Cuando los comanches y los apaches fumaron la pipa de la paz con Carlos III
El ensayo ¡®Forjado en la frontera¡¯ relata la desconocida historia del cart¨®grafo Bernardo de Miera y el acuerdo que la Corona espa?ola alcanz¨® con los indios en 1786
En la conocida pel¨ªcula Bailando con lobos (1990, Kevin Costner), su protagonista, un teniente del Ej¨¦rcito de la Uni¨®n, hace amistad con un anciano sioux (en el libro en que se basa el largometraje es un comanche), que le ense?a el morri¨®n de un conquistador espa?ol, mientras le relata que ¡°los que lo trajeron llegaron en la ¨¦poca del abuelo de mi abuelo¡± y con el tiempo fueron expulsados, dando as¨ª Hollywood la impresi¨®n de que durante siglos no hubo presencia espa?ola continuada en California, Florida, Nuevo M¨¦xico o Texas, o que los ind¨ªgenas derrotaron a los peninsulares afincados en el Oeste de los actuales Estados Unidos. Es dif¨ªcil concentrar tantas falsedades en tan escasos minutos de cinta.
Cuatro siglos antes de que John Wayne no dejase un indio vivo en las pantallas de cine, de que Buffalo Bill convirtiese a los bisontes en una especie en peligro de extinci¨®n o de que el general Custer entrase en la eternidad pegando tiros a lo loco, Francisco V¨¢zquez Coronado ya hab¨ªa pisado lo que hoy son Texas, Arkansas, Utah y Nuevo M¨¦xico, descubierto el ca?¨®n del Colorado y remojado sus destrozados pies en el r¨ªo Bravo. Forjado en la frontera. Vida y obra del explorador, cart¨®grafo y artista don Bernardo de Miera y Pacheco en el Gran Norte de M¨¦xico (Desperta Ferro Ediciones, 2022), de John L. Kessell y Javier Torre Aguado, recrea la incre¨ªble y poco conocida historia de los espa?oles del siglo XVIII que mantuvieron y exploraron los l¨ªmites del imperio hispano en lo que hoy es el suroeste norteamericano.
Acosados por los soldados franceses que se adentraban desde Luisiana, sufriendo los bandazos que la pol¨ªtica de alianzas internacionales marcaba en cada momento, enfrent¨¢ndose a belicosas tribus indias armadas por potencias enemigas e intentando extender el cristianismo entre apaches, comanches o gilas, una poblaci¨®n de 17.722 espa?oles defend¨ªa y expand¨ªa la frontera norte de Nueva Espa?a. Y lo consiguieron.
El l¨ªmite septentrional de Nueva Espa?a inclu¨ªa una docena de fuertes, llamados en la ¨¦poca presidios, que se alzaban en l¨ªnea horizontal, de este a oeste, desde el golfo de M¨¦xico hasta el desierto de Sonora, a unos 600 kil¨®metros del Pac¨ªfico. En cada uno de estos fortines aislados, a cientos de kil¨®metros unos de otros, viv¨ªan medio centenar de soldados que intentaban aparentar la ilusi¨®n de una frontera protegida. De entre todos los asentamientos, destacaban dos: Santa Fe y El Paso. Este ¨²ltimo inclu¨ªa un fort¨ªn, cinco misiones y numerosos ranchos, haciendas y granjas repartidos por sus alrededores. Pero en 1680, Santa Fe fue destruida por los indios, lo que provoc¨® una masiva llegada de refugiados a El Paso. ¡°De la noche a la ma?ana, El Paso se transform¨® en una comunidad tomada por los que hu¨ªan, una especie de colonia en el exilio¡±, indican los autores del libro.
La llegada de colonos y soldados a Nuevo M¨¦xico fue constante durante los siglos XVII y XVIII, entre ellos se encontraba, en 1730, Bernardo de Miera y Pacheco, ¡°pr¨¢cticamente desconocido en Espa?a, pero que fue una de las m¨¢s vers¨¢tiles y fascinantes figuras de la Am¨¦rica hisp¨¢nica¡±, como lo definen en el ensayo.
Miera, un artista autodidacto formado en la monta?a santanderina, pint¨® y esculpi¨® obras de arte que adornaron ¨Dy siguen decorando¨D iglesias y misiones coloniales. Pero tambi¨¦n fue ingeniero, capit¨¢n de milicias, explorador y cart¨®grafo, realizando uno de los ¡°mapas m¨¢s relevantes y precisos de la frontera norte del siglo XVIII¡±.
