?Es dif¨ªcil leer ¡®En busca del tiempo perdido¡¯? No tanto
La obra de Marcel Proust es una cumbre de la literatura moderna. Para alcanzarla solo se necesita de sensibilidad, concentraci¨®n y pundonor
En un intercambio de correos con un traductor de primera, Miguel Temprano Garc¨ªa, me coment¨® la aparente extra?a afici¨®n que tienen muchos periodistas a calificar como dif¨ªciles obras maestras de la literatura universal. De esa manera contribuyen a alejarlas de los lectores y, de paso, tranquilizar sus conciencias. As¨ª es como una obra sustancial tal que En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, es afectada por esa inconsistencia, lo mismo que el Ulises, de James Joyce; la trilog¨ªa final de Henry James, o El hombre sin atributos, de Robert Musil.
Una reciente traducci¨®n de la novela de Proust viene a unirse a las ya existentes y meritorias de Consuelo Berges, la pionera que complet¨® los dos primeros vol¨²menes traducidos por Pedro Salinas y Jos¨¦ Mar¨ªa Quiroga Pla (Alianza), de Carlos Manzano (Lumen) o la muy documentada de Mauro Armi?o. A todas ellas, separadas entre s¨ª por el tiempo, debemos la importante y agradecida difusi¨®n de la obra del gran escritor franc¨¦s. Significativamente, en una nota al texto al frente de la traducci¨®n de Mar¨ªa Teresa Gallego, eminente traductora del franc¨¦s, y su hija Amalia Garc¨ªa Gallego, tras reproducir uno de esos extens¨ªsimos p¨¢rrafos de la obra en los que el principio y final de estos est¨¢n ¡°implacablemente alejados¡±, proponen que si se nos ocurriera te?ir de un color cada una de las frases que lo constituyen, este formar¨ªa un ovillo arco¨ªris nada sencillo de desenredar. Con tal ejemplo (tomado de entre los muchos que pueblan la obra magna de Proust) tratan de mostrar ¡°la peculiar, caracter¨ªstica y personal¨ªsima sintaxis proustiana que tanto asombro y tanta fascinaci¨®n ha producido desde que alguien la leyera por primera vez¡±.
Pero ?qu¨¦ es una novela dif¨ªcil? Eso es imposible de sostener, como lo es decir de una novela que es aburrida. Novelas que encandilan a unos aburren a otros, pues el aburrimiento es una actitud personal, no una categor¨ªa literaria. Desde el punto de vista literario el calificativo ¡°dif¨ªcil¡± est¨¢ fuera de lugar. Podemos aceptar calificativos tales como sencillo o complejo, pero dif¨ªcil o aburrido¡ No hay reto ni satisfacci¨®n mayor que superar una dificultad en pos de una meta. La lectura es un acto de intimidad y de concentraci¨®n en el que, como propone el poeta Cavafis en su poema Itaca, encontramos aventura, conocimiento y placer. Pocos viajes han de resultar tan estimulantes como la lectura de un ¡°libro dif¨ªcil¡±.
Vaya un ejemplo por delante, elegido al abrir el libro al azar para mostrar la tan cacareada ¡°dificultad¡±: ¡°Pero, en vez de la sencillez era el fasto lo que yo pon¨ªa en primer¨ªsima fila si, despu¨¦s de haber obligado a Fran?oise, que estaba rendida y dec¨ªa que ¡®no pod¨ªa con las piernas¡¯, a pasarse una hora andando arriba y abajo, ve¨ªa por fin, desembocando del paseo que viene de la puerta Dauphine ¡ªimagen, para m¨ª, de un prestigio regio, de una llegada soberana tal que ninguna reina de verdad iba a poder darme esa impresi¨®n m¨¢s adelante porque ten¨ªa de su poder una noci¨®n menos inconcreta y m¨¢s experimental¡ª, transportada por el vuelo de dos caballos fogosos, esbeltos y torneados como los que vemos en los dibujos de Constantin Guys, con un cochero gigantesco afincado en el pescante, forrado de pieles como un cosaco, junto a un groom, un chiquillo que recordaba al ¡®tigre¡¯ del ¡®difunto Beaudenord¡¯, ve¨ªa ¡ªo m¨¢s bien notaba que se me imprim¨ªa su forma en el coraz¨®n con una n¨ªtida y agotadora herida¡ª una incomparable victoria, deliberadamente m¨¢s alta y cuyo lujo de ¡®¨²ltimo grito¡¯ trasluc¨ªa alusiones a las formas antiguas, en cuyo fondo iba recostada con descuido la se?ora Swann, ci?¨¦ndole el pelo, ahora rubio con un ¨²nico mech¨®n gris, un delgado band¨® de flores, casi siempre de violetas, del que colgaban largos velos, con una sombrilla malva en la mano y en los labios una sonrisa ambigua en la que no ve¨ªa yo sino la benevolencia de una majestad y lo que hab¨ªa sobre todo era la provocaci¨®n de la cocotte y que dejaba caer suavemente sobre las personas que la saludaban¡±.
En busca del tiempo perdido es una cumbre, un ochomil de la literatura moderna que no necesita de impedimenta ni sherpas para alcanzarla, sino de sensibilidad, aprecio de la belleza, concentraci¨®n y pundonor. Por eso, la elecci¨®n de las se?oras Gallego madre e hija, de probada competencia, es un riesgo que distingue a esta traducci¨®n que ha empezado a publicar la editorial Alba en tres vol¨²menes. ¡°A la dificultad, opongamos valent¨ªa¡±, parecen haber querido decir; y justo en el a?o de la celebraci¨®n del centenario de la muerte del gran escritor franc¨¦s se han planteado trasladar el ovillo con todo su colorido. Buen reto al lector. Como ellas mismas sostienen con galana convicci¨®n en su paso del franc¨¦s al espa?ol y parafraseando a Lope, ¡°esto es Proust, quien lo prob¨® lo sabe¡±.
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