¡®Montevideo¡¯: por qu¨¦ Vila-Matas ha renacido con su ¨²ltima novela
El barcelon¨¦s regresa con su obra m¨¢s profunda, un tratado sobre el estilo cuando a un escritor le pasan cosas de verdad. Como recuperarse, en su caso, de un trasplante de ri?¨®n en diciembre. La donante fue su esposa
Existe un mensaje en clave para los vilamatianos en la p¨¢gina 289 de Montevideo: ¡°Ojal¨¢ comprendas que tu destino es el de un hombre que deber¨ªa estar ya deseando elevarse, renacer, volver a ser. Te lo repito: elevarse. En tus manos est¨¢ tu destino, la llave de la puerta nueva¡±. La insistencia en esa cursiva y esa acci¨®n no es gratuita. Cuando Enrique Vila-Matas la escribi¨®, no pod¨ªa levantarse de la cama. ¡°El ¨²ltimo d¨ªa de diciembre me trasplantaron un ri?¨®n. Mi mujer, Paula, me lo ha dado¡±, dice, y lo suelta tan r¨¢pido como un fogonazo, casi al final de esta entrevista; como si hubiese querido ignorar al elefante sentado a nuestro lado durante toda esta charla en una terraza del Eixample izquierdo que queda a pocos metros de su casa.
Por muchas puertas y cuartos que roban el sue?o en su ¨²ltima novela ¨Cque saldr¨¢ a la venta este mi¨¦rcoles en Seix Barral¨C, aqu¨ª, el tema es el del escritor renacido. El que profundiza en su estilo y afina su mirada. Quien, como su protagonista, consigue volver a escribir cuando le pasan cosas de verdad. ¡°Ten¨ªa Montevideo pr¨¢cticamente acabada porque la hab¨ªa escrito durante el primer a?o de pandemia. Pero, tras la operaci¨®n, la repas¨¦ l¨ªnea por l¨ªnea. Poco a poco la fui cambiando, como si hubiera ganado profundidad. No s¨¦ si llamarlo as¨ª en realidad, pero s¨ª me deten¨ªa en detalles que antes no hac¨ªa. Creo que logr¨¦ entender aquello que la pod¨ªa hacer mejor¡±, cuenta.
A sus 74 a?os, Vila-Matas se ve ¡°transformado¡± y sin ganas de vivir con miedo. ¡°Mientras el resto me cuentan cosas siniestras de la vida, siento que estoy renaciendo¡±. Por eso ha decidido llamar por su nombre al trasplante en esta entrevista y no aferrarse a un nuevo episodio de ¡°colapso¡± ¨Cas¨ª llam¨® a un fallo renal que padeci¨® en 2006¨C. ¡°He tenido mucha suerte porque Paula se ofreci¨®¡±, explica. Se refiere a su mujer, Paula Massot, la profesora de Literatura a la que dedica sus libros como Paula de Parma ¨Ctambi¨¦n en Montevideo, donde se inspira en Dante en ese ¡°tiembla mi alma enamorada¡±¨C y quien le ha convencido para sincerarse sobre esta experiencia vital.
Como una versi¨®n refinada del barcelon¨¦s medio, Vila-Matas nos recibe en zapatillas Nike, cogido a una tote bag y vestido de traje pese al bochorno de agosto. ¡°La chaqueta la traigo exclusivamente para las fotos¡±, aclara, como disculp¨¢ndose, nada m¨¢s encontrarnos en la biblioteca Agust¨ª Centelles, uno de los refugios clim¨¢ticos m¨¢s transitados este verano. Liberado de ella tras las instant¨¢neas, sentado frente a un caf¨¦ y agua sin gas, dejar¨¢ claro que con ¨¦l s¨ª hay algo que nunca cambia: esa capacidad ¨²nica, pr¨¢cticamente m¨¢gica, de moverte entre el asombro y la carcajada. De no saber discernir, como en sus novelas, si lo que ah¨ª se cuenta es una chaladura brillante o una tomadura de pelo fant¨¢stica.
Pregunta. ?Montevideo es una puerta para entrar a un espacio de ficci¨®n que existe en el mundo real?
Respuesta. Hace a?os empec¨¦ esta novela sin saber que acabar¨ªa haci¨¦ndola. Investigu¨¦ mucho sobre el cuento La puerta condenada, de Cort¨¢zar. Lo que me interesaba era cruzarla, saber qu¨¦ hab¨ªa al otro lado de aquella habitaci¨®n que tanto atormentaba a su protagonista.
P. ?Qu¨¦ esperaba encontrar?
R. Esto me viene de cuando la escritora Vlady Kociancich, que muri¨® este a?o y fue muy amiga m¨ªa, me cont¨® una coincidencia genial. Me dijo que Bioy Casares hab¨ªa escrito otro cuento muy similar al de Cort¨¢zar casi al mismo tiempo. Los dos pasaban en Montevideo, los dos protagonistas llegaban en un barco de vapor e iban al mismo hotel, el Cervantes. Era una idea buen¨ªsima, dos escritores escribiendo sobre el mismo hotel y la misma ciudad pr¨¢cticamente al mismo tiempo. Pero Casares nunca le dio importancia a este hecho tan especial porque, claro, esa era su manera de ser.
