Campa?a sucia en Argentina
La actual es la campa?a electoral m¨¢s sucia desde el retorno de la democracia. Estas ¡®operetas¡¯ nos llevan a veces a olvidar lo esencial: exigirles a los candidatos que digan qu¨¦ propuestas tienen para revertir nuestros problemas
Todav¨ªa no termin¨®, pero los argentinos ya podemos afirmarlo sin mayores dudas: esta es la campa?a electoral m¨¢s sucia desde el retorno de la democracia en 1983. Un logro pat¨¦tico para una contienda que ya ven¨ªa signada por la chatura de los principales candidatos, la falta de propuestas consistentes y la carencia de una visi¨®n de futuro com¨²n para el pa¨ªs.
Los ejemplos se acumulan. Abarcan desde la difusi¨®n de las fotos del jefe de gabinete de la provincia de Buenos Aires ¨Cel distrito m¨¢s populoso del pa¨ªs- a bordo del yate Bandido con una escort, a la filtraci¨®n de mensajes de audio del eventual ministro de Econom¨ªa si gana Patricia Bullrich. Y, tambi¨¦n, la confirmaci¨®n de la existencia de una operaci¨®n de inteligencia ilegal en marcha contra los principales equipos de campa?a.
Esos no son, sin embargo, los ¨²nicos hitos de una campa?a deslucid¨ªsima. Tambi¨¦n circula por plataformas digitales como Telegram y WhatsApp un video ¨ªntimo de una figura electoral con una persona que no es su pareja. E infinidad de audios y fotos y noticias falsas que buscan desgastar a los candidatos rivales, sin detenerse a pensar que as¨ª tambi¨¦n desgastan el concepto mismo de la democracia.
Por supuesto que Argentina registra episodios oscuros en contiendas del pasado reciente. All¨ª est¨¢n, para la infamia, la opereta que en 2009 impuls¨® el kirchnerismo contra el candidato opositor Francisco de Narv¨¢ez para pegotearlo con el narcotr¨¢fico. O, cuatro a?os antes, otra opereta kirchnerista contra Enrique Olivera, un alfil de la opositora Lillita Carri¨®, al que acusaron, falsamente, de ocultar dos cuentas bancarias en Suiza. Sin olvidar, tampoco, las tareas ilegales que desarroll¨® la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) para espiar a los rivales electorales de Mauricio Macri, de la oposici¨®n y dentro de Juntos por el Cambio.
La diferencia, sin embargo, es que aquellos fueron episodios oscuros, pero hasta cierto punto epis¨®dicos, mientras que esta contienda electoral pasar¨¢ a los libros de historia por su suciedad generalizada. Las trapisondas alcanzan a los equipos del libertario Javier Milei, de los dos precandidatos a la Presidencia de Juntos por el Cambio, Bullrich y Horacio Rodr¨ªguez Larreta, del gobernador Axel Kicillof, quien sonaba como posible aspirante a la Casa Rosada, y de otros varios candidatos a todo tipo de cargos electivos, intendentes incluidos.
Llegado este punto, aclaremos un punto sustancial: aqu¨ª no hablamos de campa?as negativas, sino de campa?as sucias. Son muy diferentes. Una campa?a negativa significa lanzar una acusaci¨®n frontal contra un rival, dando la cara y basado en datos reales. Ejemplo: el candidato A acusa en un spot televisivo al candidato B de esconder una condena judicial por evasi¨®n tributaria y muestra una copia de la sentencia judicial.
Muy distinta es una campa?a sucia. Ejemplo: el candidato A le paga en las sombras a periodistas o influencers para que difundan mentiras contra el candidato B con el ¨²nico prop¨®sito de restarle votos y, en lo posible, captarlos para s¨ª.
En ese sentido, Gast¨®n Douek y Fernando Cerimedo son apenas dos de los much¨ªsimos consultores argentinos que amasan fortunas movi¨¦ndose, en t¨¦rminos futbol¨ªsticos, siempre al borde del offside y rogando que el VAR no los atrape. La diferencia es que ambos ¨Cque acumulan experiencia y controversias en Brasil, M¨¦xico y otros pa¨ªses¨C al menos han reconocido p¨²blicamente que, por ejemplo, recurren a granjas de trolls en las redes sociales, entre otras herramientas para defender a sus clientes y atacar a sus rivales. Pero muchos otros contratistas permanecen en las sombras, dispuestos como sicarios.
Llegados a este punto, amerita plantear otra salvedad: Argentina no est¨¢ sola en el lodazal. Las elecciones presidenciales en Brasil marcaron un hito en la historia del oprobio electoral, con noticias falsas que alcanzaron niveles nunca antes vistos. Del mismo modo que tambi¨¦n podr¨ªamos citar ejemplos vergonzosos registrados en las ¨²ltimas campa?as que se desarrollaron en Colombia, Chile, Per¨², Paraguay, Espa?a y otros pa¨ªses de Iberoam¨¦rica.
En Argentina, una particularidad acaso ayude a explicar por qu¨¦ este a?o result¨® tan sucio. Esta es la primera elecci¨®n desde 1983 que tres candidatos tienen probabilidades ciertas de ganar, a diferencia de lo que pas¨® en las nueve contiendas anteriores, cuando la puja se dirimi¨® entre dos postulantes, como mucho, ya que tres de ellas resultaron casi un paseo para Carlos Menem y Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner.
Semejante reguero de suciedad nos obliga, pues, a plantearnos varias preguntas. ?Por qu¨¦ se lanza una campa?a sucia? ?Buscan eclipsar con mentiras alguna verdad inc¨®moda? ?A qui¨¦n se ataca y por qu¨¦ lo atacan? ?Qui¨¦n puede estar detr¨¢s de esa campa?a? ?Qui¨¦n la difunde? ?D¨®nde y c¨®mo se difunde? Y lo m¨¢s importante, ?qui¨¦n se beneficia con ese ataque?
Otro dato no menor de estas operetas y carpetazos, como llamamos en Argentina a las acusaciones basadas en medias verdades, mentiras completas y m¨¦todos ilegales como escuchas telef¨®nicas y c¨¢maras ocultas, es que las campa?as sucias nos llevan a veces a olvidar lo esencial: exigirles a los candidatos que digan qu¨¦ propuestas concretas, s¨®lidas y consistentes tienen para revertir nuestros problemas. Con m¨¢s de 140% de inflaci¨®n anual, estancamiento econ¨®mico y m¨¢s del 40% de los argentinos sumidos en la pobreza, ?qu¨¦ planean para revertirlo?
Los argentinos iremos a las urnas este domingo. Y acaso debamos votar otra vez el 19 de noviembre si un balotaje resulta necesario. Ojal¨¢ que, m¨¢s all¨¢ de las bajezas que circulan o que puedan surgir durante los pr¨®ximos d¨ªas, los votantes nos enfoquemos en las propuestas de cada candidato. Esas mismas propuestas sobre las que conocemos los enunciados y poco m¨¢s, incluso tras dos debates en que sobraron las frases vac¨ªas. Pero ese es otro cantar.
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