Jane Smiley: ¡°Los ni?os no deber¨ªan leer libros bonitos y dulces, no aprender¨¢n nada de ellos¡±
La escritora destapa la falsedad de los mitos estadounidenses en ¡®Heredar¨¢s la tierra¡¯, su obra cumbre. La novela, que se reedita ahora en espa?ol, lleva la tragedia shakespeariana de ¡®El rey Lear¡¯ a una granja de Iowa
El hogar de Jane Smiley (Los ?ngeles, 1949), del que se atisba una parcela a trav¨¦s de la pantalla del ordenador, es una gran morada aislada en lo alto de una colina en Carmel Valley, comunidad residencial al sur de San Francisco, aunque ella mantenga a sus vecinos a distancia prudencial. ¡°No es un rancho¡±, puntualiza, aunque en ¨¦l habiten tambi¨¦n varios caballos, animal que la escritora estadounidense adora desde ni?a, cuando su primer corcel falleci¨® en un accidente de caza, un trauma del que todav¨ªa parece recuperarse. A sus 73 a?os, sigue montando casi a diario.
De pelo largo y cano, y vistiendo un jersey de gruesa lana blanca, Smiley tiene algo de una vaquera de pel¨ªcula, una Calamity Jane en versi¨®n realista que reside en este paisaje de w¨¦stern cl¨¢sico con su cuarto marido, con el que lleva m¨¢s de 20 a?os. ¡°En otro tiempo, aqu¨ª solo viv¨ªan cowboys. Sol¨ªan llevar el ganado por el camino que lleva a mi casa¡±, relata. A pocas millas, las Hermanas Carmelitas de Misericordia establecieron un monasterio y una granja lechera en 1905, lo que dio nombre al lugar. Aunque hoy sea m¨¢s conocido por dar asilo a famosos de Hollywood que escogen Carmel para retirarse. ¡°A veces te encuentras con alguno por ah¨ª. Una vez, mi marido se encontr¨® a Clint Eastwood en la caja de un supermercado Whole Foods¡±, dice sobre el actor y director, que fue alcalde del lugar en los ochenta. Doris Day muri¨® a la vuelta de la esquina, rodeada de sus animales. Tambi¨¦n Betty White, la inefable Rose de Las chicas de oro. Y James Ellroy tuvo residencia en Carmel durante varios a?os. ¡°Alguna vez me lo cruc¨¦, pero luego se separ¨® y se march¨® de aqu¨ª¡±, relata Smiley.
En un rinc¨®n de su casa, Smiley tiene una foto colgada de su ¨²ltimo viaje a Madrid, en 2011. Se la ve tomando un mojito en un bar del centro de la ciudad, con las protestas del 15-M como tel¨®n de fondo. ¡°No lo entend¨ª del todo, pero me pareci¨® muy bonito. Sent¨ª simpat¨ªa por esos j¨®venes¡±, afirma la autora, recordando sus a?os de juventud en una comuna marxista de Connecticut, en la que fue alistada por su primer novio, que estudiaba en Yale (ella fue a Vassar, una de las Seven Sisters, las siete prestigiosas universidades de liberal arts para chicas). Smiley pregunta qu¨¦ tiempo hace en Espa?a y lo convierte a grados Fahrenheit: esta semana pasar¨¢ por Madrid y Barcelona para presentar Heredar¨¢s la tierra, su obra cumbre, descatalogada desde hace a?os en castellano, que Sexto Piso reedita ahora con una nueva traducci¨®n de Inga Pellisa. Con ella gan¨® el Premio Pulitzer en 1992, lo que la convirti¨® en una autora imprescindible. ¡°En realidad, no cambi¨® tanto mi vida. Entonces viv¨ªa en Iowa y a nadie le importaban mucho estas cosas. Pero me permiti¨® escribir de lo que me apeteciera sin que a mis editores les importara¡±, dice. Eso explica, sin lugar a dudas, la admirable diversidad de su bibliograf¨ªa, en la que caben una ambiciosa saga de vikingos (Los groenlandeses) y un pu?ado de l¨²cidos y agridulces retratos familiares (La edad del desconsuelo, La mejor voluntad y Un amor cualquiera, todos recuperados por Sexto Piso), una comedia universitaria, un romance a la antigua, varios libros para adolescentes, una biograf¨ªa del inventor de la computadora y hasta una f¨¢bula protagonizada por animales. ¡°De peque?a me encantaba leer la Enciclopedia, iba pasando de un tema a otro guiada por mi curiosidad. Con mis libros me ha pasado lo mismo¡±, confirma.