Cuando el c¨¢ntabro arriba a Nuevo M¨¦xico, el 25% de la poblaci¨®n ya era mestiza. ¡°Los indios que viv¨ªan en la periferia de la capital participaban de forma activa del mundo urbano y comercial. Muchos de ellos hablaban espa?ol, vest¨ªan a la espa?ola y consum¨ªa productos espa?oles si su econom¨ªa se lo permit¨ªa. Mientras Gran Breta?a, Francia y Espa?a contend¨ªan en otros lugares del globo, la lejana frontera norte del imperio se preparaba para cualquier invasi¨®n [india, francesa, rusa o brit¨¢nica]. La Corona, bajo la majestad de Fernando VI (1746-1759) quer¨ªa tener un conocimiento preciso de la extensi¨®n de sus territorios y conocer la localizaci¨®n exacta de las fronteras, por lo que se hac¨ªa necesario disponer de mapas fiables¡±. Miera estaba en disposici¨®n de ofrecer sus servicios y plasmar en un gran plano el virreinato de Nueva Espa?a, que se extend¨ªa por toda la parte occidental de Norteam¨¦rica, desde el norte de Guatemala hasta el legendario estrecho de Ani¨¢n [Canad¨¢] e inclu¨ªa las Filipinas.
As¨ª, en 1747, Miera form¨® parte de una expedici¨®n contra los apaches, con un ej¨¦rcito que cabalg¨® ¡°con una curiosa apariencia¡±. M¨¢s que una formaci¨®n militar, parec¨ªa una cuadrilla bastante informal. No vest¨ªan uniforme, ni tampoco portaban armas reglamentarias. Cada soldado llevaba su ropa habitual y luchaba con las mismas pistolas o arcabuces que guardaba en su casa para defender su hogar de posibles asaltos. El armamento oficial de los pocos que lo pose¨ªan se compon¨ªa de una larga lanza con punta de acero, una espada corta y una escopeta de un solo tiro, que necesitaba casi dos minutos para ser recargada. El c¨¢ntabro, mientras, iba tomando nota de todos los lugares por donde pasaban. La operaci¨®n militar fracas¨®, ya que no encontraron a los apaches, pero el cart¨®grafo s¨ª consigui¨® elaborar en 1748 el primer plano de Nuevo M¨¦xico.
En 1752, lleg¨® la paz con los comanches, a los que se les permitir¨ªa participar en las ferias de comercio que se celebraban en Taos y Pecos (Texas). Todo prosper¨®. De hecho, en 1758, Miera volvi¨® a levantar un nuevo plano de la regi¨®n de Santa Fe, donde ya daba cuenta de 16 comunidades y tres villas, en las que viv¨ªan 5.170 hispanos, 225 indios cautivos y 8.694 ind¨ªgenas libres. El Paso, por su parte, era habitado por 2.568 espa?oles y 1.065 indios. En total, el n¨²mero de varones capaces de defender la provincia, entre los 15 y 70 a?os, era de 5.294 hombres. Por su parte, los indios aliados o hispanizados, y que estaban integrados en las tropas contra apaches y comanches, dispon¨ªan de 48 mosquetes, 17 pistolas, 82.000 flechas, 802 lanzas, 103 espadas, 4.813 caballos, 193 chaquetas de cuero (el chaleco antibalas de la ¨¦poca), 8.325 cabezas de ganado bovino y 64.561 ovejas.
El 4 de agosto de 1760, se produjo un devastador ataque comanche. ¡°Oleadas de jinetes a galope tendido, pintados de vivos colores, fuertemente armados y profiriendo gritos y aullidos ensordecedores, llegaron a Taos, que, en su aguerrida defensa, se asemejaba a aquellas ciudades amuralladas con baluartes y torres que nos pintan en la Biblia. A su paso arrasaron con muchos de los ranchos desperdigados. Los aterrorizados granjeros y sus familias buscaron refugio en una casa fortificada. Los comanches arrasaron la hacienda y mataron unas cuantas mujeres que como hombres peleaban, y ya muertas, las ayuntaron insolentemente con los muertos. 56 mujeres y ni?os fueron tomados como cautivos¡±, dej¨® escrito Miera.
