Peter Brown: ¡°Peor que olvidar la historia es retorcerla para avivar el resentimiento¡±
Con 36 a?os demostr¨® en ¡®El mundo de la Antig¨¹edad tard¨ªa¡¯ que la tesis de la decadencia de Roma era falsa. Para muchos es el mayor historiador vivo en lengua inglesa. Hablamos con ¨¦l en su casa de Princeton sobre su trayectoria, el abandono de las humanidades y la tendencia pol¨ªtica a manipular el pasado para infundir miedo
La afici¨®n a la astronom¨ªa que Peter Brown (Dubl¨ªn, 85 a?os) desarroll¨® de ni?o fue un presagio de la tarea que iba a consagrarle como historiador: el af¨¢n de escudri?ar en la oscuridad los puntos de luz que definen la Antig¨¹edad tard¨ªa (200-700 despu¨¦s de Cristo), ese periodo durante el que se produjo el colapso de Roma, cobraron forma las religiones del libro y el cristianismo fue arraigando en Europa. Un periodo que adquiri¨® carta de naturaleza acad¨¦mica gracias precisamente a sus investigaciones.
La reedici¨®n en espa?ol de El mundo de la Antig¨¹edad tard¨ªa (Taurus), una de sus obras magnas, es una oportunidad para redescubrir no solo esa ¨¦poca err¨®neamente considerada sombr¨ªa y sus tentadoras concomitancias con la actualidad, sino para repasar la carrera del profesor em¨¦rito de Princeton que antes ense?¨® en Oxford, su alma mater, hasta 1975, del tit¨¢n capaz de rebelarse frente a Edward Gibbon: la tesis de la ruptura de este ¨Cla exitosa pero poco justificada idea de decadencia y ca¨ªda del Imperio Romano¡ª tuvo una relectura radical en el concepto de transformaci¨®n de Brown.
Venerado por generaciones de historiadores, el encuentro en su domicilio de Princeton suscita una ansiedad pertinente. Igual que intentar averiguar qu¨¦ regalo desea alguien que lo tiene todo, ?qu¨¦ cabe preguntar a un erudito, a un sabio de fama internacional? Tal c¨²mulo de conocimiento impone respeto. Pero la cortes¨ªa del profesor, que aguarda la llegada del taxi para acompa?ar al interior de la vivienda ¡ªluminosa y pl¨¢cida, con torres de libros, porcelanas, miniaturas y cortinas de cretona¡ª, diluye cualquier prevenci¨®n.
¡°Las ra¨ªces de Europa tambi¨¦n est¨¢n en Oriente Pr¨®ximo y en el sur del Mediterr¨¢neo. Su riqueza es su apertura al mundo¡±
En el umbral, una mesita auxiliar recubierta por azulejos que reproducen los motivos florales de Iznik, la cer¨¢mica de ¨¦poca otomana, hace al visitante valorar su belleza mientras pronuncia el top¨®nimo. ¡°?Iznik!¡± y, abracadabra, predispone el di¨¢logo. La primera referencia, gracias a la cer¨¢mica, es Turqu¨ªa, un pa¨ªs que Brown y su esposa, Betsy, conocen muy bien, como parada obligada para quien ha estudiado Bizancio en todas sus formas. Turqu¨ªa volver¨¢ repetidamente a la charla. ¡°?Qu¨¦ opina de Erdogan?, ?c¨®mo ve la situaci¨®n del pa¨ªs?¡±, pregunta luego el profesor en un ejercicio de may¨¦utica. Betsy recuerda que Peter estudi¨® turco, ¡°ese idioma tan hermoso, con un sonido precioso¡±, apunta ¨¦l con delectaci¨®n. De su vasto don de lenguas hablar¨¢, entre divertido y modesto, m¨¢s tarde. ¡°Ahora estoy aprendiendo et¨ªope¡±, confiesa sin darle importancia. ¡°Pero no el moderno, el antiguo¡±.
