?Qui¨¦n teme a la literatura experimental?
Un siglo despue?s de su publicacio?n, el ¡®Ulises¡¯ y ¡®La tierra baldi?a¡¯ vuelven a las libreri?as convertidos en cla?sicos intocables. Mientras tanto, la literatura contempora?nea da la espalda a la experimentacio?n. ?Desaparecera?n las obras ¡®difi?ciles¡¯ en un mundo editorial que teme una huida en desbandada de los lectores?
La respuesta al t¨ªtulo de este art¨ªculo es sencilla: los editores, a los que hace palidecer la pesadilla de una huida en desbandada de los lectores. Es cierto que las obras experimentales que ahora cumplen un siglo, como el Ulises o La tierra bald¨ªa, ya est¨¢n aisladas por el cofre de hormig¨®n del canon, lo que permite a los curiosos acercarse a ellas sin temor a la radiaci¨®n de lo ininteligible y pertrechados de gu¨ªas tan estimulantes e instructivas como la que Eduardo Lago acaba de publicar sobre la novela de James Joyce, Todos somos Leopold Bloom (Galaxia Gutenberg). Son libros ¡°que expulsan al lector de sus dominios, que incluso no permiten su entrada¡±, como dice Lago, pero cuya consagraci¨®n como cl¨¢sicos los ha convertido en pasto de la industria acad¨¦mica, lo que amortigua su dificultad y la vuelve inofensiva para el negocio editorial. A ese club de libros ariscos y prestigiosos tambi¨¦n pertenece Larva. Babel de una noche de San Juan, de Juli¨¢n R¨ªos, que ha recuperado con todo primor la editorial Jekyll & Jill casi 40 a?os despu¨¦s de su primera edici¨®n.
La expectaci¨®n en 1983 hab¨ªa sido mucha despu¨¦s de que R¨ªos hubiera anticipado en 1973 unos fragmentos en la revista Plural de Octavio Paz (y luego en Vuelta, en Espiral, en Syntaxis¡), y el libro no defraud¨® la espera. Aquella entrega inicial de Larva ¡ªsu continuaci¨®n, Auto de F¨¦nix, sigue in¨¦dita¡ª llegaba con retraso, en la estela de un neovanguardismo que hab¨ªa consumido su p¨®lvora en el primer lustro de los setenta, pero iba mucho m¨¢s all¨¢ de la opacidad pros¨ªstica de Juan Benet (en Una meditaci¨®n, 1969), del sabotaje m¨ªtico y verbal de Juan Goytisolo (en Reivindicaci¨®n del conde don Juli¨¢n, 1970), de los laberintos verborreicos y libertades tipogr¨¢ficas de J. Leyva entre tantos (por ejemplo en Heautontimoroumenos, 1973) e incluso de la fantas¨ªa pol¨ªtico-filos¨®fica de Miguel Espinosa (Escuela de mandarines, 1974). De hecho, emparentaba de manera inmediata con tres escritores cubanos que hab¨ªan amasado y rehecho a su antojo el idioma: Jos¨¦ Lezama Lima, Guillermo Cabrera Infante y Severo Sarduy, y, de manera indirecta, con dos tradiciones, la del inconformismo sociopol¨ªtico expresado jocosamente a trav¨¦s de la tradici¨®n carnavalesca (Rabelais, Cervantes, Quevedo, Sterne, Diderot, Flaubert¡) y la del cuestionamiento del lenguaje como herramienta de representaci¨®n del mundo (Joyce, ante todos, pero antes Roussel y despu¨¦s C¨¦line, Arno Schmidt o Guimaraes Rosa). Larva estaba enraizada en diversas tradiciones, al tiempo que entrelazaba esas ra¨ªces con la misma festiva desenvoltura que practican los protagonistas del er¨®tico cuento de hadas que le sirve de ca?amazo: el de Babelle y Milalias en una noche de San Juan en un Londres multicultural.
R¨ªos no quiso prescindir del espinazo de la trama novelesca, pero la adelgaz¨® y la tritur¨® en escenas: la historia se puede seguir, entre elipsis, saltos y trampantojos, en las p¨¢ginas impares (las de la derecha), mientras que las pares funcionan como c¨¢mara de resonancia a trav¨¦s de unas notas que, en palabras de Severo Sarduy, son ¡°como una lluvia de part¨ªculas, el residuo¡± de la frotaci¨®n del idioma en el relato. Y ese ¡°viento solar¡± produce una incesante magnetismo fon¨¦tico entre palabras de muy diversos idiomas, con el castellano como masa madre, por el que se confrontan, se funden entre s¨ª y se interrogan con humor. El festival ling¨¹¨ªstico que orquesta R¨ªos es tan espectacular como exigente para el lector, que tiene ocasi¨®n de admirarse y verse abrumado, de regocijarse y sucumbir al aburrimiento. ¡°Quien bien te escribe te har¨¢ sufrir¡±, reza una de las notas. Cada p¨¢gina es un prodigio de ingenio y un desaf¨ªo a la agilidad mental (y al archivo cultural) del lector, al que adem¨¢s se le va enviando a unas Notas de la Almohada perge?adas por Babelle con interpolaciones del tercer v¨¦rtice del tr¨ªo protagonista: un Herr Narrator intrusivo con no poco del autor.
