Armaged¨®n electr¨®nico
El p¨¢nico a estar desconectado no solo manifiesta nuestra dependencia de las redes, sino nuestro sometimiento a instancias que no necesitan justificarse m¨¢s que ante sus insaciables accionistas
1. Nomofobias
Sucede a veces que la (casi) siempre chingada realidad interviene inopinadamente en la promoci¨®n de un libro. Eso ha sucedido con Error 404 (Debate), de la periodista Esther Paniagua, un ensayo muy legible, y bien informado, acerca de la dependencia de internet y de la ominosa posibilidad de que un d¨ªa no tan lejano se produzca el temible Gran Apag¨®n que nos dejar¨ªa a todos colgados e incomunicados. El cine ya ha utilizado el motivo en innumerables ocasiones: los hackers han venido a sustituir como villanos a los cansados doble agentes de la guerra helada, a los que se enfrentaba el MI5 de Le Carr¨¦ antes de que el derrumbe de la Uni¨®n Sovi¨¦tica pusiera punto final al siglo XX y a la edad de oro de la novela de esp¨ªas. Una de esas pel¨ªculas que me vienen a la memoria es La jungla 4.0, una cinta infantilona (2007) de Len Wiseman en la que el inevitable agente John McClane (Bruce Willis) y su joven amigo Matt Farrell (Justin Long) ¡ªuna pareja complementaria pero sin las connotaciones homoer¨®ticas de la de Batman y Robin¡ª se enfrentan a un grupo de megahackers que pretenden crear el Armaged¨®n tecnol¨®gico que pondr¨¢ en jaque a la civilizaci¨®n. Si no han visto la cinta, algo improbable porque ocupa un lugar de honor en el recurrente y escasamente imaginativo repertorio cinematogr¨¢fico de las televisiones, no se pierden nada, salvo la posibilidad de ver una vez m¨¢s a un Willis tan macho y bruto como es en la vida real (en 2006 la criatura propon¨ªa la invasi¨®n de Colombia para acabar con el narcotr¨¢fico). En todo caso, la pel¨ªcula podr¨ªa reflejar, anticipada e hipertrofiada a escala, algo de la ansiedad y el caos que produjo en buena parte de la poblaci¨®n mundial el largo apag¨®n que el pasado ¡°lunes negro¡± dej¨® en coma t¨¦cnico las conexiones de cuatro redes sociales gigantes: WhatsApp, Facebook, Instagram, Messenger. La nomofobia (p¨¢nico a estar desconectado) no solo manifiesta nuestra vulnerabilidad y dependencia de esas redes, sino ¡ªlo que es m¨¢s grave¡ª nuestro sometimiento a instancias (tambi¨¦n ideol¨®gicas) que no necesitan justificarse m¨¢s que ante sus insaciables accionistas. Paniagua imagina en Error 404 las consecuencias de un apag¨®n a gran escala, al tiempo que se?ala la deriva autoritaria de redes cada vez m¨¢s intrusivas. La parte m¨¢s endeble, como suele pasar, es en la que se proponen posibles soluciones para enderezar esa deriva. Claro que algo se mueve: estos d¨ªas testifica ante el Senado de EE UU Frances Haugen, una antigua empleada de Facebook que ha filtrado miles de documentos que demuestran las reiteradas malas pr¨¢cticas de la empresa de Mark Zuckerberg. Veremos en qu¨¦ queda todo.
2. Bond vs. Vargas
Intent¨¦ librarme del malhumor que me suscitaron las declaraciones del maestro Vargas Llosa en el congreso del PP larg¨¢ndome al cine a ver el ¨²ltimo Bond. Poco antes hab¨ªa le¨ªdo su relato ¡®Los vientos¡¯, escrito para conmemorar el 20? aniversario de la revista Letras Libres, y en el que, a pesar de notables destellos, tambi¨¦n me irrit¨® el peso excesivo que en ¨¦l ocupa la ideolog¨ªa conservadora en la que parecen coincidir narrador y autor. El malestar por las derivas derechosas del maestro aceler¨® la bulimia que la ansiedad me despierta habitualmente, por lo que, contra mi costumbre, al llegar al cine me hice con un paquete de palomitas que devor¨¦ compulsivamente durante las tediosas e inevitables persecuciones motorizadas. En cuanto a ese Bond ya definitivamente deconstruido y crepuscular de Sin tiempo para morir, confieso que me cans¨® bastante, salvo esa secuencia luminosa en la que Ana de Armas (la joven Paloma) y el circunspecto se?or Craig (el famoso agente al que le han emasculado hasta el prefijo 007) se marcan frente a los villanos una especie de baile que inevitablemente me trajo a la memoria aquel celeb¨¦rrimo de Cyd Charisse y Gene Kelly. Bueno, quiz¨¢s tampoco sea para tanto y mi entusiasmo solo se deba a mi pasi¨®n (plat¨®nica, claro) por la incre¨ªble Ana de Armas. Me lo tengo que hacer mirar.
3. Relatos
Solo quien ha sido editor conoce el quilombo que supone publicar una antolog¨ªa. Y no me refiero s¨®lo al elevado precio que suelen cobrar las agencias por la autorizaci¨®n para incluir obras de sus representados (lo que termina por hacer casi inviable la publicaci¨®n de antolog¨ªas de autores con copyright vigente), sino, sobre todo, al tiempo que lleva el trabajo editorial de armarla. Por esos motivos, la mayor¨ªa de antolog¨ªas que se editan acaban casi siempre con obras de autores fallecidos hace m¨¢s de 70 u 80 a?os. Siruela acaba de publicar dos buenas antolog¨ªas de relatos de g¨¦nero: He visto cosas que no creer¨ªais, una recopilaci¨®n de cuentos mayormente dist¨®picos de la ¡°ciencia ficci¨®n temprana¡±, en edici¨®n de Mar¨ªa Casas Robla, en la que en ¨²ltimo lugar se incluye uno estupendo del simbolista (y bolchevique) Valeri Bri¨²sov (1873-1924); la otra es Cr¨ªmenes de autor, en edici¨®n de Juan Antonio Molina Foix, que recoge una veintena de relatos de autores de primera fila (de Hardy a Gald¨®s, de Conrad y Kafka a Ch¨¦jov o Apollinaire, entre otros) que, sin ser asiduos practicantes del g¨¦nero, se atrevieron a intentarlo.
4. Argelia
La sal de todos los olvidos (Alianza), ¨²ltima novela de Yasmina Khadra, cuenta, en el contexto de una Argelia reci¨¦n independizada (1963), la peripecia de un maestro que, abandonado por su mujer, se convierte en vagabundo, relacion¨¢ndose en su errar sin prop¨®sito por una tierra castigada con una abigarrada serie de personajes casi arquet¨ªpicos que se mueven entre la colonizaci¨®n y la independencia.
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