¡°Me molestaba que, en la obra de Shakespeare, las hijas de Lear no hablaran. Les quise dar la palabra¡±
Smiley quiso convertirse en jinete, en modelo ¡ªten¨ªa la altura necesaria, porque roza el metro noventa, pero le dijeron que ten¨ªa ¡°las caderas estrechas¡±¡ª y luego en f¨ªsica nuclear. Termin¨® respondiendo a los deseos de su madre, periodista de moda y escritora ocasional, que quiso hacer de ella una intelectual. ¡°Era una mujer muy sofisticada. Yo soy como mis abuelos: m¨¢s bien terrenal¡±, afirma. Aparecen varias veces en el relato familiar que Smiley narra durante la conversaci¨®n. Fueron esforzados cuentacuentos, aficionados a relatar trepidantes historias de sobremesa que, observadas a cierta distancia, parecen parcialmente ficticias; de ellos procede, seg¨²n confiesa la autora, su gusto por la literatura. Descendientes de noruegos asentados en Minnesota, tuvieron una vida tirando a pintoresca. Est¨¢ aquella noche en la que sobrevivieron a una tormenta enterr¨¢ndose en la nieve hasta que pas¨® el vendaval. Y tambi¨¦n aquel d¨ªa en que su t¨ªo perdi¨® el rancho familiar en Idaho jugando al p¨®quer, lo que conden¨® a sus abuelos a irse a trabajar a la f¨¢brica.
El libro m¨¢s celebrado de la autora, elogiada sin cesar por nombres como John Updike o Jonathan Franzen y reivindicada desde hace a?os por nuevas generaciones de lectores, es una inspecci¨®n cr¨ªtica con los mitos estadounidenses. Est¨¢ ambientado en una granja con un terreno de un millar de acres, en la que Smiley escenifica una agria disputa familiar entre tres hermanas durante la que saldr¨¢ a la luz un caso de incesto por parte del patriarca, el terrible Larry. En Heredar¨¢s la tierra, todas las leyendas estadounidenses se revelan falsas, adem¨¢s de nocivas. El barro primigenio que se supone que pisaron los ancestros de la familia Cook en el siglo XIX es, en realidad, una obra de ingenier¨ªa relativamente reciente, que les permiti¨® convertir un cenagal inhabitable en una tierra f¨¦rtil. Aunque el agua nunca deje de amenazar con alzarse, inundar otra vez la tierra y empantanar sus vidas.
¡°Los novelistas tenemos una misi¨®n pol¨ªtica. Debes decidir si quieres escribir algo ¨²til o denigrante¡±
De entrada, el ¨¦xito del libro parec¨ªa improbable. Por hablar de agricultura, pesticidas y canales de drenaje, pero tambi¨¦n por su dura imagen de la familia estadounidense, tal vez el mito m¨¢s falso de todos. Smiley viene a decir que algo est¨¢ podrido en el coraz¨®n de Am¨¦rica. ¡°Ten¨ªa un viejo sue?o: reinterpretar El rey Lear, de Shakespeare. Me molestaba que, en la obra, las hijas del monarca casi no hablen, mientras que ¨¦l nunca cierra el pico. Les quise dar la palabra¡±, conf¨ªa Smiley. ¡°Conduciendo por Iowa, donde viv¨ª varias d¨¦cadas trabajando como profesora en la universidad estatal, baj¨¦ la ventanilla del coche y descubr¨ª los campos que describo al comienzo del libro¡±. La autora convirti¨® a Lear en Larry, mientras que sus hijas, Gonerilda, Regania y Cordelia, recibieron nombres m¨¢s factibles en el Medio Oeste: Ginny, Rose y Caroline. Le¨ªdo hoy, sorprende su modernidad al denunciar los peligros de la agricultura intensiva, o al describir con crudeza el c¨¢ncer que corroe a una de sus protagonistas, o las secuelas psicol¨®gicas de la guerra de Vietnam, o el desconcierto de una generaci¨®n que ya no iba a poder vivir el sue?o americano con el mismo grado de credulidad que sus antepasados. ¡°En realidad, nunca me consider¨¦ una escritora avanzada a mi tiempo. Eran los dem¨¢s los que iban con retraso¡±.
