La corrupci¨®n contamina el cambio en Colombia
Robar, por desgracia, es un verbo que se conjuga sin talanqueras ¨¦ticas en gobiernos de derecha o izquierda, no tiene ideolog¨ªa, ni respeta banderas partidistas
Ante los ojos de la mayor¨ªa de los colombianos no es un estereotipo que el sello de la pol¨ªtica haya sido la corrupci¨®n, que es el c¨¢ncer que se devora la democracia y a¨²pa los discursos populistas de derecha o izquierda.
El Gobierno de Petro lleg¨® al poder en 2022, precisamente, con el voto castigo de sectores sociales y clases medias hastiadas no solo del mal manejo gubernamental del estallido social y el impacto de la pandemia, sino, especialmente, por los graves casos de corrupci¨®n que marcaron el cuatrienio Duque y navegan en la impunidad. Su opositor, Rodolfo Hern¨¢ndez, estaba, adem¨¢s, incurso en graves investigaciones por sobornos cuando se desempe?¨® como alcalde de Bucaramanga, que luego fueron falladas en su contra.
Pero ahora, la corrupci¨®n contamina el cambio y hace mucho m¨¢s dif¨ªcil el camino de las reformas del Gobierno Petro y sus anhelos de reelegir su proyecto pol¨ªtico, en una campa?a presidencial que avanza a toda marcha y en la que, sin embargo, no es claro a¨²n cu¨¢l ser¨¢ el mensaje que se impondr¨¢ en esa disputa pol¨ªtica que desde ya se anuncia como marcada por la polarizaci¨®n y los discursos de odio.
Sin duda, la lucha contra la corrupci¨®n tendr¨¢ un alto impacto en el debate electoral en ciernes, dado el desastre para el Ejecutivo que han significado las revelaciones sobre el desv¨ªo de miles de millones de pesos de dineros p¨²blicos a particulares y congresistas en la Unidad Nacional para la Gesti¨®n del Riesgo de Desastres, UNGRD, y la cadena de sucesos judiciales y pol¨ªticos que ha generado.
Es largo el listado de graves casos de saqueo del erario que han marcado a Colombia en las ¨²ltimas d¨¦cadas, la mayor¨ªa sin castigos ejemplares o sanci¨®n social a los responsables. Cada presidente ha tenido su cruz a cuestas. Desde L¨®pez y la Handel, Gaviria y el apag¨®n, Samper y el proceso 8000, Pastrana y Chambac¨², Uribe y Agro Ingreso Seguro, entre otros; Santos y Odebrecht, Duque y el Ocad Paz. Y ni hablar de los cientos de gobernadores y alcaldes destituidos por el ministerio p¨²blico, incluso el mismo Petro, por casos de corrupci¨®n, quien logr¨® regresar al poder y cambiar el derecho disciplinario interno gracias a una hist¨®rica sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El caso Odebrecht es el macrocaso emblem¨¢tico m¨¢s reciente, que muestra el d¨¦ficit de justicia del pa¨ªs: mientras en otras naciones esa multinacional recibi¨® castigos ejemplares, en Colombia no se pas¨® de titulares escandalosos sobre investigaciones penales y fiscales que no terminaron en nada.
La insuficiencia de transparencia y justicia es enorme en un pa¨ªs asfixiado por la ilegalidad y la violencia. La impunidad es la marca de un sistema judicial que ha sido incapaz de derrotar ese monstruo que se devora la democracia y mata m¨¢s que la guerra, como bien lo se?al¨® el exprocurador Fernando Carrillo Fl¨®rez.
Un sistema judicial en crisis que cay¨®, hace pocos a?os, en manos del llamado Cartel de la Toga, que aument¨® la falta de confianza. A ello se sum¨® una Fiscal¨ªa hiperpolitizada y convertida en fort¨ªn de la oposici¨®n pol¨ªtica a Petro, para impulsar la carrera presidencial del titular. Adem¨¢s de una Procuradur¨ªa en modo oposici¨®n a la que desde muchos sectores se pide su eliminaci¨®n por innecesaria o, por lo menos, una reforma profunda que permita que se apliquen las recomendaciones de la CIDH.
