Escrito ahora mismo
La verdad ¨ªntima de una ¨¦poca est¨¢ sobre todo en lo que se ha ido escribiendo al hilo de los hechos, entradas r¨¢pidas de diario, cr¨®nicas de corresponsales, relatos de testigos
Ahora el presente es un incendio que lo devora todo. Como la pandemia hace justo dos a?os, la guerra en Ucrania nos impone a la fuerza el presente con la insolencia de una bofetada. La guerra es un temblor de fondo que se insin¨²a en cada momento de la vida diaria, una trepidaci¨®n sorda del suelo bajo nuestros pies. Si nuestros o¨ªdos no llegan a registrarlo no es porque est¨¦ muy lejos, sino por culpa de nuestra sordera. Como ocurre siempre, hemos preferido no ver ni o¨ªr hasta que no ha quedado m¨¢s remedio. Desde las v¨ªsperas de la guerra de Troya, Casandra viene profetizando en vano, porque un rasgo suicida de la condici¨®n humana es el empe?o de no ver lo que est¨¢ delante de sus ojos, lo que incomoda, lo que resulta inveros¨ªmil, lo que en el fondo ya est¨¢ paraliz¨¢ndolo a uno de terror. A un amigo que lo felicitaba por su agudeza para vaticinar los efectos de las tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n, Marshall McLuhan le contest¨®: ¡°Procuro profetizar ¨²nicamente lo que ya est¨¢ sucediendo¡±. Lo que sucede ahora en las ciudades martirizadas de Ucrania ya estaba sucediendo en Chechenia hace m¨¢s de 20 a?os, en Georgia en 2008, en Crimea en 2014, en Alepo en 2016. Previamente, con la bendici¨®n de Rusia y la indiferencia de Europa Occidental, hab¨ªa sucedido en Sarajevo en los primeros a?os noventa. Delante de nuestra mirada distra¨ªda y miope, ni siquiera cobarde, el presente se ha convertido en el incendio de una guerra que todav¨ªa imaginamos lejana, como de otra ¨¦poca, una de esas guerras en blanco y negro de los documentales que permiten neutralizar con el barniz de lo hist¨®rico la aterradora evidencia del mal absoluto.
A quienes lo vivieron de cerca no se les olvid¨® ya nunca. En 2004 hice amistad en Nueva York con el profesor Sigmund Zeligman, especialista en las jarchas moz¨¢rabes y en La Celestina, que hab¨ªa huido de Berl¨ªn siendo un ni?o, en 1938, y en su vejez de erudito jubilado segu¨ªa teniendo pesadillas en las que aparec¨ªan los hombres con gabardinas y sombreros flexibles de la Gestapo. A Primo Levi, hasta el final de su vida, lo siguieron despertando antes del amanecer los gritos de los kapos de Auschwitz. Que los campos de exterminio hubieran existido era para su mentalidad de cient¨ªfico la prueba de que pod¨ªan volver a existir. Si hubo en Europa un 1 de septiembre de 1939, ya no era inconcebible que pudiera llegar el 24 de febrero de 2022. Tampoco esa era una primera vez, y sin embargo hasta ese mismo d¨ªa nadie crey¨® de verdad que Hitler pudiera invadir Polonia, y que al otro lado el Ej¨¦rcito sovi¨¦tico y la NKVD fueran a emprender su tarea simult¨¢nea de invasores y de matarifes. No era la primera vez porque en 1935 la Italia de Mussolini, sin excusa ninguna, hab¨ªa emprendido una guerra de exterminio contra la gente inerme de Etiop¨ªa, y en 1937 la Legi¨®n C¨®ndor hab¨ªa arrasado Gernika en un d¨ªa de mercado, sin ninguna raz¨®n estrat¨¦gica, como una fiesta de aniquilaci¨®n que tambi¨¦n era un experimento de tecnolog¨ªa militar. A la Europa civilizada de entonces las bombas de Gernika, de Madrid y Barcelona, la artiller¨ªa y la metralla de los barcos de guerra italianos que disparaban sin ning¨²n peligro contra los fugitivos de M¨¢laga le quedaban casi igual de lejanos que las matanzas en Etiop¨ªa. Chaves Nogales y Arturo Barea llegaban a Par¨ªs desde el Madrid asediado y los desconcertaba la irrealidad de las calles animadas, los caf¨¦s llenos de gente, el ascua de las luces nocturnas.