P. Su protagonista s¨ª se la da. Dice que el subconsciente de un escritor es fantasmag¨®rico, como si siempre estuviese haciendo espiritismo invocando a otros.
R. Hay algo de acto metaf¨ªsico ah¨ª, s¨ª.
P. Pero las voces de todos esos autores que tanto resuenan no le ayudan a encontrar la suya propia.
R. Esta es una novela sobre la b¨²squeda del cuarto propio del escritor. De configurar un estilo. Una versi¨®n de la ¡°habitaci¨®n propia¡± femenina sobre la que escribi¨® Virginia Woolf.
P. Y dice que es un ¡°un infierno¡± porque ¡°ah¨ª los hombres entienden que han escrito muchas tonter¨ªas en lugar de ensamblarse con lo que escriben las mujeres¡±.
R. Es algo divertido que pens¨¦. El protagonista se ve encerrado en su cuarto propio, donde unas voces reproducen sin cesar las frases que ha escrito en su carrera. ?No te parece insoportable escuchar sin descanso todo lo que has escrito o dicho en tu vida?
P. En este libro hay much¨ªsimos simbolismos e historias relacionadas con puertas, hasta en su portada aparecen Las cuatro habitaciones de Hammersh?i. ?Ha cruzado alguna que le trasladara a un sitio especial?
R. Una muy remota, la del casa Tejada. Era el ¨²nico bar de Barcelona que abr¨ªa hasta las cinco de la madrugada, mucho antes de que llegase el Up&Down. Por el d¨ªa, eran unos talleres de mec¨¢nica de coches en la calle Arag¨®. Por la noche, abr¨ªan una puertecita en el extremo del taller y era como un sue?o. Con un comedor grandioso donde se mezclaban camioneros, travestis, gente de la noche y famosos. Un lugar tremendamente curioso. La polic¨ªa lo sab¨ªa, pero hac¨ªa la vista gorda.
P. El protagonista acude al encuentro de la puerta escondida de Cort¨¢zar en el Hotel Cervantes. ?Usted fue alguna vez a ver?
R. S¨ª, en una gira por Mac y su contratiempo en 2017. Pas¨¦ dos d¨ªas en Montevideo y solo ped¨ª ver dos cosas: la Torre de los Panoramas, a la que dediqu¨¦ mi primer art¨ªculo literario en El viejo Topo, y el Cervantes. La segunda petici¨®n les extra?¨®.
P. ?Por qu¨¦?
R. Todo era muy raro. El hotel era entonces un sitio decadente, de intercambio de parejas. En la recepci¨®n me dijeron que no sab¨ªan nada del cuarto del cuento de Cort¨¢zar. Parec¨ªa un juego de conjurados, como si no les hiciese gracia que preguntara. Al final, me ense?aron la puerta de la habitaci¨®n a desgana y me dijeron que estaba ocupada. No pude entrar. Luego se alegraron, dijeron que si Cort¨¢zar hab¨ªa estado ah¨ª ese dato podr¨ªa atraer a muchos turistas japoneses. Como si Cort¨¢zar tuviese una relaci¨®n con los japoneses. Todo rar¨ªsimo, como ves.
P. Es muy parecido a como sucede en el libro, ?el ¡°yo¡± de Montevideo es autobiogr¨¢fico?
R. No. Escribo ficci¨®n desde un espacio que suelen ocupar los ensayistas: un yo literario visible. De hecho, lo que se escenifica en cualquiera de mis libros no es exactamente una trama, o una serie de ideas, sino a m¨ª mismo tramando, pensando o escribiendo bajo el avatar de un narrador. Aunque, eso s¨ª, el avatar, la personalidad de cada uno de mis narradores, es distinta en cada novela y posiblemente lo ¨²nico que las una a todas sea la voz o ese ¡°yo literario visible¡± que reaparece en cada nuevo libro y da continuidad a la obra.
P. ?Y no le da ansiedad estar pendiente de ese yo que da continuidad a todo?
R. Para nada. Ya estoy pensando en qu¨¦ har¨¦ despu¨¦s. Estoy acostumbrado a la desaparici¨®n del sujeto, manteniendo la voz del ensayista. Y este libro explica el fracaso de uno que solo quiere ser ensayista.
P. Uno que se da cuenta del escritor que es cuando deja de escribir.
R. Es muy c¨®mico. ?l me recuerda a una situaci¨®n que le pas¨® a C¨¦sar Aira en Cuba, que tuvo un desmayo y cuando despert¨® dijo: ¡°?Nunca me hab¨ªa pasado algo hasta hoy!¡±.
P. Sobre la val¨ªa o desgaste de la autoficci¨®n literaria se est¨¢ debatiendo mucho.
R. La autoficci¨®n est¨¢ insertada en la ficci¨®n. En Espa?a se utiliza como un insulto. Dicen: ¡°Bah, ha hecho una autoficci¨®n¡±. Es como el desprecio a las polic¨ªacas. Como dice [Javier] Cercas, las hay buen¨ªsimas y muy malas. Es una cuesti¨®n de calidad.
