El Brasil de Lula celebra ¡°la victoria de la democracia sobre el autoritarismo¡± al a?o del asalto a Brasilia
Los gobernadores aliados de Bolsonaro se ausentan del acto por el primer aniversario del intento de golpe
Gran parte del Brasil institucional se ha reunido este lunes en una de las escenas del crimen para conmemorar el primer aniversario del intento de golpe perpetrado por miles de bolsonaristas en Brasilia. A la misma hora a la que el 8 de enero de 2023 una turba arrasaba con vidrieras, obras de arte y despachos en las sedes de los tres poderes mientras se hac¨ªa selfies y reclamaba una intervenci¨®n militar, el Senado celebraba un a?o m¨¢s tarde que venci¨® la democracia y repudiaba el asalto en una solemne ceremonia presidida por Luiz In¨¢cio Lula da Silva. ¡°Hoy celebramos la victoria de la democracia sobre el autoritarismo¡±, ha dicho Lula.
El presidente quer¨ªa repetir la imagen de unidad nacional que logr¨® al d¨ªa siguiente del ataque, pero los aliados pol¨ªticos de su antecesor, Jair Bolsonaro, se lo han impedido. Al acto han faltado, con excusas varias, los gobernadores afines al ultraderechista. S¨ª han acudido los jefes de las Fuerzas Armadas.
El presidente brasile?o ha instado a sus compatriotas a evitar triunfalismos: ¡°Salvamos la democracia, pero la democracia hay que cuidarla todo el santo d¨ªa¡±. Tambi¨¦n ha recordado su propia historia diciendo que, solo en democracia, un metal¨²rgico como ¨¦l pudo llegar a la Presidencia de la Rep¨²blica. ¡°Tras perder tres elecciones¡±, ha apostillado. A los jueces les ha reclamado castigos ejemplares para los responsables. Para Lula, eso deber¨ªa incluir a Bolsonaro, por orquestar la asonada. El presidente del Tribunal Supremo, Luis Roberto Barroso, ha sentenciado que los golpistas ¡°no pasaron y no pasar¨¢n¡±.
La moment¨¢nea unidad en defensa de la democracia y las instituciones exhibida inmediatamente despu¨¦s de aquel asalto que emul¨® al del Capitolio de Washington ha dado paso, un a?o despu¨¦s, al Brasil polarizado de los ¨²ltimos tiempos. Con la vista puesta en las elecciones municipales de finales de a?o, los pol¨ªticos cercanos al expresidente ultraderechista quieren ser vistos claudicando ante rivales o traicionando a su l¨ªder Bolsonaro.
Tambi¨¦n han participado en la ceremonia, bautizada como Democracia inquebrantable, los jueces del Tribunal Supremo, el presidente del Senado y los gobernadores aliados al Gobierno. A ¨²ltima hora anul¨® su presencia el presidente de la C¨¢mara de Diputados, Artur Lira, de la ¨®rbita de Bolsonaro, alegando problemas de salud en la familia; el opositor m¨¢s poderoso, el gobernador de S?o Paulo, Tarcisio de Freitas, dej¨® claro desde el principio que no pensaba adelantar su regreso de unas vacaciones navide?as en Europa.
Otros gobernadores tampoco han querido interrumpir sus d¨ªas de asueto para asistir a un acto que consideran politizado por Lula. Bolsonaro, que el d¨ªa del asalto estaba en EEUU, ha vivido el primer aniversario lejos de la capital, en R¨ªo de Janeiro.
Ni siquiera en el Brasil institucional existe consenso sobre los fines o la trascendencia de la multitudinaria invasi¨®n de las bellas sedes de la Presidencia, el Congreso y el Tribunal Supremo, dise?adas por el arquitecto Oscar Niemeyer. Culminaban las protestas de miles de brasile?os durante dos meses convencidos de que la victoria de Lula era un fraude.
Mientras Lula, sus aliados pol¨ªticos y el Tribunal Supremo lo consideran una maniobra golpista para arrebatar el poder al primero, los opositores al presidente le restan importancia. Para ellos, fue vandalismo puro lo que caus¨® graves da?os materiales pero no pretend¨ªa quebrar el orden constitucional. Y en cualquier caso, incluso si lo pretendi¨®, fracas¨® en el intento.
