Abdel¨¢ Taia: ¡°Cuando veo los sue?os destruidos de mis hermanas olvido que soy gay¡±
El autor marroqu¨ª, afincado en Par¨ªs, cree que la situaci¨®n de los j¨®venes sin oportunidades en su pa¨ªs es una bomba que estallar¨¢ antes o despu¨¦s
Hay libros que parecen escritos para entender el mundo, para entender lo que nos est¨¢ pasando. Y los de Abdel¨¢ Taia a¨²nan dos de los grandes asuntos que este curso han saltado a las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos: el racismo que sufren los inmigrantes llegados del otro lado del Estrecho y la homofobia que a¨²n irradia la sociedad occidental a pesar de los derechos sellados en papel. Munir, el protagonista de su ¨²ltimo libro, La vida lenta (Cabaret Voltaire), es un magreb¨ª de Par¨ªs sometido a las dificultades, la discriminaci¨®n y el desd¨¦n de los aut¨®ctonos cada vez m¨¢s desatados en esta Francia con una extrema derecha campante. Pero adem¨¢s es gay, vulnerable por tanto a la doble raci¨®n de maltrato de un entorno LGTBIf¨®bico como el que en Espa?a ha quedado al descubierto con el asesinato del joven Samuel Luiz.
Hasta ah¨ª, las condiciones compartidas por Abdel¨¢ Taia y su personaje Munir. Pero hay, sin embargo, otra protagonista que sufre exclusi¨®n en La vida lenta y es una francesa blanca que tiene la desgracia de ser pobre y de ser vieja. Olvidada por Francia. Cada uno de estos dos seres, vecinos de un mismo inmueble, son almas perdidas en un mundo que no acepta a los perdedores. ¡°Ella sufre a¨²n m¨¢s exclusi¨®n que ¨¦l, porque, al menos, Munir es joven, inteligente y se puede desenvolver, puede ligar, puede relacionarse. Pero ella es vieja¡±, cuenta el autor, maestro en la pintura de la exclusi¨®n.
Taia, nacido en Sal¨¦ en 1973, residente en Par¨ªs desde 1998, es un novelista de pulso narrativo tan firme como delicado y una persona muy afable, comprometida, deseosa de compartir ideas y lecturas, que desembarc¨® en julio en Madrid, donde se celebr¨® esta conversaci¨®n. Miles de chavales han cruzado a Ceuta desde Marruecos rumbo a una incertidumbre, a una vida callejera en muchos casos, sin alimentos, ni protecci¨®n, ni perspectivas, y sin embargo no quieren volver, porque huyen de una necesidad a¨²n m¨¢s espectacular y es la falta de esperanzas. Le duele a Taia esa juventud, como le duele Marruecos.
¡°Hay un abandono real de la juventud marroqu¨ª y ese es un gran problema para el futuro. M¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n son j¨®venes. Y cuando no se piensa en ellos, cuando no se les da un lugar, una posibilidad de empleo, de educaci¨®n, es una bomba que va a explotar en Marruecos antes o despu¨¦s¡±, reflexiona. Taia quiere reventar la imagen que ha encontrado en Occidente de que los ¨¢rabes son seres sumisos, que acatan la voluntad del poder sin rechistar. Recuerda al l¨ªder independentista Ben Barka, asesinado presuntamente por los servicios secretos en Par¨ªs [durante el reinado de Hassan II], que pretend¨ªa precisamente construir un Marruecos con educaci¨®n para todos y reparto de riqueza. Y recuerda mont¨®n de movilizaciones que ha habido cada d¨¦cada, la ¨²ltima con la primavera ¨¢rabe, que sigue dando coletazos en Argelia, Sud¨¢n o Irak. ¡°El pueblo ¨¢rabe regularmente se levanta, pero esta lucha no se queda en la memoria de los occidentales. Predomina la visi¨®n colonial de los ¨¢rabes como si fueran una masa que necesita un dictador¡±, asegura Taia, apenado de que se haya olvidado una figura como la de Ben Barka. ¡°Quer¨ªan que tuvi¨¦ramos libertad, pera encajada en su imperialismo¡±.
Taia es un novelista de pulso narrativo tan firme como delicado y una persona muy afable, comprometida, deseosa de compartir ideas y lecturas
M¨¢s a¨²n. Considera que esta huida del Marruecos sin oportunidades rumbo al salto a la valla, a las heridas, a la fuerza incontrolable del mar y en ocasiones a la muerte es una suerte de rebeli¨®n que alberga una bomba espectacular. ¡°Nadie puede llegar a nada sin estructuras ni ayuda social porque las clases se protegen, los ricos se protegen a s¨ª mismos, las clases medias tambi¨¦n y todos miran a los pobres y les catalogan: los salvajes. Yo vengo de ese entorno salvaje. Y aunque hagan gestos de desesperanza como lanzarse a la mar, veo en ese gesto algo muy fuerte, muy pol¨ªtico, un desaf¨ªo a la sociedad y al poder marroqu¨ª, a las estructuras sociales y pol¨ªticas que impiden a los pobres crecer¡±.
