La guerra y el mestizaje explicados a mi hijo
La historia rara vez ofrece un relato sencillo con el que saciar nuestra necesidad de defender e identificarnos con un grupo de humanos a expensas de otro
Me he topado con varios textos ¨²ltimamente que recomendaban leer a Nikol¨¢i G¨®gol (1809-1852) para entender mejor la relaci¨®n entre Rusia y Ucrania. Al fin y al cabo, G¨®gol, que es considerado uno de los maestros de la literatura rusa, era de origen ucranio. Su Tar¨¢s Bulba es una oda a los cosacos, concretamente, los zap¨®rogos, que poblaban las llanuras de lo que hoy es Ucrania; literalmente, la ¡°regi¨®n fronteriza¡±, de acuerdo con la mayor¨ªa de diccionarios etimol¨®gicos. En la cultura y h¨¢bitos de los cosacos, escribe G¨®gol, ¡°el car¨¢cter ruso hab¨ªa alcanzado un amplio y poderoso vuelo, una vigorosa expresi¨®n¡±. A trav¨¦s del personaje de Bulba, G¨®gol canta las delicias de la guerra, ensalza la virilidad excepcional del cosaco y alaba la belleza de las tierras del Dni¨¦per, ofreciendo su particular visi¨®n de la idiosincrasia rusa que bebe de la ucrania que, a su vez, se confunde con la cosaca. G¨®gol brinda, asimismo, una descripci¨®n ¨¦pica, no sin cierto tono caricaturesco, de las asambleas democr¨¢ticas guerreras cosacas. Unidas entre ellas en una suerte de estructura federal, estas comunidades lograron conservar su independencia a lo largo de los siglos, ali¨¢ndose unas veces con los grandes se?ores polacos y lituanos, otras con el zar ruso, siempre contra los ¡°infieles¡±. ¡°La historia nos ense?a c¨®mo las incesantes luchas y azarosas vidas [de los cosacos] salvaron a Europa de irresistibles incursiones que amenazaban con destruirla¡±, escribe G¨®gol.
Al igual que sucede en otras regiones fronterizas donde se han cruzado grandes pueblos e imperios, resulta dif¨ªcil definir exactamente qui¨¦n es de qu¨¦ origen en esta regi¨®n del continente euroasi¨¢tico. Quiz¨¢ por ello existe un af¨¢n todav¨ªa mayor por delimitar las identidades ¨¦tnicas y culturales de las personas y los grupos que la habitan. Es notable, asimismo, la diversidad de interpretaciones hist¨®ricas sobre las responsabilidades de cada grupo ¡ª?rusos, ucranios, lituanos, cosacos, turcos, etc¨¦tera¡ª en generar y resolver los conflictos que han golpeado a este territorio en el tiempo.
En medio de estas reflexiones, una ma?ana, mientras desayun¨¢bamos, a mi hijo se le inundaron los ojos de l¨¢grimas. Hablaba con su padre, mexicano, de la conquista de M¨¦xico y no entend¨ªa c¨®mo era posible que hubiera habido ¡°mexicanos¡± que ayudaran a los espa?oles a conquistar su propio territorio. Quer¨ªa claridad, quer¨ªa escuchar que, mientras sus ancestros espa?oles lucharon para conquistar la tierra de sus ancestros mexicanos, ¨¦stos resistieron valientemente hasta el final. Su padre trataba de explicarle que en aquel momento hab¨ªa ¡°mexicanos¡±, como los tlaxcaltecas, que estaban sometidos a otros ¡°mexicanos¡±, los aztecas, y que vieron en los espa?oles la oportunidad de deshacerse de su yugo. Hasta que entendieron que iban a ser sometidos al yugo de los espa?oles.
Muchos, quiz¨¢ una mayor¨ªa de nosotros, somos mestizos e incluso pertenecemos, al menos simb¨®licamente, a grupos que en su momento estuvieron en conflicto o sometidos al poder el uno del otro
Mi cabeza quiso ligar la lectura de Tar¨¢s Bulba con la reacci¨®n emocionada de mi hijo descubriendo las fisuras en la resistencia de sus ancestros mexicanos contra sus ancestros espa?oles. Me reafirmaba en la vieja idea de que la historia rara vez ofrece un relato sencillo con el que saciar nuestra necesidad de defender e identificarnos con un grupo de humanos a expensas de otro. Por supuesto, las guerras y las conquistas no las suelen iniciar ni los grupos de personas ni las personas individualmente, sino sus l¨ªderes a los que no queda, normalmente, m¨¢s remedio que seguir en su empresa. En ese trazar y retrazar de fronteras que acompa?a a los actos b¨¦licos y las ocupaciones, las personas de or¨ªgenes geogr¨¢ficos y culturales distintos nos hemos mezclado; a veces, espont¨¢neamente, otras por necesidad, incluso imposici¨®n. Muchos, quiz¨¢ una mayor¨ªa de nosotros, somos mestizos e incluso pertenecemos, al menos simb¨®licamente, a grupos que en su momento estuvieron en conflicto o sometidos al poder el uno del otro. Sin embargo, no escapamos a la necesidad de continuar diferenciando y trazando l¨ªmites entre los distintos or¨ªgenes, lenguas y tradiciones que hemos recibido de nuestros antepasados. Se suele enfatizar que el mestizaje supone fundir tradiciones y crear culturas nuevas con caracter¨ªsticas propias, pero conviene se?alar que tambi¨¦n sirve para realzar y conservar las caracter¨ªsticas de cada uno de estos legados por separado. Pensemos, por ejemplo, en los giros de un espa?ol de anta?o que todav¨ªa se utilizan en algunos pa¨ªses de Latinoam¨¦rica. O en la mayor importancia que pueden llegar a tener celebraciones como la fiesta de San Patricio fuera de su pa¨ªs de origen entre los descendientes de migrantes irlandeses. O en el rigor a menudo superior de los practicantes de religiones mayoritarias en pa¨ªses donde son minoritarias. Si asumimos una perspectiva mestiza, nuestra principal diferencia con aquellos que buscan imponer con violencia la cultura y los h¨¢bitos de un grupo sobre otro es que pensamos ¡ªy sabemos¡ª que se pueden cultivar simult¨¢neamente distintas nacionalidades, lenguas y tradiciones y que es posible sentirse bien y enorgullecerse de todas ellas. Desgraciadamente, cada nueva guerra vuelve a echar por tierra esta perspectiva.
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