Esta compleja maquinaria, que suministra momentos de gozo est¨¦tico ¨²nicos, es accesible, sin embargo, solo para una minor¨ªa de lectores. Resulta ¨²til, a falta de una gu¨ªa como la de Lago sobre el Ulises, el libro colectivo Palabras para Larva que en 1985 editaron Andr¨¦s S¨¢nchez Robayna y Gonz¨¢lez D¨ªaz-Migoyo. Su tono predominante es m¨¢s celebratorio que anal¨ªtico, pero sigue siendo un vest¨ªbulo recomendable.
R¨ªos quiso eludir las asperezas del experimentalismo m¨¢s hostil al lector, quiso probar que es posible narrar desde un idioma incandescente que refutara por la v¨ªa de los hechos la idea (de Edoardo Sanguineti) de que la vanguardia, para protegerse contra su mercantilizaci¨®n, deb¨ªa levantar una muralla infranqueable. En su obra posterior, en Amores que atan (1995) o Monstruario (1999), abund¨® en esa senda. Pero lo cierto es que hoy en d¨ªa Larva sigue siendo un libro tan fascinante como disuasorio, un ocho mil literario cuyo ascenso promete bellezas y revelaciones ¨²nicas, pero para el que muchos lectores no se ven en suficiente forma. R¨ªos era muy consciente de la soledad laboriosa que ped¨ªa a su lector. El regreso a las librer¨ªas de este Finnegans Wake espa?ol, una s¨¢tira menipea en la que el castellano se disfraza de otros idiomas y el enga?o a los ojos cervantino se transforma en enga?o a los o¨ªdos, invita a considerar la vigencia actual de la literatura m¨¢s arriscada en un mercado en el que la dificultad ha sido demonizada como un temible repelente de lectores.
Paul Val¨¦ry, recordando sus conversaciones con St¨¦phane Mallarm¨¦, se lamentaba de que la facilidad de lectura fuera la norma desde que, con el reinado de la prisa, ¡°todo el mundo tiende a no leer m¨¢s que aquello que todo el mundo podr¨ªa escribir¡±, porque a ¨¦l solo le incitaban los libros que ofrec¨ªan resistencia. La querella entre f¨¢ciles y dif¨ªciles (o, con tosca simplificaci¨®n, entre realistas y experimentales) tiene entre nosotros un lance famoso en la pol¨¦mica, en 1970, entre Isaac Montero y Juan Benet. Sin embargo, en ese pugilato Benet no golpeaba en nombre de toda la vanguardia (Joyce era para ¨¦l un costumbrista) ni de toda la neovanguardia (que tend¨ªa a despreciar, sobre todo la de ascendencia francesa), sino de la autonom¨ªa de la literatura frente a las servidumbres morales o pol¨ªticas, lo que para ¨¦l significa la primac¨ªa de la elocuci¨®n, la construcci¨®n de un estilo. Era un ejemplo de lo que Roland Barthes llam¨® ¨¦crivain, alguien ¡°que absorbe el porqu¨¦ del mundo en un c¨®mo escribir¡±, cuya escritura es intransitiva, frente a la transitividad del ¨¦crivant, siempre al servicio de un fin (ideol¨®gico, did¨¢ctico¡) m¨¢s all¨¢ del lenguaje. La cosa estaba clara: o literatura tout court o escritura mostrenca; o se era escritor o escribidor. Pronto las leyes del mercado ablandar¨ªan esa jerarqu¨ªa y ¨¦l podr¨ªa haber sido tildado de Mr. Difficult, como lo hizo Jonathan Franzen con William Gaddis en 2002 desde las p¨¢ginas de The New Yorker.
El delito de Gaddis, del que ve¨ªa la luz su novela p¨®stuma Agap¨¥ Agape (traducida con el pal¨ªndromo ?gape se paga), hab¨ªa consistido en no aceptar que el escritor actual debe entretener a sus lectores compitiendo con otros entretenimientos m¨¢s seductores, como las teleseries o los videojuegos. El tipo de literatura abstrusa e inaccesible que le atribu¨ªa era un tiro en el pie de la industria del libro en un escenario en el que la palabra luchaba por sobrevivir. Para Franzen, Gaddis encarnaba al anacr¨®nico escritor de Estatuto, para el que el valor de la obra es independiente del aprecio de los lectores, mientras que el escritor de Contrato, que ¨¦l propugna y representa, asume el deber de absorber y emocionar al lector ayud¨¢ndolo as¨ª a soportar su soledad existencial¡ Las r¨¦plicas no se hicieron esperar y quiz¨¢ la m¨¢s entonada y ¨¢cida fue la de Ben Marcus en el ensayo Por qu¨¦ la literatura experimental amenaza con destruir la edici¨®n, a Jonathan Franzen y la vida tal y como la conocemos (Jekyll & Jill), traducido en 2018 por Rub¨¦n Mart¨ªn Gir¨¢ldez, que a?adi¨® de su cosecha unos espl¨¦ndidos ¡°pinitos de pedanter¨ªa¡± en el ep¨ªlogo. Sus argumentos son inapelables; no hay un ¨²nico modo de representar la realidad, la literatura es el arte del lenguaje, el arte no puede abjurar de la b¨²squeda y acomodarse a las convenciones¡ Pero no cambian el hecho tozudo de que calificar hoy a un escritor de experimental equivale a decir que su obra ¡°no es relevante, que no es legible y que es agresivamente masturbatoria¡±. Es un bald¨®n.
