Do?a Segunda, el tradicional piqueteadero de Bogot¨¢ que termin¨® en medio de una tormenta pol¨ªtica
Tras una sanci¨®n consistente en un cierre por no entregar la factura electr¨®nica obligatoria, el restaurante ha sido enmarcado como un humilde emporendimiento o como un emporio
¡°Con los delincuentes y mafiosos el Gobierno Petro es suavecito. Con los abuelos trabajadores, al contrario, es implacable. El cinismo del cambio¡±. El fuerte ataque al Ejecutivo es del senador opositor David Luna, un cr¨ªtico usualmente m¨¢s moderado. Se refer¨ªa a las im¨¢genes, difundidas en varios medios, de Segunda Fonseca, una campesina de 90 a?os que convirti¨® su venta de morcilla en la plaza de mercado del barrio 12 de octubre de Bogot¨¢ en un popular piqueteadero de comida popular colombiana: el lugar se llama, simplemente, Do?a Segunda. Visiblemente angustiada, la popular cocinera se lament¨® ante las c¨¢maras del cierre de su negocio por la Direcci¨®n de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN), por tres d¨ªas y por haber incumplido con la obligaci¨®n de emitir facturas electr¨®nicas a sus clientes. Destacando que no evade impuestos y da empleo a 14 personas, do?a Segunda argument¨® de ser una mujer mayor que no entiende de tecnolog¨ªa. ¡°Me causa mucho dolor y no entiendo por qu¨¦ me sacan por noticias si no estoy evadiendo impuestos, no estoy haci¨¦ndole mal al Gobierno [..] tenemos 14 personas a nuestro cargo y al cerrar no se le puede pagar el trabajo¡± dijo.
Para cr¨ªticos como Luna, lo ocurrido era un abuso de la poderosa burocracia estatal contra una humilde cocinera, una responsabilidad por dem¨¢s del Gobierno. El pasado jueves este diario visit¨® el restaurante y encontr¨® en el lugar a Enrique G¨®mez, cabeza del partido de derecha Movimiento Salvaci¨®n Nacional. Con su hijo y excandidato al concejo de la capital, Nicol¨¢s G¨®mez, grababan un video para sus redes sociales. ¡°Ese cuento de la DIAN es que ella no se ha sometido a la facturaci¨®n electr¨®nica es otro mecanismo de tortura que hoy est¨¢ poni¨¦ndole a los comerciantes (...) El problema para el comerciante peque?o es que la DIAN quiere que quien atiende la caja obtenga el correo electr¨®nico, la direcci¨®n, el tel¨¦fono, el celular y los nombres completos del comprador ¡ªy, si se lo permitimos, va a pedir el peso y si sufre de enfermedades cardiovasculares¡±, dice el antiguo aspirante presidencial.
Las respuestas han sido de diferente tono. El presidente Gustavo Petro recogi¨® el guante de Luna, y aument¨® la tensi¨®n. ¡°La ceguera de la oposici¨®n. Defendiendo gobiernos financiados por mafiosos¡±, respondi¨® en X. La DIAN emiti¨® un comunicado de prensa en tono m¨¢s t¨¦cnico, el d¨ªa del cierre. ¡°La evasi¨®n fiscal es un delito. Cuando las personas exigen la factura electr¨®nica en sus compras y pagos de servicios ayudan a combatirlo y a que Colombia tenga los recursos para mejorar la calidad de vida de sus habitantes¡±, se lee en ¨¦l. El subdirector de facturaci¨®n de la DIAN, Luis Hernando Valero, dijo en entrevista con Blu Radio que el cierre es una medida que se da tras un procedimiento. El primer paso es un aviso de alerta, si el comercio no lo atiende pasa a ser una multa, y solo si esta no se paga se realiza la clausura temporal. En lo corrido de 2024, afirma Valero, han hecho 119 cierres. Ninguno tan sonado como el de la nonagenaria cocinera, que representa a una Colombia popular y laboriosa. Pero cuyo negocio es m¨¢s manejado por sus hijos, y m¨¢s complejo de lo que se ve en las c¨¢maras o TikTok.
