Amante del vallenato y madre entregada: as¨ª era Stefanny Barranco, la v¨ªctima de feminicidio en el centro comercial Santaf¨¦
Los dos hijos de la mujer quedaron a cargo de los abuelos, que piden a las autoridades que se haga justicia
Entrelazados con un coraz¨®n, Stefanny Barranco se tatu¨® los nombres de ¡°los amores de su vida¡±: Santiago y Samuel, sus hijos. Era su ¨²nico tatuaje. La entrega a los ni?os de nueve y seis a?os era absoluta, cuenta Alonso Barranco, el padre de ella. Luego de un periodo de desempleo, hace pocos meses la mujer de 32 a?os hab¨ªa encontrado un trabajo estable, que le permiti¨® aspirar a ahorrar para comprar una casa. Eran el centro de su vida y por ellos fue que decidi¨® mudarse a kil¨®metros de su familia, buscando m¨¢s y mejores oportunidades. Dej¨® su Caribe natal para aprovechar su talento con las ventas en Bogot¨¢. Y lo logr¨®. Gracias a sus capacidades, en pocos meses ya estaba a cargo de un equipo. Para su pap¨¢, eso desencaden¨® la ira de su pareja, Iv¨¢n Jos¨¦ de la Rosa G¨®mez, quien al ver que ella ten¨ªa autonom¨ªa econ¨®mica y que cosechaba ¨¦xitos ¡ªy ¨¦l no¡ª, la mat¨®.
El talante de fuerza y sagacidad fue un distintivo de Stefanny desde su adolescencia. Barranco, aunque es un hombre de pocas palabras, resalta que su hija siempre fue una estudiante destacada, con las mejores notas. La peque?a Lulu, como le dec¨ªan sus amigas en el colegio por un aparente parecido con la protagonista de una tradicional tira c¨®mica, consigui¨® un trabajo de vendedora a los 14 a?os en un local de ropa en su pueblo, Malambo, a media hora al sur de Barranquilla. Desde entonces empez¨® a mostrar sus cualidades en el ¨¢rea comercial. Con ese trabajo, la hermana menor de dos hijos aportaba en su casa y ayudaba a su familia, de clase trabajadora. Esa solidaridad no cambi¨® jam¨¢s, se?ala su padre. ¡°Cuando yo no estaba bien, ella me ayudaba, y yo a ella¡±. Era su hija consentida.
Esa relaci¨®n estrecha con su hija le ha dado la fuerza para enfrentar la tragedia, cuenta Alonso mientras realiza el doloroso tr¨¢mite de reclamar el cuerpo de su hija en Medicina Legal, en Bogot¨¢. Despu¨¦s de que De la Rosa asesinara a Stefanny el pasado martes en el local donde ella trabajaba, Alonso vol¨® de emergencia a Bogot¨¢ para reclamar la custodia de sus dos nietos, hijos de la v¨ªctima y del victimario. ¡°Ella me dej¨® una responsabilidad muy grande, siempre vel¨® por el bienestar de sus hijos y yo voy a continuar con ello. Ese fue su legado¡± sostiene. Se le ve afectado, pero no llora, solo guarda silencios prolongados. ¡°Lo m¨¢s querido se me fue¡±, dice.
Katerine Garc¨ªa estudi¨® con Stefanny desde tercero de primaria hasta el ¨²ltimo a?o de bachillerato. Compart¨ªan el amor por el f¨²tbol del Junior de Barranquilla. Al igual que los familiares de su amiga, subraya su amor incondicional con sus hijos. Recuerda que la ¨²ltima vez que hablaron, hace un par de semanas, le manifest¨® que estaba feliz con su nuevo empleo. Garc¨ªa se refiere a ella con afecto. ¡°Me abri¨® las puertas de su casa cuando lo necesit¨¦¡±, evoca, y se le corta la voz. Sigue sin asimilar el asesinato de su amiga. ¡°Quiero que se haga justicia¡±, reclama.
En la familia Barranco recuerdan los domingos de almuerzos familiares. En los d¨ªas m¨¢s calurosos de Malamabo, el almuerzo se serv¨ªa en el solar junto a las hamacas. A Stefanny le gustaba el pescado y, a juicio de su pap¨¢, cuando lo preparaba le quedaba muy bueno. As¨ª, con un buen pescado, vallenato de fondo y charlas familiares, la recuerda Tatiana, una de sus primas m¨¢s cercanas. ¡°Tambi¨¦n le gustaban la salsa y la champeta¡±, detalla, y coincide con Alonso en que ¡°era muy alegre y extrovertida¡±. La ¨²ltima vez que se vieron fue hace unos meses en Barranquilla. Las dos estaban desempleadas, y buscaban oportunidades en otras ciudades. ¡°Ten¨ªa un mundo por delante¡±, cuenta Tatiana en una llamada desde Medell¨ªn.
Con la esperanza de su nuevo puesto, Stefy, como la llamaban cari?osamente, se hab¨ªa inscrito en un curso de t¨¦cnico comercial en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA). La idea era cualificarse, ascender y dar a sus hijos lo que ella no hab¨ªa podido tener: acceso a una universidad. Para su padre, ese objetivo es ahora su bandera. Con atisbos de nostalgia, enfatiza que ella buscaba siempre darle lo mejor a los ni?os. Tanto as¨ª que alguna vez rechaz¨® la ropa que sus abuelos le hab¨ªan comprado en un sitio de oferta. Para los peque?os ten¨ªa que ser siempre lo mejor. As¨ª le supusiera sudor y esfuerzo.