P. Define los ¡°textos pesadilla¡± como aquellos que persiguen a su autor, por los que se le recuerda, aunque los haya mejores. Su protagonista odia la frase ¡°Preferir¨ªa no hacerlo¡±. ?Nos est¨¢ diciendo algo sobre Bartleby y compa?¨ªa?
R. Esto es algo que le pasa a todos los escritores. A m¨ª se me recuerda por ese t¨ªtulo aunque creo que es m¨¢s completo El Mal de Montano. Me pasa con Par¨ªs no se acaba nunca, me citan y dicen, ¡°efectivamente, como dec¨ªa Vila-Matas, Par¨ªs no se acaba nunca¡±. Tambi¨¦n me persigue la historia de c¨®mo conoc¨ª a Marguerite Duras, pero eso me pasaba antes de que lo escribiera en un libro.
P. ?Por qu¨¦?
R. Fue una cosa que me persegu¨ªa en Barcelona cuando volv¨ª de Par¨ªs, as¨ª que decid¨ª contarlo en un libro para que no me preguntaran m¨¢s. Pero no funcion¨®. Todav¨ªa me preguntan, sobre todo en la radio. Yo creo que ah¨ª se deben pasar los guiones, porque siempre me preguntan por la Duras y por cuando me invent¨¦ la entrevista a Marlon Brando en Fotogramas.
P. ?Y le molesta?
R. No, pero es que lo de Brando fue hace cincuenta a?os ya y ha llegado hasta Francia. Dicen que ah¨ª debi¨® nacer mi pasi¨®n por inventar. Y si lo hice, fue por pura necesidad, para que no me echaran.
P. ?No le persigue nada m¨¢s?
R. Los t¨®picos de quienes no me han le¨ªdo. Pero eso ya forma parte de la mala leche. Mira Borges, dijo de Cervantes que el Quijote estaba muy bien, pero que le sobraba Sancho y se qued¨® tan ancho.
P. Ahora hay un debate sobre si los personajes de hoy en d¨ªa tuviesen que reafirmar nuestros ideales y no pudiesen tener contradicciones.
R. Pues en mis novelas las tienen todas. A un buen t¨ªo, directamente, no te lo puedes creer. No he conocido a nadie que no tuviera defectos, problemas y virtudes.
P. Escribe sobre los ¡°imb¨¦ciles digitales¡±, ?qui¨¦nes son?
R. Uf, internet est¨¢ lleno. Yo tengo una web estupenda y tambi¨¦n ando por Twitter, pero a ellos no les hago mucho caso.
P. ?Se lo pasa bien ah¨ª? Algunos escritores desprecian la jerga digital.
R. Eso me da igual. Hay cosas que se tienen que llamar como t¨² las llamas. Mi problema es que muchas veces tengo la sensaci¨®n de haber sido antip¨¢tico. Releo mis mails y creo que sueno seco. No s¨¦ c¨®mo sonar positivo.
P. Para eso est¨¢n los emojis, ?los usa?
R. S¨ª, Nabokov ya dec¨ªa que faltaba un dibujo para avisar de que se estaba siendo ir¨®nico. Yo los pongo en WhatsApp, que uso mucho.
P. ?Cu¨¢l es su favorito?
R. El que se sujeta la cara, pensativo, sin entender mucho (?). Es curioso verme aqu¨ª, porque en el 2000, en la tele, jur¨¦ junto a Mart¨ªnez de Pis¨®n que nunca tendr¨ªa un ordenador. Paula me trajo uno al poco y el tercer correo electr¨®nico que me lleg¨® era de Fidel Castro.
P. ?Y qu¨¦ le dec¨ªa?
R. Me felicitaba por un premio que me hab¨ªan dado en Venezuela, el R¨®mulo Gallegos. Por supuesto se lo redact¨® alguien, pero me emocion¨¦ tanto en la respuesta que empec¨¦ un elogio largu¨ªsimo sobre la revoluci¨®n cubana. A medida que iba escribiendo, tachaba. Al final solo me qued¨®: ¡°Un abrazo, camarada¡±.
P. ?El secreto de aburrir es contarlo todo?
R. S¨ª, toda explicaci¨®n rebaja una historia. A m¨ª me est¨¢ pasando en esta entrevista. Quiero contar tantas cosas que al final uno puede acabar aburriendo.
P. ?Y qu¨¦ m¨¢s le ha transformado en estos meses?
R. Cosas curiosas: no me gustaba mucho Raphael, el cantante; pero ha sido ver su documental sobre c¨®mo le cambi¨® la vida su trasplante y c¨®mo sali¨® cantando con m¨¢s ritmo que nunca, y ahora me encanta.
¡®Montevideo¡¯. Enrique Vila-Matas. Seix Barral, 2022. 304 p¨¢ginas. 19,90 euros. Se publica el 31 de agosto.
Novela y poes¨ªa
Narrativa
A?o Picasso
Adelanto editorial
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.