La paz total, secuestrada por la incertidumbre
La desconfianza en la estrategia de reconciliaci¨®n del Gobierno aumenta cuando en cinco procesos de di¨¢logo, en ninguno hay certezas de ¨¦xito. Y la guerra est¨¢ de retorno como eje de la narrativa de la derecha
El proceso de paz con el ELN se encuentra en una profunda crisis de credibilidad, ahondando la desconfianza de la opini¨®n p¨²blica en las bondades de la estrategia de reconciliaci¨®n del Gobierno nacional conocida como la paz total, en la que participan tres organizaciones guerrilleras, dos paramilitares y bandas criminales de Buenaventura y Medell¨ªn. La paz, hoy, se encuentra secuestrada por la incertidumbre.
La paz total es una promesa de valor del Gobierno nacional que comenz¨® como una gran ilusi¨®n y con el paso de los d¨ªas se ha convertido en una enorme frustraci¨®n colectiva, contribuyendo a la ca¨ªda de la popularidad del presidente Gustavo Petro a sus m¨¢s bajos ¨ªndices.
Hoy la imagen negativa del jefe de Estado es del 66%, lo que evidencia la evaporaci¨®n acelerada de su capital pol¨ªtico y el avance de la narrativa de la derecha radical de que en Colombia el sello de Petro es la improvisaci¨®n, el desgobierno, la inseguridad, los esc¨¢ndalos y la entrega del Estado a los grupos ilegales.
Para contrarrestar esa visi¨®n, el primer mandatario ha reaccionado para mostrarse como ganador del proceso electoral del pasado 29 de octubre, al contar como aliados a 15 gobernadores elegidos de los partidos de la coalici¨®n que lo llev¨® al poder. Se reuni¨®, adem¨¢s, con los llamados cacaos, la elite econ¨®mica y empresarial del pa¨ªs, para impulsar un acuerdo nacional que le permita impulsar las grandes reformas aplazadas en el Congreso y romper el estigma de soledad y desconexi¨®n que le ha impuesto la oposici¨®n.
La salida del alto comisionado para la paz, Danilo Rueda, y la llegada de Otty Pati?o van en la misma direcci¨®n de recuperar imagen, barajar de nuevo y construir gobernabilidad, demostrando mano dura para contener la soberbia del ELN y su negativa a abandonar la lucha armada y la pr¨¢ctica del secuestro como m¨¦todo de financiaci¨®n. Un nuevo gabinete ser¨¢ una jugada que ayudar¨¢ a consolidar la imagen de un l¨ªder que entiende el llamado a reaccionar para impedir el naufragio.
Negociar con tantos grupos al mismo tiempo es un c¨®ctel nunca visto en un pa¨ªs que ha experimentado durante d¨¦cadas todo tipo de procesos de di¨¢logo con la ilegalidad. Desde la ¨¦poca de L¨®pez Michelsen, los distintos Gobiernos han buscado detener la m¨¢quina de la guerra, que, aunque ha tenido breves espacios de tiempo suspendida, vuelve a reactivarse con fuerza, teniendo como combustible el narcotr¨¢fico, la corrupci¨®n, el abandono del territorio por el Estado y la pobreza.
Unos procesos han sido exitosos, otros un rotundo fracaso. La guerra ha sido durante m¨¢s de 60 a?os el eje de la pol¨ªtica colombiana. Solo durante unos pocos a?os, tras el acuerdo de paz de La Habana, la agenda tuvo un breve viraje hacia otros temas como la corrupci¨®n, la inequidad, la crisis de la justicia o el asesinato de los l¨ªderes sociales. Hoy la guerra est¨¢ de retorno como eje de la narrativa pol¨ªtica de la derecha, buscando ser decisiva a la hora de votar en 2026.
Las causas que llevaron a la salida de Danilo Rueda son contundentes: estancamiento en los cinco procesos de negociaci¨®n; desconexi¨®n entre el Ministerio de Defensa y la Oficina del Alto Comisionado de Paz, en contrav¨ªa de los anhelos de seguridad ciudadana; enorme descr¨¦dito de la agenda de paz; aumento de secuestros, extorsiones, reclutamiento forzado de menores de edad, incremento del control territorial de los actores armados ilegales; desaf¨ªo permanente de la ilegalidad al Estado y la institucionalidad.