Un negocio familiar de m¨¢s de 60 a?os
La simpat¨ªa por do?a Segunda no es gratuita. Ten¨ªa cerca de 30 a?os cuando se par¨® por primera vez en la esquina de la plaza de mercado del barrio Doce de octubre, un sector popular de noroccidental de Bogot¨¢. Llevaba una olla con morcilla preparada por ella misma. Tuvo ¨¦xito, y gracias al voz a voz fue ganando clientela. En apenas meses, obtuvo lo suficiente para arrendar una habitaci¨®n en el barrio para vivir con sus hijos, y pas¨® a vender su morcilla en el pasillo. Al cabo de un a?o, un vecino le ofreci¨® arrendarle un local en la plaza de mercado, en la que es irremplazable y de la que nunca ha vuelto a salir.
V¨ªctor Manuel Camargo, de 64 a?os, y su esposa Elo¨ªsa Miso, son due?os de dos puestos de hortalizas en la plaza. ¡°Yo distingo a Do?a Segunda hace 60 a?os¡±, comenta Camargo a este diario. La recuerda preparando los alimentos ella sola. ¡°Hizo el primer negocio de fritanga en la plaza¡±, narra, y asegura que su ¨¦xito se debe a la amabilidad en su atenci¨®n y al sabor de su comida popular. El negocio inici¨® a mediados de la d¨¦cada de los sesenta, un tiempo de enorme y muy veloz crecimiento urbano gracias a migrantes como ella, que buscaban en la urbe los sabores de sus or¨ªgenes. Do?a Segunda logr¨® aprovechar esa tendencia.
Tambi¨¦n tuvo suerte. Su hija Rosa, de 63 a?os, recuerda que gan¨® un premio en el chance, una suerte de loter¨ªa popular, y con el dinero compr¨® un lote en el barrio Santa Isabel, m¨¢s hacia el sur y de clase media. All¨ª construy¨® una casa y logr¨® ubicar a todos sus hijos de manera m¨¢s c¨®moda. Pero el trabajo era fuerte, y colectivo. Do?a Segunda tuvo nueve hijos, de dos parejas que la dejaron sola. No dej¨® de trabajar ni cuando Pedro, el hijo mayor, muri¨® atropellado por una buseta. Los ocho restantes se fueron sumando al trabajo, por ejemplo, acompa?¨¢ndola en la ma?ana a un matadero cercano para comprar la carne de cerdo para preparar las morcillas. ¡°Nos llevaban al matadero a trabajar, ayud¨¢bamos a recoger la sangre. Siempre hemos estado en la lucha con ella¡± dice Rosa.
Pese al esfuerzo y al aumento en las ventas, el dinero no alcanzaba para una familia grande con un solo sost¨¦n. ¡°Yo ya hab¨ªa comenzado a estudiar, estaba en bachillerato, y le dije a mi mami que nos organiz¨¢ramos para ver qu¨¦ era lo que pasaba. Nos dimos cuenta de que en el matadero nos cobraban dos veces las facturas. Organic¨¦ los papeles y las cuentas, y empezamos a progresar¡±, explica la hija. Narra que su hermana Mercedes, la hija mayor, poco a poco fue tomando las riendas del negocio, al punto de convertirse en la otra jefa del restaurante y que a¨²n hoy atrae visitantes en la plaza.
