personal a cada mujer, no s¨®lo para entenderse a s¨ª misma, sino a su mam¨¢ y su abuela. Donde est¨¢ ella hoy es el resultado de las decisiones de varias generaciones de mujeres, de sus planes realizados o fallidos, y sus dilemas.
Hace 60 a 80 a?os, cuando empez¨® su actividad revolucionaria, lo t¨ªpico era que las mujeres sacrificaran todo por quedarse en casa y cuidar de la familia. Luego, unas pioneras pospusieron la familia por un trabajo. Por esa ¨¦poca, ni siquiera ten¨ªan derecho al voto. Debieron superar el estigma de que una mujer trabajara, e inclusive las normas que les imped¨ªan tener ciertos trabajos. Fueron parte activa en que se aboliera el trabajo infantil, o hubiera un salario m¨ªnimo, aunque el de ellas a¨²n hoy puede ser inferior al de los hombres. Tambi¨¦n en que hubiera un m¨¢ximo de horas a la jornada laboral.
En los a?os 60 vino algo que lo revolucionar¨ªa todo, de la mano de la qu¨ªmica y el control del proceso bioqu¨ªmico de la ovulaci¨®n: la p¨ªldora anticonceptiva. El control de la natalidad le dio a la mujer la decisi¨®n sobre cu¨¢ndo tener hijos. Al posponer la llegada de los hijos, ¡°alteraron la identidad misma de las mujeres, de estar centradas alrededor de la familia y el hogar, hacia involucrarse mucho m¨¢s en el mundo del trabajo¡±.
Pudieron empezar a decidir sobre qu¨¦ tanto se educaban y se entrenaban, y cu¨¢nta independencia econ¨®mica quer¨ªan comandar. Empez¨® a aumentar la edad a la cual se casaban, posponi¨¦ndola hasta estudiar en la universidad. La receta de una mujer exitosa empez¨® a ser: primero el estudio, segundo la carrera profesional, y tercero la vida familiar. Las hijas hab¨ªan aprendido de ver a sus mam¨¢s, y hab¨ªan determinado que no quer¨ªan ser como la anterior generaci¨®n.
Lo mismo les pas¨® a las hijas de las que pospusieron el hogar por el trabajo. Tuvieron que cambiar el esposo dictatorial, que prefer¨ªa a la mujer en la casa, y aceptar que ambos pod¨ªan educarse, trabajar y tener carrera profesional. Luego vino la lucha por la equidad, tanto en ganar lo mismo por igual trabajo, como tener un equilibrio entre qui¨¦n de la pareja necesita un horario flexible, y trabajar menos horas al d¨ªa.
Goldin muestra que esa divisi¨®n entre las parejas es el dilema actual, y tiene un impacto tremendo en la culminaci¨®n de la vida profesional femenina. Seg¨²n la ganadora premio Nobel, un pa¨ªs puede perder hasta el 25% del PIB por no dejar que sus mujeres se vinculen plenamente al trabajo. Esto demandar¨ªa reorganizar completamente el cuidado del hogar, los ni?os y los adultos mayores.
Las mujeres lo han revolucionado todo en el siglo XX y lo siguen haciendo en el siglo XXI, d¨ªa a d¨ªa, en verdaderas cruzadas mundiales o en peque?as gestas dom¨¦sticas, de pareja, en el sal¨®n de clase, en las aplicaciones a los trabajos, en controlar a veces con tremendo costo personal a esposos, jefes y colegas abusivos e irrespetuosos, y obligar a que reconozcan su talento y su preparaci¨®n; en hablar sin que las interrumpan, sacar las mejores notas en el colegio y la universidad y llegar hasta los puestos m¨¢s altos. Cambiaron el mundo y son las verdaderas revolucionarias. Y a¨²n les queda mucha tarea por hacer.
Doy otro ejemplo de genuinos revolucionarios. Muy distinto del anterior.
En 1957 un grupo de ingenieros, liderados por Bob Noyce, Gordon Moore y Eugene Kleiner, iniciaron una saga maravillosa con la meta de construir transistores con base en silicona. Noyce y Moore empezaron en Fairchild y fundaron Intel. All¨ª surgi¨® el circuito integrado, se comercializ¨® los chips DRAM (por dynamic random access memory), y los microprocesadores que est¨¢n a la base de toda la computaci¨®n moderna.
