Arroz, pi?a y yuca en vez de coca: el norte del Cauca se empe?a en lograr el milagro
Las comunidades campesinas, afro e ind¨ªgenas buscan convertir la zona marcada por el conflicto en un corredor agroalimentario
Salt¨¢ndose los rigurosos protocolos presidenciales, en su visita a Buenos Aires, Cauca, del pasado mi¨¦rcoles, el presidente Gustavo Petro degust¨® unas peque?as rosquillas. Las tom¨® de un paquete que le obsequi¨® una de las asistentes en un evento en el que hac¨ªa entrega de un predio. Las rosquitas vinieron de las manos de Adriana Banderas Lucum¨ª, quien ese d¨ªa asumi¨® la vocer¨ªa de la Asociaci¨®n Gremial Regional para el Desarrollo Campesino Nortecaucano, (ARDECAN). Se trata de una de las agremiaciones m¨¢s grandes de la zona, que desde hace 20 a?os impulsa la industria agroalimentaria para transformar un territorio marcado por el narcotr¨¢fico y la guerra. Aquel d¨ªa lograron un sue?o: que uno de sus productos estrella paliara el hambre del hombre que dirige el pa¨ªs.
La base de las rosquillas es la yuca, que junto con la panela, la miel, los huevos, la leche y el pollo son algunos de los alimentos que vienen produciendo las comunidades ind¨ªgenas, afro y campesinas que habitan los 16 municipios del norte del Cauca. La zona est¨¢ atravesada por el r¨ªo Naya, que desde lo alto de las monta?as baja como una serpiente hasta el Oc¨¦ano Pac¨ªfico. En la selva que cubre las estribaciones de la cordillera de los Andes hasta el mar, el valle es una autopista que se disputan los grupos armados ilegales. Los pobladores han sufrido masacres, reclutamiento forzado, desplazamientos y el crecimiento de econom¨ªas il¨ªcitas, pero se niegan a que ese sea su destino, defendiendo la agricultura como una alternativa al cultivo de la coca o a la miner¨ªa ilegal de oro.
De esa convicci¨®n naci¨® ARDECAN, hoy compuesta por 29 peque?as organizaciones de base. Con el paso del tiempo se ha convertido en un ejemplo de ¨¦xito, y ya est¨¢ integrada por 1.200 familias de diferentes etnias. M¨¢s de 50 familias ya son expertas en la producci¨®n de pollo y otras tantas en la de pi?a.
Una de las beneficiadas es Ana Mireya Caracas, representante legal de la Asociaci¨®n Catalina Los Mandules Y Mazamorrero. La lideresa naci¨® hace 50 a?os en Buenos Aires, donde ha vivido siempre, aunque en diferentes veredas. Ha sobrevivido al paso de m¨²ltiples grupos ilegales desde los a?os ochenta. Recuerda especialmente el dominio del Bloque Calima de las extintas AUC, cuando caminaba horas por trochas inh¨®spitas con tal de no encontrar retenes paramilitares en las v¨ªas m¨¢s grandes. Tambi¨¦n rememora que m¨¢s de una vez se vio forzada a encerrarse por varios d¨ªas en su casa, para evitar los enfrentamientos entre guerrillas y ej¨¦rcito. Para ella, el pa¨ªs entero tiene una deuda incalculable con el Cauca por una paz inasible.
Por referencias familiares, hace diez a?os empez¨® a enrolarse en los proyectos productivos de su vereda y a participar del Consejo Comunitario de la Microcuenca R¨ªo Teta y Mazamorrero. Explica que all¨ª se dio cuenta de que la soluci¨®n a la guerra podr¨ªa estar en la riqueza de esas tierras que conoce perfectamente. Poco a poco le fueron delegando tareas, y se convirti¨® en una lideresa. Se motiv¨® hasta el punto de que a sus 45 a?os entr¨® a la universidad para estudiar Administraci¨®n de Empresas.
¡°Le cog¨ª el gusto a estos procesos porque nos dan cabida a las mujeres y nos abren otros horizontes¡±, sostiene en conversaci¨®n con EL PA?S. ¡°La paz no se construye solamente dejando las armas. Tambi¨¦n en las bases, en el campo, en las actividades agr¨ªcolas, en la convivencia, en todo lo que tiene que ver con la hermandad que tenemos en las comunidades, que adem¨¢s nos posibilita crecer frente a la violencia. Durante el conflicto nos toc¨® muy duro, el auge del paramilitarismo fue muy cruel¡±, agrega.
Como ella, Armando Caracas Carabal¨ª ha sido art¨ªfice de la transformaci¨®n que se gesta en el norte del Cauca. Nativo de Buenos Aires y con 65 a?os, desde su adolescencia participa en procesos sociales. Reconocido l¨ªder social en la zona, funge como presidente del Consejo Comunitario Cuenca del r¨ªo Cauca y Microcuencas de los r¨ªos Tetas y Mazamorrero. ¡°Queremos demostrar que las econom¨ªas populares y comunitarias s¨ª son posibles¡±, dice en di¨¢logo con EL PA?S. F¨¦rreo defensor del territorio, se ha enfrentado de manera pac¨ªfica a los actores armados. Ha rechazado sus ofrecimientos econ¨®micos y ha sido v¨ªctima de amenazas por trabajar en ofrecer alternativas l¨ªcitas de trabajo a los habitantes, a la par que busca fortalecer espacios para los j¨®venes, como lo hace con la Guardia Cimarrona, un cuerpo de protecci¨®n de los pueblos afrocolombianos para la defensa de su territorio.