Para un historiador total como Brown, heredero en aliento de Fernand Braudel y disc¨ªpulo de Arnaldo Momigliano, ?qu¨¦ vigencia tiene un libro escrito hace d¨¦cadas? ¡°Este libro apareci¨® en 1971. Obviamente, mis inquietudes han cambiado. La raz¨®n para dedicarme a lo que ahora llamamos Antig¨¹edad tard¨ªa era el deseo de estudiar una sociedad que hab¨ªa conservado sus ra¨ªces en el mundo antiguo, con el lat¨ªn y el griego como lenguas dominantes, pero a la vez hab¨ªa empezado a cambiar. Era el estudio del cambio en una sociedad inusualmente resistente. Sol¨ªamos descartar ese periodo por ser un periodo de ruptura total. Todo lo que ve¨ªamos de ¨¦l no nos gustaba¡±, recuerda de la ¨¦poca que ¨¦l rehabilit¨® epistemol¨®gicamente.
¡°Esa fue mi principal motivaci¨®n: la comprensi¨®n de la naturaleza exacta de ciertas crisis, como los cambios en el Gobierno del Imperio Romano en los siglos III y IV. Quer¨ªa averiguar si hab¨ªan sido desastrosos o m¨¢s bien cambios de ajuste de la evoluci¨®n; un equilibrio entre la continuidad y la discontinuidad, la fragilidad y la resistencia. Un ejemplo: la aparici¨®n de nuevos estilos de vida aristocr¨¢tica en las provincias del Imperio Romano. Debo mucho a la arqueolog¨ªa espa?ola, a los grandes mosaicos de villas como Carranque, que conoc¨ª entonces. Hallazgos que nos dec¨ªan: eh, las cosas no se han derrumbado, han cambiado, el foco ya no est¨¢ en las urbes¡±, la quintaesencia del mapamundi romano junto con su red viaria desplegada como una tela de ara?a entre metr¨®polis.
¡°Creo que una de las principales inquietudes en el campo de la Antig¨¹edad tard¨ªa era socavar la noci¨®n f¨¢cil de las invasiones b¨¢rbaras¡±, a?ade. La tentaci¨®n de ver un trasunto de ese fen¨®meno en el de la inmigraci¨®n irregular resulta f¨¢cil, tanto para un discurso tan romo como el de los populistas a granel como para ese otro, m¨¢s alambicado, que propone la perversa teor¨ªa del reemplazo. ¡°Si est¨¢s constantemente mirando una imagen falsa del pasado, buscando el reflejo de tu propia imagen, solo te llevar¨¢ por el camino del racismo, del oscurantismo. De la xenofobia. Un buen ejemplo son las invasiones b¨¢rbaras. Todo el mundo es consciente de que hay problemas en Europa a causa de la inmigraci¨®n masiva, pero es un terrible abuso hist¨®rico tratar lo uno como una repetici¨®n de lo otro¡±, explica Brown. Adem¨¢s, a?ade, ¡°el islam yihadista tr¨¢gicamente protagonista hoy no tiene nada que ver con el del profeta Mahoma, con el islam de hace 300 a?os, son totalmente diferentes¡±.
¡°Julio C¨¦sar mat¨® a millones de personas. Pero ?rechazamos a Roma por construirse sobre eso? Asumir la parte vergonzosa del pasado es un signo de madurez. Uno no siempre est¨¢ orgulloso de su abuelo¡±
Su primer libro fue, no obstante, una biograf¨ªa de san Agust¨ªn, el norteafricano al que el erudito descabalg¨® de la santidad titulando la obra Agust¨ªn de Hipona, a secas. ¡°Una figura muy latina, un hombre que representaba un cristianismo inmensamente opresivo. Recuerdo las cr¨ªticas en espa?ol a mi ensayo; c¨®mo los europeos, sobre todo los de origen cat¨®lico, consideraban a Agust¨ªn todav¨ªa como parte de su propio mundo¡±.
Por intercesi¨®n intelectual del santo, Brown super¨® el etnocentrismo ¡ªes decir, el eurocentrismo tradicional, el que considera la civilizaci¨®n cl¨¢sica como ¨²nica fuente de Occidente¡ª y supo mirar en derredor, otro de sus grandes logros como historiador. ¡°Habr¨ªa sido muy f¨¢cil seguir estudiando solo el cristianismo, pero me encontr¨¦ con los descubrimientos de la arqueolog¨ªa, aprend¨ª siriaco y hebreo y abr¨ª un ¨¢rea cuya cultura llegaba entonces hasta las ciudades griegas de la costa del Egeo, como ?feso. Segu¨ªan siendo ciudades impresionantes, pero se iban creando otras grandes obras, como Santa Sof¨ªa en Estambul¡±.