El juez del Supremo Alexandre de Morais ¡ªal que el bolsonarismo considera su bestia negra¡ª y que este fin de semana revel¨® que entre los planes de los golpistas estaba ahorcarlo en la plaza de los Tres Poderes ha clamado ¡°contra la impunidad, el apaciguamiento y el olvido¡±.
El Tribunal Supremo ha castigado a 30 de los autores materiales del asalto, a los que ha condenado a penas hasta de 17 a?os, por delitos como abolici¨®n violenta del Estado de derecho. Mientras, polic¨ªas y jueces a¨²n investigan a los supuestos instigadores ¡ªincluido Bolsonaro¡ª y a los financiadores. Este mismo lunes la polic¨ªa ha ordenado una detenci¨®n y m¨¢s de 40 registros relacionados con el caso. La polit¨®loga Camila Rocha destaca en su columna de Folha de S.Paulo que, entre los condenados, hay una cocinera o un repartidor que llevaba una navaja pero todav¨ªa ¡°ning¨²n pol¨ªtico, pol¨ªtico militar o gran empresario¡±.
De los dos mil detenidos aquellos d¨ªas, unos mil fueron procesados y 66 siguen encarcelados. Centenares pasaron entraron en la c¨¢rcel, todo un shock para estos brasile?os de la clase media blanca que se cre¨ªan impunes. Muchos acusados est¨¢n en prisi¨®n domiciliaria, con tobillera electr¨®nica y la prohibici¨®n de usar redes sociales.
La ceremonia se ha celebrado bajo fuertes medidas de seguridad. Nada que ver con la situaci¨®n de un a?o atr¨¢s, cuando miles de manifestantes marcharon desde el Cuartel General del Ej¨¦rcito, donde estaban acampados reclamando una intervenci¨®n que impidiera a Lula asumir el poder, hasta la plaza de los Tres Poderes. Los agentes de la Polic¨ªa los escoltaron por el camino y despu¨¦s les permitieron ignorar las barreras de seguridad e invadir sin esfuerzo el palacio presidencial de Planalto, el Supremo y las dos C¨¢maras parlamentarias. Causaron destrozos valorados en 24 millones de reales (cinco millones de d¨®lares, 4,5 millones de euros).
Para neutralizar a los asaltantes, Lula orden¨® la intervenci¨®n de la seguridad de Brasilia, del Distrito Federal, y coloc¨® a un alto funcionario como interventor. Este y el entonces comandante jefe del Ej¨¦rcito, el general Julio C¨¦sar de Arruda, protagonizaron uno de los momentos m¨¢s tensos y delicados de aquella noche. Restaurado el orden, el reci¨¦n nombrado interventor, Ricardo Capelli, n¨²mero dos del Ministerio de Justicia, acudi¨® al Cuartel General del Ej¨¦rcito acompa?ado de varios ministros cercanos a Lula. Su intenci¨®n era que el campamento fuera desmantelado. Capelli ha revelado ahora el inquietante di¨¢logo con el general:
-El jefe del Ej¨¦rcito al interventor civil: ¡°?Usted va a entrar aqu¨ª con hombres armados sin mi autorizaci¨®n?
-He venido a informarle.
-Yo tengo un poquito m¨¢s de hombres que usted, ?no?
Tras un duro intercambio y una negociaci¨®n, la operaci¨®n policial qued¨® pospuesta para el d¨ªa siguiente al amanecer. Para entonces, buena parte de los acampados, entre los que proliferaban militares y sus familias, ya se hab¨ªan ido.
Ese d¨ªa del a?o pasado, mientras la polic¨ªa deten¨ªa a los golpistas que quedaban en el Cuartel General de Brasilia, el equipo de conservaci¨®n del Congreso regresaba, junto a las brigadas de limpieza, a unos edificios arrasados. Recogieron cada pedacito del patrimonio destruido. ¡°No sab¨ªamos ni por d¨®nde empezar¡±, dice Maria das Grutas Carvalho e Silva poco antes de que empiece el acto de aniversario en el Senado. Al lado, una vitrina con fragmentos de un jarr¨®n rojo regalado por un jerarca del Partido Comunista chino, parte de una exposici¨®n sobre la restauraci¨®n de lo da?ado. Entre otros objetos, un bal¨®n del Santos que el ladr¨®n devolvi¨® intacto a los 20 d¨ªas en una comisar¨ªa a miles de kil¨®metros, en Sorocaba (S?o Paulo).
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