Pero la mayor transgresi¨®n del libro fue convertir a Lear en un padre incestuoso. ¡°Siempre me pareci¨® que hab¨ªa algo extra?o en la relaci¨®n con sus hijas mayores. En especial, Regania, que es muy hostil con su padre. Al ponerme a investigar, le¨ª que, seg¨²n algunas fuentes acad¨¦micas, la obra inclu¨ªa una insinuaci¨®n de incesto. Empec¨¦ a preguntar a mi alrededor si alguien conoc¨ªa a alguien que lo hubiera sufrido. No tuve que ir m¨¢s lejos: para mi sorpresa, hab¨ªa unos cuantos¡±. El car¨¢cter aleg¨®rico que ten¨ªa la novela se vio completado por otro casi pol¨ªtico. En el silencio de esa finca id¨ªlica se producir¨¢n hechos abominables. ¡°Por supuesto, todos los novelistas tenemos una misi¨®n pol¨ªtica. Cada novela contiene una visi¨®n del mundo, incluso cuando es de ciencia ficci¨®n. Pol¨ªticamente, cada autor tiene que decidir si quiere escribir un libro ¨²til o denigrante¡±, responde Smiley. Su primer modelo, dice, fue Dickens. ¡°Los pol¨ªticos de su ¨¦poca respondieron a las situaciones de pobreza e injusticia que hab¨ªa en sus libros. Empec¨¦ a escribir con la misma voluntad, aunque a m¨ª me han hecho menos caso¡±.
¡°Cuando te dedicas a esto, tu trabajo consiste en ir a las casas ajenas y escuchar detr¨¢s de la puerta¡±
Tras ganar el Pulitzer, Hollywood rod¨® una adaptaci¨®n del libro, que protagonizaron Michelle Pfeiffer, Jessica Lange y Jennifer Jason Leigh. ¡°Me gust¨®, pero siempre lament¨¦ una cosa. ?Sabe que le ofrecieron el papel de Larry a Paul Newman? Lo rechaz¨®, y siempre me ha dado pena. Supongo que un padre incestuoso no era su tipo de papel¡±, ironiza Smiley. Acab¨® en manos de Jason Robards, un gran actor que tal vez no supo imprimir suficiente ambig¨¹edad en el personaje, prefiriendo hacer de ¨¦l un villano de manual. Newman hubiera sido, cree Smiley, una elecci¨®n perfecta: uno de los hombres m¨¢s bellos de la historia del cine en el papel de un tirano manchado por los abusos sexuales a sus hijas. Hubiera reproducido el doble fondo del libro, donde el paisaje descrito por Smiley, esa tierra f¨¦rtil y hermosa en la superficie, esconde un interior putrefacto. La met¨¢fora perfecta para describir esta naci¨®n joven que, pese a su intenci¨®n de volver a empezar de cero, reprodujo los errores de la vieja Europa de los que ya hablaba Shakespeare en el original.
Heredar¨¢s la tierra tambi¨¦n se adelant¨® a su tiempo al retratar, a trav¨¦s del personaje del patriarca, la agon¨ªa de una masculinidad a la antigua, la autoridad incontestable de un var¨®n blanco y poderoso que se cree con derecho a todo. En los Estados Unidos de Donald Trump y Harvey Weinstein puede parecer un clich¨¦, pero no lo era en los primeros noventa. ¡°Cuando escrib¨ªa el libro me cost¨® mucho simpatizar con Larry por todas las cosas que hizo. Ahora, con el tiempo, lo veo como un anciano con demencia, que no entiende qu¨¦ est¨¢ sucediendo, que los tiempos est¨¢n cambiando¡±, responde. Aunque lo que m¨¢s le cost¨® fue prescindir de un final feliz. ¡°Sab¨ªa que ten¨ªa que ir hasta el final, la historia lo exig¨ªa. No nac¨ª en una familia como los Cook y no soy ese tipo de persona, as¨ª que iba contra mi naturaleza. Incluso en Los groenlandeses, donde describo el final de una civilizaci¨®n, no pude evitar dos frases un poco m¨¢s bonitas en el final. En este no era posible¡±. Y, aun as¨ª, el libro contiene un resquicio de esperanza. Al¨¦rgicos al spoiler, cierren los ojos: su protagonista lo ha perdido casi todo, pero tambi¨¦n se ha liberado del peso de su historia familiar. Y tiene a su cargo a dos mujeres j¨®venes que tal vez encarnen un futuro un poco mejor. ¡°Me alegro de que lo vea as¨ª. No quise que fuera un libro absolutamente nihilista, porque yo misma no lo soy. Hay en la novela, pese a todo lo que cuenta, una luz tenue de esperanza¡±, dice.