Por tanto, prosigue sin abandonar el uso del plural de modestia y con un lev¨ªsimo tartamudeo ocasional, imperceptible, ¡°vimos que hab¨ªa un mundo ah¨ª fuera y que no se pod¨ªa escribir sobre ¨¦l como si debi¨¦ramos correr el tel¨®n del Imperio Romano; era una vida nueva para el Imperio Romano, incluso el profeta Mahoma y el islam surgieron de esa cultura, no vinieron del espacio exterior. Parte de las ra¨ªces de Europa no est¨¢n solo en Europa. Tambi¨¦n est¨¢n en Oriente Pr¨®ximo y en el sur del Mediterr¨¢neo. Parte de la riqueza de la cultura europea es precisamente su apertura al mundo. En Santa Sof¨ªa, en los escritos de los Padres del Desierto¡¡±.
Brown es generoso a la hora de resaltar la contribuci¨®n de sus disc¨ªpulos. Cita con especial cari?o al espa?ol Javier Arce, o a Jack Tannous, su heredero en Princeton. Para el acad¨¦mico, toda investigaci¨®n es una gran inversi¨®n: en tiempo, en conocimiento, en lecturas: ¡°Descubrir textos, leer con fluidez lenguas como el ¨¢rabe y el siriaco, es un trabajo duro, que necesita un apoyo adicional. Necesita apoyo institucional. Necesita profesores. Pero una vez que lo consigues, puede ofrecerte una visi¨®n mucho m¨¢s rica y amplia que las estrechas certezas¡±. As¨ª que su opini¨®n sobre el desd¨¦n con que algunos gobiernos tratan las humanidades resulta m¨¢s que obvia: ¡°[Los pol¨ªticos] est¨¢n m¨¢s preocupados por los costes de sus decisiones. Estamos tratando con una generaci¨®n de pol¨ªticos que durante mucho tiempo han carecido de una educaci¨®n humanista como la que nosotros tuvimos. No hay nada m¨¢s tr¨¢gico que un hombre que ha perdido la memoria¡±.
Sobre la ordal¨ªa de la historia, sometida ¨²ltimamente al filtro de la ultracorrecci¨®n pol¨ªtica ¡ªel derribo de estatuas de colonizadores o esclavistas, por ejemplo, tras episodios de violencia policial contra negros¡ª, Brown ¡ªque pas¨® parte de su ni?ez en el Sud¨¢n colonial, donde su padre era funcionario del Imperio Brit¨¢nico¡ª sostiene: ¡°No asumir la parte vergonzosa del pasado es un rechazo a estar aqu¨ª, a ser adulto. Parte de la identificaci¨®n del adulto es la pertenencia a generaciones anteriores. Y al igual que una familia, que no siempre est¨¢ orgullosa de su t¨ªo o su abuelo¡ Cualquier persona madura debe asumir a los anteriores miembros de su familia, es un signo de madurez. Una especie de resiliencia. Julio C¨¦sar es un ejemplo. Mat¨® a millones de personas. Y lo horrible es que lo sabemos porque ¨¦l lo public¨®. Ahora bien, ?rechazamos totalmente el Imperio Romano porque se bas¨® en eso? No, tenemos que aplicar, supongo, lo que ahora llamamos visi¨®n binocular para enfocar correctamente¡±. ?tem m¨¢s episodios como la esclavitud en la antigua Roma, que permit¨ªa el acceso sexual de los hombres a las esclavas, y el parecido sistema vigente en las plantaciones sure?as de la nueva Am¨¦rica, recuerda.
A todas las ideas que convoca Brown en la salita donde, en mecedoras enfrentadas, tiene lugar la charla, se les puede sacar punta, incluso hasta el extremo de establecer una l¨ªnea directa entre la inconsciencia o la incuria de la historia y la ignorancia que subyace a eso que llamamos fake news. ¡°Olvidar es una tragedia. Puede liberar a ciertas personas de los malos recuerdos. Pero creo que el problema son los recuerdos a medias. No es que hayamos prescindido de la memoria hist¨®rica, es que hemos disminuido nuestra capacidad de interponernos y criticar las falsas memorias hist¨®ricas. No se puede decir que estos pol¨ªticos, el Brexit, Trump, hayan ignorado la historia, simplemente la han tergiversado. Sabemos c¨®mo se ha hecho eso en los pa¨ªses fascistas, en los pa¨ªses nazis, en los pa¨ªses comunistas, hoy en d¨ªa tambi¨¦n en los isl¨¢micos. Retorcer la historia es a¨²n peor que olvidarla. Lo peligroso son las medias memorias que utilizan los pol¨ªticos para avivar el resentimiento y los miedos¡±.