Caracas rememora que en 2014 el Consejo logr¨® el antiguo Instituto de Desarrollo Rural (INCORA) les adjudicara unos peque?os predios gracias a una asociaci¨®n con autoridades ind¨ªgenas. En su parte, las comunidades afro sembraron arroz, pi?a y pl¨¢tano, proyectos que salieron bien. Generan un dinero que el Consejo usa para apoyar a familias desplazadas, o para comprar semillas y seguir ampliando los cultivos. Eso como alternativa l¨ªcita a la coca.
¡°En zonas en las que el Consejo tiene influencia, le proponemos a la gente arrancar las matas de coca y entregarles caf¨¦, pl¨¢tano y c¨ªtricos para sembrar. Nuestra idea es ir limpiando el territorio¡±, explica. Su sue?o m¨¢s ambicioso es crear un corredor agroalimentario, aprovechando la cercan¨ªa con la tercera ciudad m¨¢s grande de Colombia y su gran demanda de alimentos. ¡°Queremos ofrecer productos frescos y con un corredor que inicie en Santander de Quilichao, Guachen¨¦, Villa Rica, que culmine en Cali. El suroccidente debe quedar en manos productoras¡±. Es una ambici¨®n que tiene sustento m¨¢s all¨¢ de lo que ya venden y producen: en mayo pasado varias asociaciones se unieron y crearon la compa?¨ªa Industria Agroalimentaria Nortecaucana, un paso en firme para acercarse a la meta.
Un nuevo empuj¨®n
En la finca Salom¨¦ pernoctaron los paramilitares por a?os. Luego, una enorme granja av¨ªcola les sirvi¨® para lavar activos del narcotr¨¢fico. Ahora all¨ª se iza la bandera del Proceso de Comunidades Negras (PCN) y la Guardia Cimarrona se encarga de la seguridad. Dos hechos profundamente simb¨®licos que son realidad desde el pasado 12 de diciembre, cuando el presidente hizo la entrega formal de la administraci¨®n de esas 387 hect¨¢reas a las organizaciones ¨¦tnicas del norte del Cauca. Es un ejemplo, otro eslab¨®n del sue?o del corredor.
La encargada de articular los procesos agr¨ªcolas y av¨ªcolas de la finca es ARDECAN que, junto con las organizaciones que la integran, inici¨® una fase de siembra de sostenimiento de lo que ya hab¨ªa en la granja, en la que planean criar vacas lecheras. Tambi¨¦n tienen pensado construir all¨ª una casa de la memoria que detalle la historia de un lugar que por tanto tiempo sirvi¨® para la mafia. Este ser¨¢ un primer gran apoyo y reconocimiento a su trayectoria agr¨ªcola. Los productores pasar¨¢n de una experiencia de crianza de 20.000 aves en algunas de sus organizaciones a tener una infraestructura para manejar hasta 400.000 pollos.
Caracas resalta una y otra vez que la funci¨®n principal de esas tierras ser¨¢ la construcci¨®n de paz. ¡°La idea es seguir implementando econom¨ªas populares. Intercambiar productos con otras regiones¡±. Es optimista de los di¨¢logos que inici¨® el Gobierno con la sombrilla de disidencias conocida como Estado Mayor Central, a la que pertenecen los frentes Jaime Mart¨ªnez y Dagoberto Ramos, que operan en esa zona. Incluso propone que los j¨®venes que decidan dejar las armas puedan emprender proyectos productivos de la mano de la sociedad en su regi¨®n. ¡±Si le quitamos gente a la guerra, la guerra se va minimizando¡±, apunta.
Los dos l¨ªderes coinciden en que ahora le apuntan a la educaci¨®n para seguir creciendo. Buscan profesionalizar y certificar sus saberes. Hace un par de semanas sellaron un trato con el SENA, en el que la entidad p¨²blica de educaci¨®n t¨¦cnica les abri¨® 400 cupos para j¨®venes que quieran ahondar en oficios agr¨ªcolas. Ser¨ªa una segunda generaci¨®n, pues en 2015 alrededor de 150 personas obtuvieron un t¨ªtulo como tecn¨®logos en producci¨®n agr¨ªcola.
Ana Mireya es testigo de c¨®mo esa apuesta ha abierto nuevos caminos para los habitantes del norte del Cauca, y tambi¨¦n cree que la educaci¨®n es un pilar para la paz. Le falta apenas un a?o para ser profesional; pudo avanzar en su carrera mientras trabajaba en una cosecha entre semana y estudiaba los d¨ªas festivos. ¡°La paz no se construye solamente dejando un arma. Tambi¨¦n se consigue con alianzas, en los territorios. Eso es lo que buscamos en ¨²ltimas: cuidarnos, ayudarnos, que nuestros ni?os y ni?as se capaciten y puedan acceder a una calidad de vida distinta¡±, concluye. Est¨¢ emocionada por graduarse, porque, seg¨²n dice, ya tendr¨¢ m¨¢s herramientas para asumir su siguiente lucha: conseguir que en su vereda tengan agua potable.
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