Era evidente que el presidente deb¨ªa dar un timonazo a su agenda de paz o el barco del cambio seguir¨ªa anclado en mitad de la guerra, perdiendo aliados, como el expresidente Juan Manuel Santos; dejando tirados a los amigos de la salida negociada del conflicto armado interno, que se quedan sin discurso ante los desaf¨ªos del ELN y las disidencias, la arrogancia de los paramilitares y la creciente cifra de masacres y asesinatos de l¨ªderes sociales. La promesa de valor de que Colombia sea una potencia mundial de la vida pierde aliento con cada secuestro y cada bombazo.
Una promesa que tuvo un punto de quiebre con el secuestro del pap¨¢ de la estrella internacional de f¨²tbol Luis D¨ªaz, que demostr¨® la insensatez del ELN con su negativa a abandonar el secuestro como m¨¦todo de financiaci¨®n. Ese hecho tiene en jaque las negociaciones con esa organizaci¨®n ante la exigencia del Gobierno al ELN de que abandone esa pr¨¢ctica criminal y libere a todos los plagiados en su poder.
El proceso con el ELN vive una profunda crisis, que se ha evidenciado a¨²n m¨¢s con el ¨²ltimo cruce de cartas entre esa organizaci¨®n ilegal y el Ejecutivo. Solo la declaratoria del ELN de abandonar el secuestro y la liberaci¨®n de 32 ciudadanos en su poder le devolver¨ªa al pa¨ªs la confianza en que esta vez s¨ª esa guerrilla no sabotear¨¢ el proceso y continuar¨¢ sentada en la mesa hasta la firma de un acuerdo final, que en todo caso tendr¨ªa una dimensi¨®n muy diferente al logrado en La Habana con las FARC.
Un eventual fracaso del proceso con el ELN ser¨ªa una p¨¦sima noticia para Colombia, que se llevar¨ªa por delante la viabilidad de las dem¨¢s iniciativas de paz que, por lo dem¨¢s, tampoco avanzan. Aqu¨ª se hace realidad el viejo refr¨¢n de que ¡°el que mucho abarca, poco aprieta¡±, porque de cinco procesos en ninguno hay certezas de ¨¦xito.
La paz se est¨¢ convirtiendo, nuevamente, en el eje del debate pol¨ªtico y en epicentro de la narrativa de desgobierno y entrega del pa¨ªs a la delincuencia. Pareciera que estamos en 2002, cuando Uribe logr¨® imponer, gracias a la soberbia militarista de las FARC, una agenda de mano dura para revertir el enorme fracaso que significaron los di¨¢logos del Cagu¨¢n que lider¨® Pastrana.
La apropiaci¨®n de Iv¨¢n Mordisco del nombre de las extintas FARC, y la soberbia del ELN es el aliento que necesita la derecha para imponer el discurso de libertad y orden, seguridad y mano dura contra el delito, fundamental para el surgimiento de un l¨ªder que reemplace a Petro en 2026, en nombre de una nueva derecha m¨¢s radical decidida a revocar los eventuales logros del primer mandatario.
Si en Argentina fue posible un Milei por la profunda crisis econ¨®mica, con una inflaci¨®n ingobernable y el hast¨ªo de la opini¨®n p¨²blica, especialmente de los j¨®venes con el populismo de izquierda, en Colombia la guerra, la necesidad de someter militarmente a los violentos y garantizar la seguridad en las ciudades, espantando el miedo a un irresponsable manejo del Estado, ser¨¢n las banderas para aupar un renovado liderazgo de extrema derecha.
El ELN y las disidencias de las FARC ser¨¢n responsables de la consolidaci¨®n de la narrativa de la derecha si se niegan a abandonar el secuestro y el narcotr¨¢fico y no dan se?ales de seriedad y buena voluntad en los di¨¢logos de paz. Ojal¨¢ comience bien el quinto ciclo de negociaciones en M¨¦xico con una declaraci¨®n del ELN que d¨¦ tranquilidad al pa¨ªs. Ser¨¢ se?al de que han escuchado el clamor nacional para que liberen la paz del secuestro que le han impuesto.
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