Hay tres hermanas en el libro y Smiley se reconoce en Ginny, la mayor. ¡°Es la que aspira a comportarse como una buena chica. No siempre lo consigue, pero intenta aprender de sus malas experiencias¡±, afirma. ¡°Como no tuve una infancia como la de Ginny, me inspir¨¦ en otras familias. Cuando te dedicas a esto, tu trabajo consiste en ir a las casas ajenas y escuchar detr¨¢s de la puerta. Y entonces vuelves a tu casa y te pones a escribir¡±. Para entender la educaci¨®n que Larry dio a sus hijas, se inspir¨® en los manuales de Luther Emmett Holt, pediatra partidario de la mano dura (y de la eugenesia) que alcanz¨® una gran popularidad en los a?os treinta y cuarenta. ¡°A m¨ª nunca me pegaron. Una sola vez mi abuela quiso zurrarme con una rama y la acab¨® tirando antes de que llegara a mi trasero, porque no se atrev¨ªa a hacer algo as¨ª. Pero tengo muchos amigos que fueron v¨ªctimas de violencia en sus familias. Sus padres cre¨ªan que deb¨ªan hacerlo as¨ª¡±.
¡°Leer me ense?¨® sobre la crueldad humana, y no creo que eso sea malo. Esa es una de las funciones de la literatura¡±
Del rigorismo con el que crecieron los baby boomers como ella ¡ªy de la necesidad de romper con ese modelo e inventar otro¡ª surge esta novela, que se dedica a desmontar con esmero la fe en la familia perfecta, heredada de aquellos puritanos religiosos, expulsados de Inglaterra por su extremismo, que fundaron esta insigne naci¨®n. ?Sigue creyendo Smiley en esa sagrada instituci¨®n, habi¨¦ndose casado cuatro veces? ¡°S¨ª. La familia no es t¨®xica por definici¨®n. Cada uno de mis matrimonios ha sido divertido y me sigo llevando bien con todos mis exmaridos. El otro d¨ªa invitamos a cenar a uno de ellos con su nueva esposa. Tengo tres hijos, y otros dos de mi actual marido, m¨¢s los que tuvo uno de mis ex que se cas¨® con una vecina. El resultado ha sido un grupo familiar muy extenso, del que creo que mis hijos se han beneficiado¡±, asegura. Una vez le pregunt¨® a su hija si hab¨ªa sufrido cuando se divorci¨® de su padre, el n¨²mero tres de su historial. ¡°Me contest¨®: ¡®Mam¨¢, por favor, ?te imaginas haber seguido viviendo en esa familia con solo cuatro m¨ªseras personas durante el resto de mi vida?¡±. La conversaci¨®n inspir¨® un ensayo breve titulado Divorcio: es bueno para sus hijos. ¡°Hoy dir¨ªa que creo en el matrimonio, pero tambi¨¦n en el divorcio¡±. Y se parte de risa.
Sorprende que esta mujer llena de luz, que asegura haber crecido en una familia absolutamente bondadosa, se haya dedicado a inspeccionar los abusos que tienen lugar a puerta cerrada. ¡°Son cosas que aprend¨ª con la literatura, con los libros que devoraba de joven. La ¨²nica escritora c¨®mica a la que le¨ª fue Jane Austen. Fue una excepci¨®n, porque solo me interesaban los cenizos¡±, bromea. ¡°Leer me ense?¨® sobre la crueldad humana, y no creo que eso sea malo. Esa es una de las funciones de la literatura. Es preocupante que se proh¨ªban los libros que hablan sobre nuestra crueldad. No creo que los ni?os deban crecer leyendo libros bonitos y dulces, porque no aprender¨¢n nada de ellos¡±.
¡®Heredar¨¢s la tierra¡¯. Jane Smiley. Traducci¨®n de Inga Pellisa. Sexto Piso, 2023. 472 p¨¢ginas. 24,90 euros.
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