Taia lo sufre en carne propia al ver a los hijos de sus hermanas abandonar las escuelas, antes aun de llegar al instituto, para engrosar esa multitud de j¨®venes sin esperanzas, ni perspectivas. ¡°Es tr¨¢gico, me revuelve, es peligroso, y entonces olvido que soy gay. Porque si eres gay no puedes pensar solo en los problemas de los gais. Si estos sufren tambi¨¦n debes pensar en otros problemas. No puedo quedarme en mi capillita gay sin relaci¨®n con mis hermanas, que no ven futuro, que no han podido realizar sus sue?os, sumisas a sus maridos y a sus hijos¡±. Porque aunque su narrativa aborde su realidad como gay, por razones obvias de autobiograf¨ªa, insiste, est¨¢ abordando la exclusi¨®n en general, tambi¨¦n la de los heterosexuales que huyen y tampoco son bienvenidos en Occidente.
El escritor creci¨® con un pie en la calle, sufri¨® violaciones sin sentir jam¨¢s la protecci¨®n de su madre, que bastante ten¨ªa con luchar para abrirse paso y dar de comer a sus 10 hijos. Tambi¨¦n sus hermanas le rechazaron y hasta dos a?os despu¨¦s de la muerte de su madre (en 2011) ¡°no comprendieron lo que significa ser homosexual, que no es m¨¢s que una parte de lo que soy¡±. ¡°Hoy han vuelto a m¨ª y eso me ha conmovido. Mi madre no pod¨ªa comprender lo que significaba la identidad gay porque en los sesenta, los setenta, los ochenta no hab¨ªa contexto. Yo perdono a mi madre. No puedo llamarla hom¨®foba. Me ha alimentado, no ha echado a nadie a la calle. Valoro su combate y su sacrificio, es una hero¨ªna de tragedia griega¡±.
¡°Mi madre, una hero¨ªna¡±
Hero¨ªna porque al perder a su primer marido, combatiente marroqu¨ª en el Ej¨¦rcito franc¨¦s en Indochina, su familia pol¨ªtica la ech¨® de casa y se qued¨® con su indemnizaci¨®n. Ella encontr¨® un nuevo marido, con el que tuvo esos 10 hijos, pero la energ¨ªa se le fue en mudarse del campo a la ciudad de Sal¨¦, lograr una casa, sostenerla, alimentar bocas, pagar estudios y convencer al tendero de que les diera siempre m¨¢s cr¨¦dito. ¡°Era una mujer analfabeta, capaz de hacer todo eso. Era una guerrera, una hero¨ªna, una combatiente y no dejar¨¦ a nadie decir que era una mujer ¨¢rabe sumisa¡±.
Tal vez por eso a ¨¦l no le cost¨® tanto llegar a Par¨ªs y afrontar los rechazos, uno tras otro, que iba a encontrar para lograr integrarse, publicar y abrirse paso. ¡°No me sent¨ª peque?o respecto a Par¨ªs, no ten¨ªa miedo a los intelectuales, a los editores, a la sociedad. Tambi¨¦n mi madre se abri¨® paso con toda la sociedad y las leyes de Marruecos en contra¡±.
Y ese salto, el de perder el miedo ante el racismo creciente y el auge de la ultraderecha, es el que hoy est¨¢n dando los franceses de origen ¨¢rabe que quieren su lugar en una sociedad que les rechaza, aunque hayan contribuido a construirla. ¡°Los que llegaron antes se sometieron, aceptaron convertirse en peque?os respecto a otros franceses, a quedarse en silencio y con los trabajos menores. Pero hoy no tenemos miedo a la sociedad francesa. Hay un reajuste en la nueva generaci¨®n que busca un lugar en Francia con menos miedo, ha comprendido que merecen un lugar en ese gran pa¨ªs que es Francia. Tambi¨¦n los inmigrantes han contribuido a la grandeza de esa econom¨ªa, de la sociolog¨ªa, a la cultura, as¨ª que por qu¨¦ excluirles del resto¡±.
Leer a Abdel¨¢ Taia (La vida lenta, pero tambi¨¦n Infieles, Mi Marruecos y El que es digno de ser amado, todos en Cabaret Voltaire) es aprender bastante m¨¢s sobre nuestro mundo.
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