En 1777, comanches y apaches manten¨ªan una guerra sin cuartel entre ellos, con clara ventaja comanche. ¡°Han despojado de sus tierras a la naci¨®n de los apaches se?ore¨¢ndose de todas ellas arrincon¨¢ndolos a las fronteras de las provincias de nuestro rey¡±, escribi¨® el santanderino. Ese a?o, se organiz¨® una nueva expedici¨®n para intentar conectar El Paso con el Pac¨ªfico. Los espa?oles llegaron a Great Salt Lake (Utah), donde no se toparon con los comanches, sino con las tribus timpanogo y laguna. ¡°En la actualidad, los indios laguna-timpanogos en su p¨¢gina web oficial recuerdan sin ning¨²n rencor el encuentro de su tribu con los misioneros [en las expediciones siempre iban religiosos]. Hubo momentos de mucha tensi¨®n y enfrentamiento, pero todo se resolvi¨® felizmente¡±, recuerda el libro.
El enfrentamiento final con los comanches no se produjo hasta el 2 de septiembre de 1779, en Colorado. Los generales Juan Bautista de Anza y Cuerno Verde iban a medir sus fuerzas. Ambos hab¨ªan perdido a sus respectivos padres en ataques anteriores. Hab¨ªa algo personal. Vencieron los espa?oles. Seg¨²n el diario de Anza, adem¨¢s de Cuerno Verde, muri¨® tambi¨¦n su primog¨¦nito heredero, de manera que el ciclo de venganzas intergeneracionales hab¨ªa acabado. Con ello se pon¨ªa fin a la combativa trayectoria de Cuerno Verde, ¡°azote cruel de este reyno el que ha exterminado muchos pueblos con centenares de muertes y prisioneros que despu¨¦s ha sacrificado a sangre fr¨ªa¡±, afirm¨® Miera, que particip¨® en la batalla. En el lugar donde se produjo la lucha, la autopista Interestatal 25, se conmemoran cada a?o estos hechos. El ¨¢rea de descanso lleva el nombre de Cuerno Verde.
Pero despu¨¦s de 35 a?os de lucha constante, durante el reinado de Carlos III, todos estaban cansados de tanta ¡°violencia y sangre¡±. El 25 de febrero de 1786, en Santa Fe, los lideres indios e hispanos firmaron la paz. Aza abraz¨®, uno por uno, a todos los jefes indios. ¡°A partir de ese d¨ªa, hispanos, comanches, pueblo y yuta comerciaron sin repararos y se asegur¨® de que no se produjeran abusos econ¨®micos en las transacciones. Adem¨¢s, los comanches firmaron la paz con los yutas. Los navajos se sumaron un mes despu¨¦s. La alianza con navajos, pueblo y comanches incluy¨® enfrentarse a un enemigo com¨²n, los apaches. Pero en agosto de 1786, los apaches, ckonens, mesclaros y mimbreros tambi¨¦n se sumaron al acuerdo de paz con los espa?oles¡±.
¡°La paz comanche y apache constituy¨® el mayor ¨¦xito obtenido en la frontera desde hac¨ªa m¨¢s de cien a?os. No se trataba simplemente de un ¨¦xito militar y diplom¨¢tico, sino que era un ¨¦xito de todos los pueblos que rubricaron el acuerdo y permitieron d¨¦cadas de relaciones relativamente estables entre todos ellos¡±. Luego, lleg¨® la independencia de Estados Unidos y de M¨¦xico y regres¨® la guerra.
En 1976, durante la celebraci¨®n del centenario de la formaci¨®n del estado de Colorado, la poblaci¨®n hispana eligi¨® a Miera como ¡°figura representante¡± y lo inmortaliz¨® en una vidriera que adorna el Capitolio de Colorado. El portavoz del comit¨¦, el artista chicano Carlos Santisteva, afirm¨® que ¡°don Bernardo permanecer¨¢ por mucho tiempo como fuente de orgullo para toda la gente hispana y chicana¡±.
A?os despu¨¦s, apareci¨® en la gran pantalla Kevin Coster departiendo con un indio que le dijo que guardaba un casco que los abuelos de sus abuelos le hab¨ªan arrebatado a un espa?ol. De la paz entre indios y espa?oles no le cont¨® nada, ni le mencion¨® al guerrero Ger¨®nimo, que hablaba espa?ol, el mismo idioma que los habitantes de Santa Fe, de El Paso, de Taos y de Pecos, lengua que compart¨ªa con Bernardo de Miera y Pacheco. As¨ª se escribe la historia en Hollywood.
Forjado en la frontera. Vida y obra del explorador, cart¨®grafo y artista don Bernardo de Miera y Pacheco en el Gran Norte de M¨¦xico
Autores: John Kessell y Javier Torre Aguado.
Editorial: Desperta Ferro Ediciones, 2022.
Formato: tapa blanda (264 p¨¢ginas m¨¢s ocho a color. 24,95 euros).
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