Viajar ampl¨ªa la mente; la historia no es solo saber acerca del pasado. Eso es una visi¨®n estrecha. Se trata tambi¨¦n de conocer un mundo m¨¢s amplio
Tambi¨¦n resulta especialmente reveladora acerca de la validez hermen¨¦utica de las humanidades ¡ªc¨®mo ayudan a entender el mundo al explicarlo¡ª su experiencia en el Ir¨¢n prerrevolucionario. ¡°Fui a Ir¨¢n en 1974 y 1976, poco antes de la revoluci¨®n isl¨¢mica [1979]. El Gobierno de EE UU quer¨ªa averiguar lo que estaba pasando y se puso en contacto con un mont¨®n de profesores en Berkeley, pero la mayor¨ªa eran especialistas en desarrollo, el gran concepto dominante en los sesenta y setenta, y se ocupaban, por supuesto, del presente. En el santuario de Mashhad tuve una sensaci¨®n casi de pavor, de que algo muy sombr¨ªo y posiblemente terrible iba a suceder. Los otros profesores no percibieron nada tras la fachada de pa¨ªs en desarrollo¡±. Porque un historiador es un buen periodista, recuerda c¨®mplice, al igual que un buen periodista debe conocer la historia.
El proverbial don de lenguas de Brown ¡ªaprendi¨® farsi en Ir¨¢n; tiene pendiente el armenio¡ª respalda su insistencia en el aprendizaje de ¡°lenguas europeas, no solo lat¨ªn y griego, muy ¨²tiles para la investigaci¨®n, sino las lenguas europeas, sin cuyo conocimiento la dimensi¨®n del mundo [en ingl¨¦s] es roma y plana. La cultura europea es una cultura multiling¨¹e, y la fuerza de Europa no es su uniformidad, sino su diversidad. Me preocupan los alumnos que no leen de forma natural el franc¨¦s, el alem¨¢n, el italiano y el espa?ol, porque deber¨ªan hacerlo¡±.
A un bachiller, ?c¨®mo le convencer¨ªa de que estudie historia? ¡°Con la met¨¢fora del viaje. Si quieres ver las pir¨¢mides de Egipto, o conocer Sevilla, ?por qu¨¦ no viajas en el tiempo? Viajar ampl¨ªa la mente; la historia no es solo saber acerca del pasado. Eso es una visi¨®n estrecha. Se trata tambi¨¦n de conocer un mundo m¨¢s amplio, ya sea en la actualidad o en el pasado¡±.
Al terminar la entrevista, y mientras Peter Brown saca el coche para llevar a la periodista a la estaci¨®n, Betsy Brown muestra con respeto, en la esquina, la casa donde vivi¨® Albert Einstein mientras ense?¨® en Princeton. La conversaci¨®n ha terminado minutos antes con una an¨¦cdota de Oxford, cuando el profesor dio a sus estudiantes un libro en polaco. ¡°Pero tambi¨¦n les di un resumen en franc¨¦s¡±, dice como quien recuerda una travesura. Los Brown regalan una visita a vuelapluma por Princeton que es otra lecci¨®n de historia, del lugar de la batalla de 1777 al estilo g¨®tico de colleges y rector¨ªa. ¡°Woodrow Wilson [28? presidente de EE UU], que fue rector¡±, cuenta Brown al volante, divertido, ¡°dijo que era m¨¢s f¨¢cil gobernar el pa¨ªs que la universidad¡±.