El ¨¦xito estall¨® hace relativamente poco, ya con todos los hijos adultos. Rosa cuenta que hace una d¨¦cada el Instituto para la Econom¨ªa Social, que maneja las plazas de mercado de Bogot¨¢, les solicit¨® detener las ventas en el local, pues expon¨ªa los alimentos en la calle. Esta alerta los llev¨® a comprar una casa de tres pisos ubicada justo al frente. La adaptaron para ampliar el negocio, y hoy recibe a diario a cientos de personas que buscan la tradicional dieta de morcilla, pl¨¢tano, papa, h¨ªgado y chicharr¨®n. En otro local venden embutidos congelados, y tiene otra casa m¨¢s, donde preparan la comida.
A la cabeza de ese peque?o emporio sigue la infatigable do?a Segunda, quien cumplir¨¢ 90 a?os en octubre. Visita los locales todos los d¨ªas para supervisarlos. Se sienta en una banca frente al local donde Rosa vende la comida congelada y desde all¨ª ofrece cajas con comida, dinero o ropa a quienes pasan pidiendo dinero. Sus hijos y varios vecinos de la plaza coinciden en que tambi¨¦n es quien dona las flores a la iglesia del barrio y a la virgen que hay en la plaza. ¡°Mi mami nos ayud¨® a todos los hijos a tener nuestro apartamento. Ella siempre ha sido muy generosa¡±, dice su hija, quien explica c¨®mo reparten las ganancias: cada hijo se queda con las de un d¨ªa de la semana, y la madre con las de los fines de semana.
Un negocio de toda una familia
Miguel Fonseca, de 56 a?os, es el hijo m¨¢s alegre de do?a Segunda, seg¨²n sus familiares. Como ellos, participa en el funcionamiento de los locales. Es el encargado de supervisar la cantidad de cerdo que compran, hace domicilios y tambi¨¦n cocina. Fonseca explica a este diario que el cierre de la DIAN se debi¨® a que su contadora no pas¨® a tiempo un documento a la entidad, en el que asegura que todo estaba en orden. ¡°Hay gente diciendo que evadimos impuestos, que no le pagamos a los empleados o que no los tenemos afiliados a la salud y seguridad social. Eso es mentira¡± asegura. Este diario se acerc¨® a dos de los empleados que no son familiares de do?a Segunda, y los dos explican que les pagan un salario m¨ªnimo (unos 313 d¨®lares), les reconocen extras si trabajan fuera del horario laboral, tienen uno o dos d¨ªas de descanso a la semana y est¨¢n afiliados a la seguridad social. En suma, que todo est¨¢ en regla.
Mercedes, la hija que es la segunda al mando, atiende la caja al medio d¨ªa de este jueves. No entrega la factura electr¨®nica y le pide ayuda para ello a una auxiliar de la cocina. ¡°La DIAN sabe que estamos en una contingencia tributaria¡±, responde la empleada, pidi¨¦ndole que se despreocupe. Lo que Mercedes entrega es una factura tradicional, con instrucciones de escribir a un correo en caso de que desee el documento electr¨®nico. Sebasti¨¢n Fonseca, biznieto de 31 a?os de do?a Segunda, asegura que esperan recibir en pocos d¨ªas el software especializado para expedir la factura electr¨®nica autom¨¢tica. ¡°Mientras tanto, a vuelta de correo la enviamos en dos o tres d¨ªas. Eso lo autoriza la DIAN¡±, dice. La entidad no respondi¨® las consultas de este diario sobre el particular y otros asuntos.
Raquel Pineda, de 54 a?os, es la due?a de la tienda vecina al restaurante Do?a Segunda. Asegura que se vio afectada por el cierre. ¡°Nosotros vendemos por ella¡±, dice. Cuenta que decidi¨® no abrir el domingo ni el lunes en la ma?ana, con Do?a Segunda sellado, pues son personas que compran el almuerzo all¨ª quienes pasan a su tienda por una gaseosa, cerveza o jugo. Camargo, el otro vecino, cuenta que el fin de semana que Do?a Segunda estuvo cerrado, de desplomaron sus ventas. ¡°Definitivamente, la que mueve todo aqu¨ª es Do?a Segunda¡±, concluye.
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