Y, sin embargo, con el experimentalismo de capa ca¨ªda, cabe preguntarse por su indudable pervivencia. ?Se mantendr¨¢ como una pr¨¢ctica secreta y conspirativa, como una iglesia mist¨¦rica cuyos fieles, diseminados por el mundo, cultivan y comparten, como autores y lectores, un empecinado culto al lenguaje? En 2004, el argentino Dami¨¢n Tabarovsky defendi¨® con vehemencia una experimentaci¨®n literaria radical, ajena al p¨²blico, sin m¨¢s red protectora que el ¡°deseo loco de novedad¡± y dirigida al lenguaje. Una literatura fuera del mercado, lejos de las universidades, cuyo ¨²nico mundo sea ¡°el buceo del lenguaje¡± y que habr¨ªa de instituir una comunidad imaginaria, invisible e inconfesable, la comunidad inoperante de la literatura. Esta comunidad rechazar¨ªa el principio de comunicaci¨®n, el instinto gregario, el impulso pol¨¦mico, y estar¨ªa formada por un conjunto de soledades. Llam¨® literatura ¡°de izquierdas¡± a la que desquicia y hace delirar el lenguaje (como Larva), a la que no da a creer nada ni impone un sentido, la que desestabiliza las creencias y transforma la incertidumbre en fortaleza. En definitiva, la que engendra dentro de la lengua una lengua extranjera, como dijo Deleuze haci¨¦ndose eco de Proust.
El estatuto actual del experimentalismo es el del espectro: est¨¢ muerto pero sigue entre nosotros, una pervivencia en la que el propio Tabarovsky insisti¨® en El fantasma de la vanguardia (2018): aunque ese fantasma no responda cuando se le interroga, su mera posibilidad (su haber existido) lo vuelve indispensable en el quebradizo futuro de la literatura. Esa es sintom¨¢ticamente la convicci¨®n que subyace a dos ensayos recientes: ?Qu¨¦ ser¨¢ la vanguardia?, de Julio Premat, y La vanguardia permanente, de Mart¨ªn Kohan.
Aunque el marco de sus reflexiones es argentino, los t¨¦rminos en que se plantean las hace valederas fuera del mismo. A Premat le interesa en qu¨¦ medida el impulso vanguardista, como reliquia de un pasado en el que el futuro era posible, podr¨ªa reactivarse en nuestro presente, pero sus conclusiones distan de ser edificantes: ¡°La radicalidad, la oposici¨®n, la experimentaci¨®n¡± operan como armas ¡°anacr¨®nicas¡± de reivindicaci¨®n y defensa de lo literario, pero tambi¨¦n como cuestionamientos prometedores e incitaciones decisivas para seguir creando. La crisis de la vanguardia, siendo esta el ep¨ªtome de lo literario, no es m¨¢s que la crisis de la misma literatura. Kohan, por su parte, concede una suerte de disponibilidad plena a la insubordinaci¨®n vanguardista, con toda su carga de revulsivo pol¨ªtico, pero admite que en sus ambiguos retornos debe precaverse contra su neutralizaci¨®n y domesticidad, contra las versiones espurias de s¨ª misma, contra las poses y los posos.
?Es Larva ya una obra para profesores, p¨¢bulo o rancho para el filovanguardismo acad¨¦mico de tesis, art¨ªculos y congresos? ?Ha quedado en monumento visitable, en letra inerte? Es de desear que no sea as¨ª. Quiz¨¢ sea imposible perforar el lenguaje para mirar a trav¨¦s de sus agujeros qu¨¦ se esconde al otro lado (la imagen es de Beckett), pero R¨ªos se qued¨® muy cerca de logarlo y esa aventura est¨¦tica y cognitiva no caduca, aunque suene anacr¨®nicamente idealista.
Lecturas
Ulises, James Joyce. Traducción de José Salas Subirat. Galaxia Gutenberg, 2022. 816 páginas. 21 euros.
Todos somos Leopold Bloom. Razones para (no) leer el ‘Ulises’, Eduardo Lago. Galaxia Gutenberg, 2022. 216 páginas. 18 euros.
Larva. Babel de una noche de San Juan, Julián Ríos. Jekyll & Jill, 2021. 600 páginas. 34 euros.
La vanguardia permanente, Martín Kohan. Paidós, 2021. eBook. 6,99 euros.
¿Qué será la vanguardia?, Julio Premat. Beatriz Viterbo, 2021. 236 páginas.
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