El ojo que todo lo ve: la psic¨®loga que acompa?a a los negociadores cuando hay un secuestro en R¨ªo de Janeiro
La veterana profesional asesora sobre el terreno desde hace una d¨¦cada a los polic¨ªas de la tropa de ¨¦lite en crisis con rehenes

Hace 25 a?os, Brasil qued¨® en shock ante el secuestro de un autob¨²s municipal de R¨ªo de Janeiro. El secuestrador tom¨® a una decena de rehenes armado con un rev¨®lver. Tras unas largu¨ªsimas cinco horas rodeado, la polic¨ªa intent¨® abatirle, pero el francotirador err¨® el disparo, que roz¨® a una de las rehenes. Acto seguido, el secuestrador la mat¨® a quemarropa dispar¨¢ndole por la espalda. Todo lo que pod¨ªa salir mal, sali¨® mal (el agresor ni siquiera lleg¨® a una comisar¨ªa, fue asfixiado en el coche policial).
La tragedia del autob¨²s de la l¨ªnea 174, un n¨²mero grabado a fuego en la memoria colectiva de la ciudad, se asumi¨® como un fracaso rotundo de las fuerzas de seguridad. A partir de ah¨ª los equipos se profesionalizaron y se crearon nuevos protocolos de seguridad para que las negociaciones terminen con final feliz. Desde entonces, ninguna incidencia de ese tipo ha terminado con la muerte de un reh¨¦n. Una de las principales novedades fue la incorporaci¨®n de psic¨®logas (hasta ahora siempre han sido mujeres) en los equipos policiales de intervenci¨®n t¨¢ctica.
¡°Aquello marc¨® un antes y un despu¨¦s¡±, recalca en una entrevista la militar Alexandra Vicente, la psic¨®loga que desde hace m¨¢s de una d¨¦cada acompa?a a los negociadores cuando hay un caso de especial peligrosidad que los agentes ordinarios no consiguen resolver. Puede ser un padre de familia amenazando con asesinar a un pariente, una toma de rehenes en un bus, un ladr¨®n atrincherado en un banco o un suicida armado, por ejemplo. Cuando algo de esto ocurre, la polic¨ªa militar moviliza el Batall¨®n de Operaciones Especiales, el temido Bope, un cuerpo de ¨¦lite m¨¢s conocido y a menudo criticado por sus violentas operaciones contra el narcotr¨¢fico.

En su despacho en la sede del Bope, un enorme cuartel pegado a una favela en lo alto de una colina, la psic¨®loga Vicente, polic¨ªa militar de carrera, explica que en la mayor¨ªa de pa¨ªses, por precauci¨®n, la negociaci¨®n se hace por tel¨¦fono. En Brasil, en cambio, es cara a cara. Los polic¨ªas lo prefieren, creen que, por motivos culturales, es mucho m¨¢s efectivo. Al escenario de la incidencia llegan r¨¢pidamente al menos dos negociadores, varios francotiradores y ella, la psic¨®loga.
Su principal misi¨®n ser¨¢ trazar una especie de perfil psicol¨®gico del agresor, pero teniendo en cuenta que todo puede cambiar en cuesti¨®n de minutos. ¡°En realidad lo que eval¨²o es el potencial de violencia; lo que est¨¢ diciendo, c¨®mo lo dice, el tono de voz, si cuando habla el cuerpo concuerda con lo que dice¡¡±.
Durante la negociaci¨®n, Vicente est¨¢ atenta a todo para comunicarlo a los negociadores. Entender, por ejemplo, si el secuestrador es una persona con un desequilibrio emocional puntual o un enfermo mental puede cambiar r¨¢pidamente el rumbo de la conversaci¨®n. Pero se mantiene en la retaguardia, vestida de paisano, invisible a los ojos del protagonista de la escena. No est¨¢ all¨ª para hablar con ¨¦l. ¡°No es el momento de hacer terapia. A veces piden un psic¨®logo, pero entonces le decimos: si quieres, sal de ah¨ª, bebe un vaso de agua, te calmas y te llevamos¡±.

M¨¢s all¨¢ de estar pendiente del delincuente, Vicente tiene que ser el ojo que todo lo ve: atenta a si el negociador est¨¢ cansado y empieza a flaquear y a cualquier detalle en el ambiente que aporte informaci¨®n. Ocurri¨®, por ejemplo, en marzo del a?o pasado, cuando un hombre tom¨® a 16 rehenes dentro de un autob¨²s en la principal estaci¨®n de R¨ªo. Cuando la polic¨ªa preparaba el cord¨®n de seguridad previo a la negociaci¨®n, el secuestrador dio un tiro al aire: ¡°Ah¨ª lo tuve claro, le dije a mi compa?ero: tenemos que ir ahora, nos est¨¢ llamando, quer¨ªa empezar a hablar¡±, recuerda la psic¨®loga. Tard¨® tres horas en entregarse y los pasajeros del bus fueron liberados con vida, aunque antes de que llegara la polic¨ªa hiri¨® a dos de ellos.
Vicente tambi¨¦n se encarga de evaluar r¨¢pidamente a las ¡°personas ben¨¦ficas¡±, como llaman a las personas que los ¡°causador del evento cr¨ªtico¡± (otro tecnicismo) exigen para seguir negociando: a veces es un familiar, una exnovia, una profesora de la infancia. La polic¨ªa tiene la dif¨ªcil misi¨®n de encontrarlos y llevarlos a la escena del crimen en cuesti¨®n de minutos, pero es ella es la encargada de decidir si la persona est¨¢ apta o si su presencia all¨ª ser¨¢ contraproducente. Con personas armadas que amenazan con suicidarse, por ejemplo, esa opci¨®n se descarta casi siempre. ¡°Por mucho que pida ver a su madre no vamos a traer a su madre. No sabemos si va a querer matarse delante de ella¡±, resume.
La veterana profesional confiesa que los casos de personas que buscan quitarse la vida son los que m¨¢s le impactan, porque en general hay menos margen de maniobra. En muchos casos son polic¨ªas. De hecho, Vicente trabaja desde hace a?os en grupos de prevenci¨®n de suicidio dentro de la corporaci¨®n. Es otra de sus tareas, fuera de las horas de adrenalina en las negociaciones. Ella cuida de la salud mental de los 200 polic¨ªas que trabajan en el Bope, casi siempre expuestos a escenas de violencia extrema y con la posibilidad de morir integrada en la rutina diaria.
En su sala de trabajo tiene unas sillas en c¨ªrculo para las conversaciones en grupo, un peque?o sof¨¢ y una mesa con elementos que ayudan a destensar y romper el hielo: revistas, un cubo de Rubik y un ajedrez. Vicente asegura estar enamorada de su trabajo, pero confiesa que hay d¨ªas que no da abasto, como cuando en su salita se presentaron 40 polic¨ªas destrozados, reci¨¦n llegados del entierro de un compa?ero. Uno de sus colegas se deshace en elogios a su labor, pero se pregunta algo recurrente en estos casos: ?qui¨¦n cuida de quien cuida? Vicente sonr¨ªe y asegura que hace terapia desde hace 30 a?os. Adem¨¢s, dice estar muy contenta porque ha retomado una de sus pasiones, el baloncesto.
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