El mundo empez¨® a funcionar y ser reproducido en 0s y 1s, guardado y procesado en plaquetas de silicona. Se pas¨® de los chips que pod¨ªan calcular a aquellos que pod¨ªan ¡°recordar¡±. De all¨ª se revolucion¨® el software. Un chip estandarizado y f¨¢cil de producir se uni¨® a otro chip especializado en memoria; programados con diferentes tipos de software, pod¨ªan hacer muchas operaciones distintas.
Chris Miller, en otro libro de indispensable lectura, Chip War, cuenta que al final de los a?os sesenta Gordon Moore dijo: ¡°Nosotros somos los verdaderos revolucionarios hoy. No los j¨®venes de pelo largo y barba que estaban destruyendo las universidades hace poco¡±. La clave era la batalla por la electr¨®nica; procesar m¨¢s informaci¨®n, en menos ¨¢rea y menor peso, consumiendo menos energ¨ªa. Eso iba a revolucionar la forma de trabajar, producir y vivir en nuestros hogares y circular por nuestras calles. Llev¨® a que Estados Unidos ganara la Guerra Fr¨ªa. Todo, absolutamente todo, desde la educaci¨®n hasta la salud, el entretenimiento y la atenci¨®n, estar¨ªan en juego. La informaci¨®n era el nuevo petr¨®leo.
Jay Lathrop revolucion¨® la manufactura de transistores cuando invirti¨® su microscopio en un laboratorio, para usar las ondas ultravioleta de luz como fuerza de impresi¨®n, disparando haces de luz de diferente escala, invisibles al ojo humano, a materiales fotosensibles, y tallar formas en la silicona de cientos, y luego decenas de nan¨®metros de ancho. Eso hizo posible hacer transistores m¨¢s peque?os que una mol¨¦cula, y poner cientos de miles de ellos en un smartphone.
El enorme costo de desarrollar una litograf¨ªa de este tipo llev¨® a concentrarla en dos pa¨ªses, Holanda y Taiw¨¢n. Morris Chang fue clave en el milagro de Taiw¨¢n, cuando, a mediados de los a?os 70, decidi¨® volverse el mejor impresor de chips del mundo y dejar el dise?o a otros.
¡°?Circuitos del mundo, integraos!¡± result¨® m¨¢s poderoso que la f¨®rmula de Marx y Engels: ¡°?Proletarios de todas las naciones, un¨ªos!¡±. Los primeros integraron al mundo a trav¨¦s del procesamiento de informaci¨®n, el internet, la miniaturizaci¨®n y la inconmensurable capacidad de computaci¨®n en aparatos manuales, a disposici¨®n de cualquier persona, cualquier hogar o f¨¢brica en cualquier lugar del planeta. El segundo motto, el de los proletarios, no ha hecho m¨¢s que sembrar discordia, odio y revancha en el coraz¨®n de cada ser humano que emponzo?a.
Hoy un iPhone usa el sistema operativo iOS y terceriza el dise?o y la producci¨®n de sus chips a Samsung en Corea; los chips de memoria a Intel; los procesadores de audio a Wolfson; el m¨®dem a la alemana Infineon; el dise?o de chip de Bluetooth a CSR; y el amplificador de se?al a Skyworks.
La l¨®gica de los revolucionarios Noyce y Moore fue que los transistores se volver¨ªan el producto m¨¢s barato nunca manufacturado, pero el mundo consumir¨ªa billones y billones de ellos. Una idea revolucionaria que revolucion¨® al mundo.
En Am¨¦rica Latina debemos desestimar de una vez por todas a los revolucionarios desalmados y c¨ªnicos de camuflado y a?orantes de dictaduras, y ponerle atenci¨®n a las mujeres en su gesta diaria y a los cient¨ªficos, los tecn¨®logos y los empresarios. Son los que revolucionan para bien nuestra vida cotidiana, familiar y empresarial.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S sobre Colombia y aqu¨ª al canal en WhatsApp, y reciba todas las claves informativas de la actualidad del pa¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.