Durante d¨¦cadas el pa¨ªs crey¨® que la principal amenaza al bienestar y el desarrollo era el conflicto armado interno, hasta que descubri¨®, luego de los acuerdos de paz de La Habana con las Farc, que silenciaron los fusiles por un corto espacio de tiempo, que era la corrupci¨®n la causa de la mayor¨ªa de los males nacionales. Se calcula que 50 billones de pesos anuales se quedan en los bolsillos de los inescrupulosos. Lo grave es que no se coparon los territorios abandonados por las extintas Farc y se permiti¨® que nuevos actores armados ilegales los ocupar¨¢n y la guerra se reciclara con otros actores y la corrupci¨®n avanzara sin importar de qu¨¦ color pol¨ªtico es el inquilino de la Casa de Nari?o. Porque la corrupci¨®n no tiene ideolog¨ªa, ni respeta banderas partidistas. Robar, por desgracia, es un verbo que se conjuga sin talanqueras ¨¦ticas en gobiernos de derecho o izquierda.
Y el Gobierno Petro que lleg¨® con la bandera de la lucha contra la corrupci¨®n, ha ca¨ªdo en el terreno fangoso de la falta de transparencia de altos funcionarios que no han temido llevarse por delante la imagen de su jefe, boicoteando el ¨ªmpetu reformista de la administraci¨®n, bloqueando la agenda legislativa y metiendo a la izquierda en el mismo costal de la derecha, ampliando el partido de los arrepentidos por votar por la izquierda.
Los esc¨¢ndalos de la UNGRD, son hoy el insumo que alimenta el discurso de una derecha radical que intenta minar el futuro del Gobierno nacional y etiquetarlo como el m¨¢s corrupto de la historia. Los carrotanques de la UNGRD han atropellado de frente a las cabezas del Congreso de la Rep¨²blica y a una treintena de congresistas, cuyos nombres se espera conocer muy pronto. La demolici¨®n llega hasta el Partido Verde, que ha visto desmoronar su representaci¨®n en la Casa de Nari?o y salir por la puerta a su referente ¨¦tico, el profesor Antanas Mockus, y a una de las dirigentes pol¨ªticas m¨¢s pol¨¦micas y combativas de los ¨²ltimos a?os, y segura aspirante presidencial, la exalcaldesa Claudia L¨®pez, quien hoy es blanco de todo tipo de ataques por su supuesto oportunismo pol¨ªtico y su permanente cambio de discurso para llegar al poder.
Todo cuanto sucede hoy alrededor de los graves casos de corrupci¨®n, tanto en la pasada campa?a presidencial, como en el actual Gobierno, es una prueba de fuego a la nueva Fiscal, quien lleg¨® con un mandato de sanear la entidad del virus opositor y pendenciero que dej¨® su ¨²ltimo director. Y se espera que la anunciada reforma a la justicia llegue en la pr¨®xima legislatura para surtir el viacrucis del tr¨¢mite respectivo, permiti¨¦ndole al ministro de Justicia lucirse y dejar huella.
El presidente Petro ha dicho al respecto que espera que esa reforma simplifique los procesos, acerc¨¢ndolos a la verdad y no a la venganza. ¡°No creemos en una justicia vengativa, creo que eso solo reproduce las condiciones de la violencia en Colombia. Porque si se establece la verdad judicial, pues la justicia es eficaz, esos son sin¨®nimos los dos conceptos. Y la verdad judicial trae aparejada la restauraci¨®n de la v¨ªctima¡±, expres¨® sobre el proyecto a la justicia.
No se conoce a¨²n el texto de ese proyecto de reforma y qu¨¦ tanto significar¨¢ en la lucha contra la corrupci¨®n. Un Gobierno que se eligi¨® enarbolando la bandera de la justicia debe convertir la lucha contra la corrupci¨®n en eje de la transformaci¨®n de la sociedad. No hacerlo es condenarse a caer en el vac¨ªo de los discursos inanes y permitir que en las pr¨®ximas elecciones pesen m¨¢s en las urnas los carrotanques de la miseria humana que compraron Olmedo y Sydner, y no las ejecutorias del cuatrienio y las promesas por venir de un posible nuevo gobierno de izquierda. No es imposible que Petro deje su sucesor, solo basta recordar que a pesar la cat¨¢strofe ¨¦tica que signific¨® la gesti¨®n del desaparecido Samuel Moreno como alcalde de Bogot¨¢, la ciudad eligi¨® a Petro como su sucesor. Y de ah¨ª salt¨® a la Presidencia.
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