La violencia
¡°Yo no puedo estar donde est¨¢ Iv¨¢n porque me va a matar¡±, le dijo Stefanny a su prima Gina d¨ªas antes del feminicidio. La violencia a la que la somet¨ªa De la Rosa hab¨ªa llegado al que parec¨ªa ser su culmen el domingo antes del crimen. Ese d¨ªa Stefanny llam¨® a su padre y le dijo que esta vez iba en serio: se separar¨ªa del pap¨¢ de sus hijos. Le narr¨® que en medio de un ataque de celos, este le hab¨ªa cortado toda la ropa: la de trabajo, la de diario, la ropa interior. Alonso supo que ten¨ªa que ir por su hija, y plane¨® su viaje a Bogot¨¢ para el jueves. De la Rosa la mat¨® el martes.
Alonso afirma que De La Rosa es un psic¨®pata. Detalla que le enviaba por diferentes perfiles videos de violencia, que para ¨¦l no eran normales. Tambi¨¦n se?ala que en el barrio El Concorde, donde creci¨® Stefanny y donde se conoci¨® con De la Rosa, se comentaba que el hombre no duraba en sus empleos como guardia de seguridad porque robaba en ellos. Se lo hab¨ªa advertido a su hija, quien hasta ese domingo le hab¨ªa respondido que lo amaba.
Rememora a detalle c¨®mo se enter¨® del crimen. ¡°Recib¨ª una llamada a los 10 minutos de que la matara: ¡®Se?or Alonso, acaba de fallecer su hija, el marido la acaba de matar ac¨¢ en el trabajo¡±. Era una compa?era de Stefanny. Busca hilar algunas palabras para describir lo que pas¨® por su mente: ¡°No sab¨ªa qu¨¦ hacer, fue demasiado fuerte, sent¨ª como si perdiera el conocimiento¡±, explica.
Su esposa, Mar¨ªa Cecilia, est¨¢ destrozada y prefiri¨® encargarse de cuidar de los nietos, explica, mientras ¨¦l ha tenido que desenvolverse en una ciudad extra?a. Ha hablado con medios de comunicaci¨®n, con la Polic¨ªa, con la Fiscal¨ªa, con los abogados. ¡°Si no lo hago yo, nadie m¨¢s lo va a hacer¡±, dice, y afirma que est¨¢ empe?ado en buscar justicia y en hacer lo posible para que ¡°sus dos pedacitos de vida¡± sufran lo menos posible. Los ni?os se enteraron de la muerte de su madre mientras esperaban en un hogar de paso del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Se los cont¨® una psic¨®loga. Alonso manifiesta que la primera vez que cruzaron palabras no le dijeron nada, solo lloraban.
Cuatro d¨ªas despu¨¦s del crimen, el par de ni?os toma un vuelo a una nueva vida. Es la primera vez que ambos se suben a un avi¨®n y que viajan tan lejos sin su madre. Esta vez van de la mano de los padres de Stefy. Est¨¢n entusiasmados y el mayor habla mucho de c¨®mo ser¨¢ subirse en un ¡°bus que vuela¡±. El menor, m¨¢s t¨ªmido y dulce, se come un chicle porque le dijeron que as¨ª puede manejar mejor los nervios. Mar¨ªa Cecilia los mira una y otra vez. Dice que este ha sido el d¨ªa m¨¢s tranquilo de esta semana porque est¨¢ con ellos y lleva en su mano, orgullosa, los papeles de la custodia.
Al padre de la hija asesinada tambi¨¦n se le ve m¨¢s tranquilo ahora que lleva de la mano a sus nietos. No dice en voz alta nada relacionado con el feminicida, ni siquiera su nombre. Indignado asevera que ¨¦l no le ha dado respuestas ni ha mostrado arrepentimiento. En su opini¨®n, hasta la familia del hombre sab¨ªa que no era una buena persona. En la audiencia de legalizaci¨®n de la captura, que tuvo que hacerse mientras De la Rosa se recuperaba de las heridas que se infligi¨® en el pecho tras asesinar a Stefanny, se present¨® con un abogado de oficio.
Ese fue apenas el primer paso de un largo camino para buscar justicia. Alonso, en tono firme, se?ala que llegar¨¢ hasta el final. Por lo pronto, logr¨® trasladar el cuerpo de su hija a Barranquilla y llevarse a sus nietos. A la salida del ICBF, las psic¨®logas se despiden de los ni?os y los abrazan. El mayor les dice que vengan con ¨¦l. Todos r¨ªen. Alonso camina por los pasillos saturados del aeropuerto sin perder de vista a los peque?os que corren curiosos. ¡°?Qu¨¦ le parece mi nueva familia?¡±, pregunta. Por primera vez suelta una sonrisa de oreja a oreja.
Este lunes Alonso, Santiago y Samuel asistieron a las honras f¨²nebres de Stefanny. Sus vecinos, amigos y familia ya pudieron darle el adi¨®s que merec¨ªa. Falta la justicia.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S sobre Colombia y aqu¨ª al canal en WhatsApp, y reciba todas las claves informativas de la actualidad del pa¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.