Kiev, J¨¢rkov, Mariupol, toda una geograf¨ªa desconocida hasta ayer mismo, resuenan en la conciencia de las personas decentes como Madrid o Gernika o Varsovia
Ahora aquel tiempo es el presente. Ahora Kiev, J¨¢rkov, Mariupol, toda una geograf¨ªa desconocida hasta ayer mismo, resuenan en la conciencia de las personas decentes como Madrid o Gernika o Varsovia. La met¨®dica, la inhumana voluntad de destrucci¨®n ser¨ªa la misma si no fuera porque, a diferencia de entonces, se extiende sobre todos nosotros como una nube venenosa la amenaza de un apocalipsis nuclear. Personas inteligentes y de buena voluntad que no ten¨ªan anteojeras ideol¨®gicas tardaron en aceptar la realidad de los campos nazis o los del Gulag sovi¨¦tico por la simple raz¨®n de que tal grado de crueldad parec¨ªa humanamente inconcebible. Ahora lo vemos todo en directo y con nuestros propios ojos y aun as¨ª nos cuesta creerlo. ¡°Que esto est¨¦ pasando en pleno siglo XXI¡¡±, oigo decir, como si por alg¨²n motivo a los que vivimos ahora nuestra contemporaneidad nos eximiera de las tragedias que azotaron a la gente del pasado. En vez del bigote y el flequillo de Hitler o de la cara picada de viruela de Stalin, el genocida de ahora exhibe una m¨¢scara impasible con maquillaje de televisi¨®n e hinchazones de b¨®tox. Me hace acordarme del verso de Borges: ¡°Detr¨¢s del rostro que nos mira no hay nadie¡±.
Nadie sabe lo que hay detr¨¢s de esa m¨¢scara como de cera helada. Buscamos instintivamente resonancias o ejemplos en el pasado hist¨®rico porque no podemos aceptar lo abrumador y lo incomprensible del presente, la negrura sin resquicio del inmediato porvenir. El trabajo de los historiadores y los novelistas vendr¨¢ despu¨¦s. El presente de indicativo es el tiempo verbal en el que se nos requiere escribir ahora. Tan radical como la frontera que separa la realidad de la ficci¨®n es la que existe entre la escritura del ahora mismo y la de la memoria o la indagaci¨®n retrospectiva. Lo que ocurre ahora mismo en Ucrania y en Rusia es lo que m¨¢s nos importa. La verdad ¨ªntima de una ¨¦poca, la textura de lo vivido, est¨¢ sobre todo en lo que se ha ido escribiendo al hilo de los hechos, entradas r¨¢pidas de diario, cr¨®nicas de corresponsales, relatos de testigos. La literatura de ahora mismo la escriben los enviados valerosos del peri¨®dico, Antonio Pita, Luis de Vega, Mar¨ªa R. Sahuquillo, Cristian Segura, y tambi¨¦n los que trabajan en otros medios, todos ellos jug¨¢ndose la vida para contar lo que ser¨ªa a¨²n m¨¢s infame si quedara en silencio. La larga cr¨®nica de Emmanuel Carr¨¨re del domingo pasado le hac¨ªa a uno vivir la pesadilla de encontrarse en Mosc¨² en el estallido de la guerra y no saber si ser¨¢ posible abandonar el pa¨ªs y ni siquiera pagar el taxi con la tarjeta o sacar dinero del cajero autom¨¢tico. Pilar Bonet escribe sobre la desp¨®tica maquinaria del poder en el Kremlin con una claridad estremecedora, con el conocimiento insuperable de muchos a?os. Todos ellos est¨¢n escribiendo en presente la literatura que permitir¨¢ conocer este tiempo de ahora al cabo de los a?os.
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