De Marco Aurelio a Michel Foucault
(Peter Brown en cuatro libros. Por J. Rodr¨ªguez Marcos)
El mundo de la Antig¨¹edad tard¨ªa. De Marco Aurelio a Mahoma
En 1971, con solo 36 a?os, Peter Brown public¨® este libro que, con menos de 300 p¨¢ginas, se convirti¨® en uno de los ensayos m¨¢s influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Con una mezcla de erudici¨®n y audacia, explica el proceso por el que un mundo mediterr¨¢neo homog¨¦neo termin¨® dividido en tres sociedades altomedievales: la cat¨®lica, la bizantina y la isl¨¢mica. Brown demostr¨® que la hollywoodiense ¡°ca¨ªda del Imperio Romano¡± no hab¨ªa existido: no hubo decadencia sino metamorfosis. Y alta cultura: en este tiempo se cre¨® la ¡°lengua cl¨¢sica de la filosof¨ªa¡± a trav¨¦s de la cual el Renacimiento redescubrir¨ªa a Plat¨®n. Tuvo adem¨¢s espacio para demostrar que las ¡°invasiones b¨¢rbaras¡± eran otro anacronismo. No hab¨ªan sido ¡°razzias destructivas y mucho menos campa?as organizadas¡±, sino una ¡°fiebre del oro¡± que empuj¨® a la emigraci¨®n a los habitantes de las regiones m¨¢s pobres de Europa, que entonces eran las del norte.
Agust¨ªn de Hipona
Peter Brown public¨® todav¨ªa m¨¢s joven, con 32 a?os, esta biograf¨ªa de san Agust¨ªn (354-430), que sigue siendo el t¨ªtulo de referencia sobre el hombre que, seg¨²n algunos estudiosos, fund¨® el concepto moderno de voluntad. Como san Jer¨®nimo y Ausonio, forma parte de la tercera edad de oro de la literatura latina en tanto que autor del ¡°primero y uno de los m¨¢s grandes autorretratos de todos los tiempos¡±: 'Confesiones'. Pagano, maniqueo, gn¨®stico, neoplat¨®nico y, al final, cristiano radical, ilustra perfectamente una de las grandes tendencias de la Antig¨¹edad tard¨ªa: el odio a los placeres del cuerpo. No es casual que Michel Foucault, autor de 'Historia de la sexualidad', se supiera el libro de Brown ¡°de carrerilla¡± (seg¨²n cuenta Didier Eribon, bi¨®grafo del pensador franc¨¦s). Historiador y fil¨®sofo se hicieron amigos en Berkeley y en 1982 Peter Brown dict¨® cuatro conferencias en el Coll¨¨ge de France que le valieron la invitaci¨®n a participar con 100 p¨¢ginas magistrales en el primer volumen de la m¨ªtica 'Historia de la vida privada', dirigida por Georges Duby y Philippe Ari¨¨s.
El culto a los santos
¡°Con la serena confianza de quienes ense?an para aprender¡± prepar¨® Peter Brown seis conferencias para la Universidad de Chicago en 1978. El resultado, convertido en libro, es un relato fascinante en el que la historiograf¨ªa limita al norte con la teolog¨ªa y al sur con la literatura fant¨¢stica. Tras desmontar el t¨®pico de que, originalmente, las ¡°pr¨¢cticas religiosas¡± de las ¨¦lites ten¨ªan poco que ver con las ¡°supersticiones¡± de las masas, Brown demuestra que ambas compart¨ªan una adoraci¨®n a los m¨¢rtires a medio camino entre el Roc¨ªo y una 'rave party'. Eliminada la casa familiar romana como centro espiritual en beneficio de la religi¨®n p¨²blica, asistimos al nacimiento de los cementerios, de los exorcismos y, sobre todo, del ¡°comercio fren¨¦tico de reliquias¡±. Aprovechando la red de relaciones del Bajo Imperio, la expansi¨®n del cristianismo no fue un milagro sino, en parte, fruto de la ¡°generosidad¡± de un buen n¨²mero de donantes.
Por el ojo de una aguja
Para entender mejor la ¡°construcci¨®n¡± hegem¨®nica del cristianismo en Occidente, Brown sigui¨® durante d¨¦cadas la pista al dinero. En 2012 public¨® 1.200 p¨¢ginas sobre dos siglos (350-550) que arrancaron con la conversi¨®n de Constantino en el a?o 312 y el posterior ¡°ingreso de los ricos¡± en las iglesias cristianas para dar pie a una 'belle ¨¦poque' de la Antig¨¹edad que termin¨® con el saqueo de Roma por los visigodos en el 410. Contra la par¨¢bola b¨ªblica del camello, la riqueza entr¨® en el reino de los cielos cuando el altruismo pagano ¡ªorientado a la ciudad¡ª se torn¨® en donaciones a la Iglesia en virtud del ¡°amor a los pobres¡±.
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