Imagino un pa¨ªs que no va a existir nunca
Mientras ocurr¨ªan las votaciones, mientras ocurr¨ªan las campa?as, los juicios a los dictadores, las reparaciones hist¨®ricas y las marchas por el Nunca M¨¢s, nosotras, las travestis, est¨¢bamos a la intemperie
Los 40 a?os de democracia en Argentina implican un pu?ado de afectos que me hacen dif¨ªcil hablar, poner en discusi¨®n, incluso escribir sobre ello. Se supone que deber¨ªan recibir una columna de opini¨®n alegre o al menos esperanzadora pero hace mucho tiempo que la alegr¨ªa se retir¨® y la esperanza dej¨® de ser literaria. No niego que cuando escucho a la gente llamar ¡°la fiesta de la democracia¡± al d¨ªa de las elecciones, imagino esos cumplea?os tristes que se celebran por obligaci¨®n y con muy poco presupuesto. Votar es festejar, dicen, y no se me ocurre un festejo m¨¢s amargo. Ese d¨ªa, una va a un colegio gris, en el que, por lo general, no hay ni una planta y entra en las aulas que sirven de cuarto oscuro, aunque la oscuridad no disimule las paredes descascaradas ni oculte los patios secos donde los ni?os juegan en el recreo. En esa aula se elige entre lo que creemos lo menos peor de todo el abanico pol¨ªtico que se candidatea y esa es la disputa sobre qu¨¦ tipo de mundo queremos. A esa disputa, alguien la bautiz¨® ¡°la grieta¡± y es la que ha dado lugar a un deterioro de esta celebraci¨®n que tiene cada vez menos invitados.
Imagino un pa¨ªs que no va a existir nunca, mi utop¨ªa ¨ªntima en la que cabe una idea de justicia que no admite abusos ni matones. Un pa¨ªs en el que no andamos gru?¨¦ndonos los unos a los otros. Pero ese pa¨ªs no tiene lugar en este, el que cumple 40 a?os de democracia como un r¨¦cord aciago y una advertencia de que siempre se puede estar peor. Ya saben, todav¨ªa hay abuelas buscando a sus nietos, todav¨ªa las picanas queman los recuerdos de los detenidos ilegalmente, todav¨ªa se amenaza con la vuelta de los militares para limpiar este pa¨ªs de un falso comunismo o de una falsa ideolog¨ªa de g¨¦nero. Todav¨ªa te citan a Videla cuando quieren decirte que en alg¨²n momento te va a tocar la muerte por ser quien sos. Tengo miedo, como puede tenerlo cualquiera de ustedes, a ese fantasma que son las dictaduras latinoamericanas y que recuerdan el robo de beb¨¦s, los desaparecidos pudri¨¦ndose en la tierra, las personas arrojadas vivas desde helic¨®pteros a un lago que abastece de agua potable a mi ciudad. A pesar de ese miedo, no puedo decir que la democracia haya llegado a todos los argentinos por igual. Mientras escribo esto, seguramente alg¨²n polic¨ªa descarga su rabia contra un adolescente en una villa miseria, un ind¨ªgena est¨¢ siendo cada vez m¨¢s despose¨ªdo o una empresa extranjera est¨¢ contaminando un r¨ªo con el verso del progreso.
Frente a una Madre de Plaza de Mayo, frente a una sobreviviente a un centro de detenci¨®n, frente a un exiliado, una comprende que los 40 a?os de democracia sean una celebraci¨®n. Perm¨ªtanme preguntarles si creen que la democracia y su libertad y sus derechos, tocaron a todos por igual o hay algunos a los que apenas rozaron. De entre todo ese grupo de gente, escribo sobre m¨ª y tambi¨¦n sobre muchas amigas travestis.
Escribo esta contradicci¨®n, este rencor que se gest¨® entre los noventa y los primeros 15 a?os del segundo milenio, en las huidas de la polic¨ªa, en los insultos en la calle, en el desgaste continuo por el acoso de una sociedad a la que no se le hab¨ªa puesto un l¨ªmite. Era necesario detener el maltrato que recib¨ªamos incluso ya bien entrada la democracia, incluso 20 a?os atr¨¢s, diez a?os atr¨¢s. Como entiendo que la escritura no perdona, d¨¦jenme hablar desde este lugar poco feliz.
Ya dije que tengo miedo de cualquier otro sistema pol¨ªtico que no sea este. Pero como ese miedo no puede existir solo como miedo, lo convierto en una pregunta que hago a otras travestis pero tambi¨¦n a ustedes. Esta pregunta es: ?nosotras festejamos tambi¨¦n 40 a?os de democracia? Esta pregunta arroja otra: ?no somos nosotras, las que vivimos antes de la ley de identidad de g¨¦nero, quienes vimos a la democracia torturar nuestros cuerpos, perseguirnos, acosarnos, poner a la sociedad en nuestra contra? Los delitos cometidos en democracia por ¡°las fuerzas del orden¡± contra las travestis, ?no son cr¨ªmenes de lesa humanidad? ?Cu¨¢ndo nos lleg¨® la democracia a las travestis?
Esto no quiere decir que no sepa el valor de una vida que se puede vivir en libertad. Nosotras sabemos cu¨¢n valiosa es la libertad porque la pagamos con el cuerpo. A partir de 1983 y en adelante, mientras ocurr¨ªan las votaciones para nuevo presidente o nuevo gobernador, mientras ocurr¨ªan las campa?as, los juicios a los dictadores, las reparaciones hist¨®ricas y las marchas por el Nunca M¨¢s, nosotras est¨¢bamos a la intemperie, pagando una libertad que ten¨ªa el tama?o de un grano de ma¨ªz. Ese era el l¨ªmite de nuestra democracia. La libertad no ten¨ªa como l¨ªmite el mundo sino apenas un recorrido nocturno que te manten¨ªa viva y te permit¨ªa prostituirte, coimeada por la polic¨ªa y los due?os de las esquinas, lejos de los calabozos y de las palizas que ven¨ªan por igual de la yuta o de cualquier hijo de vecino.
Lo que quiero decir es que para nosotras, la dictadura se extendi¨® hasta la promulgaci¨®n de la Ley de Identidad de G¨¦nero el 24 de mayo del 2012, gracias a la democracia pero sobre todo gracias a nuestra lucha.
Perm¨ªtaseme entonces no encender las velas, no decorar mi casa, ni comprar ninguna torta para celebrar estas cuatro d¨¦cadas, porque fue todo tan reciente y ya los nuevos fascismos andan queriendo quitarnos lo poco que obtuvimos. Tal vez no es momento de festejar, sino de preguntar a las travestis y a tantos otros, c¨®mo se vive mientras los dem¨¢s descorchan el vino. No podemos quedarnos solo con algunos cap¨ªtulos de esta historia.
Porque en este pa¨ªs todav¨ªa hay desaparecidos en democracia. Porque la democracia tiene deudas y es necesario pagarlas para que ning¨²n payaso la ponga en peligro. Porque elegir entre lo menos peor no puede ser de ninguna manera una fiesta.
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